(1)
A.
Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por
Jesucristo, a quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre: Hch. 17:31; Jun. 5:22, 27.
B.
En aquel día, no sólo los ángeles apóstatas serán juzgados: 1 Co. 6:3; Jud. 6.
C.
sino que también todas las personas que han vivido sobre la tierra comparecerán
delante del tribunal de Cristo: Mt. 16:27;
25:31-46; Hch. 17:30, 31; Ro. 2:6-16; 2 Ts. 1:5-10; 2 P. 3:1-13; Ap. 20:11-15.
D.
para dar cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir
conforme a lo que hayan hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o malo: 2 Co. 5:10; 1 Co. 4:5; Mt. 12:36.
(2)
A.
El propósito de Dios al establecer este día es la manifestación de la gloria de
su misericordia en la salvación eterna de los escogidos, y la de su justicia en
la condenación eterna de los réprobos, que son malvados y desobedientes: Ro. 9: 22, 23.
B.
pues entonces los justos entrarán a la vida eterna y recibirán la plenitud de
gozo y gloria con recompensas eternas en la presencia del Señor; pero los
malvados, que no conocen a Dios ni obedecen al evangelio de Jesucristo, serán
arrojados al tormento eterno y castigados con eterna perdición, lejos de la
presencia del Señor y de la gloria de su poder: Mt. 18:8; 25:41,46; 2 Ts. 1:9; He 6:2; Jud. 6; Ap. 14:10, 11;Lc. 3:17;
Mr. 9:43,48; Mt. 3:12; 5:26; 13:41,42; 24:51; 25:30.
(3)
A.
Así como Cristo quiere que estemos totalmente persuadidos de que habrá un Día
de Juicio, tanto para disuadir a todos los hombres de pecar: 2 Co. 5:10, 11.
B.
como para ser de mayor consuelo de los piadosos en su adversidad: 2ª Ts. 1:5-7.
C.
así también quiere que los hombres no sepan cuándo será ese día, para que se
desprendan de toda seguridad carnal y estén siempre velando porque no saben a
qué hora vendrá el Señor: Mr. 13: 35-37;
Lc. 12:35-40.
D.
y estén siempre preparados para decir: Ven, Señor Jesús; ven pronto, Amén: Ap. 22: 20
EL JUICIO FINAL
Otro de los importantes concomitantes del regreso de Cristo es
el juicio final que será de una naturaleza general. El Señor viene otra vez con
el preciso propósito de juzgar a los vivos y consignar a cada individuo a su
destino eterno.
LA DOCTRINA DEL JUICIO FINAL EN LA HISTORIA
La doctrina del juicio general y final estuvo desde los tiempos
más primitivos de la era cristiana relacionada con la resurrección de los
muertos. La opinión general era la de que los muertos se levantarían para ser
juzgados según los hechos cometidos en el cuerpo. La certidumbre de este juicio
se acentuaba como una solemne advertencia. Esta doctrina ya idea que más domina
era que este juicio estaría acompañado con la destrucción del mundo.
Como un todo, los Padres de la Iglesia primitiva no especularon
mucho acerca de la naturaleza del juicio final aunque Tertuliano es una
excepción. Agustín procuró interpretar algunas de las afirmaciones figuradas de
la Escritura respecto al juicio. En la Edad Media los escolásticos discutieron
el asunto con gran detalle. También ellos, creyeron que la resurrección de los
muertos sería seguida de inmediato por el juicio general, y que esto marcaría
el fin del tiempo del hombre.
En ese sentido general todas las criaturas racionales se
presentarán en el juicio, y éste traerá una manifestación general de los hechos
de cada uno, así de los buenos como de los malos.
Cristo será el Juez, aunque otros se asociarán con El en el
juicio; sin embargo, no como jueces en el sentido estricto de la palabra.
Inmediatamente después del juicio habrá una conflagración universal. Aquí
dejamos fuera de consideración algunos de los otros detalles.
Los Reformadores participaron de este concepto en general, pero
añadieron poco o nada al concepto dominante. El mismo punto de vista se
encuentra en todas las confesiones protestantes las cuales explícitamente
afirman que habrá un día de juicio al fin del mundo, pero no entran en
detalles. Así ha sido el concepto oficial de las iglesias hasta el tiempo
actual. Esto no significa que no encuentren expresión otros conceptos. Kant
infería del imperativo categórico la existencia de un juez supremo que
enderezaría todos los errores.
Algunos no se inclinaron a aceptar la constitución moral del
universo, ni creyeron que la! historia se estaba moviendo hacia una terminación
moral, y de esta manera negaron el juicio futuro. Von Hartmann le dio a esta
idea una construcción filosófica. En la teología moderna amplitudista, con su
énfasis sobre el hecho de que Dios es inmanente en todos los procesos de la
historia, hay una tendencia fuerte a considerar el juicio primario, si no Dios
con los hombres no se encuentra la intermitencia ni la suspensión de ninguno de
los atributos de su Ser. Por lo tanto, el juicio no es más cierto en el futuro
que en el presente.
Hasta donde Dios es su autor, el juicio es tan constante y
perpetuo como su acción en la vida humana. Posponer el juicio para una futura
hora pública es mal entender la justicia como si pudiera estar dormida o
suspendida, completamente atada con las condiciones externas. Por el contrario,
la esfera de justicia debe buscarse no primeramente afuera, sino dentro.
Los dispensacionalistas creen de todo corazón en el juicio
futuro, pero hablan de juicios en plural. Según ellos habrá un juicio en la
parusía, otro en la revelación de Cristo y todavía otro en el fin del mundo.
LA NATURALEZA DEL JUICIO FINAL
El juicio final del que nos habla la Biblia no puede ser
considerado como un proceso espiritual, invisible e interminable, como si fuera
idéntico con la providencia de Dios en la historia. Esto no equivale a negar el
hecho de que hay un juicio provincial de Dios en las vicisitudes en los
individuos y en las naciones, aunque no siempre se reconozca así.
La Biblia nos enseña con claridad que Dios, hasta el presente,
visita el mal con castigo, y recompensa el bien con bendiciones, y estos
castigos y recompensas son positivos en algunos casos; pero en otros ejemplos
aparecen como el resultado natural y providencial del mal cometido o del bien
hecho, Deut. 9:5; Sal. 9:16; 37: 28; 59: 13; Prov. 11:5; 14: 11; Isa. 32:16,
17; Lam. 5:7.
La conciencia humana de testimonio también de este hecho. Pero
también está manifiesto en la Escritura que los juicios de Dios en la vida
presente no son los finales. El mal algunas veces continúa sin el debido
castigo, y el bien no siempre es recompensado con las bendiciones prometidas en
esta vida. El malvado de los días de guardemos su ley, y que andemos afligidos
en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados
son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son amigos estuvieron
luchando con el problema del sufrimiento de los justos, y así también estuvo
Asaf en el Sal. 73.
La Biblia nos enseña a mirar hacia el juicio final
considerándolo como la respuesta definitiva de Dios a todos estos problemas,
como la solución de semejantes problemas, y como la remoción de todas las
discrepancias aparentes del presente, Mat. 25:31-46; Juan 5:27-29; Hech. 25:24;
Rom. 2:5-11; Heb. 9:27; 10:27; II Pedo 3:7; Apoc. 20:11-15. Estos pasajes no se
refieren a un proceso, sino a un evento muy definido que tendrá lugar en el fin
del tiempo. Se explica como acompañado por otros eventos históricos, tales como
la venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos, y la renovación de los
cielos y de la tierra.
CONCEPTOS ERRÓNEOS RESPECTO DEL JUICIO
EL JUICIO SERA PURAMENTE METAFÓRICO
Según Schleiermacher y muchos otros eruditos alemanes las
descripciones bíblicas del juicio final deben entenderse como indicaciones
simbólicas del hecho de que el mundo y la iglesia quedarán finalmente
separados. Esta explicación sirve para evaporar toda la idea de un juicio
forense para! la determinación pública del estado final del hombre. Es una
explicación que seguramente no hace justicia a las fuertes afirmaciones de la
Escritura respecto del juicio futuro considerado como una declaración formal,
pública y final.
EL JUICIO SERA EXCLUSIVAMENTE INMANENTE
El dicho de Schelling de que "la historia del mundo es el
juicio del mundo" contiene sin duda un elemento de verdad. Según lo
indicamos en lo que precede, hay manifestaciones de la justicia retributiva de
Dios en la historia de las naciones y de los individuos.
Las recompensas o los castigos pueden ser de carácter positivo,
o pueden ser el resultado natural del bien o del mal hecho. Pero cuando muchos
eruditos amplituditas pretenden que el juicio divino es por completo inmanente
y está determinado del todo por el orden moral del mundo, ciertamente dejan de
hacer justicia a las explicaciones de la Escritura.
Su hace de Dios como ocioso, que únicamente busca y aprueba la
distribución de las recompensas y de los castigos. Destruye por completo la
idea del juicio como un evento externo y visible, que ocurrirá el un tiempo
definido del futuro.
Además, no puede satisfacer los anhelos del corazón humano por
la justicia perfecta. Los juicios históricos son siempre parciales nada más, y
algunas veces deja la impresión sobre los hombres de ser una parodia de la
justicia. Siempre ha habido ocasión y todavía la hay para la perplejidad de Job
y de Asaf.
EL JUICIO NO SERA UN SOLO EVENTO
Los actuales premilenaristas hablan de tres futuros y
diferentes juicios. Distinguen:
1. Un juicio de los santos resucitados y de los vivientes en la
parusía o la segunda venida del Señor, los cuales seguirán para vindicar
públicamente a los santos, recompensando a cada uno según sus obras y
señalándoles sus respectivos lugares el) el futuro reino Millennial.
2. Un Juicio en la revelación de Cristo (el día del Señor)
inmediatamente después de la gran tribulación, en la cual, según el concepto
dominante, las naciones gentiles serán juzgadas como naciones} de acuerdo con
la actitud que hayan asumido para con el resto evangelizante de Israel (los
hermanos pequeñitos del Señor). La entrada de estas naciones en el reino
depende de los resultados del juicio. Este es el juicio que se menciona en Mat.
25:31-46. Está separado del primer juicio por un período de siete años.
3. Un juicio de los muertos impíos delante del gran trono blanco,
descrito en Apoc. 20:11-15. Los muertos son juzgados de acuerdo con sus obras,
y esto determina el grado de castigo que recibirán. Este juicio será mil años
después del anterior. Debe notar se, sin embargo, que la Biblia siempre habla
del juicio venidero como de un solo evento. Nos enseña a mirar hacia adelante,
no a los días del juicio, sino al día.
Los premilenaristas sienten la fuerza de este argumento, porque
replican que debe ser un día de mil años. Además, hay pasajes de la Biblia de
los que se deduce con abundancia evidente que los justos y los malvados
aparecerán en juicio juntos para una separación final, Mat. 7:22, 23; 25:31-46;
Rom. 2:5-7; Apoc. 11:18; 20: 11-15. Además, debería notarse que el juicio de
los impíos está representado como un concomitante de la paurosia y también de
la revelación, II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:4-7.
Y por último, debería recordarse que Dios no juzga a las
naciones como naciones cuando de consecuencias eternas se trata, sino sólo a
los individuos; y que una separación final de los justos y de los impíos no
puede ser posible sino hasta el fin del mundo. Es difícil ver como cualquiera
podría dar una interpretación consistente y tolerable a Mat. 25:31-46, excepto sobre
el supuesto de que el juicio a que se refiere es el universal que abarca a
todos los hombres, y que estos son juzgados, no como naciones, sino como
individuos. Hasta Meyer y Alford que se cuentan como premilenialistas
consideran que esta es la única exposición sostenible.
SE CONSIDERA QUE EL JUICIO FINAL ES INNECESARIO
Algunos consideran que el juicio final es del todo innecesario,
porque el destino de cada hombre está determinado al tiempo de su muerte. Si un
hombre duerme en Jesús ya está salvo; y si muere en sus pecados ya está
perdido. Puesto que el asunto ya está definido, no se necesita ninguna
inquisición judicial posterior, y por lo tanto, el juicio final resulta del
todo superfluo. Pero la certidumbre del juicio futuro no depende del concepto de
su necesidad.
Dios nos enseña con claridad en su Palabra que habrá un juicio
final, y esto define el problema para todos los que reconocen a la Biblia como
la regla definitiva de la fe. Además, resulta enteramente errónea! la hipótesis
sobre la que se desarrolla este argumento, es decir, que el juicio final
servirá para definir lo que ha de ser el estado futuro del hombre.
Servirá más bien para descorrer delante de todas las criaturas
racionales la gloria declarativa! de Dios en un acto formal forense, que
magnifique por una parte la santidad y justicia de Dios, y por la otra, su
gracia y misericordia. Además, deberá recordarse que el juicio del último día
diferirá, en más de un respecto, del que hay cuando llega la muerte de cada
individuo. No será secreto, sino público; no corresponderá al alma nada más,
sino también al cuerpo; no tendrá referencia a un solo individuo, sino a todos
los hombres.
EL JUEZ Y LOS QUE A EL ASISTIRÁN
Como es natural, el juicio final, como todas las opera ad extra
de Dios, es la obra del Dios trinó, pero la Biblia lo atribuye en particular a
Cristo. Cristo en su capacidad medianera serán el Juez futuro, Mat. 25:31, 32;
Juan 5:27; Hech. 10:42; 17:31; Fil. 2:10; II Tim. 4:1.
Pasajes como Mat. 28:18; Juan 5:27; Fil. 2:9, 10, dejan
abundante evidencia de que el honor de juzgar a los vivos y a los muertos fue
conferido a Cristo como Mediado en recompensa de su obra expiatoria y como
parte de su exaltación. Esto puede considerarse como uno de los honores
supremos de su realeza. En su capacidad como Juez, también, Cristo está
salvando a su pueblo hasta lo último: Completa la redención de ellos; los
justifica públicamente, y quita de ellos las consecuencias últimas del pecado.
De pasajes como Mat. 13:41, 42; 24:31; 25:31, puede inferirse
que los ángeles lo ayudarán en este grande trabajo. Evidentemente, los santos
en algún sentido se sentarán y juzgarán juntamente con Cristo, Sal. 149:5-9; 1
Cor. 6:2, 3; Apoc. 20:4. Es difícil decir con precisión lo que esto envuelve.
Ha sido interpretado en el sentido de que los santos condenarán al mundo por
medio de su fe, de la misma manera que los ninivita condenarán a las ciudades
incrédulas de los días de Jesús; o que únicamente concurrirán con Cristo al
juicio.
Pero el argumento de Pablo en I Cor. 6:2, 3 parece requerir algo
más que esto, porque ninguna de las dos interpretaciones sugeridas probaría que
los Corintios eran capaces de juzgar los asuntos que surgían en la iglesia.
Aunque no puede esperarse de los santos que conozcan a todos los que aparecerán
en juicio, ni tampoco sepan aplicar los castigos, sin embargo tendrán alguna
participación activa en el juicio que hará Cristo, aunque es imposible decir
con precisión cual será esa parte.
LAS PARTES QUE SERÁN JUZGADAS
La Escritura contiene indicaciones claras de que al menos habrá
dos partes que serán juzgadas. Es evidente que los ángeles caídos aparecerán
delante del tribunal de Dios, Mat. 8: 29; 1 Coro 6: 3; II Pedo 2: 4; Judas 6.
Satanás y sus demonios encontrarán su condenación final en el día del juicio.
También es perfectamente claro que cada individuo de la raza humana tendrá que
aparecer delante del trono del juicio, Ecl. 12:14; Sal. 50:4-6; Mat. 12:36, 37;
25: 32; Rom. 14:10; II Cor. 5:10; Apoc. 20:12.
Estos pasajes ciertamente no dejan lugar para el concepto de los
pelagianos ni de los que van en pos de ellos, de que el juicio final estará
limitado a aquellos que han gozado de los privilegios del evangelio. Ni
favorecen tampoco la idea de aquellos sectarios que sostienen que los justos no
serán mi Palabra y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna y no vendrá a
juicio sino que ha no viene a juicio condenatorio.
No obstante, a veces se objeta que los pecados de los creyentes,
que ya están perdonados, ciertamente no se harán públicos en ese tiempo; pero
la Escritura nos conduce a esperar que sí serán publicados,' aunque, de
consiguiente, serán revelados como pecados perdonados. Los hombres serán
juzgados por toda palabra ociosa, Mat. 12:36, y por toda cosa secreta, Rom.
2:16; 1 Cor. 4: 5, y no hay indicación alguna de que esto se limite a los
impíos.
Además se ve con perfecta evidencia en pasajes como Mat. 13:30,
40-43, 49; 25: 14-23, 34-40, 46, que los justos aparecerán delante del trono de
juicio de Cristo. Es más difícil determinar, si los ángeles buenos estarán
sujetos al juicio final en algún sentido de la palabra. El Dr. Bavinck se
inclina a inferir de 1 Cor. 6:3 que sí lo serán; pero este pasaje no prueba el
punto. Lo haría si la palabra aggelous estuviera precedida por Y esto, tanto
más cuanto que los ángeles se representan con claridad nada más como ministros
de Cristo en relación con la jornada del juicio, Mat. 13:30, 41; 25:31; II Tes.
1:7,8.
EL TIEMPO DEL JUICIO
Aunque el tiempo del juicio futuro no puede determinarse en
absoluto, puede fijarse relativamente, es decir, en relación con otros eventos
escatológicos. Será con toda claridad al final del mundo actual, porque se
pasará juicio sobre la vida completa de cada individuo, Mat. 13:40-43; II Ped.
3:7. Además, será uno de los concomitantes de la venida (parusía) de
Jesucristo, Mat. 25:19-46; II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:9, 10, Y seguirá
inmediatamente después de la resurrección de los muertos, Dan. 12:2; Juan 5:28,
29; Apoc. 20:12, 13.
El problema de si precederá inmediatamente, o coincidirá con, o
seguirá inmediatamente a los cielos y a la tierra nueva no puede situarse
conclusivamente sobre base escritural, Apoc. 20:11 parecería indicar que la
transformación del universo tendrá lugar cuando el juicio comience; II Ped 3:7,
que los dos sincronizarán; y Apoc. 21:1 que la renovación de los cielos y de la
tierra seguirá al juicio. Podemos hablar de ellos nada más en un sentido
general como concomitantes. Es igualmente imposible determinar la duración
exacta! Del inferir de estos pasajes, y otros similares, que se trata de un día
de 24 horas exactas, puesto en la Biblia en más de un sentido indefinido.
Sin embargo, por otra parte, la interpretación de algunos de los
premilenaristas, de que se trata de una designación de todo un período
milenario completo, no puede considerarse como plausible. Cuando la palabra día
se usa para denotar un período, se trata de uno, que, como un todo, queda
definido mediante algunas características especiales, generalmente
caracterizado completamente por la tribulación, y "el día de
salvación" es el período que se distingue por completo, debido a la
sobresaliente oferta del favor o la gracia de Dios.
Y ciertamente no puede decirse que el período milenario de los
premilenaristas, aunque comience y termine con juicio, sea por completo un
período de juicio. Es más bien un período de gozo, de justicia' y de paz. La
característica sobresaliente de él no es, ciertamente, el juicio.
LA MEDIDA DEL JUICIO
Evidentemente la medida mediante la cual los santos y los
pecadores serán juzgados, será la voluntad revelada de Dios. Esta, no será la
misma para todos. Algunos han sido más privilegiados que otros, y esto,
naturalmente, aumenta su responsabilidad, Mat. 11:21-24; Rom. 2:12-16. Esto no
quiere decir que habrá condiciones diferentes de salvación para clases
diferentes de pueblo.
Para todos aquellos que aparezcan en juicio la entrada al cielo
o la exclusión de él dependerán de que estén vestidos con la justicia de
Jesucristo. Pero habrá diferentes grados de bendición en el cielo, como de
castigo en el infierno. Y estos grados serán determinados por lo que se hizo en
la carne, Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20: 47; Dan. 12:3; II Cor 9:6.
Los gentiles serán juzgados por la ley de la naturaleza,
inscrita en sus corazones; los israelitas de la antigua dispensación, por la
revelación del Antiguo Testamento, y nada más por ella; y aquellos que han
disfrutado de la luz del Evangelio además de la luz de la naturaleza y la
revelación del Antiguo Testamento, serán juzgados de acuerdo con la mayor luz
que recibieron. Dios dará a cada hombre su merecido.
LAS DIFERENTES PARTES DEL JUICIO
Debemos distinguir aquí:
1. LA COGNITIO CAUSAE:
Dios tomará conocimiento del estado de los sucesos de toda la
vida pasada del hombre, incluyendo hasta los pensamientos y las intenciones
secretas del corazón. Esto está explicado simbólicamente en la Biblia como la
apertura de los libros, Dan. 7:10; Apoc. 20: 2. Los píos de los días de
Malaquías hablaron de un Libro de Memorias escrito delante de Dios, Mal. 3:16.
Se trata de una descripción figurada que se añade para completar la idea del
juicio.
Generalmente, un juez tiene el libro de la: ley y el informe de
aquellos que se presentan delante de él. Con toda probabilidad, la figura en
este caso se refiere simplemente a la omnisciencia de Dios.
Algunos hablan del Libro de la Palabra de Dios como del libro
del estatuto, y del libro de memorias como del libro de la predestinación; el
informe privado de Dios. Pero es muy dudoso que podamos particularizar de esa
manera.
2. LA SENTENTIAE PROMULGATIO:
Habrá una promulgación de la sentencia. El día: del juicio es el
día de la ira, y de la revelación del justo juicio de Dios, Rom. 2:5. Todo
tiene que ser revelado delante del tribunal del juez supremo, II Cor. 5:10.
El sentido de justicia lo demanda. La sentencia pronunciada
sobre cada persona no será secreta, no será conocida por esa persona nada más,
sino será públicamente proclamada, de manera que, a lo menos, aquellos a
quienes les interesa lo sepan. De esta manera la justicia y la gracia de Dios
brillarán en todo su esplendor.
3. LA SENTENTIAE EXECUTIO:
La sentencia de los justos traerá bendiciones eternas, y la de
los malvados miseria eterna. El juez dividirá a la humanidad en dos partes, tal
como el pastor separa las ovejas de las cabras, Mat. 25:32 y siguientes.
En vista de lo que se dirá acerca del estado final, en el
capítulo siguiente, nada tenemos ya que añadir aquí.
EL ESTADO FINAL
El juicio final determina, y por lo tanto, conduce naturalmente,
al estado final de aquellos que aparecen delante del trono del juicio. Su
estado final le será de miseria eterna o de bienaventuranza eterna.
EL ESTADO FINAL DE LOS MALVADOS.
Hay especialmente tres puntos que merecen consideración
aquí.
EL LUGAR AL QUE SERÁN CONSIGNADOS LOS MALVADOS
Evidentemente, hay en la teología actual una tendencia, entre
algunos círculos, a desterrar la idea del castigo eterno. Los
aniquilacionistas, que todavía están representados en sectas como la de los
adventistas y los del amanecer milenario, y los abogados de la inmortalidad
condicional, niegan la existencia continuada de los impíos, y por lo tanto
consideran innecesario un lugar para el castigo eterno.
En la teología amplitudista moderna la palabra puramente
subjetiva, en lo que los hombres pueden encontrarse aun cuando todavía estén
sobre la tierra, y que se hará permanente en el futuro. Pero estas
interpretación es, en verdad, no hacen justicia el los datos de la Biblia. No
hay lugar para la duda razonable respecto al hecho de que la Biblia enseña la existencia
continuada de los impíos, Mal. 24:5; 25:30, 46; Luc. 16:19-31.
Además, ciertamente, usa siempre términos locales. Llama al
lugar del tormento gehenna, un nombre derivado del hebreo ge (tierra, o valle)
y hinnom o beney hinnom, es decir, Hinnom o hijos de Hinnom. Este nombre fue
aplicado originalmente a un valle situado al suroeste de Jerusalén. Era el
lugar a donde los impíos idólatras sacrificaban sus hijos a Moloc haciéndolos
pasar por fuego.
De aquí que fue considerado inmundo y en días posteriores se
tophet (escupitajo), como una región abiertamente despreciable. Los fuegos
estaban ardiendo constantemente allí para consumir los desperdicios de
Jerusalén.
Como resultado se convirtió en símbolo del lugar del castigo
eterno. Mal. 18:9 habla de ten geennan tou puros, el lugar del fuego, y esta
fuerte expresión se usaba como sinónimo con to pour to aionion, el fuego
eterno, del versículo anterior.
Apoc. 20:14, 15, los cual usan también. Del hecho de que los
términos precedentes son todas designaciones locales, podemos inferir que el
infierno es un lugar. Además, las expresiones locales se usan, generalmente, en
relación con él. La Biblia habla de aquellos que serán excluidos del cielo, la
descripción en Lucas 16:19-31 es del todo local.
EL ESTADO EN EL QUE CONTINUARAN SU EXISTENCIA
Es imposible determinar, con toda precisión, lo que constituirá
el castigo venidero de los impíos, y conviene que hablemos con cautela acerca
del asunto.
1. Positivamente, puede decirse que consistirá en una ausencia
total del favor de Dios
2. Una interminable inquietud de vida como resultando del completo
dominio del pecado.
3. Penas y sufrimientos verdaderos en cuerpo y alma;
4. Castigos subjetivos como tormentos de conciencia, angustia,
desesperación, lloro y crujir de dientes, Mat. 8:12, 13:50; Marc. 9:43, 44, 47,
48; Luc. 16:23, 28; Apoc. 14:10; 21: 8.
Evidentemente habrá grados para el castigo de los impíos. Esto
se deduce de pasajes como Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20:17.
Su castigo será conmensurable con sus pecados en contra de la
luz que recibieron. Pero habrá, a pesar de todo, castigo eterno para todos
ellos. Esto está afirmado con claridad en la Biblia, Mat. 18:8; II Tes. 1:9;
Apoc. 14:11; 20:10. Algunos niegan que haya un fuego literal, debido a que esto
no pudiera afectar a espíritus como a Satanás y a sus demonios. ¿Pero cómo
podemos saber esto?
Nuestros cuerpos ciertamente operan sobre nuestras almas en una
forma bastante misteriosa. Habrá algún castigo positivo correspondiente a
nuestros cuerpos. Sin duda es verdad, a pesar de todo, que una gran parte del
lenguaje concerniente al cielo y al infierno debe entenderse en forma figurada.
LA DURACIÓN DE SU CASTIGO
El problema de la eternidad del castigo futuro merece, sin
embargo, consideración más especial, debido a que, frecuentemente, se le niega.
Se dice que las palabras usadas en la período de tiempo. Pues bien, no puede
dudarse que así se usan en algunos pasajes, pero esto no prueba que siempre
tengan un significado limitado.
No es el sentido literal de estos vocablos. En donde quiera! que
se usen de esa manera, se usan figuradamente, y en tales casos su uso figurado
se deduce, generalmente, de su conexión. Además, hay razones positivas para
pensar que estas palabras no tienen el significado limitado en los pasajes a
que nos estamos refiriendo.
1. En Mat. 25:46 la misma palabra describe la duración de ambos,
la bendición de los santos y el castigo de los impíos. Si la última no es,
hablando con propiedad, interminable, tampoco puede serlo la primera:; y sin
embargo muchos de los que dudan del castigo eterno, no dudan de la
bienaventuranza eterna.
2. Se usan otras expresiones que no pueden dejarse de lado por la
consideración Marc. 9: 48. Además, el golfo que separará a los santos y a los
pecadores en el futuro se dice que es fijo e impasible, Luc. 16: 26.
EL ESTADO FINAL DE LOS JUSTOS
LA NUEVA CREACIÓN
El estado final de los creyentes será precedido por el paso del
mundo actual y la aparición la remoción de las cosas movibles, como cosas
hechas, para que queden las inconmovibles creación nueva en una visión, Apoc.
21:1. Sólo después de que la nueva creación haya sido establecida, será que la
nueva Jerusalén descenderá del cielo de Dios, que el tabernáculo de Dios
acampará entre los hombres, y que los justos entrarán a su gozo eterno.
Se presenta con frecuencia el problema, de si esto será del todo
una nueva creación, o una renovación de la presente. Los teólogos luteranos
están fuerte mente inclinados a favorecer la primera posición con apelación a
II Ped. 3:7-13; Apoc. 20:11; y 21:1; en tanto que los teólogos Reformados
prefieren la última: idea, y encuentran apoyo para ella en Sal. 102: 26, 27
Heb. 1: 10-12; y Heb. 12:26-28.
LA MORADA ETERNA DE LOS JUSTOS
Muchos conciben también al cielo como una condición subjetiva,
la cual los hombres gozan en el presente, y que, en el camino de la justicia,
naturalmente, se convertirán en permanente en el futuro. Pero aquí, también,
debe decirse que la Escritura presenta con claridad al cielo como un lugar.
Cristo ascendió al cielo, lo que sólo puede significar que fue de un lugar para
otro. Se le escribe como la casa de nuestro Padre con muchas mansiones, Juan
14: 1, y esa descripción difícilmente se acomodaría con una mera: condición.
Además, se dice que los creyentes están dentro, en tanto que los
incrédulos están fuera, Mat. 22:12, 13; 25:10-12. La Escritura nos da la razón
para creer que los justos no solamente heredarán el cielo, sino toda la nueva
creación, Mat. 5:5; Apoc. 21:1-3.
LA NATURALEZA DE SU RECOMPENSA
La recompensa de los justos se describe como vida eterna, es
decir, no nada más una vida sin fin, sino vida en toda su plenitud, sin ninguna
de las imperfecciones y perturbaciones de la presente, Mat. 25:46; Rom. 2:7. La
plenitud de esta vida se goza en comunión con Dios, lo que es realmente la
esencia de la vida eterna, Apoc. 21:3. Verán a Dios en Jesucristo cara a cara,
encontrarán plena satisfacción en El, se regocijarán en El, y lo glorificarán.
A pesar de todo, no debiéramos pensar en los goces del cielo como
exclusivamente espirituales.
Habrá algo que corresponda al cuerpo. En un plano muy elevado
habrá intercambio y reconocimiento social. También es evidente, según la
Escritura, que habrá grados de bendición en el cielo, Dan. 12:3; II Cor. 9:6.
Nuestras buenas obras serán la medida de nuestra recompensa de gracia, aunque
no la merezcan. Sin embargo, y a pesar de todo esto, el gozo de cada individuo
será perfecto y pleno.
LA CREACIÓN FISICA SERÁ RENOVADA Y
SEGUIREMOS EXISTIENDO Y ACTUANDO EN ELLA.
Además de un cielo renovado, Dios hará una «nueva tierra» (2ª P 3: 13;
Ap 21: 1). Varios pasajes indican que la creación física será renovada de una
forma significativa. «La creación aguarda con ansiedad la revelación de los
hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su
propia voluntad, sino por la del que así los dispuso.
Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser
liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa
libertad de los hijos de Dios» (Ro 8: 19-21).
Pero ¿será la tierra solo renovada, o será completamente destruida y
reemplazada por otra tierra nueva creada por Dios? Algunos pasajes parecen
hablar de una creación enteramente nueva: El autor de Hebreos (citando el Salmo
102) nos dice de los cielos y la tierra: «Ellos perecerán, pero tú permaneces
para siempre. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Los doblarás como un
manto, y los cambiarán como ropa que se muda» (Heb 1: 11-12). Después nos dice
que Dios ha prometido:
«Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el
cielo», una sacudida tan severa como para implicar «la remoción de las cosas
visibles para que no puedan ser removidas» (Heb 12: 26-27). Pedro dice: «Pero
el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán
con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la
tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada» (2 P 3: 10).
Una descripción similar se encuentra en Apocalipsis, donde Juan dice: «y
vi un gran trono blanco... de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y
ningún lugar se encontró para ellos» (Ap 20: 11). Por otro lado, Juan dice:
«Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la
primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar» (Ap 21: 1).
Dentro del mundo protestante, ha habido desacuerdo sobre si la tierra
será destruida completamente y reemplazada, o solo cambiada y renovada. Berkhof
dice que eruditos luteranos han hecho énfasis sobre el hecho que será una
creación enteramente nueva, mientras eruditos reformados han tendido a
enfatizar aquellos versículos que dicen simplemente que la presente creación
será renovada.
La posición reformada parece preferible aquí, pues es dificil pensar que
Dios aniquilaría completamente su creación original, dándole así aparentemente
al diablo la última palabra y convirtiendo en chatarra la creación que
originalmente era (muy buena) (Gen 1: 31).
Los pasajes anteriores que hablan de sacudir y remover la tierra y la
primera tierra que deja de existir puede que se refiera a su existencia en la
forma presente, no propiamente a su existencia en sí misma, y aun 2ª P 3: 10,
que habla de los elementos que se disuelven y de la tierra y lo que hay en ella
que se quema, puede que no se refiera a la tierra como un planeta sino más bien
a las cosas de la superficie de la tierra, ( esto es, a gran parte del terreno
y las cosas sobre el terreno).
NUESTROS CUERPOS
RESUCITADOS SERAN PARTE DE LA CREACIÓN RENOVADA.
En los nuevos cielos y la nueva tierra habrá actividades y un lugar para
nuestros cuerpos resucitados, que nunca envejecerán ni se debilitarán o
enfermaran. Una solida consideración a favor de este punto de vista es el hecho
que Dios hizo (muy bueno) (Gen 1: 31) la creación física original. Por
consiguiente no hay nada intrínsecamente pecador o malo o (no espiritual) en el
mundo físico que hizo Dios o en las criaturas que puso en él, o en los cuerpos
físicos que nos dio en la creación.
Aunque el pecado ha desfigurado y distorsionado todas estas cosas, Dios
no destruirá completamente el mundo físico (lo que sería un reconocimiento de
que el pecado ha frustrado y derrotado los propósitos de Dios), sino más
perfeccionara el mundo entero y lo pondrá en armonía con los propósitos para
los cuales originalmente lo creó.
Por lo tanto podemos esperar que allí, en los nuevos cielos y la nueva
tierra exista un mundo completamente perfecto, que sea otra vez (muy bueno). Y
podemos esperar que tengamos cuerpos físicos que de nuevo serán (muy buenos) a
la vista de Dios, y que funcionaran para que se cumplan los propósitos para los
cuales El coloco al hombre sobre la tierra.
Cuando el autor de hebreos dice que (todavía) no vemos que todo este
sujeto al hombre (Heb 2: 8), implica que todas las cosas estarán un día sujetas
a nosotros bajo el reinado del hombre Cristo Jesús (note v 9) (Sin embargo,
vemos a Jesús coronado de gloria y honra). Esto implicará le plan original de
Dios de que todo en el mundo este sujeto a los seres humanos que Él ha hecho.
En este sentido, entonces, nosotros (heredaremos la tierra) (Mt 5: 5) y
reinaremos sobre ella como Dios originalmente quiso.
Por esa razón, no debe asaltarnos la sorpresa al encontrar que algunas
de las descripciones de la vida en el cielo incluyan aspectos que son parte en
gran medida de la creación física o material que Dios ha hecho. Comeremos y
beberemos en la (cena de las bodas del cordero) (Ap 22: 1). El árbol de la vida
producirá (doce cosechas al año).
No hay un motivo solido para decir que estas expresiones son los
banquetes meramente simbólicas, sin ninguna referencia literal, ¿Son los
banquetes simbólicos y los vinos simbólicos y los arboles simbólicos de algún
modo superiores a los banquetes reales y al vino real y a los ríos reales y a
los arboles reales del plan eterno d Dios? Estas cosas son solo algunos de los
aspectos excelentes de la perfección y última bondad de la creación física que
Dios ha hecho.
Por supuesto, hay descripciones simbólicas en el libro de Apocalipsis, y
es inevitable que en algunos puntos no Seamos capaces de decidir si algo debe
ser tomado simbólicamente o literalmente. Pero no parece dificil pensar que la
descripción de la ciudad celestial con puertas y muros y cimientos es una
descripción de algo que es literal y real, «la ciudad santa, Jerusalén, que
bajaba del cielo, procedente de Dios. Resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo
era como el de una piedra preciosa» (Ap 21: 10-11).
«La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal
transparente los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus
puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a
ella todas las riquezas y el honor de las naciones» (Ap 21: 21-26).
Mientras que posiblemente alberguemos cierta incertidumbre sobre la
comprensión de ciertos detalles, no parece inconsistente con esta descripción
decir que comeremos y beberemos en los nuevos cielos y la nueva tierra, y que
llevaremos a cabo también otras actividades. La música es ciertamente algo que
resalta en las descripciones del cielo en Apocalipsis, y podemos imaginar que
se realizarán actividades tanto musicales como artísticas para la gloria de
Dios.
Quizás la gente trabajará en toda una variedad de investigaciones y
desarrollo de la creación por medios tecnológicos, de invención y creativos,
mostrando así toda la dimensión de su excelente creación a la imagen de Dios.
Por otro lado, como Dios es infinito y su «grandeza es insondable (Sal
145: 3), y como somos criaturas finitas que nunca igualaremos el conocimiento
de Dios o seremos omniscientes,' podemos esperar que por toda la eternidad
podremos seguir aprendiendo más sobre Dios y sobre su relación con la creación.
De esta manera continuaremos el proceso de aprendizaje que se inició en esta
vida, en la que vivir «de manera digna del Señor» conlleva «crecer en el
conocimiento de Dios» continuamente (Col 1: 10).
LA NUEVA CREACIÓN NO SERÁ (ATEMPORAL»
SINO INCLUIRÁ UNA SUCESIÓN INFINITA DE MOMENTOS.
Aunque un popular himno habla del momento «cuando suene la trompeta del
Señor y se termine el tiempo», la Escritura no sostiene esa idea. Ciertamente,
en la ciudad celestial que recibe su luz de la gloria de Dios (Ap 21:23) nunca
habrá oscuridad ni noche: «Pues allí no habrá noche» (Ap 21:25). Pero esto no
significa que el cielo será un lugar donde se desconozca el tiempo, o donde no
se pueda hacer una cosa después de otra.
De hecho, todas las descripciones del culto celestial en el libro de
Apocalipsis incluyen palabras que se pronuncian una tras otra en oraciones
coherentes, y acciones (tales como caer delante del trono de Dios y lanzar
coronas ante su trono) que implican una secuencia de eventos.
Cuando leemos que «los reyes de la tierra llevarán a ella todas las
riquezas y el honor de las naciones» (Ap 21:24-26), vemos otra actividad que
implica una secuencia de eventos, uno que ocurre tras el atto. Y ciertamente
tiene claras implicaciones el hecho que el árbol de la vida produzca doce
cosechas al año, «una por mes» (Ap 22: 2). (Sobre Ap 10: 6 vea el capítulo 11)
Como somos criaturas finitas, también podemos esperar que siempre
vivamos en una sucesión de momentos. Justo como nunca alcanzamos la
omnisciencia u omnipresencia de Dios, nunca alcanzaremos la eternidad de Dios
en el sentido de ver todo el tiempo con la misma lucidez y no vivir en una
sucesión de momentos o estar limitados por el tiempo. Como criaturas finitas,
más bien viviremos en una sucesión de momentos que nunca tendrá fin.
LA DOCTRINA DE LA NUEVA CREACIÓN PROVEE UNA GRAN
MOTIVACIÓN PARA ACUMULAR TESOROS EN EL CIELO EN LUGAR DE EN LA TIERRA
Cuando consideramos el hecho de que esta creación presente es temporal y
que nuestra vida en la nueva creación durará una eternidad, tenemos una fuerte motivación
para una vida piadosa y para vivir de tal manera que acumulemos tesoros en el
cielo. Al reflexionar sobre el hecho de que el cielo y la tierra serán
destruidos, Pedro dice lo siguiente:
Ya Que Todo Será Destruido De Esa Manera, ¿No Deberían Vivir Ustedes
Como Dios Manda, Siguiendo Una Conducta Intachable Y Esperando Ansiosamente La
Venida Del Día De Dios? Ese Día Los Cielos Serán Destruidos Por El Fuego, Y Los
Elementos Se Derretirán Con El Calor De Las Llamas. Pero, Según Su Promesa,
Esperamos Un Cielo Nuevo Y Una Tierra Nueva, En La Que Habite La Justicia. (2ª
P 3: 11-13)
Y Jesús nos dice de manera bien explícita:
No Acumulen Para Sí Tesoros En La Tierra, Donde La Polilla Y El Óxido
Destruyen, Y Donde Los Ladrones Se Meten A Robar. Más Bien, Acumulen Para Sí
Tesoros En El Cielo, Donde Ni La Polilla Ni El Óxido Carcomen, Ni Los Ladrones
Se Meten A Robar. Porque Donde Esté Tu Tesoro, Allí Estará También Tu Corazón.
(Mt 6: 19-21)'
C. LA NUEVA CREACIÓN SERÁ UN
SITIO DE GRAN BELLEZA Y ABUNDANCIA Y GOZO EN LA PRESENCIA DE DIOS
En medio de todas las preguntas que naturalmente tenemos en relación con
los nuevos cielos y la nueva tierra, no podemos perder de vista el hecho que la
Escritura consistentemente describe esta nueva creación como un sitio de gran
belleza y gozo.
En la descripción del cielo de Apocalipsis 21 y 22, este tema se
confirma una y otra vez. Se trata de una «ciudad santa» (21: 2), un lugar
preparado «como una novia hermosamente vestida para su prometido» (21: 2). En
ese lugar «no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor» (21: 4). Allí
podemos «beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida» (21: 6). Es una
ciudad que «resplandecía con la gloria de Dios, y su brillo era como el de una
piedra preciosa, semejante a una piedra de jaspe transparente» (21: 11).
Es una ciudad de dimensiones enormes, ya sea que las medidas se
entiendan como literales o simbólicas. «Tenía dos mil doscientos kilómetros» y
su «anchura y su altura eran iguales» (21: 16). Partes de la ciudad están
construidas de inmensas piedras preciosas de varios colores (21:18-21).
Estará libre de todo mal, pues «nunca entrará en ella nada impuro, ni
los idólatras ni los farsantes, sino sólo aquellos que tienen su nombre escrito
en el libro de la vida» (21: 27). En esa ciudad también detentaremos posiciones
para gobernar sobre la entera creación de Dios, pues [los siervos de Dios]
«reinarán por los siglos de los siglos.
Paro mucho más importante que la belleza física de la ciudad celestial,
más importante que el compañerismo que gozaremos eternamente junto a todo el
pueblo de Dios de todas las naciones y todos los períodos de la historia, más
importantes que estar libres del dolor y la pena y el sufrimiento físico, y más
importante que gobernar el reino de Dios-mucho más importante que todas estas
cosas será el hecho de que estaremos en la presencia de Dios y gozaremos de un
compañerismo ilimitado con él.
«¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios. Él acampará en
medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su
Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos» (21: 3-4).
En el Antiguo Testamento, cuando la gloria de Dios llenaba el templo,
los sacerdotes no podían «estar allí para ministrar» (2ª Cr 5: 14). En el Nuevo
Testamento, cuando la gloria de Dios rodeó a los pastores en el campo fuera de
Belén «la gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor» (Lc
2: 9).
Pero en la ciudad celestial seremos capaces de sobrellevar el poder y la
santidad de la presencia de la gloria de Dios. «La ciudad no necesita ni sol ni
luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su
lumbrera» (21: 23). Esto será la realización del propósito de Dios «que nos
llamó por su propia gloria y potencia» (2ª P 1: 30: entonces habitaremos
constantemente «con gran alegría ante su gloriosa presencia» Judas 1: 2 4; Ro
3: 23; 8: 18; 9: 23; 1ª Co 15: 43; 2ª Co 3: 18; 4: 17; Col 3:4: 1ª Ts 2: 12;
Heb 2: 10; 1ª P 5: 1, 4,10).
En esa ciudad viviremos en la presencia de Dios, pues «el trono de Dios
y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán» (22:3). De vez en
cuando experimentamos aquí en la tierra el gozo de la genuina adoración de
Dios, y comprendemos que nuestro máximo gozo es darle gloria a él. Pero en esa
ciudad este gozo se multiplicará muchas veces y conoceremos la consumación de
aquello para lo que nos crearon.
Nuestro mayor gozo será ver al propio Señor y estar con él para siempre.
Cuando Juan habla de las bendiciones de la ciudad celestial, la culminación de
esas bendiciones llega en la breve declaración: «Lo verán cara a cara» (22: 4).
Cuando miremos el rostro de nuestro Señor y él nos devuelva la mirada con
infinito amor, veremos en él la consumación de todo lo que sabemos bueno y
justo y deseable en el universo.
En el rostro de Dios veremos la consumación de todos los anhelos que
alguna vez hemos sentido de conocer el amor, la paz, y el gozo perfectos, y de
conocer la verdad y la justicia, la santidad y sabiduría, la bondad y el poder,
la gloria y la belleza. Cuando contemplemos el rostro de nuestro Señor,
conoceremos más plenamente que nunca antes que «me llenarás de alegría en tu
presencia)' de dicha eterna a tu derecha» (Sal 16:11).
Entonces se cumplirá el anhelo de nuestros corazones, con los cuales hemos
clamado en el pasado: «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que
persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura del Señor Y recrearme en su templo» (Sal 27: 4).
Cuando al final veamos al Señor cara a cara, nuestros corazones no
querrán nada más. «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya
nada quiero en la tierra.
Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna» (Sal 73: 25-26).
Entonces, con gozo nuestros corazones y voces se unirán con los redimidos de
todas las edades y con los poderosos ejércitos del cántico celestial entonando:
«Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el
que ha de venir» (Ap 4: 8).
“Este pequeño tomo no
se presenta como una regla autoritativa ni como un código de fe, sino como una
ayuda en casos de controversia, una confirmación en la fe y un medio para
edificación en justicia. En él los miembros más jóvenes de nuestra iglesia
tendrán un conjunto resumido de enseñanzas divinas, y por medio de pruebas
bíblicas, estarán preparados para dar razón de la esperanza que hay en ellos.
No te avergüences de tu fe; recuerda que es el antiguo
evangelio de los mártires, confesores, reformadores y santos. Sobre todo, es la
verdad de Dios, contra la que las puertas del infierno no pueden prevalecer.
Haz que tu vida adorne tu fe, haz que tu ejemplo adorne tus creencias. Sobre
todo, vive en Cristo Jesús, y permanece en él, no creyendo ninguna enseñanza
que no haya sido manifiestamente aprobada por él y sea propia del Espíritu
Santo. Aférrate a la Palabra de Dios que aquí es explicada para ti.