(1)
A.
Aquellos a quienes Dios ha aceptado en el Amado, y ha llamado eficazmente y
santificado por su Espíritu, y a quienes ha dado la preciosa fe de sus
escogidos, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de gracia,
sino que ciertamente perseverarán en él hasta el fin, y serán salvos por toda
la eternidad, puesto que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables,
por lo que él continúa engendrando y nutriendo en ellos la fe, el
arrepentimiento, el amor, el gozo, la esperanza y todas las virtudes del
Espíritu para inmortalidad: Jun. 10:28,29;
Fil. 1:6; 2 Ti. 2:19; 2 P.1:5-10; 1 Jun. 2:19.
B.
Y aunque surjan y les azoten muchas tormentas e inundaciones, nunca podrán
arrancarles del fundamento y la roca a que por la fe están aferrados; a pesar
de que, por medio de la incredulidad y las tentaciones de Satanás, la visión
perceptible de la luz y el amor de Dios puede ensombrecérseles y oscurecérseles
por un tiempo: Sal 89:31,32; 1 Co.
11:32; 2 Ti. 4:7.
C.
Él, sin embargo, sigue siendo el mismo, y ellos serán
guardados, sin ninguna duda, por el poder de Dios para salvación, en la que
gozarán de su posesión adquirida, al estar ellos esculpidos en las palmas de
sus manos y sus nombres escritos en el libro de la vida desde toda la
eternidad: Sal 102:27; Mal. 3:6; Ef.
1:14; 1 P. 1:5; Ap. 13:8.
(2)
A.
Esta perseverancia de los santos depende no de su propio libre albedrío, 1 sino
de la inmutabilidad del decreto de elección: Fil. 2:12,13; Ro. 9:16; Jun. 6:37,44.
B.
Difluye del amor libre e inmutable de Dios el Padre, sobre
la base de la eficacia de los méritos y la intercesión de Jesucristo y la unión
con él: Mt. 24:22, 24,31; Ro. 8:30;
9:11,16; 11:2,29; Ef. 1:5-11.
C.
Del juramento de Dios: Ef. 1:4; Ro. 5:9,
10; 8:31-34; 2 Co. 5:14; Ro. 8:35-38; 1 Co. 1:8, 9; Jun. 14:19; 10:28, 29.
D.
De la morada de su Espíritu, de la simiente de Dios que está en los santos: He 6:16-20.
E.
Y de la naturaleza del pacto de gracia: 1
Jun. 2:19, 20, 27; 3:9; 5:4, 18; Ef. 1:13; 4:30; 2 Co. 1:22; 5:5; Ef. 1:14.
F.
De todo lo cual surgen también la certeza y la infalibilidad de la
perseverancia: Jer. 31:33, 34; 32:40; He
10:11-18; 13:20,21.
(3)
A.
Y aunque los santos (mediante la tentación de Satanás y del mundo, el
predominio de la corrupción que queda en ellos y el descuido de los medios para
su preservación) caigan en pecados graves y por algún tiempo permanezcan en
ellos: Mt. 26:70, 72, 74.
B.
(Por lo que incurren en el desagrado de Dios y entristecen a su Espíritu Santo:
Sal 38:1-8; Is. 64:5-9; Ef. 4:30; 1 Ts.
5:14.
C.
Se les dañan sus virtudes y consuelos: Sal
51:10-12.
D.
Se les endurece el corazón y se les hiere la conciencia: Sal 32:3, 4; 73:21, 22.
E.
Lastiman y escandalizan a otros: 2 S. 12:14; 1 Co. 8:9-13; Ro. 14:13-18; 1 Ti. 6:1, 2; Tit. 2:5.
F.
Y se acarrean juicios temporales): 2 S.
12:14ss. Gn. 19:30-38; 1 Co. 11:27-32.
G.
Renovarán su arrepentimiento y serán preservados hasta el fin mediante la fe en
Cristo Jesús: Lc. 22:32, 61,62; 1 Co.
11:32; 1 Jun. 3:9; 5:18.
LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS
La expresión «perseverancia de los santos» sugiere naturalmente
una actividad continua de los creyentes por la cual ellos perseveran en el
camino de salvación. Con toda evidencia, sin embargo, la perseverancia a que se
refiere es menos una actividad de los creyentes que una obra de Dios en la cual
los creyentes deben participar.
Estrictamente hablando, la seguridad de la salvación del hombre
consiste, o se apoya en el hecho de que Dios persevera. La perseverancia puede
ser definida como la operación continua del Espíritu Santo en el creyente por
medio de la cual la obra de la gracia divina una vez empezada en el corazón es
continuada y hecha completa.
Esta doctrina está claramente enseñada en las Escrituras, Juan
12:28, 29; Romanos 11:29; Filipenses 1: 6; 2.a Tesalonicenses 3:3; 2.a Timoteo
1:12; 4:18, y es solamente cuando nosotros creemos en esta perseverancia de,
Dios que nuestra vida puede alcanzar la seguridad de la salvación, Hebreos
3:14; 6:10 y 2.a Pedro 1:10.
Fuera de los círculos reformados esta doctrina no encuentra
aceptación. Dícese que es contraria a las Escrituras las cuales nos advierten
en cuanto a la apostasía. Heb. 2: 1; 10:26 y exhorta a los creyentes a
continuar en el camino de la salvación. Mat. 24:13; Heb. 3:14, y aun nos presenta
casos de apostasía: 1.a Tim. 1:19-20; 2.a Tim. 2:17, 18 y 4:10. Tales
exhortaciones y advertencias parecen asumir la posibilidad de una caída, y en
algunos casos parecen probarlo completamente. Pero estas advertencias prueban
solamente que Dios obra usando medios y quiere que el hombre coopere en la obra
de la perseverancia. No hay prueba de que los apostatas que se mencionan en la
Escritura fuesen realmente creyentes. Rom. 9:6; 1.a Juan 2:19; Apoc.3:1.
LA PERSEVERANCIA
La
mayoría de nosotros conocemos a personas que han hecho una profesión de fe en
Cristo y que hasta posiblemente han realizado un potente despliegue de fe,
involucrándose activamente en la vida y el ministerio de la iglesia, para luego
repudiar esa fe y abandonarla. Este tipo de experiencia siempre hace que surja
la pregunta: ¿Acaso puede una persona que experimentó la salvación perderla?
¿Constituye la apostasía un peligro claro y actual para el creyente?
La
Iglesia Romana Católica nos enseña que las personas pueden y de hecho pierden
la salvación. Si una persona comete un pecado mortal, dicho pecado mata la
gracia de la justificación que habita en su alma. Si muere antes de ser
restaurada a un estado de gracia por medio del sacramento de la penitencia, irá
al infierno.
Existen
muchos protestantes que también creen que es posible perder la salvación. Las
advertencias del capítulo 6 de Hebreos y la preocupación de Pablo con respecto
a ser "eliminados" (1 Corintios 9:27), así como los ejemplos del Rey
Saúl y de otros, han conducido a muchas personas a concluir que las personas
pueden caer completa e irreparablemente de la gracia. Por otro lado, la
teología de la Reforma enseña la doctrina de la perseverancia de los santos.
Esta doctrina también es conocida como "la de la seguridad eterna".
En
esencia esta doctrina enseña que si uno tiene la fe salvífica nunca la podrá
perder, y si se pierde es que nunca se tuvo. Como escribe Juan: "Salieron
de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros,
habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no
todos son de nosotros (1 Juan 2: 19).
Sabemos
que es posible para algunas personas enamorarse de determinados elementos del
cristianismo sin aceptar a Cristo mismo. Es posible que un joven se sienta
atraído por la diversión y el estímulo de un grupo juvenil que tiene un
programa interesante.
La
persona puede "convertirse" al programa sin convertirse a Cristo.
Dicha persona puede ser como la ilustrada en la parábola del sembrador: El
sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto
al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó
sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó
entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y
otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno
(Lucas 8:5-8).
Esta
parábola puede ser que se refiera a quienes en un principio creyeron, pero
luego se apartaron, o puede significar que quienes "creyeron" tenían
una fe falsa o espuria, como sostiene la teología de la Reforma. Solamente la
semilla que cae en la buena tierra puede dar el fruto de la obediencia. Jesús
nos dice que estas personas que escuchan su palabra "son las de corazón
bueno y recto" (Lucas 8: 15). Su fe procede de un corazón verdaderamente
regenerado.
La
doctrina de la perseverancia no se basa en nuestra capacidad para perseverar,
ni siquiera si somos regenerados, sino que se apoya en la promesa que Dios ha
hecho de preservarnos. Pablo, escribiendo a los Filipenses, dice: "Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Es por gracia
y únicamente por gracia que los cristianos perseveran. Dios acabará la obra que
comenzó. Se asegurará que si los propósitos en la elección no se vean
frustrados.
La
cadena de oro de Romanos 8 nos da un testimonio adicional sobre esta esperanza:
"Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos
también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó"
(Romanos 8:30). Y luego continúa para declarar que "ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:39).
Tenemos
esta seguridad porque la salvación es del Señor y somos hechura suya. Él les da
el Espíritu Santo a todos los creyentes como una promesa que ha de completar lo
que comenzó.
También
ha sellado a cada creyente con el Espíritu Santo. Nos ha marcado con una marca
indeleble y nos ha dado su persona como primer depósito, lo que garantiza que
cumplirá con la transacción.
La
base principal de esta confianza la encontramos en la obra de Cristo como Sumo
Sacerdote, que intercede por nosotros. De La perseverancia de los santos la misma manera que Jesús oró por
la restauración de Pedro (pero no por la de Judas), así ora por nuestra
restauración cuando tropezamos y caemos. Podemos caer durante un período, pero
nunca caeremos del todo e irreparablemente. Jesús oró en el aposento alto:
"Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese"
(Juan 17:12). Solo Judas se perdió, porque era el hijo de perdición desde el
principio, y su profesión de fe había sido espuria. Aquellos que verdaderamente
son creyentes no pueden ser arrebatados de la mano de Dios (Juan 10:27-30).
RESUMEN
1.
Muchas personas realizan una profesión de fe en Cristo y luego lo repudian.
2.
La perseverancia de los santos se basa en las promesas de Dios para preservar a
los santos.
3.
Dios completará la salvación de los escogidos.
4.
La teología de la Reforma enseña que las personas que se apartan de la fe nunca
fueron realmente creyentes.
5.
Tenemos confianza en nuestra salvación porque hemos sido sellados con el
Espíritu Santo. Dios nos ha dado su palabra en el Espíritu Santo para que
nuestra salvación se complete.
6.
La intercesión de Cristo es
para nuestra preservación.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan
6:35-40, Romanos 8:31-39, Filipenses 1:6, 2 Timoteo 2:14-19, Hebreos
9:11-15.
LA PERSEVERANCIA DE LOS
SANTOS (CÓMO PERMANECER COMO CREYENTE)
¿PUEDEN LOS
VERDADEROS CREYENTES PERDER SU SALVACIÓN? ¿CÓMO PODEMOS SABER SI EN REALIDAD
HEMOS NACIDO DE NUEVO?
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
Nuestra consideración previa ha tratado de muchos aspectos de la
salvación completa que Cristo ganó para nosotros y que el Espíritu Santo ahora
nos aplica.
Pero, ¿cómo sabemos que continuaremos siendo creyentes toda nuestra
vida? ¿Hay algo que impedirá que caigamos alejándonos de Cristo, algo que
garantice que continuaremos siendo creyentes hasta que muramos y que de hecho
viviremos con Dios en el cielo para siempre? 0, ¿pudiera ser que nos alejaremos
de Cristo y perderemos las bendiciones de nuestra salvación?
EL TEMA DE LA
PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS CONSIDERA ESTAS PREGUNTAS.
La perseverancia de los santos quiere decir que todos los que
verdaderamente han nacido de nuevo serán guardados por el poder de Dios y
perseverarán como creyentes hasta el fin de sus vidas, y que sólo los que
perseveran hasta el fin han nacido verdaderamente de nuevo.
Esta definición tiene dos partes. Indica primero que hay seguridad que
se da a los que verdaderamente han nacido de nuevo, porque les recuerda que el
poder de Dios los guardará como creyentes hasta que mueran, y que con certeza
vivirán con Cristo en el cielo para siempre.
Por Otro Lado, La Segunda Mitad De La Definición Indica Claramente Que
Continuar En La Vida Cristiana Es Una De Las Evidencias De Que Una Persona
Verdaderamente Ha Nacido De Nuevo. Es Importante Mantener Presente También Este
Aspecto De La Doctrina, Para Que No Se Dé Falsa Seguridad A Quienes Para
Empezar Nunca Han Sido Creyentes.
Se Debe Notar Que Este Asunto Es Uno En El Que En Los Creyentes
Evangélicos Por Largo Tiempo Han Tenido Desacuerdo Significativo. Muchos Dentro
De La Tradición Wesleyana Y Arminiana Han Sostenido Que Es Posible Que Alguien
Que Verdaderamente ha nacido de nuevo pierda su salvación, en tanto que los
creyentes reformados han sostenido que eso no es posible para alguien que
verdaderamente ha nacido de nuevo.' La mayoría de bautistas han seguido la
tradición reformada en este punto; sin embargo, frecuentemente han usado el
término (seguridad eterna) o ( seguridad eterna del creyente» antes que el
término (perseverancia de los santos).
TODOS LOS QUE EN REALIDAD HAN NACIDO DE NUEVO
PERSEVERARÁN HASTA EL FIN
Hay muchos pasajes que enseñan que los que verdaderamente han nacido de
nuevo, que son genuinamente creyentes, continuarán en la vida cristiana hasta
la muerte y entonces irán a estar con Cristo en el cielo. Jesús dice:
Porque He Bajado Del Cielo No Para Hacer Mi Voluntad Sino La Del Que Me
Envió. Y Ésta Es La Voluntad Del Que Me Envió: Que Yo No Pierda Nada De Lo Que
Él Me Ha Dado, Sino Que Lo Resucite En El Día Final. Porque La Voluntad De Mi
Padre Es Que Todo El Que Reconozca Al Hijo Y Crea En Él, Tenga Vida Eterna, Y
Yo Lo Resucitaré En El Día Final Jn 6: 38-40).
Aquí Jesús dice que todo el que cree en él tendrá vida eterna. Dice que
él resucitará a esa persona en el día final; que, en el contexto de creer en el
Hijo y tener vida eterna, claramente quiere decir que Jesús resucitará a esa
persona a vida eterna con él (no simplemente resucitarla para que sea juzgada y
condenada).
Parece dificil evitar la conclusión de que todo el que verdaderamente
cree en Cristo seguirá siendo creyente hasta la misma resurrección en el día
final a bendición de vida en la presencia de Dios. Es más, este pasaje recalca
que Jesús hace la voluntad del Padre, que él (No pierda nada de todo lo que él
me ha dado» Jn 6: 39). De nuevo, los que el Padre le ha dado al Hijo no se
perderán.
Otro pasaje que recalca esta verdad es Juan 10:27-29, en el que Jesús
dice:
Mis Ovejas Oyen Mi Voz; Yo Las Conozco Y Ellas Me Siguen. Yo Les Doy
Vida Eterna, Y Nunca Perecerán, Ni Nadie Podrá Arrebatármelas De La Mano. Mi
Padre, Que Me Las Ha Dado, Es Más Grande Que Todos; Y De La Mano Del Padre
Nadie Las Puede Arrebatar.
Aquí Jesús dice que a todos los que le siguen, que son sus ovejas, les
es dada vida eterna. Además dice que «nadie podrá arrebatármelas de la mano»
(v. 28).
Algunos han objetado a esto que aunque nadie más puede sacar de la mano
de Cristo a los creyentes, nosotros mismos podemos salimos de la mano de
Cristo.
Pero eso parece ser debate pedante en cuanto a palabras; ¿acaso «nadie»
no incluye también a la persona que está en la mano de Cristo? Es más, sabemos
que nuestros corazones distan mucho de ser confiables. Por consiguiente, si
existiera la posibilidad de que podríamos salimos nosotros mismos de la mano de
Cristo, el pasaje difícilmente daría la seguridad que Cristo quiso que diera.
Pero, más importante, la frase más fuerte de este pasaje es «nunca
perecerán» (v. 28). La construcción en griego ou mé más el subjuntivo aoristo)
es especialmente enfática y se puede traducir más explícitamente: «y con toda
certeza jamás perecerán». Esto recalca que los que son «ovejas» de Jesús y le
siguen, y a quienes él les ha dado vida eterna, nunca perderán su salvación ni
serán separados de Cristo: «nunca perecerán».
Hay varios otros pasajes que dicen que los que creen tienen «vida
eterna». Un ejemplo es Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna»
(también Jn 5: 24; 6: 47; 10: 28; 1ª Jn 5: 13), Ahora bien, si es
verdaderamente vida eterna lo que tienen los creyentes, entonces es vida que
dura para siempre con Dios. Es una dádiva de Dios que viene con la salvación
(se le pone en contraste con la condenación y juicio eterno en Juan 3:16-17,36;
10:28).
Los arminianos han objetado que «vida eterna» simplemente es una calidad
de vida, un tipo de vida en relación con Dios, que uno tiene por un tiempo y
entonces la pierde. Pero esta objeción no parece ser convincente en vista al
claro matiz de tiempo interminable incluido en el adjetivo eterna (gr. aionios,
«eterno, sin fin»): Ciertamente hay una calidad especial en esta vida, pero el
énfasis en el adjetivo eterna está en el hecho de que es lo opuesto de muerte;
es lo opuesto de juicio y separación de Dios; es vida que continúa para siempre
en la presencia de Dios.
Y el que cree en el Hijo tiene esta «vida eterna» (Jn 3: 36), Evidencia
de los escritos de Pablo y las demás Epístolas del Nuevo Testamento también
indican que l6s que verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el
fin. «Ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús»
(Ro 8: 1); por consiguiente, sería injusto que Dios dé algún tipo de castigo
eterno a los que son creyentes; ya no queda ninguna condenación para ellos,
porque toda la pena de sus pecados ha quedado pagada.
Luego, en Romanos 8:30 Pablo recalca la clara conexión entre los
propósitos eternos de Dios en la predestinación y su realización de esos
propósitos en la vida, junto con su realización final de esos propósitos al
«glorificar» o dar cuerpos finales de resurrección a los que él ha traído en
unión con Cristo: «A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también
los justificó; y a los que justificó, también los glorificó». Aquí Pablo ve el suceso futuro de la
glorificación como certeza tal en el propósito firme de Dios que puede hablar
del mismo como si ya estuviera realizado (los glorificó). Esto es cierto de
todos los que son llamados y justificados; es decir, todos los que
verdaderamente han llegado a ser creyentes.
Más evidencia de que Dios guarda seguros por la eternidad a los que han
nacido de nuevo es el «sello» que Dios nos pone. Este «sello» es el Espíritu
Santo en nosotros, que también actúa como la «garantía» de Dios de que
recibiremos la herencia que se nos ha prometido: «En él también ustedes, cuando
oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo
creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido.
Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del
pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria» (Ef 1:13-14). La palabra
griega que se traduce «arras, RVR» en este pasaje (arrabon) es un término legal
y comercial que quiere decir «primer pago, depósito, cuota de entrada, promesa»
y representa «un pago que obliga a la parte contratante a hacer pagos
adicionales».
Cuando Dios puso en nosotros el Espíritu Santo, se comprometió a damos
todas las bendiciones adicionales de la vida eterna y una gran recompensa en el
cielo con él. Por eso Pablo puede decir que el Espíritu Santo (garantiza
nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por
Dios» (Ef 1: 14).
Todos los que tienen el Espíritu Santo en ellos, todos los que han
nacido verdaderamente de nuevo, tienen la promesa inmutable de Dios y garantía
de que la herencia de la vida eterna en el cielo con toda certeza será suya.
La propia fidelidad de Dios está comprometida a hacerlo así.
Otro ejemplo de seguridad de que los creyentes perseverarán hasta el fin
se halla en la afirmación de Pablo a los Filipenses: «Estoy convencido de esto:
el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de
Cristo Jesús» (Flp 1: 6).
Es cierto que la palabra «ustedes» aquí es plural (gr. jumás), y de este
modo se refiere a los creyentes de la iglesia de Filipos en general, pero con
todo les está hablando de los creyentes específicos a los que él les escribe, y
dice que la buena obra de Dios que empezó en ellos continuará y quedará
completa el día en que Cristo vuelva. Pedro les dice a sus lectores que ellos
son «a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la
salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos» (1ª P 1: 5).
La palabra guardados, RVR (gr.froureo), puede significar tanto «impedir
que escapen» y «proteger de ataques», y tal vez ambas clases de guarda es lo
que se quiere indicar aquí: Dios está preservando a los creyentes para que no
escapen de su reino, y está protegiéndolos de ataques externos.
El participio presente que Pedro usa da el sentido de «ustedes son
continuamente guardados».8 Recalca que esto es por el poder de Dios. Sin
embargo, el poder de Dios no obra aparte de la fe personal de los que son
guardados, sino mediante su fe. (Fe, pistis) es regularmente una actividad
personal del creyente individual en las epístolas de Pedro (ver 1ª P 1: 7, 9,
21; 5: 9; 2ª P 1: 1,5; y comúnmente en el Nuevo Testamento).
Los ejemplos paralelos de Dios obrando «por» alguien o algo en los
escritos de Pedro (1ª P 1: 3, 23; 2ª P 1: 4, y probablemente también 1ª P 1:
12; 2:14; 3: 1) sugieren que la fe o confianza personal del creyente en Dios es
el medio que Dios usa para guardar a su pueblo.
Así podemos dar el sentido del versículo diciendo que (Dios
continuamente está usando su poder para guardar a su pueblo mediante la fe de
ellos), afirmación que parece implicar que el poder de Dios de hecho energiza y
continuamente sustenta la fe individual y personal.
Este guardar no es para una meta temporal sino para una salvación lista
para ser revelada en el tiempo final. «Salvación» se usa aquí no para referirse
a la justificación pasada o la santificación presente (hablando en categorías
teológicas) sino de la plena posesión futura de todas las bendiciones de
nuestra redención; en el cumplimiento final y completo de nuestra salvación (Ro
13: 11; 1ª P 2: 2). Aunque ya está preparada o «lista», Dios no la «revelará» a
la humanidad en general sino hasta el «tiempo final», o sea el tiempo del
juicio final.
Esta última frase hace dificil, si no imposible, ver algún fin a la
actividad guardadora de Dios. Si la guarda de Dios tiene como propósito la
preservación de los creyentes hasta que reciban su salvación plena y celestial,
entonces es seguro concluir que Dios realizará ese propósito y que en efecto
logrará esa salvación final. En última instancia el que ellos logren su
salvación final depende del poder de Dios. Con todo, el poder de Dios
continuamente obra «por» la fe de ellos.
¿Quieren ellos saber si Dios los está guardando? Si continúan confiando
en Dios por medio de Cristo, Dios está obrando y guardándolos, y se le debe
agradecer.
Este énfasis en la guarda de Dios en combinación con nuestra fe provee
una transición natural a la segunda mitad de la doctrina de la perseverancia.
SÓLO LOS QUE PERSEVERAN HASTA EL FIN HAN NACIDO
VERDADERAMENTE DE NUEVO
En tanto que las Escrituras repetidamente recalcan que los que
verdaderamente han nacido de nuevo perseverarán hasta el fin y con certeza
tendrán vida eterna en el cielo con Dios, hay otros pasajes que hablan de la
necesidad de continuar en la fe toda la vida.
Nos hacen darnos cuenta de que lo que Pedro dice en 1ª Pedro 1: 5 es
cierto, es decir, que Dios no nos guarda aparte de nuestra fe, sino solamente
obrando «mediante» nuestra fe de modo que nos permite continuar creyendo en él.
De esta manera, los que continúan confiando en Cristo obtienen la seguridad de
que Dios está obrando en ellos y guardándolos.
Un ejemplo de esta clase de pasajes es Juan 8: 31-32: Jesús se dirigió
entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: -Si se mantienen
fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad,
y la verdad los hará libres».
Jesús aquí está dando la advertencia de que una evidencia de la fe
genuina es continuar en su palabra, es decir, continuar creyendo lo que él dice
y viviendo una vida de obediencia a sus mandamientos. De modo similar, Jesús
dice: «El que se mantenga firme hasta el fin será salvo» (Mt 10: 22), como
medio de advertir a la gente a no caer en tiempos de persecución.
Pablo les dice a los creyentes de Calosas que Cristo los ha reconciliado
con Dios, «a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables delante
de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte,
con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin
abandonar la esperanza que ofrece el evangelio que ustedes oyeron» (Col 1: 22-23).
Es simplemente natural que Pablo y los otros escritores del Nuevo
Testamento hablen de esta manera, porque se dirigen a grupos de personas que
profesan ser creyentes, sin poder saber el estado real del corazón de toda
persona. Puede haber habido algunos en Colosas que se habían unido a
compañerismo de la iglesia, e incluso tal vez habían profesado que tenían fe en
Cristo, y habían sido bautizados en la membrecía de la iglesia, que nunca
habían tenido verdadera fe que salva.
¿Cómo puede Pablo distinguir a
tales personas y a los verdaderos creyentes? ¿Cómo puede evitar darles falsa
seguridad, seguridad de que serán salvados eternamente cuando en realidad no lo
serán, a menos que vengan al verdadero arrepentimiento y fe? Pablo sabe que
aquellos cuya fe no es real a la larga dejarán de participar en la comunión de
la iglesia. Por consiguiente, les dice a sus lectores que en última instancia
serán salvados, «con tal de que se mantengan firmes en la fe» (Col 1: 23).
Los que continúan muestran por eso que son creyentes genuinos; pero los
que no continúan en la fe mostrarán que nunca hubo en sus corazones fe genuina.
Un énfasis similar se ve en Hebreos 3: 14: «Hemos llegado a tener parte
con Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos
al principio».
Este versículo provee una perspectiva excelente de la doctrina de la
perseverancia. ¿Cómo sabemos si «hemos llegado a tener parte con Cristo»? ¿Cómo
sabemos si este ser unidos a Cristo ha sucedido en algún momento en el pasado?
Una manera en que sabemos que hemos venido a la fe genuina en Cristo es si
continuamos en la fe hasta el fin de nuestras vidas.
La atención al contexto de Hebreos 3:14 nos impedirá usar este y otros
pasajes similares de una manera pastoralmente inapropiada. Debemos recordar que
hay otras evidencias en otras partes de la Biblia que les dan a los creyentes
en seguridad de la salvación así que no debemos pensar que la seguridad de que
pertenecemos a Cristo es imposible hasta que muramos.
Sin embargo, continuar en la fe es uno de los medios de seguridad que
menciona aquí el autor de Hebreos Menciona esto para advertir a sus lectores
que no se deben apartar de Cristo, porque escribe a una situación en donde es
necesaria una advertencia así.
El principio de esa sección, apenas dos versículos antes, dice:
«Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e
incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo» (Heb 3: 12).
En verdad, en todos los pasajes en donde se menciona el continuar
creyendo en Cristo hasta el fin de nuestras vidas como una indicación de fe
genuina, el propósito nunca es hacer que los que al presente confían en Cristo
se preocupen que en algún momento en el futuro pueden apartarse (y nunca
debemos usar estos pasajes de esa manera tampoco, porque eso sería dar una
causa errada para preocupación de una manera que la Biblia no se propone).
Más bien, el propósito siempre es advertir a los que están pensando en
apartarse o se han apartado que si lo hacen, eso es una fuerte indicación de
que nunca fueron salvos. Así, la necesidad para continuar en la fe debe
simplemente usarse como una advertencia en contra de apartarse, advertencia de
que los que se apartan dan evidencia de que su fe nunca fue real.
Juan claramente indica que los que se apartan del compañerismo de la
iglesia y de la creencia en Cristo, por ello muestran para empezar que su fe no
fue real, y que nunca fueron parte del verdadero cuerpo de Cristo. Hablando de
los que han dejado el compañerismo de los creyentes, Juan dice: «Aunque
salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran
sido, se habrían quedado con nosotros.
Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los
nuestros» (1ª Jn 2: 19). Juan dice que los que se han apartado muestran por sus
acciones que «no eran de los nuestros»; que nunca nacieron verdaderamente de
nuevo.
LOS QUE FINALMENTE SE APARTAN PUEDEN DAR MUCHAS
SEÑALES EXTERNAS DE CONVERSIÓN
¿Es siempre claro cuáles personas en la iglesia tienen fe genuina que
salva y cuáles tienen simplemente una persuasión intelectual de la verdad del
evangelio pero no tienen fe genuina en sus corazones?
No siempre es fácil decirlo, y la Biblia menciona en varios lugares que
no creyentes en compañerismo con la iglesia visible pueden en efecto dar
algunas señales externas o indicaciones que les hace parecerse o sonar como
creyentes genuinos. Por ejemplo, Judas, que traicionó a Cristo, debe haber
actuado casi exactamente cómo los demás discípulos durante los tres años que
estuvo con Jesús.
Tan convincente fue su conformidad al patrón de conducta de los demás
discípulos, que al fin de los tres años del ministerio de Jesús, cuando él dijo
que uno de ellos lo traicionaría, ellos no se volvieron y sospecharon de Judas,
sino que más bien «uno por uno comenzaron a preguntarle: -¿Acaso seré yo,
Señor?» (Mt 26: 22; Mr 14: 19; Lc 22: 23; Jn 13: 22)
Sin embargo, Jesús mismo sabía que no había fe genuina en el corazón de
Judas, porque en cierto punto dijo: «¿No los he escogido yo a ustedes doce? No
obstante, uno de ustedes es un diablo» (Jn 6: 70). Juan escribió más adelante
en su Evangelio que «Jesús conocía desde el principio quiénes eran los que no
creían y quién era el que iba a traicionarlo» (Jun. 6: 64). Pero los discípulos
mismos no lo sabían.
Pablo también habla de «que algunos falsos hermanos se habían
infiltrado» (Gá 2: 4), y dice que en sus viajes había estado en «peligros de
parte de falsos hermanos» (2ª Co 11: 26). También dice que los siervos de
Satanás «se disfracen de servidores de la justicia» (2ª Co 11: 15).
Esto no quiere decir que todos los no creyentes de la iglesia que no
obstante dan algunas señales de verdadera conversión sean siervos de Satanás en
secreto socavando la obra de la iglesia, porque algunos pueden estar en proceso
de considerar las afirmaciones del evangelio y avanzar hacia la fe real, otros
pueden haber oído sólo una explicación inadecuada del mensaje del evangelio, y
otros pueden no haber llegado a estar bajo una convicción genuina del Espíritu
Santo todavía.
Pero las afirmaciones de Pablo sí quieren decir que algunos creyentes en
la iglesia serán falsos hermanos y hermanas enviados a trastornar el
compañerismo, en tanto que otros simplemente serán no creyentes que a la larga
vendrán a la fe genuina que salva. En ambos casos, sin embargo, dan varias
señales externas que les hace parecerse a creyentes genuinos.
Podemos ver esto también en la afirmación de Jesús en cuanto a lo que
sucederá en el juicio final:
No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los
cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y
en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?» Entonces les diré
claramente: (Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!» (Mt 7:
21-23).
Aunque estas personas profetizaban y echaban fuera demonios y hacían
«muchos milagros» en el nombre de Jesús, la capacidad para hacer tales obras no
garantizaba que sean creyentes. Jesús dice: «Jamás los conocí». Él no dice:
«Los conocí en un tiempo pero ya no los conozco», ni tampoco «los conocí en un
tiempo pero ustedes se apartaron de mí», sino más bien, «jamás los conocí».
Nunca fueron creyentes genuinos.
Una enseñanza similar se halla en la parábola del sembrador en Marcos 4.
Jesús dice: «Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa
semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el
sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron» (Mr 4: 5-6).
Jesús explica que la semilla sembrada en terreno pedregoso representa a los que
«cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con alegría, pero como no tienen
raíz, duran poco tiempo.
Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida
se apartan de ella» (Mr 4: 16-17). El hecho de que «no tienen raíz» indica que
no hay fuente de vida en estas plantas; de modo similar, las personas
representadas por ellas no tienen fe genuina en su interior. Tienen la
apariencia de conversión y parecen haber llegado a ser creyentes porque
recibieron la palabra «con alegría», pero cuando viene la dificultad no se les
halla por ninguna parte; su aparente conversión no fue genuina y en sus
corazones no hubo fe real que salva.
La importancia de continuar en la fe también se afirma en la parábola de
Jesús como la vid, en la cual se muestra a los creyentes como ramas (Jn 15:
1-7).Jesús dice:
Yo Soy La Vid Verdadera, Y Mi Padre Es El Labrador. Toda Rama Que En Mí
No Da Fruto, La Corta; Pero Toda Rama Que Da Fruto La Poda Para Que Dé Más
Fruto Todavía.
El Que No Permanece En Mí Es Desechado Y Se Seca, Como Las Ramas Que Se
Recogen, Se Arrojan Al Fuego Y Se Queman (Jn 15: 1-2, 6).
Los arminianos han aducido que las ramas que no llevan fruto siguen
siendo ramas en la vid; Jesús se refiere a «toda rama que en mí no da fruto»
(v. 2). Por consiguiente, las ramas que se recogen y echan en el fuego y se
queman deben referirse a los verdaderos creyentes que una vez fueron parte de
la vid pero que se apartaron y quedaron sujetos a juicio eterno.
Pero esa no es una implicación necesaria de la enseñanza de Jesús en
este punto. La ilustración de una vid que se usa en la parábola se limita a
cuánto detalle puede enseñar. Es más, si Jesús hubiera querido enseñar que
había creyentes falsos y verdaderos asociados con él, y si quería usar la
analogía de una vid y ramas, entonces la única manera en que se hubiera
referido a las personas que no tienen una vida genuina en sí mismas sería
hablar de ramas que no dan fruto (de una manera similar a la analogía de las
semillas que cayeron en terreno pedregoso y que «no tenían raíz» en Mr 4: 17).
Aquí, en Juan 15 las ramas que no dan fruto, aunque de alguna manera
están conectadas a Jesús y dan una apariencia externa de ser ramas genuinas,
con todo dan indicación de su verdadera situación por el hecho de que no dan
fruto. Esto se indica de modo similar por el hecho de que la persona «no
permanece» en Cristo (Jn 15: 6) y que es arrojada como las ramas y se seca.
Si tratamos de presionar la analogía incluso más, diciendo, por ejemplo,
que todas las ramas de una vid realmente están vivas, o que para empezar no
estarían allí, entonces simplemente estamos tratando de presionar la
ilustración más allá de lo que puede enseñar; y en este caso no habría nada en
la analogía que podría representar a los creyentes falsos en cualquier caso. El
punto de la ilustración es simplemente que los que dan fruto dan por eso
evidencia de que están permaneciendo en Cristo; los que no, no están permaneciendo
en él.
Finalmente, hay dos pasajes en Hebreos que también afirman que los que
final mente se apartan pueden dar muchas señales externas de conversión y de
muchas maneras pueden parecer creyentes.
El primero de éstos, Hebreos 6: 4-6, frecuentemente han usado los
arminianos como prueba de que los creyentes pueden perder su salvación. Pero en
una inspección más cuidadosa tal interpretación no es convincente. El autor
escribe:
Es Imposible Que Renueven Su Arrepentimiento Aquellos Que Han Sido Una Vez
Iluminados, Que Han Saboreado El Don Celestial, Que Han Tenido Parte En El
Espíritu Santo Y Que Han Experimentado La Buena Palabra De Dios Y Los Poderes
Del Mundo Venidero, Y Después De Todo Esto Se Han Apartado. Es Imposible,
Porque Así Vuelven A Crucificar, Para Su Propio Mal, Al Hijo De Dios, Y Lo
Exponen A La Vergüenza Pública (Heb 6: 4-6).
El autor continúa con un ejemplo de la agricultura:
Cuando La Tierra Bebe La Lluvia Que Con Frecuencia Cae Sobre Ella, Y
Produce Una Buena Cosecha Para Los Que La Cultivan, Recibe Bendición De Dios.
En Cambio, Cuando Produce Espinos Y Cardos, No Vale Nada; Está A Punto De Ser
Maldecida, Y Acabará Por Ser Quemada (Heb 6: 7-8).
En esta metáfora agrícola a los que reciben el juicio final se les
compara a la tierra que no da plantas ni fruto útil, sino más bien espinos y
cardos. Cuando recordamos las otras metáforas de la Biblia en donde el buen
fruto es señal de verdadera vida espiritual y la falta de fruto es señal de los
falsos creyentes (por ejemplo, Mt 3: 8-10; 7: 15-20; 12: 33-35), ya tenemos una
indicación de que el autor está hablando de personas cuya evidencia más
fidedigna de su condición espiritual (el fruto que dan) es negativa, sugiriendo
que el autor está hablando de personas que no son genuinamente creyentes.
Algunos han objetado que esta larga descripción de cosas que les han
sucedido a estas personas que se apartan quiere decir que deben haber nacido de
nuevo genuinamente.
Pero esa no es una objeción convincente cuando miramos a los términos
individuales que se usan. El autor dice que ellos «han sido una vez iluminados»
(Heb 6:4). Pero esta iluminación simplemente quiere decir que llegaron a
comprender las verdades del evangelio, y no que respondieron a estas verdades
con genuina fe que salva.
De modo similar, la expresión una vez que se usa para hablar de los que
«han sido una vez iluminados» es el término griego apax que se usa, por
ejemplo, en Filipenses 4: 16 para mencionar el hecho de que los Filipenses le
enviaron a Pablo ayuda «una y otra vez», y en Hebreos 9:7 de la entrada al
Lugar Santísimo una vez al año». Por consiguiente, esta expresión no
necesariamente quiere decir que algo sucedió (una vez) y nunca se puede
repetir, sino simplemente que sucedió una vez, sin especificar si se repetirá o
no.
El pasaje dice además que estas personas «han saboreado el don
celestial» y que «han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del
mundo venidero» (Heb 6: 4-5). Inherente en la idea de saborear es el hecho de
que probar es temporal y uno puede decidir aceptar o no lo que está probando.
Por ejemplo, la misma palabra griega (geuomai) se usa en Mateo 27: 34 para
decir que los que crucificaron a Jesús «le dieron a Jesús vino mezclado con
hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo».
La palabra también se usa en un sentido figurado queriendo decir «llegar
a conocer algo». Si comprendemos esto en su sentido figurado, como se debe
entender aquí puesto que el pasaje no está hablando de probar comida literal,
entonces quiere decir que estas personas habían llegado a comprender el don
celestial (que probablemente quiere decir aquí que habían experimentado algo
del poder del Espíritu Santo obrando) y a saber algo de la palabra de Dios y
los poderes de la edad venidera.
No necesariamente quiere decir que ellos tenían (o no tenían) fe genuina
que salva, sino simplemente tal vez quiere decir que ellos habían llegado a
comprenderla y habían tenido alguna experiencia de poder espiritual."
El texto dice además que estas personas «han tenido parte en el Espíritu
Santo» (He 6:4). La pregunta aquí es el significado exacto de la palabra
métokos que aquí se traduce «tener parte». No siempre es claro para los
lectores que hablan español que este término tiene una variedad de significados
y que puede implicar participación muy íntima y apego, o simplemente puede
implicar una asociación floja con la otra persona o personas mencionadas.
Por ejemplo, el contexto muestra que en Hebreos 3:14 el llegar a «tener
parte» con Cristo quiere decir tener una participación íntima con él en una
relación que salva. Por otro lado, métokos puede también usarse en un sentido
mucho más flojo, simplemente para referirse a conocidos o compañeros. Leemos
que cuando los discípulos recogieron una gran cantidad de peces de modo que sus
redes se rompían, «llamaron por señas a sus compañeros de la otra barca para
que los ayudaran» (Lc 5: 7). Aquí simplemente se refiere a los compañeros o
socios de Pedro y de los demás discípulos en su trabajo de pescar.
Efesios 5:7 usa una palabra estrechamente relacionada (summétokos,
compuesta de métokos y la preposición sun [«con»]) cuando Pablo les advierte a
los creyentes en cuanto a actos de pecados de los no creyentes, y dice: «no se
hagan cómplices de ellos» (Ef. 5:7). Su preocupación no es que la naturaleza
total de ellos será transformada por los no creyentes, sino simplemente que se
los asociará con ellos y verán su propio testimonio en compromiso y sus propias
vidas influidas en cierto grado por ellos.
Por analogía Hebreos 6: 4-6 habla de algunos que habían estado
«asociados con» el Espíritu Santo, y por consiguiente él había influido en sus
vidas, pero eso no necesariamente implica que habían tenido en sus vidas una
obra redentora del Espíritu Santo, o que habían sido regenerados.
Por analogía similar con el ejemplo de los compañeros de pesca en Lucas
5:7, Pedro y los discípulos podían estar asociados con ellos e incluso hasta
cierto punto ser influidos por ellos, sin haber tenido un cambio exhaustivo de
vida causado por esa asociación.
La misma palabra métokos permite una amplitud de influencia desde la
relativamente débil a la bastante fuerte, porque sólo quiere decir «uno que
tiene parte, o participa con, o acompaña en alguna actividad». Esto fue
evidentemente lo que les había sucedido a las personas de las que se habla en
Hebreos 6, que habían estado asociadas con la iglesia, y como tal asociados con
la obra del Espíritu Santo, y sin duda habían recibido algo de influencia de él
de alguna manera en sus vidas.
Finalmente, el texto dice que es imposible «que renueven su
arrepentimiento» los que han experimentado estas cosas y han cometido
apostasía. Algunos han aducido que si esto es un arrepentimiento al que
necesitan ser restaurados de nuevo, entonces debe ser un arrepentimiento
genuino. Pero este no es necesariamente el caso.
Primero, debemos damos cuenta de que «arrepentimiento» (gr. metanoia) no
necesariamente se refiere al arrepentimiento interno de corazón para salvación.
Por ejemplo, Hebreos 12: 17 usa esta palabra para hablar del cambio de parecer
que Esaú sintió respecto a la venta de su primogenitura, y se refiere a eso
como «arrepentimiento» (metanoia). Esto no sería arrepentimiento para
salvación, sino simplemente cambio de opinión y el deseo de deshacer la
transacción respecto a su primogenitura. (Nótese también el ejemplo del
arrepentimiento de Judas en Mt 27: 3; aunque con una palabra griega diferente).
El verbo cognado «arrepentirse» (gr. metanoeo) a veces se usa para
referirse no al arrepentimiento que salva, sino simplemente a lamentar ofensas
individuales en Lucas 17:3-4: «Si tu hermano peca, repréndelo; y si se
arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete
veces regresa a decirte "Me arrepiento", perdónalo». Concluimos que
«arrepentimiento» simplemente significa un pesar por las acciones que se han
hecho o por los pecados que se han cometido. Si es un arrepentimiento genuino
que salva o no lo es, un «arrepentimiento para salvación», tal vez no siempre
sea evidente de inmediato.
El autor de Hebreos no está preocupado por especificar si es un
arrepentimiento genuino o no. Simplemente está diciendo que si alguien lamenta
el pecado y llega a comprender el evangelio y experimenta estas diferentes
bendiciones de la obra del Espíritu Santo (sin duda en compañerismo con la
iglesia), y entonces se aparta, no será posible restaurar a tal persona de
nuevo a un lugar de lamento por el pecado. Pero esto no necesariamente implica
que su arrepentimiento fue un genuino arrepentimiento que salva.
En este punto podemos preguntar qué clase de personas se describen con
todos estos términos. Sin duda son individuos que han estado afiliados
íntimamente con el compañerismo de la iglesia. Han sentido cierto pesar por el
pecado (arrepentimiento).
Claramente han entendido el evangelio (han sido iluminados). Han llegado
a apreciar el atractivo de la vida cristiana y el cambio que viene en la vida
de las personas debido a que llegan a ser creyentes, y probablemente han tenido
respuestas a las oraciones en su propia vida y sentido el poder del Espíritu
Santo obrando, tal vez incluso han usado algunos dones espirituales a la manera
de los no creyentes en Mateo 7:22 (ellos habían estado «asociados con» la obra
del Espíritu Santo o habían llegado a «tener parte» con el Espíritu Santo y
habían probado el don celestial y los poderes de la edad venidera).
Habían estado expuestos a la verdadera predicación de la palabra y
habían apreciado mucho de sus enseñanzas (habían probado la bondad de la
palabra de Dios).
Pero a pesar de todo esto, si «cometen apostasía» y «así vuelven a
crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza
pública» (Heb 6: 6), voluntariamente están rechazando todas estas bendiciones y
volviéndose decididamente contra ellas. Tal vez todos nosotros hemos conocido
en nuestras propias iglesias algunos que (algunos por profesión propia) por
largo tiempo han estado afiliados con el compañerismo de la iglesia pero no son
realmente creyentes nacidos de nuevo.
Han pensado en el evangelio por años y han continuado resistiendo el
llamado del Espíritu Santo en sus vidas, tal vez mediante una renuencia a
entregarle a Jesús el señorío de sus vidas prefiriendo conservar aferradamente
para sí mismos ese señorío.
Ahora el autor nos dice que si estas personas voluntariamente se apartan
de todas estas bendiciones temporales entonces será imposible restaurarlas de
nuevo a algún tipo de arrepentimiento o lamento por el pecado. Sus corazones se
endurecerán y sus conciencias también. ¿Qué más se puede hacer para llevarlos a
la salvación? Si les decimos que la Biblia es verdad dirán que la saben pero
que han decidido rechazarla.
Si les decimos que Dios responde a la oración y cambia las vidas
responderán que saben que eso también, pero no quieren saber nada al respecto.
Si les decimos el Espíritu Santo es poderoso para obrar en la vida de las
personas y el don de la vida eterna es bueno más allá de toda descripción,
dirán que lo entienden, pero que no quieren tener nada que ver con eso. Su
familiaridad repetida con las cosas de Dios y su experiencia con las muchas
influencias del Espíritu Santo simplemente ha servido para endurecerlos contra
la conversión.
Ahora bien, el autor de Hebreos sabe que hay algunos en la comunidad a
la que escribe que están en peligro de apartarse de esta manera (ver Heb 2: 3;
3: 8, 12, 14-15; 4:1,7, 11; 10: 26, 29, 35-36, 38-39; 12: 3, 15-17). Él quiere
advertirles que, aunque han participado en la comunión de la iglesia y
experimentado algunas de las bendiciones de Dios en sus vidas, sin embargo si se
apartan después de todo eso, no hay salvación para ellos.
Esto no implica que él piensa que los verdaderos creyentes pueden
apartarse; Hebreos 3: 14 implica precisamente 10 opuesto. Pero quiere que ellos
tengan la seguridad de la salvación mediante su continuación en la fe, y por
ello implica que si ellos se apartan eso mostraría que nunca fueron gente de
Cristo para empezar (ver Heb 3:6: «y esa casa somos nosotros, con tal que
mantengamos nuestra confianza y la esperanza que nos enorgullece»).
Por consiguiente, el autor quiere dar una severa advertencia a los que
están en peligro de apartarse de su profesión cristiana. Quiere usar el
lenguaje más fuerte posible para decir: «Hasta este punto puede llegar una
persona experimentando bendiciones temporales y con todo no ser realmente
salva». Les advierte que vigilen, porque depender de las bendiciones temporales
y experiencias no basta.
Para hacer esto habla, no de algún cambio verdadero de corazón o algún
buen fruto producido, sino simplemente de las bendiciones temporales y
experiencias que han venido a estas personas y les han dado alguna comprensión
del cristianismo.
Por esto de inmediato pasa de esta descripción de los que cometen
apostasía a una analogía adicional que muestra que estas personas que se apartan
nunca han tenido ningún fruto genuino en sus vidas. Como ya se explicó arriba,
los versículos 7-8 hablan de esas personas en términos de «espinos y cardos»,
la clase de plantas que produce un terreno que no tiene vida digna en sí mismo
aunque recibe repetidas bendiciones de Dios (en términos de la analogía, aun
cuando la lluvia frecuentemente caiga sobre él).
Debemos notar aquí que a las personas que cometen apostasía no se las
compara con un campo que una vez daba buen fruto y ahora no, sino que son como
tierra que nunca dio buen fruto sino solamente espinas y cardos. El terreno
puede parecer bueno antes de que las plantas empiecen a brotar, pero el fruto
da la evidencia genuina, y es malo.
Fuerte respaldo para esta interpretación de Hebreos 6: 4-8 se halla en
el versículo que sigue de inmediato. Aunque el autor ha estado hablando muy
severamente en cuanto a la posibilidad de apartarse, entonces vuelve a hablar
de la situación de la gran mayoría de los oyentes, que piensan que son
creyentes genuinos.
Dice: En cuanto a ustedes, queridos hermanos, aunque nos expresamos así,
estamos seguros de que les espera lo mejor, es decir, lo que atañe a la
salvación» (Heb 6: 9). Pero ¿mejor que qué? El plural (cosas mejores» (RVR)
forma un contraste apropiado a las «buenas cosas» que se han mencionado en los
versículos 4-6: el autor está convencido de que la mayoría de sus lectores han
experimentado mejores cosas que simplemente las influencias parciales y
temporales del Espíritu Santo y la iglesia que se mencionan los versículos 4-6.
De hecho, el autor habla de estas cosas diciendo (literalmente) que son
"lo mejor, es decir, lo que atañe a la salvación» (gr. kai ekomena
soterias). Estas no son las bendiciones temporales que se mencionan en los
versículos 4-6, sino que son cosas mejores, cosas que no tienen sólo influencia
temporal, sino que también «atañen a la salvación».
De esta manera la palabra griega kai (también) muestra que la salvación
es algo que no forma parte de las cosas mencionadas en los versículos 4-6
arriba. Por consiguiente, esta palabra kai, que no se traduce explícitamente en
la NVI (pero la RVR se acerca), provee una clave esencial para comprender el
pasaje.
Si el autor hubiera querido decir que las personas mencionadas en los
versículos 4-6 eran en verdad salvas, entonces es muy dificil entender por qué
diría en el versículo 9 que está convencido de cosas mejores para ellos, cosas
que pertenecen a la salvación, o que tienen la salvación además de las cosas
mencionadas arriba.
Por tanto, muestra que puede usar una breve frase para decir que las
personas «tienen salvación» si quisiera decirlo (no necesita apilar más
frases), y muestra, todavía más, que las personas de quienes hablan los
versículos 4-6 no son salvas:"
¿Qué es exactamente «lo mejor»? Además de la salvación mencionada en el
versículo 9, hay cosas que dan evidencia real de la salvación: fruto genuino en
sus vidas (v. 10), plena seguridad de esperanza (v. 11), y fe que salva, del
tipo exhibido por los que heredan las promesas (v. 12). De esta manera les
asegura a los que son creyentes genuinos, es decir, a los que muestran fruto en
sus vidas y muestran amor por otros creyentes, que muestran esperanza y fe
genuina que continúa en el tiempo presente, y que no están a punto de
apartarse.
Quiere tranquilizar a estos lectores (que son ciertamente la gran
mayoría de aquellos a quienes escribe) mientras que a la vez da una fuerte
advertencia a los que están entre ellos que puedan estar en peligro de
apartarse.
Una enseñanza similar se halla en Hebreos 10:26-31. Aquí el autor dice:
«Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya
no hay sacrificio por los pecados» (v. 26). El que rechaza la salvación de
Cristo y «ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido santificado»
(v. 29) merece castigo eterno. Esto es nuevamente una fuerte advertencia en
contra de apartarse, pero no se debe tomar como prueba de que alguien que
verdaderamente ha nacido de nuevo puede perder su salvación.
Cuando el autor habla de la sangre del pacto «por la cual había sido
santificado», la palabra santificado se usa simplemente para referirse a «la
santificación externa, como los antiguos israelitas, por la conexión externa
con el pueblo de Dios». El pasaje no habla de alguien que es genuinamente
salvado, sino de alguien que ha recibido alguna influencia moral benéfica
mediante el contacto con la iglesia.
Hay otro pasaje en los escritos de Juan que se ha mencionado como que
enseña la posibilidad de la pérdida de la salvación. En Apocalipsis 3: 5 Jesús
dice: «El que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del
libro de la vida».
Algunos han aducido que cuando Jesús dice esto implica que es posible
que él borre del libro de la vida los nombres de algunos, personas que ya han
tenido sus nombres escritos allí y por consiguiente fueron salvadas. Pero el
hecho de que Jesús enfáticamente indique que él no hará algo ¡no se debe tomar
como enseñanza de que él hará lo mismo en otros casos! La misma clase de
construcción en el griego se usa para dar una negativa enfática en Juan 10: 28,
en donde Jesús dice: (Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán).
Esto no quiere decir que hay algunas de las ovejas de Jesús que no oirán
su voz y no le seguirán y que perecerán; simplemente afirma que sus ovejas
ciertamente no perecerán. De modo similar, cuando Dios dice: «Nunca te dejaré;
jamás te abandonaré» (Heb 13: 5), no implica que él dejará o abandonará a
otros; simplemente afirma enfáticamente que él no dejará ni abandonará los
suyos. 0, incluso en el paralelo cercano, en Mateo 12: 32, Jesús dice: «El que
hable contra el Espíritu Santo no tendrá perdón ni en este mundo ni en el
venidero).
Esto no implica que algunos pecados serán perdonados en la edad venidera
(como los católicos romanos afirman en respaldo a su doctrina del purgatorio;
que es simplemente un error en razonamiento; decir que algo no va a suceder en
la vida venidera ¡no implica que puede suceder en la edad venidera! De la misma
manera, Apocalipsis 3:5 es simplemente una fuerte afirmación de que los nombres
de los que están vestidos de blancos y que han permanecido fieles a Cristo
jamás serán borrados del libro de la vida.
Finalmente, a veces se usa un pasaje del Antiguo Testamento para aducir
que las personas pueden perder su salvación: la narración del Espíritu Santo
saliendo del rey Saúl. Pero no se debe tomar a Saúl como ejemplo de alguien que
pierde su salvación, porque cuando (El Espíritu del Señor se apartó de Saúl)
(1ª S 16: 14), fue inmediatamente después de que Samuel había ungido al rey
David y «el Espíritu del Señor vino con poder sobre David, y desde ese día
estuvo con él» (1ª S 16: 13).
A decir verdad, se informa la venida del Espíritu del Señor sobre David
en la oración inmediatamente previa a aquella en la que leemos que el Espíritu
salió de Saúl. Esta estrecha conexión quiere decir que la Biblia aquí no está
hablando de una pérdida total de toda la obra del Espíritu Santo en la vida de
Saúl, sino simplemente del retiro de la función del Espíritu Santo de dar poder
a Saúl como rey.
Pero eso no quiere decir que Saúl quedó condenado eternamente. Es
simplemente muy dificil decir a partir de las páginas del Antiguo Testamento si
Saúl, en toda su vida, fue:
(A) un
hombre no regenerado que tuvo capacidades de liderazgo y que Dios usó como
demostración del hecho de que alguien digno de ser rey a los ojos del mundo no
era por eso apropiado para ser rey sobre el pueblo del Señor, o.
(B) un
hombre regenerado con pésima comprensión y una vida que cada vez más se alejó
del Señor.
¿QUÉ PUEDE
DAR AL CREYENTE SEGURIDAD GENUINA?
Si esto es cierto, como se explicó en la sección previa, de que de los
que no son creyentes y que finalmente se apartan pueden dar muchas señales
externas de conversión, entonces, ¿qué puede servir como evidencia de
conversión genuina? ¿Qué puede darle seguridad real al creyente real? Podemos
mencionar tres categorías de preguntas que una persona puede hacerse a sí
misma.
TENGO UNA CONFIANZA PRESENTE EN CRISTO PARA LA SALVACIÓN?
Pablo les dice a los Colosenses que serán salvados en el último día,
«con tal de que se mantengan firmes en la fe, bien cimentados y estables, sin
abandonar la esperanza que ofrece el evangelio» (Col 1: 23). El autor de
Hebreos dice: «Hemos llegado a tener parte con Cristo, con tal que retengamos
firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio» (Heb 3: 14) y anima a
sus lectores a ser imitadores de los que «por su fe y paciencia heredan las
promesas» (Heb 6: 12).
Es más, el versículo más famoso de toda la Biblia usa el verbo en tiempo
presente que se puede traducir: «todo el que continúa creyendo en él» puede
tener vida eterna (ver Jn 3: 16).
Por consiguiente, la persona debe preguntarse a sí misma: «¿Tengo hoy
confianza en Cristo para perdonar mis pecados y llevarme sin culpa al cielo
para siempre?
¿Tengo confianza en mi corazón de que él me ha salvado? Si yo muriera
esta noche y compareciera ante el tribunal de Dios, y él me preguntara por qué
tendría que permitirme entrar en el cielo, ¿empezaría yo a pensar en mis buenas
obras y a depender de ellas, o sin ninguna vacilación diría que dependo de los
méritos de Cristo y confió en que él es un Salvador suficiente?»
Este énfasis en la fe presente en Cristo está en contraste a la práctica
de algunos «testimonios» de iglesia en donde algunos repiten vez tras vez
detalles de una experiencia de conversión que puede haber ocurrido 20 o 30 años
atrás. Si un testimonio de fe que salva es genuino, debe ser un testimonio de
fe que está activa hoy mismo.
¿HAY EVIDENCIA DE UNA OBRA REGENERADORA DEL ESPÍRITU SANTO
EN MI CORAZÓN?
La evidencia de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones viene
de muchas formas diferentes. Aunque no debemos poner confianza en la
demostración de obras milagrosas (Mt 7: 22), o largas horas y años de trabajo
en alguna iglesia local (lo que simplemente puede ser construir con «madera,
heno y paja) [en términos de 1ª Co 3: 12] para promover el propio ego de uno o
ganar poder sobre otros, o intentar ganar méritos ante Dios), hay muchas otras
evidencias de una obra real del Espíritu Santo en el corazón de uno.
Primero, hay un testimonio subjetivo del Espíritu Santo en nuestros
corazones dando testimonio de que somos hijos de Dios (Ro 8: 15-16; 1ª Jn 4:
13). Este testimonio por lo general irá acompañado de un sentido de ser guiado
por el Espíritu Santo en sendas de obediencia a la voluntad de Dios (Ro 8: 14).
Si el Espíritu Santo genuinamente está obrando en nuestras vidas, él
producirá los rasgos de carácter que Pablo llama «el fruto del Espíritu» (Gá 5:
22). Él menciona varias actitudes y rasgos de carácter que produce el Espíritu
Santo: «amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad
y dominio propio» (Gá 5: 22-23).
Por supuesto, la pregunta no es: «¿Ejemplifico yo perfectamente todas
estas características en mi vida?» sino más bien: «¿Son todas estas cosas una
característica general en mi vida? ¿Percibo estas actitudes en mi corazón? ¿Ven
otros (especialmente los que me conocen más íntimamente) que mi vida exhibe
estos rasgos? ¿He estado creciendo en ellos con el correr de los años?» No hay
ninguna sugerencia en el Nuevo Testamento de que algún no creyente, una persona
no regenerada, pueda convincentemente falsificar estos rasgos de carácter,
especialmente ante los que conocen más íntimamente a la persona.
Relativo a esta clase de fruto hay otra clase de fruto: los resultados
en la vida y ministerio de uno según éstos han influido en otros y en la
iglesia. Hay algunos que profesan ser creyentes pero cuya influencia en otros
es desalentarlos, derrumbarlos, lastimar su fe, y provocar controversias y
divisiones. Los resultados de su vida y ministerio no es edificar a otros o
edificar a la iglesia, sino destrozarlos.
Por otro lado, hay los que parecen edificar a otros en toda
conversación, toda oración y toda obra de ministerio al que aplican sus manos.
Jesús dijo, respecto a los falsos profetas: «Por sus frutos los conocerán....
todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo.... Así que
por sus frutos los conocerán» (Mt 7:16-20).
Otra evidencia de la obra del Espíritu Santo es continuar creyendo y
aceptando la enseñanza sana de la iglesia. Los que empiezan a negar doctrinas
principales de la fe dan serias indicaciones negativas respecto a su salvación:
«Todo el que niega al Hijo no tiene al Padre. Permanezca en ustedes lo que han
oído desde el principio, y así ustedes permanecerán también en el Hijo y en el
Padre» (1ª Jn 2: 23-24).
Juan también dice: «Todo el que conoce a Dios nos escucha; pero el que
no es de Dios no nos escucha» (1ª Jn 4: 6). Puesto que los escritos del Nuevo
Testamento son el reemplazo actual para los apóstoles como Juan, podríamos
también decir que cualquiera que conoce a Dios continuará leyendo y
deleitándose en la palabra de Dios, y continuará creyendo en ella por completo.
Los que no creen ni se deleitan en la palabra de Dios dan evidencia de que no
son «de Dios».
Otra evidencia de la salvación genuina es una relación presente y
continúa con Jesucristo. Jesús dice: «Permanezcan en mí» y «Si permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá»
Jn 15: 4-7). Este permanecer en Cristo incluirá no solamente confianza día tras
día en él en varias situaciones, sino también ciertamente comunión regular con
él en oración y adoración.
Finalmente, un aspecto principal de evidencia de que somos creyentes
genuinos se halla en una vida de obediencia a los mandamientos de Dios. Juan
dice: «El que afirma: "Lo conozco", pero no obedece sus mandamientos,
es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta
plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que
estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él
vivió» (1ª Jn 2:4-6).
No es necesaria una vida perfecta, por supuesto. Juan más bien está
diciendo que en general nuestras vidas deben ser de imitación de Cristo y
semejanza a él en todo lo que decimos y hacemos. Si tenemos genuina fe que
salva, habrá resultados claros en obediencia en nuestras vidas (ver también 1ª
Jn 3: 9-10, 24; 5: 18). Por eso Santiago puede decir Así también la fe por sí
sola, si no tiene obras, está muerta», y «yo te mostraré la fe por mis obras»
(Stg 2: 17-18). Un aspecto importante de obediencia de Dios incluye amar a
otros creyentes. «El que ama a su hermano permanece en la luz» (1ª Jn 2: 10).
«Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos
a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte» (1ª Jn 3: 14, 3: 17;
4: 7). Una evidencia de este amor es continuaren la comunión cristiana (1ª Jn
2: 19). Y otra es dar al hermano necesitado (1ª Jn 3: 17; Mt 25: 35-46).
VEO UN PATRÓN DE CRECIMIENTO A LARGO PLAZO EN MI VIDA
CRISTIANA?
Los primeros dos aspectos de seguridad tienen que ver con la fe presente
y evidencia presente del Espíritu Santo obrando en nuestras vidas. Pero Pedro
da otra especie de prueba que podemos usar para preguntar si somos genuinamente
creyentes. Nos dice que hay algunos rasgos de carácter que, si continuamos creciendo
en ellos, garantizarán que «no caerán jamás» (2ª P 1: 10).
Le dice a sus lectores que añadan a su fe «virtud, entendimiento,
dominio propio, constancia, devoción a
Dios, afecto fraternal, amor» (2ª P 1: 5-7). Luego añade que estas cosas deben
pertenecer a sus lectores y continuamente «abundar» en sus vidas (2ª P 1: 8).
Añade: «esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue
quien los eligió» y dice entonces «Si hacen estas cosas (refiriéndose a los
rasgos de carácter mencionados en los vv. 5-7) no caerán jamás» (2ª P 1: 10).
La manera en que confirmamos nuestro llamado y elección, entonces, es
continuar creciendo en «estas cosas». Esto implica que nuestra seguridad de la
salvación puede ser algo que crece con el tiempo en nuestras vidas. Cada año
que añadimos a estos rasgos de carácter en nuestras vidas, obtenemos mayor y
mayor seguridad de nuestra salvación.
Así, aunque los creyentes jóvenes pueden tener una confianza bastante
fuerte en su salvación, esa seguridad puede crecer a una certeza incluso más
profunda con los años en que crecen hacia la madurez cristiana.27 Si continúan
añadiendo estas cosas confirmarán su llamado y elección y «no caerán jamás».
El resultado de estas tres preguntas que podemos hacemos nosotros mismos
debe dar una certeza fuerte a los que son genuinamente creyentes. De esta
manera, la doctrina de la perseverancia de los santos será una doctrina
enormemente reconfortante.
Nadie que tiene tal seguridad se preguntará: «¿Podré perseverar hasta el
fin de mi vida y por consiguiente ser salvado?» Todo el que obtiene certeza, 1ª
Ti 3: 13, que dice que los que «ejercen bien» como diáconos «adquieren mayor
confianza para hablar de su fe en Cristo Jesús» (NVI).
Mediante tal examen propio debe más bien pensar: «Verdaderamente he
nacido de nuevo; por consiguiente, con certeza perseveraré hasta el fin, porque
me guarda «el poder de Dios que obra mediante mi fe (1ª P 1: 5), y por consiguiente
nunca me perderé. Jesús me resucitará en el día final y yo entraré en su reino
para siempre» Gn 6: 40).
Por otro lado, esta doctrina de la perseverancia de los santos, si se la
entiende correctamente, debe producir genuina ansiedad, e incluso temor, en el
corazón de cualquiera que ha «retrocedido» o se ha descarriado de Cristo. Tales
personas deben claramente oír la advertencia de que sólo los que perseveran
hasta el fin han nacido verdaderamente de nuevo. Si se apartan de su profesión
de fe en Cristo y de la vida de obediencia a él, tal vez no fueron realmente
salvados; a decir verdad, la evidencia que están dando es que no son salvos y
en realidad nunca fueron salvados.
Una vez que dejan de confiar en Cristo y de obedecerle (estoy hablando
en términos de evidencia externa) no tienen certeza genuina de la salvación, y
deben considerarse no salvados, y acudir a Cristo en arrepentimiento y pedirle
perdón de sus pecados.
En este punto, en términos de cuidado pastoral a los que se han apartado
de su profesión cristiana, debemos damos cuenta de que tanto calvinistas como
armiñamos (los que creen en la perseverancia de los santos y los que piensan
que los creyentes pueden perder su salvación) aconsejan al «descarriado» de la
misma manera.
De acuerdo al arminiano la persona fue creyente en un tiempo pero ya no
lo es. Según el calvinista, tal persona realmente para empezar nunca fue
creyente, y no lo es al presente. Pero en ambos casos el consejo bíblico que se
da es el mismo: «Parece que no eres creyente ahora; ¡debes arrepentirte de tu
pecado y confiar en Cristo para tu salvación!» Aunque el calvinista y el
arminiano diferirán en su interpretación de la historia previa, concordarán en
lo que se debe hacer en el presente.
Pero aquí vemos por qué la frase seguridad eterna puede ser muy
equívoca. En algunas iglesias evangélicas, en lugar de enseñar la presentación
completa y equilibrada de la doctrina de la perseverancia de los santos, los
pastores a veces han enseñado una versión diluida, que en efecto les dice a las
personas que todos los que una vez hicieron una profesión de fe y fueron
bautizados están «eternamente seguros».
El resultado es que algunos que no se han convertido genuinamente pueden
«pasar al frente» al fin de un sermón de evangelización para profesar fe en
Cristo, y pueden ser bautizados poco después, pero luego dejan el compañerismo
de la iglesia y llevan una vida que no se diferencia en nada de la que vivían
antes de obtener esta «seguridad eterna».
De esta manera a la gente se le da una seguridad falsa y se les está
engañando cruelmente para que piensen que están yendo al cielo, cuando en
verdad no lo están.