(1)
A.
La libertad que Cristo ha comprado para los creyentes bajo el evangelio
consiste en su libertad de la culpa del pecado, de la ira condenatoria de Dios
y de la severidad y maldición de la ley: Jun. 3:36; Ro. 8:33; Gá. 3:13.
B.
y en ser librados de este presente siglo malo de la esclavitud a Satanás y del
dominio del pecado: Gá. 1:4; Ef. 2:1-3; Col. 1:13; Hch. 26:18; Ro. 6:14-18;
8:3.
C.
Del mal de las aflicciones, del temor y aguijón de la muerte, de la victoria
sobre el sepulcro y de la condenación eterna: Ro. 8:28; 1 Co. 15:54-57; 1 Ts.
1:10; He 2:14, 15.
D.
Y también consiste en su libre acceso a Dios, y en rendirle obediencia a él, no
por un temor servil, sino por un amor filial y una mente dispuesta. Ef. 2:18;
3:12; Ro. 8:15; 1 Jun. 4:18.
E.
Todo esto era sustancialmente aplicable también a los creyentes bajo la ley:
Jun. 8:32; Sal 19:7-9; 119:14, 24, 45, 47,48, 72,97; Ro. 4:5-11; Gá. 3:9; He
11:27, 33,34.
F.
Pero bajo el Nuevo Testamento la libertad de los cristianos se ensancha mucho
más porque están libres del yugo de la ley ceremonial a que estaba sujeta la
iglesia judía, y tienen ahora mayor confianza para acercarse al Trono de
gracia, y tienen una comunicación más plena con el Espíritu libre de Dios que
ordinariamente tenían los creyentes bajo la ley: Jun. 1:17; He 1:1,2a; 7:19,
22; 8:6; 9:23; 11:40; Gá. 2:11ss.4:1-3; Col. 2:16, 17; He 10:19-21; Jun. 7:38,
39.
(2)
A.
Sólo Dios es el Señor de la conciencia: Stg. 4:12; Ro. 14:4; Gá. 5:1.
B.
Y la ha hecho libre de las doctrinas y los mandamientos de los hombres que sean
en alguna manera contrarios a su Palabra o que no estén contenidos en ésta:
Hch. 4:19; 5:29; 1 Co. 7:23; Mt. 15:9.
C.
Así que, creer tales doctrinas u obedecer tales mandamientos por causa de la
conciencia es traicionar la verdadera libertad de conciencia: Col. 2:20, 22,
23; Gá. 1:10; 2:3-5; 5:1.
D.
Y exigir una fe implícita y una obediencia ciega y absoluta es destruir la
libertad de conciencia y también la razón: Ro. 10:17; 14:23; Hch. 17:11; Jun.
4:22; 1 Co. 3:5; 2 Co. 1:24.
(3)
A.
Los que bajo el pretexto de la libertad cristiana practican cualquier pecado o
abrigan cualquier concupiscencia, al pervertir así el propósito principal de la
gracia del evangelio para su propia destrucción: Ro. 6:1,2.
B.
En consecuencia, destruyen completamente el propósito de la libertad cristiana,
que consiste en que, siendo librados de las manos de todos nuestros enemigos,
sirvamos al Señor sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los
días de nuestra vida: Lc. 1:74,75; Ro. 14:9; Gá. 5:13; 2 P. 2:18,21.
EL PERFECCIONISMO
La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto,
producido por la gracia de Dios, puede ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera
a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas
de Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de
la perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada
instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta
segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado
voluntario". Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado
accidental o un pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que
parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la
ley de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la
ley de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene
una visión inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta
posición resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de
toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta
doctrina aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha
abandonado esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos
regenerados son al mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son
considerados justos a los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia
de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en
Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de
Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de
santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en
menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente
es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana.
Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos
seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de
gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en
esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos
pueden vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la
ley de Dios y un alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida,
comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación
solo después de la muerte.
LOS CONTRA
LIBERTAD CRISTANA
En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el
canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita
condición; pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo
significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un
papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es
la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de
diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley
moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la
maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a
obedecer la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para
desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto
de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento
subrayó las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto.
Sin embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al
antinomianismo. En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la
ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la
justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo.
Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es
muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto.
Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente.
Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539.
Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de
vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula
de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana
clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la
sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido
regenerados por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la justificación
con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin intervención de
las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la fe guardando los
santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios, sino en gratitud
por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento
fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El
Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios
hacia su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto
de mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar
nuestro amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad
mis mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El
cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no
hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta
conclusión, ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de
reglas. Es una relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que
reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que
no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que
cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario,
el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está
mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los
cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la
decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la
santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa
meritoria para nuestra justificación, se espera que una persona justificada
busque ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6,
1 Juan 5: 1-3.
LOS CONTRA LA CONCIENCIA
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo
exalta la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran
los fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La
distorsión fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede
ganarse su lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen
creer que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su
interpretación más estrecha y grosera. El relato del joven rico es una
ilustración de este punto. El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer
para heredar la vida eterna. Jesús le dijo que debía "guardar los
mandamientos". El joven rico creía que los había guardado todos. Pero
entonces Jesús le reveló cuál era el "dios" que había servido antes
de servir al verdadero Dios su "dios" eran sus riquezas. "Anda,
vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo"
(Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele
ser el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral
que se ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán
cuidarse de no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad
cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros
vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no
bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos
instruirnos adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
Así podemos ser libres de muchas falacias erróneas para el creyente.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1,
Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10.