LA ADORACIÓN RELIGIOSA Y DEL DÍA DE REPOSO

(1)

A. La luz de la naturaleza muestra que hay un Dios, que tiene señorío y soberanía sobre todo; es justo, bueno y hace bien a todos; y que, por lo tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido con toda el alma, con todo el corazón y con todas las fuerzas: Jer. 10:7; Mr. 12:33.
B. Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni bajo ninguna representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las Sagradas Escrituras: Gn. 4:1-5; Ex. 20:4-6; Mt. 15:3, 8,9; 2 R. 16:10-18; Lv. 10:1-3; Dt. 17:3; 4:2; 12:29-32; Jos. 1:7; 23:6-8; Mt. 15:13; Col. 2:20-23; 2 Ti. 3:15-17.
(2)
A. La adoración religiosa ha de tributarse a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y a él solamente: Mt. 4:9, 10; Jun. 5:23; 2 Co. 13:14.
B. No a los ángeles, ni a los santos, ni a ninguna otra criatura: Ro. 1:25; Col. 2:18; Ap. 19:10.
C. Y desde la Caída, no sin un mediador; ni por la mediación de ningún otro, sino solamente de Cristo: Jun. 14:6; Ef. 2:18; Col. 3:17; 1 Ti. 2:5.
(3)
A. Siendo la oración, con acción de gracias, una parte de la adoración natural, la exige Dios de todos los hombres: Sal 95:1-7; 100:1-5.
B. Pero para que pueda ser aceptada, debe hacerse en el nombre del Hijo: Jun. 14:13, 14.
C. Con la ayuda del Espíritu. Ro. 8:26.
D: Conforme a su voluntad: 1 Jun. 5:14.
E. Con entendimiento, reverencia, humildad, fervor, fe, amor y perseverancia. Sal 47:7; Ec. 5:1, 2; He 12:28; Gn. 18:27; Stg. 5:16; 1:6, 7; Mr. 11:24; Mt. 6:12, 14, 15; Col. 4:2; Ef. 6:18.
F. Y cuando se ora con otros, debe hacerse en una lengua conocida: 1 Co. 14:13-19, 27,28.
(4)
A. La oración debe ser por cosas lícitas, y a favor de toda clase de personas vivas, o que vivirán más adelante: 1 Jun. 5:14; 1 Ti. 2:1,2; Jun. 17:20.
B. Pero no a favor de los muertos ni de aquellos de quienes se pueda saber que han cometido el pecado de muerte: 2 S. 12:21-23; Lc. 16:25,26; Ap. 14:13; 1 Jun. 5:16.

(5)
A. La lectura de las Escrituras: Hch. 15:21; 1 Ti. 4:13; Ap. 1:3.
B. La predicación y la audición de la Palabra de Dios: 2 Ti. 4:2; Lc. 8:18.
C. La instrucción y la amonestación los unos a los otros por medio de salmos, himnos y cantos espirituales, el cantar con gracia en el corazón al Señor: Col. 3:16; Ef. 5:19.
D. Como también la administración del bautismo4 y la Cena del Señor: Mt. 28:19, 20.
E. Son parte de la adoración religiosa a Dios que ha de realizarse en obediencia a él, con entendimiento, fe, reverencia y temor piadoso; además, la humillación solemne: 1 Co. 11:26.
F. Con ayunos, y las acciones de gracia en ocasiones especiales, han de usarse de una manera santa y piadosa: Est. 4:16; Jl. 2:12; Mt. 9:15; Hch. 13:2, 3; 1 Co. 7:5, 7. Ex. 15:1-19; Sal 107.
(6)
A. Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa están limitadas a un lugar, ni son más aceptables por el lugar en que se realizan, o hacia la dirección que se dirigen: Jun. 4:21.
B. Sino que Dios ha de ser adorado en todas partes en espíritu y en verdad: Mal. 1:11; 1 Ti. 2:8; Jun. 4:23,24.
C. Tanto en cada familia en particular: Dt. 6:6,7; Job 1:5; 1 P. 3:7.
D. diariamente: Mt. 6:11.
E. Como cada uno en secreto por sí solo: Mt. 6:6.
F. Así como de una manera más solemne en las reuniones públicas: Sal 84:1, 2, 10; Mt. 18:20; 1 Co. 3:16; 14:25; Ef. 2:21, 22.
G. Las cuales no han de descuidarse ni abandonarse voluntariamente o por negligencia, cuando Dios por su Palabra o providencia nos llama a ellas: Hch. 2:42; He 10:25.
(7)
A. Así como es la ley de la naturaleza que, en general, una proporción de tiempo, por designio de Dios, se dedique a la adoración a Dios, así en su Palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a todos los hombres en todas las épocas, Dios ha señalado particularmente un día de cada siete como día de reposo, para que sea guardado santo para él: Gn. 2:3; Ex. 20:8-11; Mr. 2:27, 28; Ap. 1:10.
B. El cual desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo fue el último día de la semana y desde la resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana, que es llamado el Día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano, siendo abolida la observancia del último día de la semana: Jun. 20:1; Hch. 2:1; 20:7; 1 Co. 16:1; Ap. 1:10; Col. 2:16, 17.
(8)
A. El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los hombres, después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado de antemano todos sus asuntos cotidianos, no solamente observan un santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos: Ex. 20:8-11; Neh. 13:15-22; Is. 58:13, 14; Ap. 1:10.
B. Acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares, sino que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado de la adoración de Dios, y a los deberes que son por necesidad y por misericordia: Mt. 12:1-13; Mr. 2:27, 28.

ADORACIÓN

¿CÓMO PUEDE LA ADORACIÓN CUMPLIR SU GRAN PROPÓSITO EN LA ERA DEL NUEVO TESTAMENTO? ¿QUÉ SIGNIFICA ADORAR (EN ESPÍRITU YEN VERDAD)?
EXPLICACIÓN Y BASE ESCRITURAL
El término adoración se aplica a veces a todo en la vida cristiana, y se dice correctamente que todo en nuestra vida debe ser un acto de adoración, y que todo lo que hace la iglesia debe considerarse adoración, porque todo lo que hacemos debe glorificar a Dios. Sin embargo, en este capítulo no utilizo esa palabra en ese amplio sentido.
Más bien uso adoración con un significado más específico para aludir a la música y las palabras que los cristianos dirigen a Dios en alabanza, junto con las actitudes entrañables que acompañan esa alabanza, especialmente cuando los cristianos se reúnen. Como los capítulos de esta parte del libro tratan de la doctrina de la iglesia, es algo apropiado concentrarse en este capítulo en las actividades de adoración de la iglesia reunida.

DEFINICIÓN Y PROPÓSITO DE LA ADORACIÓN

La adoración es la actividad de glorificar a Dios con nuestras voces y corazones en su presencia.
En esta definición notamos que adoración es un acto de glorificar a Dios. Pese a que se supone que todos los aspectos de nuestras vidas glorifiquen a Dios, esta definición especifica que la adoración es algo que hacemos especialmente cuando venimos ante la presencia de Dios, cuando estamos conscientes de que lo adoramos en nuestros corazones, y cuando lo alabamos con nuestras voces y hablamos de él de manera que otros puedan oír. Pablo alienta a los cristianos en Calosas: «Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón» (Col 3: 16).
De hecho, la razón primaria de que Dios nos haya llamado dentro de la asamblea de la iglesia es que debemos adorarlo como asamblea. Edmund Clowney dice atinadamente:
Dios Ha Demandado De Faraón: «¡Deja Ir A Mi Pueblo Para Que Me Rinda Culto En El Desierto» (Éx 7: 16) Dios Los Saca Para Poder Hacerlos Entrar En Su Asamblea, La Gran Compañía De Aquellos Que Están En Su Presencia. La Asamblea De Dios En El Sinaí Es Por Lo Tanto El Objetivo Inmediato Del Éxodo. Dios Trae A Su Pueblo Ante Su Presencia Para Que Puedan Oír Su Voz Y Adorarlo.
Pero Clowney explica que la asamblea que adoraba en el Monte Sinaí no podía permanecer en sesión delante de Dios para siempre. Por lo tanto, Dios estableció otras festividades en las que el conjunto de la nación se reuniría delante de él tres veces al año. Dice él que: «Los israelitas son una nación formada para adorar, llamada a reunirse en los predios del Señor, y a alabar unida el nombre del Altísimo».
Pese a ello Clowney apunta que, en lugar que alabar a Dios en una asamblea santa y unida, el pueblo se desvió para servir a los ídolos y, en lugar de reunir al pueblo para que adorar delante de él, «Dios dispersó al pueblo en el exilio como castigo».
Pero Dios prometió que sus propósitos para su pueblo aún se cumplirían, que algún día habría una gran asamblea no solo de Israel sino de todas las naciones delante de su trono (Is 2: 2-4; 25: 6-8; 49: 22; 66: 18-21; Jer 48: 47; 49: 6, 39). Clowney apunta que el cumplimiento de esa promesa solo comenzó cuando Jesús inició la construcción de su iglesia:
Pentecostés Fue El Tiempo De Las Primicias, El Comienzo De La Gran Cosecha De La Redención.
Pedro Predicó El Cumplimiento De La Profecía De Joel. El Espíritu Se Había Derramado, La Adoración De La Nueva Era Había Llegado. La Iglesia, La Asamblea Para Adorar, Adoraba A Dios Ahora Había Comenzado La Recolección.
El Llamado Del Evangelio Es Un Llamado A Adorar, A Apartarse Del Pecado E Invocar El Nombre Del Señor. La Imagen De La Iglesia Como Una Asamblea Que Adora No Se Presenta En Ningún Lugar De Una Forma Más Poderosa Que En La Epístola A Los Hebreos (12: 18-29). En Nuestra Adoración En La Iglesia De Cristo Nos Acercamos Al Trono De Dios, El Juez De Todas Las Cosas. Entramos En La Asamblea Festiva De Los Santos Y Los Ángeles. Nos Reunimos En Espíritu Con Los Espíritus De Los Justos Hechos Perfectos.
Entramos En La Asamblea De La Gloria A Través De Cristo Nuestro Mediador, Y La Sangre De Su Muerte Expiatoria.
Adoración Colectiva Reverente, Entonces, No Es Opcional Para La Iglesia De Dios. Más Bien, Ella Constituye La Expresión Del Verdadero Ser De La Iglesia. Ella Pone De Manifiesto Sobre La Tierra La Realidad De La Asamblea Celestial.
Adorar es por lo tanto una expresión directa del máximo propósito de vivir, «glorificar a Dios y gozar de él a plenitud para siempre»: Dios habla de sus «hijos» e «hijas», como de «todo el que sea llamado por mi nombre, al que yo he creado para mi gloria, al que yo hice y formé» (Is 43: 6-7). Y Pablo también utiliza un lenguaje similar cuando dice que «a fin de que nosotros, que ya hemos puesto nuestra esperanza en Cristo, seamos para alabanza de su gloria» (Ef 1: 12).
La Escritura dice aquí y en muchos otros pasajes que Dios nos creó para glorificarlo.
Cuando reflexionamos sobre el propósito de la adoración ello nos recuerda también que Dios es digno de adoración y nosotros no. Aun hubo que decirle al apóstol Juan que no debía adorar a ninguna criatura, ni siquiera a un poderoso ángel del cielo. Cuando él se «postró» a los pies del ángel que le mostró maravillosas visiones del cielo, el ángel le dijo: «¡No, cuidado!». ¡Adora solo a Dios! (Ap 22: 8-9).
Esto es porque Dios es celoso de su propio honor y debidamente busca su propio honor. Él dice: «Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso» (Ex 2: 5) y ¡No cederé mi gloria a ningún otro! (Is 48: 11). Algo dentro de nosotros debe temblar y regocijarse por este hecho. Debemos temblar de miedo a fin de que no le robemos a Dios su gloria. Y debemos regocijamos de que sea justo que Dios busque su propio honor y sea celoso de su propio honor.
Los veinticuatro ancianos en el cielo sienten esta reverencia y gozo, pues se postran ante el trono de Dios y rinden sus coronas delante de él cantando: «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas: (Ap 4: 11).
Cuando sentimos la absoluta justicia de estar embebido de esto dentro de nosotros mismos entonces tenemos la apropiada actitud del corazón para una adoración genuina.
Porque Dios es digno de adoración y busca ser adorado, todas las cosas en nuestros servicios de adoración deben estar diseñadas y realizadas no para llamar la atención hacia nosotros mismos o damos gloria, sino para llamar la atención hacia Dios y hacer que las personas piensen sobre él. Sería apropiado que evaluemos de nuevo frecuentemente los distintos elementos de nuestros servicios dominicales la predicación, la oración pública, la dirección de la adoración, la música especial, la celebración de la Cena del Señor, y aun los anuncios y la ofrenda.
¿Le brindan realmente gloria a Dios de la manera que se realizan?" Pedro dice que los dones espirituales deben ser usados de forma tal que Dios sea «en todo alabado por medio de Jesucristo» (1ª P 4: 11).
ENSEÑANZA DE LA PALABRA DE DIOS.
Incluso antes de que las personas lleguen a ser creyentes, la Palabra de Dios al ser predicada y enseñada les provee la gracia de Dios en el sentido de que es el instrumento que Dios usa para impartirles vida espiritual y traerlos a la salvación. Pablo dice que el evangelio es «poder de Dios para la salvación» (Ro 1: 16) y que la predicación de Cristo es «el poder de Dios y la sabiduría de Dios» (1ª Co 1: 24). Dios nos hace nacer de nuevo «mediante la palabra de verdad» (Stg 1: 18), y Pedro dice: «Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece» (1ª P 1: 23).
Es la palabra de Dios escrita, la Biblia, que «pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2ª Ti 3: 15):
Todavía más, una vez que llegamos a ser creyentes, Pablo nos recuerda que es la palabra de Dios que «tiene poder para edificarlos» (Hch 20: 32). Es necesaria para la nutrición espiritual y para mantener la vida espiritual, porque no vivimos sólo de pan sino también de «toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4: 4). Moisés habla de la necesidad absoluta de la palabra escrita de Dios cuando le dice al pueblo:
«Porque no son palabras vanas para ustedes, sino que de ellas depende su vida; Es la palabra de Dios la que nos convence de pecado y nos convierte a la justicia, porque es útil «para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia» (2ª Ti 3: 16). Da dirección y guía como «lámpara» a nuestros pies y «luz» en nuestro camino (Sal 119: 105). En medio de una cultura impía las Escrituras nos dan sabiduría y dirección como «una lámpara que brilla en un lugar oscuro» (2ª P 1: 19).
Todavía más, es activa para dar sabiduría a todos, e incluso «da sabiduría al sencillo» (Sal 19: 7). Da esperanza a los que les falta, porque Pablo dice que fue escrita «para enseñamos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Ro 15: 4).
La palabra de Dios no es débil ni impotente para lograr estos objetivos, porque nos habla con el poder de Dios y realiza los propósitos de Dios. El Señor dice:
Así Como La Lluvia Y La Nieve Descienden Del Cielo, Y No Vuelven Allá Sin Regar Antes La Tierra Y Hacerla Fecundar Y Germinar Para Que Dé Semilla Al Que Siembra Y Pan Al Que Come, Así Es También La Palabra Que Sale De Mi Boca: No Volverá A Mí Vacía, Sino Que Hará Lo Que Yo Deseo Y Cumplirá Con Mis Propósitos (Is 55: 10-11).
La palabra de Dios no es débil sino que su poder divino la acompaña: «» Jer 23:29).
Es tan afilada y poderosa que es ((¿No es acaso mi palabra como fuego, y como martillo que pulveriza la roca? afirma el Señor» (Ef 6: 17), y es tan eficaz al hablar a las necesidades de la gente que el autor de Hebreos dice: «Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb 4: 12).
Tan estrechamente está ligado el crecimiento y fortaleza de la iglesia al reinado de la palabra de Dios en las vidas de las personas que más de una vez el libro de los Hechos puede describir el crecimiento de la iglesia como el crecimiento de la palabra de Dios: (y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén) (Hch 6:7); «Pero la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose» (Hch 12: 24); (La palabra del Señor se difundía por toda la región» (Hch 13: 49).
Tan importante es la Biblia como el medio primario de gracia que Dios da a su pueblo que Charles Hodge nos recuerda que a través de la historia el cristianismo verdadero ha florecido (0usto en proporción al grado en que se conoce la Biblia, y sus verdades se difunden entre el pueblo». Todavía más, él anota que no hay evidencia de salvación o santificación que se halle en donde no se conoce la Palabra de Dios. «Las naciones en donde la Biblia es desconocida están en tinieblas»?
Es apropiado que pongamos en la lista la enseñanza de la Palabra de Dios como el primero y más importante medio de gracia dentro de la iglesia. Pero debemos añadir que tal enseñanza incluye no sólo la enseñanza reconocida oficialmente por parte del clero ordenado en la iglesia, sino también toda la enseñanza que tiene lugar en estudios bíblicos, clases de Escuela Dominical, la lectura de libros cristianos bíblicos, e incluso el estudio bíblico personal.
ORACIÓN.
 Así que aquí solamente necesitamos anotar que la oración corporativa dentro de la iglesia cuando se reúne, y la oración por los miembros de la iglesia de unos por otros, son medios poderosos que el Espíritu Santo usa diariamente para dar bendición a los creyentes dentro de la iglesia.
Ciertamente debemos orar juntos tanto como individualmente, siguiendo el ejemplo de la iglesia primitiva. Cuando ellos oyeron las amenazas de los dirigentes judíos, ellos «alzaron unánimes la voz en oración a Dios» (Hch. 4: 24-30), «Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno» (Hch 4. 31 2: 42). Cuando Pedro fue encarcelado, «la iglesia oraba constante y fervientemente a Dios por él» (Hch 12: 5).
Si la oración de la iglesia no es simplemente decir de labios para afuera palabras sin intención de corazón, sino que es expresión genuina de nuestros corazones y reflejo de fe sincera, entonces deberíamos esperar que el Espíritu Santo dé una mayor bendición mediante ella. Ciertamente cuando se hace la oración «en el Espíritu» (Ef 6:18; Jud 20: «orando en el Espíritu Santo»), incluye comunión con el Espíritu Santo y por consiguiente un ministerio del Espíritu Santo a los que oran.
El autor de Hebreos nos recuerda que al «acercamos» a Dios en oración ante el trono de la gracia lo hacemos para «hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos» (Heb 4: 16).
Mientras más aumenta la comunión genuina de una iglesia, más debería ser la oración continua de unos por otros dentro de la iglesia, y más bendición espiritual genuina del Espíritu Santo se puede esperar que fluya mediante la iglesia.
ADORACIÓN.
La adoración genuina es adoración «en espíritu» Gn 4: 23-24; Flp 3:3), lo que probablemente quiere decir adoración que se hace en el ámbito espiritual de actividad (y no meramente la acción física externa de asistir a un culto de adoración o entonar cantos).
Cuando entramos en ese ámbito espiritual de actividad y ministramos al Señor en adoración, Dios también nos ministra. Así, por ejemplo, en la iglesia de Antioquía, fue «Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor» que «el Espíritu Santo dijo: "Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado"» (Hch 13: 2).
Esto es paralelo a la experiencia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento que conocía la presencia de Dios cuando participaban en adoración genuina:
Los trompetistas y los cantores alababan y daban gracias al Señor al son de trompetas, címbalos y otros instrumentos musicales. Y cuando tocaron y cantaron al unísono: «El Señor es bueno; su gran amor perdura para siempre», una nube cubrió el templo del Señor. Por causa de la nube, los sacerdotes no pudieron celebrar el culto, pues la gloria de! Señor había llenado e! templo (2ª Cr 5: 13-14).
Cuando el pueblo de Dios adoraba, él venía en una forma muy visible para morar en medio de ellos. Similarmente, en el Nuevo Testamento, Santiago promete: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes» (Stg 4: 8).
Es más, conforme el pueblo de Dios adoraba, él los libraba de sus enemigos (2ª Cr 20: 18-23), y en otras ocasiones les daba verdadera perspectiva espiritual de la naturaleza de los sucesos que los rodeaban (Sal 73: 17: «hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados»).
Si la adoración es genuinamente una experiencia de acercarse a Dios, venir a su presencia, y darle la alabanza que se merece, entonces ciertamente debemos contarla como el «medio de gracia» primario disponible para la iglesia. Mediante la adoración congregacional genuina Dios a menudo dará gran bendición, tanto individual como corporativamente, a su pueblo.

LOS RESULTADOS DE LA GENUINA ADORACIÓN

Cuando adoramos a Dios en el sentido descrito arriba, dándole verdaderamente gloria en nuestros corazones y con nuestras voces, varias cosas ocurren:
NOS DELEITAMOS EN DIOS.
Dios nos creó no solo para glorificarlo sino también para gozamos en él y deleitamos en su excelencia.' Probablemente experimentamos el deleite en Dios más plenamente en la adoración que en ninguna otra actividad de esta vida.
David confiesa que lo «único» que él buscará sobre todo lo demás es «habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Sal 27: 4). También dice: «Me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (Sal 16: 11). De manera similar, Asaf conoce que solo Dios llena todas sus esperanzas y todos sus deseos: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. (Sal 73: 25).
Y los hijos de Coré dicen:
¡Cuán Hermosas Son Tus Moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo Con El Alma Los Atrios Del Señor; Casi Agonizo Por Estar En Ellos. Con El Corazón, Con Todo El Cuerpo, Canto Alegre Al Dios De La Vida.
Dichoso El Que Habita En Tu Templo, Pues Siempre Te Está Alabando. Vale Más Pasar Un Día En Tus Atrios Que Mil Fuera De Ellos. (Sal 84:1-2, 4, 10)
La iglesia primitiva conoció ese gozo en la adoración, pues «no dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando la estimación general del pueblo: (Hch 2: 46). De hecho, inmediatamente después de la ascensión de Jesús al cielo, los discípulos «regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios. (Lc 24: 52-53).
Por supuesto, esa actividad de continua adoración no puede durar para siempre en esta era, porque vivir en un mundo caído requiere que dediquemos tiempo a muchas otras responsabilidades también.
Pero una alabanza continuada nos permite saborear de antemano la atmósfera del cielo, donde las cuatro criaturas vivientes «repetían sin cesar: «Santo, santo, santo, es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir» (Ap 4. 8), Y las otras criaturas celestiales y los redimidos que habían muerto se unían a esa adoración celestial y alababan al «Cordero, que ha sido sacrificado» (Ap 5. 12).
Serás En La Mano Del Señor Como Corona Esplendorosa. Serás Llamada «Mi Deleite» Porque El Señor Se Deleitará En Ti Como Un Novio Que Se Regocija Con Su Novia; Así Tu Dios Se Regocijará Por Ti. (Is 62: 3-5).
Sofonías Se Hace Eco Del Mismo Tema Cuando Dice: Porque El Señor Tu Dios Está En Medio De Ti Como Guerrero Victorioso. Se Deleitará En Ti Con Gozo, Te Renovará Con Su Amor, Se Alegrará Por Ti Con Cantos. (Sof 3: 17)
DIOS SE DELEITA EN NOSOTROS.
¿Qué hace Dios cuando lo adoramos? La asombrosa verdad de la Escritura es que mientras la creación glorifica a Dios, él también se deleita en ella. Cuando Dios hizo al principio el universo, miró a todo ello con deleite, y «consideró que era muy bueno» (Gn 1: 31). Dios se deleita especialmente en el ser humano que ha creado y redimido. Isaías le recordó al pueblo del Señor:
Esta verdad debe traernos un gran aliento, pues mientras amamos a Dios y lo adoramos nos damos cuenta que llevamos gozo y deleite a su corazón. Y el gozo más profundo es el gozo de llevarle deleite al corazón de aquel que usted ama.
NOS ACERCAMOS A DIOS: LA ASOMBROSA REALIDAD DEL CULTO DEL NUEVO PACTO.
En el viejo pacto los creyentes solo podían acercarse a Dios de una manera limitada a través de las ceremonias del templo; de hecho, la mayor parte del pueblo de Israel no podía entrar al mismo templo, sino tenía que quedarse en el patio. Aun los sacerdotes sólo podían entrar a la parte exterior del templo, el «Lugar Santo», cuando ello le era asignado. Pero a la parte interior del templo, el «Lugar Santísimo» nadie podía entrar excepto el sumo sacerdote, y solo una vez al año (Heb 9: 1-7).
Ahora, bajo el nuevo pacto, los creyentes tienen el asombroso privilegio de ser capaces de entrar directamente al Lugar Santísimo en el cielo cuando adoran. «Mediante la sangre de Jesucristo, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo» (Heb 10. 19).
Como tenemos libertad para entrar a la misma presencia de Dios, el autor de Hebreos nos alienta: «Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe» (Heb 10. 22). La adoración en la iglesia del Nuevo Testamento no es una simple práctica para alguna posterior experiencia celestial de adoración, ni fingimiento, ni prácticas superficiales. Es una adoración genuina en la presencia del mismo Dios, y cuando adoramos llegamos delante de su trono.
Esta realidad se expresa más plenamente por el autor de Hebreos en el capítulo 12, cuando le dice a los cristianos que no han llegado a un lugar como el Monte Sinaí terrenal donde el pueblo de Israel recibió los Diez Mandamientos de Dios, sino que han llegado a un sitio mucho mejor, la Jerusalén celestial:
Ustedes No Se Han Acercado A Una Montaña Que Se Pueda Tocar O Que Esté Ardiendo En Fuego; Ni A Oscuridad, Tinieblas Y Tormenta; Ni A Sonido De Trompeta, Ni A Tal Clamor De Palabras Que Quienes Lo Oyeron Suplicaron Que No Se Les Hablara Más. Por El Contrario, Ustedes, Se Han Acercado Al Monte Sión, A La Jerusalén Celestial, La Ciudad Del Dios Viviente.
Se Han Acercado A Millares Y Millares De Ángeles, A Una Asamblea Gozosa, A La Iglesia De Los Primogénitos Inscritos En El Cielo. Se Han Acercado A Dios, El Juez De Todos; A Los Espíritus De Los Justos Que Han Llegado A La Perfección; A Jesús, El Mediador De Un Nuevo Pacto; Y A La Sangre Rociada, Que Habla Con Más Fuerza Que La De Abel. (Heb 12: 18-24).
Esta es la realidad de la adoración del Nuevo Testamento; es de hecho adoración en la presencia de Dios, aunque ahora no lo vemos con nuestros ojos físicos, ni vemos a los ángeles reunirse en tomo a su trono o los espíritus de los creyentes que ya han partido y ahora adoran a Dios en su presencia.
Pero todo está ahí, y todo es real, más real y más permanente que la creación física que vemos a nuestro alrededor, que algún día será destruida en el juicio final. Y si creemos que La Escritura es verdadera, entonces también debemos creer que de hecho es verdad que nosotros mismos llegamos a ese lugar y unimos nuestras voces a las de aquellos que ya adoran en el cielo cuando quiera que vengamos ante Dios a adorarlo.
Nuestra sola respuesta adecuada es esta: «Adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente, porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Heb 12: 28-29).
DIOS SE ACERCA A NOSOTROS.
Santiago nos dice: «Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros» (Stg 4:8). Esta ha sido la norma de los tratos de Dios con su pueblo a lo largo de la Biblia, y debemos estar confiados que ello será verdadero hoy también.
En el Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Dios comenzó a alabarlo en la dedicación del templo, él descendió y se manifestó en medio de ellos:
Los Trompetistas Y Cantores Alababan Y Daban Gracias Al Señor Al Son De Trompetas, Címbalos Y Otros Instrumentos Musicales. Y Cuando Tocaron Y Cantaron Al Unísono: «El Señor Es Bueno; Su Gran Amor Perdura Para Siempre», Una Nube Cubrió El Templo Del Señor. Por Causa De La Nube, Los Sacerdotes No Pudieron Celebrar El Culto, Pues La Gloria Del Señor Había Llenado El Templo (2ª Cr 5: 13-14).
Si bien esto solo habla de un incidente específico, no parece equivocado suponer que Dios dará a conocer su presencia entre su pueblo en otros momentos, cuando quiera que le agrade la alabanza que ellos ofrecen (aunque no venga en forma de una nube visible). David dice: «Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel!» (Sal 22:3).
Dios nos ministra. Aunque el propósito primario de la adoración es glorificar a Dios, las Escrituras enseñan que en la adoración también nos ocurre algo: nosotros mismos somos construidos o edificados. Por supuesto, hasta cierto punto eso sucede cuando escuchamos las enseñanzas que la Biblia ofrece o las palabras de aliento que otros nos dirigen-Pablo dice: «Todo esto debe hacerse para la edificación» (1ª Co 14: 26), y dice que debemos animamos «unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales» (Ef. 5: 19; Heb 10: 24-25).
Pero además de la edificación que viene del crecimiento de la comprensión de la Biblia y de escuchar las palabras de aliento de otros, hay otro tipo de edificación que tiene lugar en la adoración: Cuando adoramos a Dios, él se encuentra con nosotros y nos ministra directamente, fortaleciendo nuestra fe, intensificando nuestra conciencia de su presencia, y concediendo refrigerio a nuestros espíritus.
Pedro dice que mientras los cristianos vienen continuamente a Cristo (en adoración, oración y fe), son «edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo: (1ª P 2. 5).
Cuando venimos a adorar llegamos a la presencia de Dios de una manera especial, y debemos esperar que él nos encontrará allí y nos ministrará: «Así que acerquémonos al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos» (Heb 4:16): Durante la adoración genuina a menudo experimentaremos una intensificación de la obra santificadora del Espíritu Santo, que obra continuamente transformándonos a semejanza de Cristo «con más y más gloria» (2ª Co 3: 18).
LOS ENEMIGOS DEL SEÑOR HUYEN.
Cuando el pueblo de Israel comenzó a adorar, a veces Dios lucharía por ellos contra sus enemigos. Por ejemplo, cuando vinieron contra Judá los moabitas, los edomitas y los sirios, el rey Josafat mandó al coro que alababa a Dios delante del ejército.
Josafat Designó A Los Que Irían Al Frente Del Ejército Para Cantar Al Señor Y Alabar El Esplendor De Su Santidad. Tan Pronto Como Empezaron A Entonar Este Cántico De Alabanza, El SEÑOR Puso Emboscadas Contra Los Amonitas, Los Moabitas Y Los Del Monte Del Seir Que Habían Venido Contra Judá, Y Los Derrotó. (2ª Cr 20: 21-22).
De manera similar, cuando el pueblo de Dios lo adora hoy en día, debemos esperar que el Señor combatirá las fuerzas demoníacas que se oponen al evangelio y las haga huir.
LOS NO CREYENTES SABEN QUE ESTÁN EN LA PRESENCIA DE DIOS.
Aunque la Escritura no hace énfasis en la evangelización como el objetivo primario cuando la iglesia se reúne a adorar, Pablo dice a los corintios que piensen en los no creyentes y los de afuera que vienen a sus servicios, para estar seguros que los cristianos hablan de manera comprensible (1ª Co 14: 23).
También les dice que si el don de profecía funciona adecuadamente, de vez en cuando los secretos del corazón del incrédulo se manifestarán, y este caerá sobre su rostro y «adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros (1ª Co 4: 25; Hch 2: 11). Pero no se ve la evangelización como el propósito primario cuando la iglesia se reúne para adorar, y por lo tanto no sería correcto tener diseñada la única reunión semanal de creyentes con un propósito fundamentalmente evangelístico.
La preocupación de Pablo es más bien que los visitantes comprendan lo que sucede (y no piensen que los cristianos están «locos», 1ª Co 14: 23), y que reconozcan que «verdaderamente Dios está entre vosotros» (1ª Co 14: 25).

EL VALOR ETERNO DE LA ADORACIÓN

Como la adoración glorifica a Dios y cumple el propósito para el cual Dios nos creó, es una actividad de gran valor y eterno significado. Cuando Pablo advierte a los efesios a no desperdiciar su tiempo sino a emplearlo bien, lo pone en el contexto del vivir como los que son sabios: «Así que tengan cuidado de su manera de vivir.
No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos» (Ef 5:15-16).
Entonces Pablo explica qué es ser sabio y aprovechar el tiempo:
Por Lo Tanto, No Sean Insensatos, Sino Entiendan Cuál Es La Voluntad Del Señor. No Se Emborrachen Con Vino, Que Lleva Al Desenfreno. Al Contrario, Sean Llenos Del Espíritu. Anímense Unos A Otros Con Salmos, Himnos Y Canciones Espirituales. Canten Y Alaben Al Señor Con El Corazón, Dando Siempre Gracias A Dios El Padre Por Todo, En El Nombre De Nuestro Señor Jesucristo. (Ef. 5: 17-20).
En consecuencia, en el contexto de utilizar y aprovechar sabiamente el tiempo, Pablo incluye tanto cantarse unos a otros salmos espirituales como cantar al Señor con nuestros corazones.
Esto significa que ¡adorar es hacer la voluntad de Dios! La adoración es el resultado de comprender «lo que es la voluntad del Señor». Es «aprovechar al máximo el tiempo». Por otra parte, como Dios es eterno y omnisciente, la alabanza que le damos nunca se desvanecerá de su conciencia sino continuará trayendo deleite a su corazón por toda la eternidad (Judas 25): «¡Al único Dios, nuestro Salvador sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre!»).
El hecho de que adorar es una actividad de gran significación y valor eterno también se hace evidente en el hecho que es la actividad primaria llevada a cabo por aquellos que ya están en el cielo (Ap 4: 8-11; 5: 11-14).

¿CÓMO PODEMOS ACCEDER A UNA ADORACIÓN GENUINA?

En última instancia, la adoración es una actividad espiritual y debe ser facultada por el Espíritu Santo que obra en nosotros. Esto significa que debemos orar que el Espíritu Santo nos capacite para adorar correctamente.
Pero Se Acerca La Hora, Y Ha Llegado Ya, En Que Los Verdaderos Adoradores Rendirán Culto Al Padre En Espíritu Y En Verdad, Porque Así Quiere El Padre Que Sean Los Que Lo Adoren. Dios Es Espíritu, Y Quienes Lo Adoran Deben Hacerlo En Espíritu Y En Verdad. Jn 4: 23-24).
Adorar «en espíritu y en verdad» se entiende que significa no «en el Espíritu Santo», sino más bien «en el ámbito del espíritu, en el ámbito de la actividad espiritual»"
Esto significa que la verdadera adoración involucra no solo nuestros cuerpos físicos sino también nuestros espíritus, el aspecto inmaterial de nuestra existencia que actúa primariamente en el ámbito de lo invisible. María sabía que adoraba de esta manera, por lo que exclamó: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lc 1: 46-47).
Debemos darnos cuenta que Dios también busca continuamente Jn 4:23) a aquellos que lo adorarán en lo espiritual y por lo tanto a aquellos cuyo espíritu así como cuerpo y mente adoran a Dios. Tal adoración no es opcional pues aquellos que adoran a Dios «deben hacerlo en espíritu y en verdad» (v. 24). A menos que nuestros espíritus adoren a Dios no estamos adorándolo verdaderamente.
Una actitud de adoración se logra cuando comenzamos a ver a Dios como él es y entonces respondemos a su presencia. Aun en el cielo los serafines que contemplan la gloria de Dios claman: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria» (Is 6:3). Cuando los discípulos vieron a Jesús caminando sobre el agua, y entonces vieron cesar el viento cuando entró a la embarcación, «los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: "Verdaderamente eres Hijo de Dios"» (Mt 14: 33).
El autor de Hebreos sabe que cuando venimos a la presencia de Dios (Heb 12: 18-24), la respuesta adecuada es adorar «a Dios como a él le agrada, con temor reverente, porque nuestro "Dios es fuego consumidor"» (Heb 12: 28-29). Por consiguiente la genuina adoración no es algo auto-generado o que puede desarrollarse dentro de nosotros mismos. Debe ser más bien una efusión de nuestros corazones en respuesta a una toma de conciencia sobre quién es Dios.
Resulta apropiado preguntar si hay mucha adoración sentida, profunda y genuina en nuestras iglesias. En muchas iglesias evangélicas las personas no adoran a Dios de corazón hasta el último himno, después de que el sermón haya enfocado su atención en quién es Dios y comienzan a regocijarse en Dios con un corazón lleno de alabanza.
Pero entonces, en el momento en el que una adoración profunda y sincera, de repente termina el culto. ¡Debe ser solo el comienzo! Si falta una adoración genuina en nuestras iglesias, debemos preguntarnos cómo podemos llevarnos a experimentar mucho más de la profundidad y la riqueza de la adoración, la cual es la respuesta natural del corazón creyente a una percepción clara de la presencia y el carácter de Dios.
¿Habrá algo que pudiéramos hacer para que la adoración sea más eficaz? Debemos recordar que la adoración es una cuestión espiritual Jn 4: 21-24), y las soluciones fundamentales serán por lo tanto espirituales. Se necesitará mucha oración en preparación para la adoración, especialmente de parte del liderazgo, pidiendo que Dios bendiga los momentos de adoración y se nos manifieste.
También las congregaciones necesitarán instrucción sobre la naturaleza espiritual de la adoración y la interpretación del Nuevo Testamento sobre adorar en la presencia de Dios (véase Heb 12: 22-24). Además, los cristianos necesitan ser alentados a corregir cualesquiera relaciones interpersona1es rotas. Pablo dice que los hombres deben levantar las manos «con pureza de corazón, sin enojos ni contiendas» (1ª Ti 2: 8), y Jesús nos recuerda que primero debemos reconciliarnos con nuestro hermano, y entonces venir ante el altar de Dios y presentar nuestra ofrenda (Mt 5: 24).
De hecho, Juan dice que cualquiera que diga: «Yo amo a Dios» pero odia a su hermano «es un mentiroso» (1ª Jn 4: 20). Particularmente los esposos necesitan estar seguros que tratan con respeto a sus esposas, honrándolas, a fin de que nada estorbe sus oraciones (1ª P 3: 7). Y la iglesia entera es responsable de vigilar que no brote ninguna «raíz de amargura» que cause problemas, y que «por ella muchos sean contaminados» (Heb 12: 15), lo que es una indicación de que el pecado y las relaciones rotas entre unos cuantos pueden extenderse a muchos e impedir que las bendiciones de Dios lleguen a toda la congregación.
Por otra parte, si de verdad vamos a acercarnos a Dios en la adoración, debe haber un afán personal de santidad en la vida. El autor de Hebreos le recuerda a los creyentes que sigan «la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Heb 12: 14), y Jesús dice que son «los de corazón limpio» quienes «verán a Dios» (Mt 5: 8), una promesa que se cumple parcialmente en esta vida y completamente en la era por venir.
Juan dice específicamente en relación con la oración: «Si el corazón no nos condena, tenemos confianza delante de Dios» (1ª Jn 3: 21), pero este principio ciertamente se aplica también a la adoración, al atrevernos a venir ante la presencia de Dios a ofrecerle alabanza. Santiago indica similar preocupación cuando, inmediatamente después de decir: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes», añade: ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! (Stg 4: 8).
No obstante el escenario físico y la estructura de los servicios de adoración sí cuentan, pues hay indicios de que Jesús pensó que la atmósfera de la adoración era muy importante. Él «entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas».
Al explicar estas acciones, Jesús insistió en que el templo debía ser una casa de oración, pues dijo: «Escrito está: «Mi casa será llamada casa de oración»; pero ustedes la están convirtiendo en «cueva de ladrones» (Mt 21: 12-13).
También le dijo a los creyentes: (Cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en secreto) (Mat 6: 6), no solo porque en nuestros cuartos no nos verán los hombres, y no oraremos para recibir gloria de los hombres, sino también porque saber que otros nos observan en nuestras oraciones distrae con facilidad nuestra atención, de manera que entonces en parte oramos para que nos escuchen los demás o por lo menos para no ofenderlos.
Esto no significa que la adoración y la oración en grupo están prohibidas (pues ambas son muy notorias tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento), pero dice que debemos escoger un sitio para la oración y la adoración que evite lo más posible las distracciones. Esto concuerda con el hecho de que la adoración debe hacerse de forma ordenada, «pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz' (1ª Co 14: 33; v. 40).
La atmósfera y el estado de ánimo de la adoración son importantes, porque debemos servir a Dios (agradándole con temor y reverencia) (Heb 11: 28). Esto significa que es apropiado reunirse como iglesia en un sitio que contribuye a la adoración, una adoración que de ordinario es privada y libre de distracción, que da la oportunidad de centrar la atención en el Señor.
El canto es especialmente importante en la adoración tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En nuestros días ha ocurrido un cambio notable tanto en el castellano estándar que la gente habla como en las formas musicales con las que la gente está familiarizada, y las iglesias necesitan hablar y planificar abierta y honestamente a fin de encontrar una mezcla de canciones que puedan cantarse bien por toda la congregación, y con las que las personas puedan identificarse genuinamente como un vehículo para expresar su alabanza a Dios.
Canciones que se dirijan a Dios directamente en segunda persona (esto es, hablarle a Dios como tú) en lugar de hablarle como (él) serán a menudo especialmente efectivas como cánticos de adoración, aunque los Salmos demuestran que ambos tipos de canciones agradan a Dios.
Además, es importante apartar suficiente tiempo para los varios aspectos de la adoración colectiva. La oración genuina puede ciertamente tomar tiempo (véase Lc 6: 12; 22: 39-46; Hch 12: 12; 13: 2). Así mismo, una sólida enseñanza bíblica puede a menudo requerir un tiempo prolongado (Mt 15: 32; Hch 20: 7-11). Por otra parte, una adoración y alabanza genuinas y sentidas también requerirán bastante tiempo para ser efectivas.
Esto es cierto en parte porque los diferentes aspectos de un culto de adoración requieren diferentes actitudes y estados mentales. Escuchar una enseñanza bíblica requiere atención hacia el texto y el maestro. La alabanza requiere gozo y concentrarse en el Señor y su grandeza. Las oraciones en las que se hacen súplicas requieren centrarse en el sacrificio de nosotros mismos al Señor así como en ofrendarle de nuestras posesiones y encomendarle que provea para nuestras necesidades.
La Cena del Señor requiere un tiempo de reflexión, autoexamen, y quizá arrepentimiento, junto con acción de gracias. Pero podemos tener todas estas actitudes de una vez, porque somos finitos. Se requiere tiempo para lograr y sostener diferentes actitudes mentales. Por esa razón es imposible cumplir todas las tareas necesarias para una congregación reunida simplemente en una hora el domingo por la mañana, y es dañino hasta intentarlo. Aquellos que tratan de hacerlo todo en un tiempo breve lo abarrotan demasiado y no hacen nada bien.
Si las congregaciones han de lograr los varios propósitos para los cuales Dios quiere que se reúnan, y especialmente para tener momentos prolongados de adoración reverente, probablemente necesitarán encontrar soluciones creativas que les permitan reunirse durante períodos más largos de tiempo, y omitir o programar de nuevo algunas actividades que se han convertido en habituales o tradicionales los domingos por la mañana pero que en realidad no son necesarias.

EL DÍA DE REPOSO

La santidad del día de reposo fue instituida en la creación. Después de su obra creativa de seis días, Dios descansó en el séptimo día y lo sacralizó. Al sacralizarlo, Dios estaba apartando al séptimo día. Lo consagró como santo. El guardar correctamente el día de reposo fue uno de los Diez Mandamientos dados en el monte Sinaí, Es importante recordar que su institución constituía una parte integral del pacto de la creación. En el Antiguo Testamento, la violación del día de reposo representaba una ofensa capital.
La palabra traducida como el día de reposo significa "séptimo". Por eso es que algunas personas insisten en que el sábado es el único día apropiado para celebrar el día de reposo, y que es ilegítimo observarlo en domingo. Sin embargo, el cristianismo histórico siempre ha observado el día domingo como el día de reposo porque en el Nuevo Testamento es "el día del Señor", el día en que Cristo resucitó. El principio del día de reposo, uno en siete, permanece intacto. El día de reposo semanal tiene un efecto perpetuo desde la creación y fue guardado por los apóstoles.
La pregunta sobre la manera adecuada de guardar el día de reposo continúa siendo tema de debate entre los teólogos. La mayoría está de acuerdo con que el día de reposo incluye un mandato a descansar de todo lo que no sea el comercio o las tareas imprescindibles. El día de reposo es también el tiempo para la adoración comunitaria y para la dedicación especial al estudio de la Palabra de Dios. Es un momento especial para regocijarnos en la resurrección de Cristo y en la esperanza de nuestro reposo sabático en el cielo.
El desacuerdo se centra alrededor del papel de la función de recreación y las obras de misericordia. Algunos consideran a la función de recreación como una violación terrenal del día de reposo, mientras que otros insisten en que es una parte importante en el descanso y la renovación del cuerpo. La Biblia en ningún lugar explícitamente promueve o prohíbe la función de recreación en el día de reposo, aunque el significado implícito de placer en Isaías 58: 13 podría sugerir que está prohibido.
Un debate menos estridente se centra en la cuestión de las obras de misericordia. Muchos apelan al ejemplo de Jesús del ministerio especial en el día de reposo como un mandamiento implícito para los cristianos para que en el día de reposo se comprometan activamente en obras de misericordia, como el visitar a los enfermos. Otros contienden que el ejemplo de Jesús prueba que es legítimo y bueno comprometerse de esa manera, pero que lo que está permitido no necesariamente está requerido.
(Que dichas obras de misericordia no están limitadas al día de reposo es obvio).
RESUMEN
1. El día de reposo fue instituido en la creación y todavía está vigente.
2. El día de reposo significa "séptimo". Se refiere a un ciclo de un día en siete días.
3. La iglesia primitiva celebró el día de reposo en el día del Señor, trasladando el día de reposo del sábado al domingo (el primer día de la semana).
4. El día de reposo requiere el cese del trabajo regular (excepto los trabajos imprescindibles) y la asamblea de los santos en la adoración comunitaria.
5. Hay desacuerdo en cuanto a si está bien realizar la función de recreación y sobre la necesidad de obras de misericordia en el día de reposo.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN

Génesis 2:1-3, Éxodo 20:8-11, Isaías 58:13-14, Mateo 12:1-14, Hechos 20:7, 1 Corintios 16:1-2, Apocalipsis 1:10.