LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

(1)

A. Aquellos a quienes Dios ha aceptado en el Amado, y ha llamado eficazmente y santificado por su Espíritu, y a quienes ha dado la preciosa fe de sus escogidos, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán en él hasta el fin, y serán salvos por toda la eternidad, puesto que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables, por lo que él continúa engendrando y nutriendo en ellos la fe, el arrepentimiento, el amor, el gozo, la esperanza y todas las virtudes del Espíritu para inmortalidad: Jun. 10:28,29; Fil. 1:6; 2 Ti. 2:19; 2 P.1:5-10; 1 Jun. 2:19.
B. Y aunque surjan y les azoten muchas tormentas e inundaciones, nunca podrán arrancarles del fundamento y la roca a que por la fe están aferrados; a pesar de que, por medio de la incredulidad y las tentaciones de Satanás, la visión perceptible de la luz y el amor de Dios puede ensombrecérseles y oscurecérseles por un tiempo: Sal 89:31,32; 1 Co. 11:32; 2 Ti. 4:7.
C. Él, sin embargo, sigue siendo el mismo, y ellos serán guardados, sin ninguna duda, por el poder de Dios para salvación, en la que gozarán de su posesión adquirida, al estar ellos esculpidos en las palmas de sus manos y sus nombres escritos en el libro de la vida desde toda la eternidad: Sal 102:27; Mal. 3:6; Ef. 1:14; 1 P. 1:5; Ap. 13:8.
(2)
A. Esta perseverancia de los santos depende no de su propio libre albedrío, 1 sino de la inmutabilidad del decreto de elección: Fil. 2:12,13; Ro. 9:16; Jun. 6:37,44.
B. Difluye del amor libre e inmutable de Dios el Padre, sobre la base de la eficacia de los méritos y la intercesión de Jesucristo y la unión con él: Mt. 24:22, 24,31; Ro. 8:30; 9:11,16; 11:2,29; Ef. 1:5-11.
C. Del juramento de Dios: Ef. 1:4; Ro. 5:9, 10; 8:31-34; 2 Co. 5:14; Ro. 8:35-38; 1 Co. 1:8, 9; Jun. 14:19; 10:28, 29.
D. De la morada de su Espíritu, de la simiente de Dios que está en los santos: He 6:16-20.
E. Y de la naturaleza del pacto de gracia: 1 Jun. 2:19, 20, 27; 3:9; 5:4, 18; Ef. 1:13; 4:30; 2 Co. 1:22; 5:5; Ef. 1:14.
F. De todo lo cual surgen también la certeza y la infalibilidad de la perseverancia: Jer. 31:33, 34; 32:40; He 10:11-18; 13:20,21.
(3)
A. Y aunque los santos (mediante la tentación de Satanás y del mundo, el predominio de la corrupción que queda en ellos y el descuido de los medios para su preservación) caigan en pecados graves y por algún tiempo permanezcan en ellos: Mt. 26:70, 72, 74.
B. (Por lo que incurren en el desagrado de Dios y entristecen a su Espíritu Santo: Sal 38:1-8; Is. 64:5-9; Ef. 4:30; 1 Ts. 5:14.
C. Se les dañan sus virtudes y consuelos: Sal 51:10-12.
D. Se les endurece el corazón y se les hiere la conciencia: Sal 32:3, 4; 73:21, 22.
E. Lastiman y escandalizan a otros: 2 S. 12:14; 1 Co. 8:9-13; Ro. 14:13-18; 1 Ti. 6:1, 2; Tit. 2:5.
F. Y se acarrean juicios temporales): 2 S. 12:14ss. Gn. 19:30-38; 1 Co. 11:27-32.
G. Renovarán su arrepentimiento y serán preservados hasta el fin mediante la fe en Cristo Jesús: Lc. 22:32, 61,62; 1 Co. 11:32; 1 Jun. 3:9; 5:18.

LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

La expresión «perseverancia de los santos» sugiere naturalmente una actividad continua de los creyentes por la cual ellos perseveran en el camino de salvación. Con toda evidencia, sin embargo, la perseverancia a que se refiere es menos una actividad de los creyentes que una obra de Dios en la cual los creyentes deben participar.
Estrictamente hablando, la seguridad de la salvación del hombre consiste, o se apoya en el hecho de que Dios persevera. La perseverancia puede ser definida como la operación continua del Espíritu Santo en el creyente por medio de la cual la obra de la gracia divina una vez empezada en el corazón es continuada y hecha completa.
Esta doctrina está claramente enseñada en las Escrituras, Juan 12:28, 29; Romanos 11:29; Filipenses 1: 6; 2.a Tesalonicenses 3:3; 2.a Timoteo 1:12; 4:18, y es solamente cuando nosotros creemos en esta perseverancia de, Dios que nuestra vida puede alcanzar la seguridad de la salvación, Hebreos 3:14; 6:10 y 2.a Pedro 1:10.
Fuera de los círculos reformados esta doctrina no encuentra aceptación. Dícese que es contraria a las Escrituras las cuales nos advierten en cuanto a la apostasía. Heb. 2: 1; 10:26 y exhorta a los creyentes a continuar en el camino de la salvación. Mat. 24:13; Heb. 3:14, y aun nos presenta casos de apostasía: 1.a Tim. 1:19-20; 2.a Tim. 2:17, 18 y 4:10. Tales exhortaciones y advertencias parecen asumir la posibilidad de una caída, y en algunos casos parecen probarlo completamente. Pero estas advertencias prueban solamente que Dios obra usando medios y quiere que el hombre coopere en la obra de la perseverancia. No hay prueba de que los apostatas que se mencionan en la Escritura fuesen realmente creyentes. Rom. 9:6; 1.a Juan 2:19; Apoc.3:1.

LA PERSEVERANCIA

La mayoría de nosotros conocemos a personas que han hecho una profesión de fe en Cristo y que hasta posiblemente han realizado un potente despliegue de fe, involucrándose activamente en la vida y el ministerio de la iglesia, para luego repudiar esa fe y abandonarla. Este tipo de experiencia siempre hace que surja la pregunta: ¿Acaso puede una persona que experimentó la salvación perderla? ¿Constituye la apostasía un peligro claro y actual para el creyente?
La Iglesia Romana Católica nos enseña que las personas pueden y de hecho pierden la salvación. Si una persona comete un pecado mortal, dicho pecado mata la gracia de la justificación que habita en su alma. Si muere antes de ser restaurada a un estado de gracia por medio del sacramento de la penitencia, irá al infierno.
Existen muchos protestantes que también creen que es posible perder la salvación. Las advertencias del capítulo 6 de Hebreos y la preocupación de Pablo con respecto a ser "eliminados" (1 Corintios 9:27), así como los ejemplos del Rey Saúl y de otros, han conducido a muchas personas a concluir que las personas pueden caer completa e irreparablemente de la gracia. Por otro lado, la teología de la Reforma enseña la doctrina de la perseverancia de los santos. Esta doctrina también es conocida como "la de la seguridad eterna".
En esencia esta doctrina enseña que si uno tiene la fe salvífica nunca la podrá perder, y si se pierde es que nunca se tuvo. Como escribe Juan: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros (1 Juan 2: 19).
Sabemos que es posible para algunas personas enamorarse de determinados elementos del cristianismo sin aceptar a Cristo mismo. Es posible que un joven se sienta atraído por la diversión y el estímulo de un grupo juvenil que tiene un programa interesante.
La persona puede "convertirse" al programa sin convertirse a Cristo. Dicha persona puede ser como la ilustrada en la parábola del sembrador: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno (Lucas 8:5-8).
Esta parábola puede ser que se refiera a quienes en un principio creyeron, pero luego se apartaron, o puede significar que quienes "creyeron" tenían una fe falsa o espuria, como sostiene la teología de la Reforma. Solamente la semilla que cae en la buena tierra puede dar el fruto de la obediencia. Jesús nos dice que estas personas que escuchan su palabra "son las de corazón bueno y recto" (Lucas 8: 15). Su fe procede de un corazón verdaderamente regenerado.
La doctrina de la perseverancia no se basa en nuestra capacidad para perseverar, ni siquiera si somos regenerados, sino que se apoya en la promesa que Dios ha hecho de preservarnos. Pablo, escribiendo a los Filipenses, dice: "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Es por gracia y únicamente por gracia que los cristianos perseveran. Dios acabará la obra que comenzó. Se asegurará que si los propósitos en la elección no se vean frustrados.
La cadena de oro de Romanos 8 nos da un testimonio adicional sobre esta esperanza: "Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó" (Romanos 8:30). Y luego continúa para declarar que "ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:39).
Tenemos esta seguridad porque la salvación es del Señor y somos hechura suya. Él les da el Espíritu Santo a todos los creyentes como una promesa que ha de completar lo que comenzó.
También ha sellado a cada creyente con el Espíritu Santo. Nos ha marcado con una marca indeleble y nos ha dado su persona como primer depósito, lo que garantiza que cumplirá con la transacción.
La base principal de esta confianza la encontramos en la obra de Cristo como Sumo Sacerdote, que intercede por nosotros. De La perseverancia de los santos la misma manera que Jesús oró por la restauración de Pedro (pero no por la de Judas), así ora por nuestra restauración cuando tropezamos y caemos. Podemos caer durante un período, pero nunca caeremos del todo e irreparablemente. Jesús oró en el aposento alto: "Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese" (Juan 17:12). Solo Judas se perdió, porque era el hijo de perdición desde el principio, y su profesión de fe había sido espuria. Aquellos que verdaderamente son creyentes no pueden ser arrebatados de la mano de Dios (Juan 10:27-30).
RESUMEN
1. Muchas personas realizan una profesión de fe en Cristo y luego lo repudian.
2. La perseverancia de los santos se basa en las promesas de Dios para preservar a los santos.
3. Dios completará la salvación de los escogidos.
4. La teología de la Reforma enseña que las personas que se apartan de la fe nunca fueron realmente creyentes.
5. Tenemos confianza en nuestra salvación porque hemos sido sellados con el Espíritu Santo. Dios nos ha dado su palabra en el Espíritu Santo para que nuestra salvación se complete.
6. La intercesión de Cristo es para nuestra preservación.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 6:35-40, Romanos 8:31-39, Filipenses 1:6, 2 Timoteo 2:14-19, Hebreos 9:11-15. 

LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS (CÓMO PERMANECER COMO CREYENTE)

¿PUEDEN LOS VERDADEROS CREYENTES PERDER SU SALVACIÓN? ¿CÓMO PODEMOS SABER SI EN REALIDAD HEMOS NACIDO DE NUEVO?
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Nuestra consideración previa ha tratado de muchos aspectos de la salvación completa que Cristo ganó para nosotros y que el Espíritu Santo ahora nos aplica.
Pero, ¿cómo sabemos que continuaremos siendo creyentes toda nuestra vida? ¿Hay algo que impedirá que caigamos alejándonos de Cristo, algo que garantice que continuaremos siendo creyentes hasta que muramos y que de hecho viviremos con Dios en el cielo para siempre? 0, ¿pudiera ser que nos alejaremos de Cristo y perderemos las bendiciones de nuestra salvación?
EL TEMA DE LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS CONSIDERA ESTAS PREGUNTAS.
La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, y que sólo los que perseveran hasta el fin han nacido verdaderamente de nuevo.
Esta definición tiene dos partes. Indica primero que hay seguridad que se da a los que verdaderamente han nacido de nuevo, porque les recuerda que el poder de Dios los guardará como creyentes hasta que mueran, y que con certeza vivirán con Cristo en el cielo para siempre.
Por Otro Lado, La Segunda Mitad De La Definición Indica Claramente Que Continuar En La Vida Cristiana Es Una De Las Evidencias De Que Una Persona Verdaderamente Ha Nacido De Nuevo. Es Importante Mantener Presente También Este Aspecto De La Doctrina, Para Que No Se Dé Falsa Seguridad A Quienes Para Empezar Nunca Han Sido Creyentes.
Se Debe Notar Que Este Asunto Es Uno En El Que En Los Creyentes Evangélicos Por Largo Tiempo Han Tenido Desacuerdo Significativo. Muchos Dentro De La Tradición Wesleyana Y Arminiana Han Sostenido Que Es Posible Que Alguien Que Verdaderamente ha nacido de nuevo pierda su salvación, en tanto que los creyentes reformados han sostenido que eso no es posible para alguien que verdaderamente ha nacido de nuevo.' La mayoría de bautistas han seguido la tradición reformada en este punto; sin embargo, frecuentemente han usado el término (seguridad eterna) o ( seguridad eterna del creyente» antes que el término (perseverancia de los santos).

TODOS LOS QUE EN REALIDAD HAN NACIDO DE NUEVO PERSEVERARÁN HASTA EL FIN

Hay muchos pasajes que enseñan que los que verdaderamente han nacido de nuevo, que son genuinamente creyentes, continuarán en la vida cristiana hasta la muerte y entonces irán a estar con Cristo en el cielo. Jesús dice:
Porque He Bajado Del Cielo No Para Hacer Mi Voluntad Sino La Del Que Me Envió. Y Ésta Es La Voluntad Del Que Me Envió: Que Yo No Pierda Nada De Lo Que Él Me Ha Dado, Sino Que Lo Resucite En El Día Final. Porque La Voluntad De Mi Padre Es Que Todo El Que Reconozca Al Hijo Y Crea En Él, Tenga Vida Eterna, Y Yo Lo Resucitaré En El Día Final Jn 6: 38-40).
Aquí Jesús dice que todo el que cree en él tendrá vida eterna. Dice que él resucitará a esa persona en el día final; que, en el contexto de creer en el Hijo y tener vida eterna, claramente quiere decir que Jesús resucitará a esa persona a vida eterna con él (no simplemente resucitarla para que sea juzgada y condenada).
Parece dificil evitar la conclusión de que todo el que verdaderamente cree en Cristo seguirá siendo creyente hasta la misma resurrección en el día final a bendición de vida en la presencia de Dios. Es más, este pasaje recalca que Jesús hace la voluntad del Padre, que él (No pierda nada de todo lo que él me ha dado» Jn 6: 39). De nuevo, los que el Padre le ha dado al Hijo no se perderán.
Otro pasaje que recalca esta verdad es Juan 10:27-29, en el que Jesús dice:
Mis Ovejas Oyen Mi Voz; Yo Las Conozco Y Ellas Me Siguen. Yo Les Doy Vida Eterna, Y Nunca Perecerán, Ni Nadie Podrá Arrebatármelas De La Mano. Mi Padre, Que Me Las Ha Dado, Es Más Grande Que Todos; Y De La Mano Del Padre Nadie Las Puede Arrebatar.
Aquí Jesús dice que a todos los que le siguen, que son sus ovejas, les es dada vida eterna. Además dice que «nadie podrá arrebatármelas de la mano» (v. 28).
Algunos han objetado a esto que aunque nadie más puede sacar de la mano de Cristo a los creyentes, nosotros mismos podemos salimos de la mano de Cristo.
Pero eso parece ser debate pedante en cuanto a palabras; ¿acaso «nadie» no incluye también a la persona que está en la mano de Cristo? Es más, sabemos que nuestros corazones distan mucho de ser confiables. Por consiguiente, si existiera la posibilidad de que podríamos salimos nosotros mismos de la mano de Cristo, el pasaje difícilmente daría la seguridad que Cristo quiso que diera.
Pero, más importante, la frase más fuerte de este pasaje es «nunca perecerán» (v. 28). La construcción en griego ou mé más el subjuntivo aoristo) es especialmente enfática y se puede traducir más explícitamente: «y con toda certeza jamás perecerán». Esto recalca que los que son «ovejas» de Jesús y le siguen, y a quienes él les ha dado vida eterna, nunca perderán su salvación ni serán separados de Cristo: «nunca perecerán».
Hay varios otros pasajes que dicen que los que creen tienen «vida eterna». Un ejemplo es Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (también Jn 5: 24; 6: 47; 10: 28; 1ª Jn 5: 13), Ahora bien, si es verdaderamente vida eterna lo que tienen los creyentes, entonces es vida que dura para siempre con Dios. Es una dádiva de Dios que viene con la salvación (se le pone en contraste con la condenación y juicio eterno en Juan 3:16-17,36; 10:28).
Los arminianos han objetado que «vida eterna» simplemente es una calidad de vida, un tipo de vida en relación con Dios, que uno tiene por un tiempo y entonces la pierde. Pero esta objeción no parece ser convincente en vista al claro matiz de tiempo interminable incluido en el adjetivo eterna (gr. aionios, «eterno, sin fin»): Ciertamente hay una calidad especial en esta vida, pero el énfasis en el adjetivo eterna está en el hecho de que es lo opuesto de muerte; es lo opuesto de juicio y separación de Dios; es vida que continúa para siempre en la presencia de Dios.
Y el que cree en el Hijo tiene esta «vida eterna» (Jn 3: 36), Evidencia de los escritos de Pablo y las demás Epístolas del Nuevo Testamento también indican que l6s que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin. «Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús» (Ro 8: 1); por consiguiente, sería injusto que Dios dé algún tipo de castigo eterno a los que son creyentes; ya no queda ninguna condenación para ellos, porque toda la pena de sus pecados ha quedado pagada.
Luego, en Romanos 8:30 Pablo recalca la clara conexión entre los propósitos eternos de Dios en la predestinación y su realización de esos propósitos en la vida, junto con su realización final de esos propósitos al «glorificar» o dar cuerpos finales de resurrección a los que él ha traído en unión con Cristo: «A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó». Aquí Pablo ve el suceso futuro de la glorificación como certeza tal en el propósito firme de Dios que puede hablar del mismo como si ya estuviera realizado (los glorificó). Esto es cierto de todos los que son llamados y justificados; es decir, todos los que verdaderamente han llegado a ser creyentes.
Más evidencia de que Dios guarda seguros por la eternidad a los que han nacido de nuevo es el «sello» que Dios nos pone. Este «sello» es el Espíritu Santo en nosotros, que también actúa como la «garantía» de Dios de que recibiremos la herencia que se nos ha prometido: «En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido.
Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria» (Ef 1:13-14). La palabra griega que se traduce «arras, RVR» en este pasaje (arrabon) es un término legal y comercial que quiere decir «primer pago, depósito, cuota de entrada, promesa» y representa «un pago que obliga a la parte contratante a hacer pagos adicionales».
Cuando Dios puso en nosotros el Espíritu Santo, se comprometió a damos todas las bendiciones adicionales de la vida eterna y una gran recompensa en el cielo con él. Por eso Pablo puede decir que el Espíritu Santo (garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios» (Ef 1: 14).
Todos los que tienen el Espíritu Santo en ellos, todos los que han nacido verdaderamente de nuevo, tienen la promesa inmutable de Dios y garantía de que la herencia de la vida eterna en el cielo con toda certeza será suya.
La propia fidelidad de Dios está comprometida a hacerlo así.
Otro ejemplo de seguridad de que los creyentes perseverarán hasta el fin se halla en la afirmación de Pablo a los Filipenses: «Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús» (Flp 1: 6).
Es cierto que la palabra «ustedes» aquí es plural (gr. jumás), y de este modo se refiere a los creyentes de la iglesia de Filipos en general, pero con todo les está hablando de los creyentes específicos a los que él les escribe, y dice que la buena obra de Dios que empezó en ellos continuará y quedará completa el día en que Cristo vuelva. Pedro les dice a sus lectores que ellos son «a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos» (1ª P 1: 5).
La palabra guardados, RVR (gr.froureo), puede significar tanto «impedir que escapen» y «proteger de ataques», y tal vez ambas clases de guarda es lo que se quiere indicar aquí: Dios está preservando a los creyentes para que no escapen de su reino, y está protegiéndolos de ataques externos.
El participio presente que Pedro usa da el sentido de «ustedes son continuamente guardados».8 Recalca que esto es por el poder de Dios. Sin embargo, el poder de Dios no obra aparte de la fe personal de los que son guardados, sino mediante su fe. (Fe, pistis) es regularmente una actividad personal del creyente individual en las epístolas de Pedro (ver 1ª P 1: 7, 9, 21; 5: 9; 2ª P 1: 1,5; y comúnmente en el Nuevo Testamento).
Los ejemplos paralelos de Dios obrando «por» alguien o algo en los escritos de Pedro (1ª P 1: 3, 23; 2ª P 1: 4, y probablemente también 1ª P 1: 12; 2:14; 3: 1) sugieren que la fe o confianza personal del creyente en Dios es el medio que Dios usa para guardar a su pueblo.
Así podemos dar el sentido del versículo diciendo que (Dios continuamente está usando su poder para guardar a su pueblo mediante la fe de ellos), afirmación que parece implicar que el poder de Dios de hecho energiza y continuamente sustenta la fe individual y personal.
Este guardar no es para una meta temporal sino para una salvación lista para ser revelada en el tiempo final. «Salvación» se usa aquí no para referirse a la justificación pasada o la santificación presente (hablando en categorías teológicas) sino de la plena posesión futura de todas las bendiciones de nuestra redención; en el cumplimiento final y completo de nuestra salvación (Ro 13: 11; 1ª P 2: 2). Aunque ya está preparada o «lista», Dios no la «revelará» a la humanidad en general sino hasta el «tiempo final», o sea el tiempo del juicio final.
Esta última frase hace dificil, si no imposible, ver algún fin a la actividad guardadora de Dios. Si la guarda de Dios tiene como propósito la preservación de los creyentes hasta que reciban su salvación plena y celestial, entonces es seguro concluir que Dios realizará ese propósito y que en efecto logrará esa salvación final. En última instancia el que ellos logren su salvación final depende del poder de Dios. Con todo, el poder de Dios continuamente obra «por» la fe de ellos.
¿Quieren ellos saber si Dios los está guardando? Si continúan confiando en Dios por medio de Cristo, Dios está obrando y guardándolos, y se le debe agradecer.
Este énfasis en la guarda de Dios en combinación con nuestra fe provee una transición natural a la segunda mitad de la doctrina de la perseverancia.

SÓLO LOS QUE PERSEVERAN HASTA EL FIN HAN NACIDO VERDADERAMENTE DE NUEVO

En tanto que las Escrituras repetidamente recalcan que los que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin y con certeza tendrán vida eterna en el cielo con Dios, hay otros pasajes que hablan de la necesidad de continuar en la fe toda la vida.
Nos hacen darnos cuenta de que lo que Pedro dice en 1ª Pedro 1: 5 es cierto, es decir, que Dios no nos guarda aparte de nuestra fe, sino solamente obrando «mediante» nuestra fe de modo que nos permite continuar creyendo en él. De esta manera, los que continúan confiando en Cristo obtienen la seguridad de que Dios está obrando en ellos y guardándolos.
Un ejemplo de esta clase de pasajes es Juan 8: 31-32: Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: -Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».
Jesús aquí está dando la advertencia de que una evidencia de la fe genuina es continuar en su palabra, es decir, continuar creyendo lo que él dice y viviendo una vida de obediencia a sus mandamientos. De modo similar, Jesús dice: «El que se mantenga firme hasta el fin será salvo» (Mt 10: 22), como medio de advertir a la gente a no caer en tiempos de persecución.
Pablo les dice a los creyentes de Calosas que Cristo los ha reconciliado con Dios, «a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio que ustedes oyeron» (Col 1: 22-23).
Es simplemente natural que Pablo y los otros escritores del Nuevo Testamento hablen de esta manera, porque se dirigen a grupos de personas que profesan ser creyentes, sin poder saber el estado real del corazón de toda persona. Puede haber habido algunos en Colosas que se habían unido a compañerismo de la iglesia, e incluso tal vez habían profesado que tenían fe en Cristo, y habían sido bautizados en la membrecía de la iglesia, que nunca habían tenido verdadera fe que salva.
 ¿Cómo puede Pablo distinguir a tales personas y a los verdaderos creyentes? ¿Cómo puede evitar darles falsa seguridad, seguridad de que serán salvados eternamente cuando en realidad no lo serán, a menos que vengan al verdadero arrepentimiento y fe? Pablo sabe que aquellos cuya fe no es real a la larga dejarán de participar en la comunión de la iglesia. Por consiguiente, les dice a sus lectores que en última instancia serán salvados, «con tal de que se mantengan firmes en la fe» (Col 1: 23).
Los que continúan muestran por eso que son creyentes genuinos; pero los que no continúan en la fe mostrarán que nunca hubo en sus corazones fe genuina.
Un énfasis similar se ve en Hebreos 3: 14: «Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio».
Este versículo provee una perspectiva excelente de la doctrina de la perseverancia. ¿Cómo sabemos si «hemos llegado a tener parte con Cristo»? ¿Cómo sabemos si este ser unidos a Cristo ha sucedido en algún momento en el pasado? Una manera en que sabemos que hemos venido a la fe genuina en Cristo es si continuamos en la fe hasta el fin de nuestras vidas.
La atención al contexto de Hebreos 3:14 nos impedirá usar este y otros pasajes similares de una manera pastoralmente inapropiada. Debemos recordar que hay otras evidencias en otras partes de la Biblia que les dan a los creyentes en seguridad de la salvación así que no debemos pensar que la seguridad de que pertenecemos a Cristo es imposible hasta que muramos.
Sin embargo, continuar en la fe es uno de los medios de seguridad que menciona aquí el autor de Hebreos Menciona esto para advertir a sus lectores que no se deben apartar de Cristo, porque escribe a una situación en donde es necesaria una advertencia así.
El principio de esa sección, apenas dos versículos antes, dice: «Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo» (Heb 3: 12).
En verdad, en todos los pasajes en donde se menciona el continuar creyendo en Cristo hasta el fin de nuestras vidas como una indicación de fe genuina, el propósito nunca es hacer que los que al presente confían en Cristo se preocupen que en algún momento en el futuro pueden apartarse (y nunca debemos usar estos pasajes de esa manera tampoco, porque eso sería dar una causa errada para preocupación de una manera que la Biblia no se propone).
Más bien, el propósito siempre es advertir a los que están pensando en apartarse o se han apartado que si lo hacen, eso es una fuerte indicación de que nunca fueron salvos. Así, la necesidad para continuar en la fe debe simplemente usarse como una advertencia en contra de apartarse, advertencia de que los que se apartan dan evidencia de que su fe nunca fue real.
Juan claramente indica que los que se apartan del compañerismo de la iglesia y de la creencia en Cristo, por ello muestran para empezar que su fe no fue real, y que nunca fueron parte del verdadero cuerpo de Cristo. Hablando de los que han dejado el compañerismo de los creyentes, Juan dice: «Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros.
Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros» (1ª Jn 2: 19). Juan dice que los que se han apartado muestran por sus acciones que «no eran de los nuestros»; que nunca nacieron verdaderamente de nuevo.

LOS QUE FINALMENTE SE APARTAN PUEDEN DAR MUCHAS SEÑALES EXTERNAS DE CONVERSIÓN

¿Es siempre claro cuáles personas en la iglesia tienen fe genuina que salva y cuáles tienen simplemente una persuasión intelectual de la verdad del evangelio pero no tienen fe genuina en sus corazones?
No siempre es fácil decirlo, y la Biblia menciona en varios lugares que no creyentes en compañerismo con la iglesia visible pueden en efecto dar algunas señales externas o indicaciones que les hace parecerse o sonar como creyentes genuinos. Por ejemplo, Judas, que traicionó a Cristo, debe haber actuado casi exactamente cómo los demás discípulos durante los tres años que estuvo con Jesús.
Tan convincente fue su conformidad al patrón de conducta de los demás discípulos, que al fin de los tres años del ministerio de Jesús, cuando él dijo que uno de ellos lo traicionaría, ellos no se volvieron y sospecharon de Judas, sino que más bien «uno por uno comenzaron a preguntarle: -¿Acaso seré yo, Señor?» (Mt 26: 22; Mr 14: 19; Lc 22: 23; Jn 13: 22)
Sin embargo, Jesús mismo sabía que no había fe genuina en el corazón de Judas, porque en cierto punto dijo: «¿No los he escogido yo a ustedes doce? No obstante, uno de ustedes es un diablo» (Jn 6: 70). Juan escribió más adelante en su Evangelio que «Jesús conocía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que iba a traicionarlo» (Jun. 6: 64). Pero los discípulos mismos no lo sabían.
Pablo también habla de «que algunos falsos hermanos se habían infiltrado» (Gá 2: 4), y dice que en sus viajes había estado en «peligros de parte de falsos hermanos» (2ª Co 11: 26). También dice que los siervos de Satanás «se disfracen de servidores de la justicia» (2ª Co 11: 15).
Esto no quiere decir que todos los no creyentes de la iglesia que no obstante dan algunas señales de verdadera conversión sean siervos de Satanás en secreto socavando la obra de la iglesia, porque algunos pueden estar en proceso de considerar las afirmaciones del evangelio y avanzar hacia la fe real, otros pueden haber oído sólo una explicación inadecuada del mensaje del evangelio, y otros pueden no haber llegado a estar bajo una convicción genuina del Espíritu Santo todavía.
Pero las afirmaciones de Pablo sí quieren decir que algunos creyentes en la iglesia serán falsos hermanos y hermanas enviados a trastornar el compañerismo, en tanto que otros simplemente serán no creyentes que a la larga vendrán a la fe genuina que salva. En ambos casos, sin embargo, dan varias señales externas que les hace parecerse a creyentes genuinos.
Podemos ver esto también en la afirmación de Jesús en cuanto a lo que sucederá en el juicio final:
No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?» Entonces les diré claramente: (Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!» (Mt 7: 21-23).
Aunque estas personas profetizaban y echaban fuera demonios y hacían «muchos milagros» en el nombre de Jesús, la capacidad para hacer tales obras no garantizaba que sean creyentes. Jesús dice: «Jamás los conocí». Él no dice: «Los conocí en un tiempo pero ya no los conozco», ni tampoco «los conocí en un tiempo pero ustedes se apartaron de mí», sino más bien, «jamás los conocí». Nunca fueron creyentes genuinos.
Una enseñanza similar se halla en la parábola del sembrador en Marcos 4. Jesús dice: «Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron» (Mr 4: 5-6). Jesús explica que la semilla sembrada en terreno pedregoso representa a los que «cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, pero como no tienen raíz, duran poco tiempo.
Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se apartan de ella» (Mr 4: 16-17). El hecho de que «no tienen raíz» indica que no hay fuente de vida en estas plantas; de modo similar, las personas representadas por ellas no tienen fe genuina en su interior. Tienen la apariencia de conversión y parecen haber llegado a ser creyentes porque recibieron la palabra «con alegría», pero cuando viene la dificultad no se les halla por ninguna parte; su aparente conversión no fue genuina y en sus corazones no hubo fe real que salva.
La importancia de continuar en la fe también se afirma en la parábola de Jesús como la vid, en la cual se muestra a los creyentes como ramas (Jn 15: 1-7).Jesús dice:
Yo Soy La Vid Verdadera, Y Mi Padre Es El Labrador. Toda Rama Que En Mí No Da Fruto, La Corta; Pero Toda Rama Que Da Fruto La Poda Para Que Dé Más Fruto Todavía.
El Que No Permanece En Mí Es Desechado Y Se Seca, Como Las Ramas Que Se Recogen, Se Arrojan Al Fuego Y Se Queman (Jn 15: 1-2, 6).
Los arminianos han aducido que las ramas que no llevan fruto siguen siendo ramas en la vid; Jesús se refiere a «toda rama que en mí no da fruto» (v. 2). Por consiguiente, las ramas que se recogen y echan en el fuego y se queman deben referirse a los verdaderos creyentes que una vez fueron parte de la vid pero que se apartaron y quedaron sujetos a juicio eterno.
Pero esa no es una implicación necesaria de la enseñanza de Jesús en este punto. La ilustración de una vid que se usa en la parábola se limita a cuánto detalle puede enseñar. Es más, si Jesús hubiera querido enseñar que había creyentes falsos y verdaderos asociados con él, y si quería usar la analogía de una vid y ramas, entonces la única manera en que se hubiera referido a las personas que no tienen una vida genuina en sí mismas sería hablar de ramas que no dan fruto (de una manera similar a la analogía de las semillas que cayeron en terreno pedregoso y que «no tenían raíz» en Mr 4: 17).
Aquí, en Juan 15 las ramas que no dan fruto, aunque de alguna manera están conectadas a Jesús y dan una apariencia externa de ser ramas genuinas, con todo dan indicación de su verdadera situación por el hecho de que no dan fruto. Esto se indica de modo similar por el hecho de que la persona «no permanece» en Cristo (Jn 15: 6) y que es arrojada como las ramas y se seca.
Si tratamos de presionar la analogía incluso más, diciendo, por ejemplo, que todas las ramas de una vid realmente están vivas, o que para empezar no estarían allí, entonces simplemente estamos tratando de presionar la ilustración más allá de lo que puede enseñar; y en este caso no habría nada en la analogía que podría representar a los creyentes falsos en cualquier caso. El punto de la ilustración es simplemente que los que dan fruto dan por eso evidencia de que están permaneciendo en Cristo; los que no, no están permaneciendo en él.
Finalmente, hay dos pasajes en Hebreos que también afirman que los que final mente se apartan pueden dar muchas señales externas de conversión y de muchas maneras pueden parecer creyentes.
El primero de éstos, Hebreos 6: 4-6, frecuentemente han usado los arminianos como prueba de que los creyentes pueden perder su salvación. Pero en una inspección más cuidadosa tal interpretación no es convincente. El autor escribe:
Es Imposible Que Renueven Su Arrepentimiento Aquellos Que Han Sido Una Vez Iluminados, Que Han Saboreado El Don Celestial, Que Han Tenido Parte En El Espíritu Santo Y Que Han Experimentado La Buena Palabra De Dios Y Los Poderes Del Mundo Venidero, Y Después De Todo Esto Se Han Apartado. Es Imposible, Porque Así Vuelven A Crucificar, Para Su Propio Mal, Al Hijo De Dios, Y Lo Exponen A La Vergüenza Pública (Heb 6: 4-6).
El autor continúa con un ejemplo de la agricultura:
Cuando La Tierra Bebe La Lluvia Que Con Frecuencia Cae Sobre Ella, Y Produce Una Buena Cosecha Para Los Que La Cultivan, Recibe Bendición De Dios. En Cambio, Cuando Produce Espinos Y Cardos, No Vale Nada; Está A Punto De Ser Maldecida, Y Acabará Por Ser Quemada (Heb 6: 7-8).
En esta metáfora agrícola a los que reciben el juicio final se les compara a la tierra que no da plantas ni fruto útil, sino más bien espinos y cardos. Cuando recordamos las otras metáforas de la Biblia en donde el buen fruto es señal de verdadera vida espiritual y la falta de fruto es señal de los falsos creyentes (por ejemplo, Mt 3: 8-10; 7: 15-20; 12: 33-35), ya tenemos una indicación de que el autor está hablando de personas cuya evidencia más fidedigna de su condición espiritual (el fruto que dan) es negativa, sugiriendo que el autor está hablando de personas que no son genuinamente creyentes.
Algunos han objetado que esta larga descripción de cosas que les han sucedido a estas personas que se apartan quiere decir que deben haber nacido de nuevo genuinamente.
Pero esa no es una objeción convincente cuando miramos a los términos individuales que se usan. El autor dice que ellos «han sido una vez iluminados» (Heb 6:4). Pero esta iluminación simplemente quiere decir que llegaron a comprender las verdades del evangelio, y no que respondieron a estas verdades con genuina fe que salva.
De modo similar, la expresión una vez que se usa para hablar de los que «han sido una vez iluminados» es el término griego apax que se usa, por ejemplo, en Filipenses 4: 16 para mencionar el hecho de que los Filipenses le enviaron a Pablo ayuda «una y otra vez», y en Hebreos 9:7 de la entrada al Lugar Santísimo una vez al año». Por consiguiente, esta expresión no necesariamente quiere decir que algo sucedió (una vez) y nunca se puede repetir, sino simplemente que sucedió una vez, sin especificar si se repetirá o no.
El pasaje dice además que estas personas «han saboreado el don celestial» y que «han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero» (Heb 6: 4-5). Inherente en la idea de saborear es el hecho de que probar es temporal y uno puede decidir aceptar o no lo que está probando. Por ejemplo, la misma palabra griega (geuomai) se usa en Mateo 27: 34 para decir que los que crucificaron a Jesús «le dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo».
La palabra también se usa en un sentido figurado queriendo decir «llegar a conocer algo». Si comprendemos esto en su sentido figurado, como se debe entender aquí puesto que el pasaje no está hablando de probar comida literal, entonces quiere decir que estas personas habían llegado a comprender el don celestial (que probablemente quiere decir aquí que habían experimentado algo del poder del Espíritu Santo obrando) y a saber algo de la palabra de Dios y los poderes de la edad venidera.
No necesariamente quiere decir que ellos tenían (o no tenían) fe genuina que salva, sino simplemente tal vez quiere decir que ellos habían llegado a comprenderla y habían tenido alguna experiencia de poder espiritual."
El texto dice además que estas personas «han tenido parte en el Espíritu Santo» (He 6:4). La pregunta aquí es el significado exacto de la palabra métokos que aquí se traduce «tener parte». No siempre es claro para los lectores que hablan español que este término tiene una variedad de significados y que puede implicar participación muy íntima y apego, o simplemente puede implicar una asociación floja con la otra persona o personas mencionadas.
Por ejemplo, el contexto muestra que en Hebreos 3:14 el llegar a «tener parte» con Cristo quiere decir tener una participación íntima con él en una relación que salva. Por otro lado, métokos puede también usarse en un sentido mucho más flojo, simplemente para referirse a conocidos o compañeros. Leemos que cuando los discípulos recogieron una gran cantidad de peces de modo que sus redes se rompían, «llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran» (Lc 5: 7). Aquí simplemente se refiere a los compañeros o socios de Pedro y de los demás discípulos en su trabajo de pescar.
Efesios 5:7 usa una palabra estrechamente relacionada (summétokos, compuesta de métokos y la preposición sun [«con»]) cuando Pablo les advierte a los creyentes en cuanto a actos de pecados de los no creyentes, y dice: «no se hagan cómplices de ellos» (Ef. 5:7). Su preocupación no es que la naturaleza total de ellos será transformada por los no creyentes, sino simplemente que se los asociará con ellos y verán su propio testimonio en compromiso y sus propias vidas influidas en cierto grado por ellos.
Por analogía Hebreos 6: 4-6 habla de algunos que habían estado «asociados con» el Espíritu Santo, y por consiguiente él había influido en sus vidas, pero eso no necesariamente implica que habían tenido en sus vidas una obra redentora del Espíritu Santo, o que habían sido regenerados.
Por analogía similar con el ejemplo de los compañeros de pesca en Lucas 5:7, Pedro y los discípulos podían estar asociados con ellos e incluso hasta cierto punto ser influidos por ellos, sin haber tenido un cambio exhaustivo de vida causado por esa asociación. 
La misma palabra métokos permite una amplitud de influencia desde la relativamente débil a la bastante fuerte, porque sólo quiere decir «uno que tiene parte, o participa con, o acompaña en alguna actividad». Esto fue evidentemente lo que les había sucedido a las personas de las que se habla en Hebreos 6, que habían estado asociadas con la iglesia, y como tal asociados con la obra del Espíritu Santo, y sin duda habían recibido algo de influencia de él de alguna manera en sus vidas.
Finalmente, el texto dice que es imposible «que renueven su arrepentimiento» los que han experimentado estas cosas y han cometido apostasía. Algunos han aducido que si esto es un arrepentimiento al que necesitan ser restaurados de nuevo, entonces debe ser un arrepentimiento genuino. Pero este no es necesariamente el caso.
Primero, debemos damos cuenta de que «arrepentimiento» (gr. metanoia) no necesariamente se refiere al arrepentimiento interno de corazón para salvación. Por ejemplo, Hebreos 12: 17 usa esta palabra para hablar del cambio de parecer que Esaú sintió respecto a la venta de su primogenitura, y se refiere a eso como «arrepentimiento» (metanoia). Esto no sería arrepentimiento para salvación, sino simplemente cambio de opinión y el deseo de deshacer la transacción respecto a su primogenitura. (Nótese también el ejemplo del arrepentimiento de Judas en Mt 27: 3; aunque con una palabra griega diferente).
El verbo cognado «arrepentirse» (gr. metanoeo) a veces se usa para referirse no al arrepentimiento que salva, sino simplemente a lamentar ofensas individuales en Lucas 17:3-4: «Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte "Me arrepiento", perdónalo». Concluimos que «arrepentimiento» simplemente significa un pesar por las acciones que se han hecho o por los pecados que se han cometido. Si es un arrepentimiento genuino que salva o no lo es, un «arrepentimiento para salvación», tal vez no siempre sea evidente de inmediato.
El autor de Hebreos no está preocupado por especificar si es un arrepentimiento genuino o no. Simplemente está diciendo que si alguien lamenta el pecado y llega a comprender el evangelio y experimenta estas diferentes bendiciones de la obra del Espíritu Santo (sin duda en compañerismo con la iglesia), y entonces se aparta, no será posible restaurar a tal persona de nuevo a un lugar de lamento por el pecado. Pero esto no necesariamente implica que su arrepentimiento fue un genuino arrepentimiento que salva.
En este punto podemos preguntar qué clase de personas se describen con todos estos términos. Sin duda son individuos que han estado afiliados íntimamente con el compañerismo de la iglesia. Han sentido cierto pesar por el pecado (arrepentimiento).
Claramente han entendido el evangelio (han sido iluminados). Han llegado a apreciar el atractivo de la vida cristiana y el cambio que viene en la vida de las personas debido a que llegan a ser creyentes, y probablemente han tenido respuestas a las oraciones en su propia vida y sentido el poder del Espíritu Santo obrando, tal vez incluso han usado algunos dones espirituales a la manera de los no creyentes en Mateo 7:22 (ellos habían estado «asociados con» la obra del Espíritu Santo o habían llegado a «tener parte» con el Espíritu Santo y habían probado el don celestial y los poderes de la edad venidera).
Habían estado expuestos a la verdadera predicación de la palabra y habían apreciado mucho de sus enseñanzas (habían probado la bondad de la palabra de Dios).
Pero a pesar de todo esto, si «cometen apostasía» y «así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública» (Heb 6: 6), voluntariamente están rechazando todas estas bendiciones y volviéndose decididamente contra ellas. Tal vez todos nosotros hemos conocido en nuestras propias iglesias algunos que (algunos por profesión propia) por largo tiempo han estado afiliados con el compañerismo de la iglesia pero no son realmente creyentes nacidos de nuevo.
Han pensado en el evangelio por años y han continuado resistiendo el llamado del Espíritu Santo en sus vidas, tal vez mediante una renuencia a entregarle a Jesús el señorío de sus vidas prefiriendo conservar aferradamente para sí mismos ese señorío.
Ahora el autor nos dice que si estas personas voluntariamente se apartan de todas estas bendiciones temporales entonces será imposible restaurarlas de nuevo a algún tipo de arrepentimiento o lamento por el pecado. Sus corazones se endurecerán y sus conciencias también. ¿Qué más se puede hacer para llevarlos a la salvación? Si les decimos que la Biblia es verdad dirán que la saben pero que han decidido rechazarla.
Si les decimos que Dios responde a la oración y cambia las vidas responderán que saben que eso también, pero no quieren saber nada al respecto. Si les decimos el Espíritu Santo es poderoso para obrar en la vida de las personas y el don de la vida eterna es bueno más allá de toda descripción, dirán que lo entienden, pero que no quieren tener nada que ver con eso. Su familiaridad repetida con las cosas de Dios y su experiencia con las muchas influencias del Espíritu Santo simplemente ha servido para endurecerlos contra la conversión.
Ahora bien, el autor de Hebreos sabe que hay algunos en la comunidad a la que escribe que están en peligro de apartarse de esta manera (ver Heb 2: 3; 3: 8, 12, 14-15; 4:1,7, 11; 10: 26, 29, 35-36, 38-39; 12: 3, 15-17). Él quiere advertirles que, aunque han participado en la comunión de la iglesia y experimentado algunas de las bendiciones de Dios en sus vidas, sin embargo si se apartan después de todo eso, no hay salvación para ellos.
Esto no implica que él piensa que los verdaderos creyentes pueden apartarse; Hebreos 3: 14 implica precisamente 10 opuesto. Pero quiere que ellos tengan la seguridad de la salvación mediante su continuación en la fe, y por ello implica que si ellos se apartan eso mostraría que nunca fueron gente de Cristo para empezar (ver Heb 3:6: «y esa casa somos nosotros, con tal que mantengamos nuestra confianza y la esperanza que nos enorgullece»).
Por consiguiente, el autor quiere dar una severa advertencia a los que están en peligro de apartarse de su profesión cristiana. Quiere usar el lenguaje más fuerte posible para decir: «Hasta este punto puede llegar una persona experimentando bendiciones temporales y con todo no ser realmente salva». Les advierte que vigilen, porque depender de las bendiciones temporales y experiencias no basta.
Para hacer esto habla, no de algún cambio verdadero de corazón o algún buen fruto producido, sino simplemente de las bendiciones temporales y experiencias que han venido a estas personas y les han dado alguna comprensión del cristianismo.
Por esto de inmediato pasa de esta descripción de los que cometen apostasía a una analogía adicional que muestra que estas personas que se apartan nunca han tenido ningún fruto genuino en sus vidas. Como ya se explicó arriba, los versículos 7-8 hablan de esas personas en términos de «espinos y cardos», la clase de plantas que produce un terreno que no tiene vida digna en sí mismo aunque recibe repetidas bendiciones de Dios (en términos de la analogía, aun cuando la lluvia frecuentemente caiga sobre él).
Debemos notar aquí que a las personas que cometen apostasía no se las compara con un campo que una vez daba buen fruto y ahora no, sino que son como tierra que nunca dio buen fruto sino solamente espinas y cardos. El terreno puede parecer bueno antes de que las plantas empiecen a brotar, pero el fruto da la evidencia genuina, y es malo.
Fuerte respaldo para esta interpretación de Hebreos 6: 4-8 se halla en el versículo que sigue de inmediato. Aunque el autor ha estado hablando muy severamente en cuanto a la posibilidad de apartarse, entonces vuelve a hablar de la situación de la gran mayoría de los oyentes, que piensan que son creyentes genuinos.
Dice: En cuanto a ustedes, queridos hermanos, aunque nos expresamos así, estamos seguros de que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación» (Heb 6: 9). Pero ¿mejor que qué? El plural (cosas mejores» (RVR) forma un contraste apropiado a las «buenas cosas» que se han mencionado en los versículos 4-6: el autor está convencido de que la mayoría de sus lectores han experimentado mejores cosas que simplemente las influencias parciales y temporales del Espíritu Santo y la iglesia que se mencionan los versículos 4-6.
De hecho, el autor habla de estas cosas diciendo (literalmente) que son "lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación» (gr. kai ekomena soterias). Estas no son las bendiciones temporales que se mencionan en los versículos 4-6, sino que son cosas mejores, cosas que no tienen sólo influencia temporal, sino que también «atañen a la salvación». 
De esta manera la palabra griega kai (también) muestra que la salvación es algo que no forma parte de las cosas mencionadas en los versículos 4-6 arriba. Por consiguiente, esta palabra kai, que no se traduce explícitamente en la NVI (pero la RVR se acerca), provee una clave esencial para comprender el pasaje.
Si el autor hubiera querido decir que las personas mencionadas en los versículos 4-6 eran en verdad salvas, entonces es muy dificil entender por qué diría en el versículo 9 que está convencido de cosas mejores para ellos, cosas que pertenecen a la salvación, o que tienen la salvación además de las cosas mencionadas arriba.
Por tanto, muestra que puede usar una breve frase para decir que las personas «tienen salvación» si quisiera decirlo (no necesita apilar más frases), y muestra, todavía más, que las personas de quienes hablan los versículos 4-6 no son salvas:"
¿Qué es exactamente «lo mejor»? Además de la salvación mencionada en el versículo 9, hay cosas que dan evidencia real de la salvación: fruto genuino en sus vidas (v. 10), plena seguridad de esperanza (v. 11), y fe que salva, del tipo exhibido por los que heredan las promesas (v. 12). De esta manera les asegura a los que son creyentes genuinos, es decir, a los que muestran fruto en sus vidas y muestran amor por otros creyentes, que muestran esperanza y fe genuina que continúa en el tiempo presente, y que no están a punto de apartarse.
Quiere tranquilizar a estos lectores (que son ciertamente la gran mayoría de aquellos a quienes escribe) mientras que a la vez da una fuerte advertencia a los que están entre ellos que puedan estar en peligro de apartarse.
Una enseñanza similar se halla en Hebreos 10:26-31. Aquí el autor dice: «Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados» (v. 26). El que rechaza la salvación de Cristo y «ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado» (v. 29) merece castigo eterno. Esto es nuevamente una fuerte advertencia en contra de apartarse, pero no se debe tomar como prueba de que alguien que verdaderamente ha nacido de nuevo puede perder su salvación.
Cuando el autor habla de la sangre del pacto «por la cual había sido santificado», la palabra santificado se usa simplemente para referirse a «la santificación externa, como los antiguos israelitas, por la conexión externa con el pueblo de Dios». El pasaje no habla de alguien que es genuinamente salvado, sino de alguien que ha recibido alguna influencia moral benéfica mediante el contacto con la iglesia.
Hay otro pasaje en los escritos de Juan que se ha mencionado como que enseña la posibilidad de la pérdida de la salvación. En Apocalipsis 3: 5 Jesús dice: «El que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida».
Algunos han aducido que cuando Jesús dice esto implica que es posible que él borre del libro de la vida los nombres de algunos, personas que ya han tenido sus nombres escritos allí y por consiguiente fueron salvadas. Pero el hecho de que Jesús enfáticamente indique que él no hará algo ¡no se debe tomar como enseñanza de que él hará lo mismo en otros casos! La misma clase de construcción en el griego se usa para dar una negativa enfática en Juan 10: 28, en donde Jesús dice: (Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán).
Esto no quiere decir que hay algunas de las ovejas de Jesús que no oirán su voz y no le seguirán y que perecerán; simplemente afirma que sus ovejas ciertamente no perecerán. De modo similar, cuando Dios dice: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré» (Heb 13: 5), no implica que él dejará o abandonará a otros; simplemente afirma enfáticamente que él no dejará ni abandonará los suyos. 0, incluso en el paralelo cercano, en Mateo 12: 32, Jesús dice: «El que hable contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este mundo ni en el venidero).
Esto no implica que algunos pecados serán perdonados en la edad venidera (como los católicos romanos afirman en respaldo a su doctrina del purgatorio; que es simplemente un error en razonamiento; decir que algo no va a suceder en la vida venidera ¡no implica que puede suceder en la edad venidera! De la misma manera, Apocalipsis 3:5 es simplemente una fuerte afirmación de que los nombres de los que están vestidos de blancos y que han permanecido fieles a Cristo jamás serán borrados del libro de la vida.
Finalmente, a veces se usa un pasaje del Antiguo Testamento para aducir que las personas pueden perder su salvación: la narración del Espíritu Santo saliendo del rey Saúl. Pero no se debe tomar a Saúl como ejemplo de alguien que pierde su salvación, porque cuando (El Espíritu del Señor se apartó de Saúl) (1ª S 16: 14), fue inmediatamente después de que Samuel había ungido al rey David y «el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día estuvo con él» (1ª S 16: 13).
A decir verdad, se informa la venida del Espíritu del Señor sobre David en la oración inmediatamente previa a aquella en la que leemos que el Espíritu salió de Saúl. Esta estrecha conexión quiere decir que la Biblia aquí no está hablando de una pérdida total de toda la obra del Espíritu Santo en la vida de Saúl, sino simplemente del retiro de la función del Espíritu Santo de dar poder a Saúl como rey.
Pero eso no quiere decir que Saúl quedó condenado eternamente. Es simplemente muy dificil decir a partir de las páginas del Antiguo Testamento si Saúl, en toda su vida, fue:
(A) un hombre no regenerado que tuvo capacidades de liderazgo y que Dios usó como demostración del hecho de que alguien digno de ser rey a los ojos del mundo no era por eso apropiado para ser rey sobre el pueblo del Señor, o.
(B) un hombre regenerado con pésima comprensión y una vida que cada vez más se alejó del Señor.

 ¿QUÉ PUEDE DAR AL CREYENTE SEGURIDAD GENUINA?

Si esto es cierto, como se explicó en la sección previa, de que de los que no son creyentes y que finalmente se apartan pueden dar muchas señales externas de conversión, entonces, ¿qué puede servir como evidencia de conversión genuina? ¿Qué puede darle seguridad real al creyente real? Podemos mencionar tres categorías de preguntas que una persona puede hacerse a sí misma.
TENGO UNA CONFIANZA PRESENTE EN CRISTO PARA LA SALVACIÓN?
Pablo les dice a los Colosenses que serán salvados en el último día, «con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin abandonar la esperanza que ofrece el evangelio» (Col 1: 23). El autor de Hebreos dice: «Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio» (Heb 3: 14) y anima a sus lectores a ser imitadores de los que «por su fe y paciencia heredan las promesas» (Heb 6: 12).
Es más, el versículo más famoso de toda la Biblia usa el verbo en tiempo presente que se puede traducir: «todo el que continúa creyendo en él» puede tener vida eterna (ver Jn 3: 16).
Por consiguiente, la persona debe preguntarse a sí misma: «¿Tengo hoy confianza en Cristo para perdonar mis pecados y llevarme sin culpa al cielo para siempre?
¿Tengo confianza en mi corazón de que él me ha salvado? Si yo muriera esta noche y compareciera ante el tribunal de Dios, y él me preguntara por qué tendría que permitirme entrar en el cielo, ¿empezaría yo a pensar en mis buenas obras y a depender de ellas, o sin ninguna vacilación diría que dependo de los méritos de Cristo y confió en que él es un Salvador suficiente?»
Este énfasis en la fe presente en Cristo está en contraste a la práctica de algunos «testimonios» de iglesia en donde algunos repiten vez tras vez detalles de una experiencia de conversión que puede haber ocurrido 20 o 30 años atrás. Si un testimonio de fe que salva es genuino, debe ser un testimonio de fe que está activa hoy mismo.
¿HAY EVIDENCIA DE UNA OBRA REGENERADORA DEL ESPÍRITU SANTO EN MI CORAZÓN?
La evidencia de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones viene de muchas formas diferentes. Aunque no debemos poner confianza en la demostración de obras milagrosas (Mt 7: 22), o largas horas y años de trabajo en alguna iglesia local (lo que simplemente puede ser construir con «madera, heno y paja) [en términos de 1ª Co 3: 12] para promover el propio ego de uno o ganar poder sobre otros, o intentar ganar méritos ante Dios), hay muchas otras evidencias de una obra real del Espíritu Santo en el corazón de uno.
Primero, hay un testimonio subjetivo del Espíritu Santo en nuestros corazones dando testimonio de que somos hijos de Dios (Ro 8: 15-16; 1ª Jn 4: 13). Este testimonio por lo general irá acompañado de un sentido de ser guiado por el Espíritu Santo en sendas de obediencia a la voluntad de Dios (Ro 8: 14).
Si el Espíritu Santo genuinamente está obrando en nuestras vidas, él producirá los rasgos de carácter que Pablo llama «el fruto del Espíritu» (Gá 5: 22). Él menciona varias actitudes y rasgos de carácter que produce el Espíritu Santo: «amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio» (Gá 5: 22-23).
Por supuesto, la pregunta no es: «¿Ejemplifico yo perfectamente todas estas características en mi vida?» sino más bien: «¿Son todas estas cosas una característica general en mi vida? ¿Percibo estas actitudes en mi corazón? ¿Ven otros (especialmente los que me conocen más íntimamente) que mi vida exhibe estos rasgos? ¿He estado creciendo en ellos con el correr de los años?» No hay ninguna sugerencia en el Nuevo Testamento de que algún no creyente, una persona no regenerada, pueda convincentemente falsificar estos rasgos de carácter, especialmente ante los que conocen más íntimamente a la persona.
Relativo a esta clase de fruto hay otra clase de fruto: los resultados en la vida y ministerio de uno según éstos han influido en otros y en la iglesia. Hay algunos que profesan ser creyentes pero cuya influencia en otros es desalentarlos, derrumbarlos, lastimar su fe, y provocar controversias y divisiones. Los resultados de su vida y ministerio no es edificar a otros o edificar a la iglesia, sino destrozarlos.
Por otro lado, hay los que parecen edificar a otros en toda conversación, toda oración y toda obra de ministerio al que aplican sus manos. Jesús dijo, respecto a los falsos profetas: «Por sus frutos los conocerán.... todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo.... Así que por sus frutos los conocerán» (Mt 7:16-20).
Otra evidencia de la obra del Espíritu Santo es continuar creyendo y aceptando la enseñanza sana de la iglesia. Los que empiezan a negar doctrinas principales de la fe dan serias indicaciones negativas respecto a su salvación: «Todo el que niega al Hijo no tiene al Padre. Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio, y así ustedes permanecerán también en el Hijo y en el Padre» (1ª Jn 2: 23-24).
Juan también dice: «Todo el que conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios no nos escucha» (1ª Jn 4: 6). Puesto que los escritos del Nuevo Testamento son el reemplazo actual para los apóstoles como Juan, podríamos también decir que cualquiera que conoce a Dios continuará leyendo y deleitándose en la palabra de Dios, y continuará creyendo en ella por completo. Los que no creen ni se deleitan en la palabra de Dios dan evidencia de que no son «de Dios».
Otra evidencia de la salvación genuina es una relación presente y continúa con Jesucristo. Jesús dice: «Permanezcan en mí» y «Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá» Jn 15: 4-7). Este permanecer en Cristo incluirá no solamente confianza día tras día en él en varias situaciones, sino también ciertamente comunión regular con él en oración y adoración.
Finalmente, un aspecto principal de evidencia de que somos creyentes genuinos se halla en una vida de obediencia a los mandamientos de Dios. Juan dice: «El que afirma: "Lo conozco", pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió» (1ª Jn 2:4-6).
No es necesaria una vida perfecta, por supuesto. Juan más bien está diciendo que en general nuestras vidas deben ser de imitación de Cristo y semejanza a él en todo lo que decimos y hacemos. Si tenemos genuina fe que salva, habrá resultados claros en obediencia en nuestras vidas (ver también 1ª Jn 3: 9-10, 24; 5: 18). Por eso Santiago puede decir Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta», y «yo te mostraré la fe por mis obras» (Stg 2: 17-18). Un aspecto importante de obediencia de Dios incluye amar a otros creyentes. «El que ama a su hermano permanece en la luz» (1ª Jn 2: 10).
«Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte» (1ª Jn 3: 14, 3: 17; 4: 7). Una evidencia de este amor es continuaren la comunión cristiana (1ª Jn 2: 19). Y otra es dar al hermano necesitado (1ª Jn 3: 17; Mt 25: 35-46).
VEO UN PATRÓN DE CRECIMIENTO A LARGO PLAZO EN MI VIDA CRISTIANA?
Los primeros dos aspectos de seguridad tienen que ver con la fe presente y evidencia presente del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas. Pero Pedro da otra especie de prueba que podemos usar para preguntar si somos genuinamente creyentes. Nos dice que hay algunos rasgos de carácter que, si continuamos creciendo en ellos, garantizarán que «no caerán jamás» (2ª P 1: 10).
Le dice a sus lectores que añadan a su fe «virtud, entendimiento, dominio propio,  constancia, devoción a Dios, afecto fraternal, amor» (2ª P 1: 5-7). Luego añade que estas cosas deben pertenecer a sus lectores y continuamente «abundar» en sus vidas (2ª P 1: 8). Añade: «esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió» y dice entonces «Si hacen estas cosas (refiriéndose a los rasgos de carácter mencionados en los vv. 5-7) no caerán jamás» (2ª P 1: 10).
La manera en que confirmamos nuestro llamado y elección, entonces, es continuar creciendo en «estas cosas». Esto implica que nuestra seguridad de la salvación puede ser algo que crece con el tiempo en nuestras vidas. Cada año que añadimos a estos rasgos de carácter en nuestras vidas, obtenemos mayor y mayor seguridad de nuestra salvación.
Así, aunque los creyentes jóvenes pueden tener una confianza bastante fuerte en su salvación, esa seguridad puede crecer a una certeza incluso más profunda con los años en que crecen hacia la madurez cristiana.27 Si continúan añadiendo estas cosas confirmarán su llamado y elección y «no caerán jamás».
El resultado de estas tres preguntas que podemos hacemos nosotros mismos debe dar una certeza fuerte a los que son genuinamente creyentes. De esta manera, la doctrina de la perseverancia de los santos será una doctrina enormemente reconfortante.
Nadie que tiene tal seguridad se preguntará: «¿Podré perseverar hasta el fin de mi vida y por consiguiente ser salvado?» Todo el que obtiene certeza, 1ª Ti 3: 13, que dice que los que «ejercen bien» como diáconos «adquieren mayor confianza para hablar de su fe en Cristo Jesús» (NVI).
Mediante tal examen propio debe más bien pensar: «Verdaderamente he nacido de nuevo; por consiguiente, con certeza perseveraré hasta el fin, porque me guarda «el poder de Dios que obra mediante mi fe (1ª P 1: 5), y por consiguiente nunca me perderé. Jesús me resucitará en el día final y yo entraré en su reino para siempre» Gn 6: 40).
Por otro lado, esta doctrina de la perseverancia de los santos, si se la entiende correctamente, debe producir genuina ansiedad, e incluso temor, en el corazón de cualquiera que ha «retrocedido» o se ha descarriado de Cristo. Tales personas deben claramente oír la advertencia de que sólo los que perseveran hasta el fin han nacido verdaderamente de nuevo. Si se apartan de su profesión de fe en Cristo y de la vida de obediencia a él, tal vez no fueron realmente salvados; a decir verdad, la evidencia que están dando es que no son salvos y en realidad nunca fueron salvados.
Una vez que dejan de confiar en Cristo y de obedecerle (estoy hablando en términos de evidencia externa) no tienen certeza genuina de la salvación, y deben considerarse no salvados, y acudir a Cristo en arrepentimiento y pedirle perdón de sus pecados.
En este punto, en términos de cuidado pastoral a los que se han apartado de su profesión cristiana, debemos damos cuenta de que tanto calvinistas como armiñamos (los que creen en la perseverancia de los santos y los que piensan que los creyentes pueden perder su salvación) aconsejan al «descarriado» de la misma manera.
De acuerdo al arminiano la persona fue creyente en un tiempo pero ya no lo es. Según el calvinista, tal persona realmente para empezar nunca fue creyente, y no lo es al presente. Pero en ambos casos el consejo bíblico que se da es el mismo: «Parece que no eres creyente ahora; ¡debes arrepentirte de tu pecado y confiar en Cristo para tu salvación!» Aunque el calvinista y el arminiano diferirán en su interpretación de la historia previa, concordarán en lo que se debe hacer en el presente.
Pero aquí vemos por qué la frase seguridad eterna puede ser muy equívoca. En algunas iglesias evangélicas, en lugar de enseñar la presentación completa y equilibrada de la doctrina de la perseverancia de los santos, los pastores a veces han enseñado una versión diluida, que en efecto les dice a las personas que todos los que una vez hicieron una profesión de fe y fueron bautizados están «eternamente seguros».
El resultado es que algunos que no se han convertido genuinamente pueden «pasar al frente» al fin de un sermón de evangelización para profesar fe en Cristo, y pueden ser bautizados poco después, pero luego dejan el compañerismo de la iglesia y llevan una vida que no se diferencia en nada de la que vivían antes de obtener esta «seguridad eterna».

De esta manera a la gente se le da una seguridad falsa y se les está engañando cruelmente para que piensen que están yendo al cielo, cuando en verdad no lo están.