(1)
A.
La Cena del Señor Jesús fue instituida por él la misma noche que fue entregado:
1 Co. 11:23-26; Mt. 26:20-26; Mr.
14:17-22; Lc. 22:19-23.
B.
Para que se observara en sus iglesias: Hch.
2:41, 42; 20:7; 1 Co. 11:17-22, 33.
C.
Hasta el fin del mundo: Mr. 14:24, 25;
Lc. 22:17-22; 1 Co. 11:24-26.
D.
Para el recuerdo perpetuo y para la manifestación del sacrificio de sí mismo en
su muerte: 1 Co. 11:24-26; Mt. 26:27,
28; Lc. 22:19, 20.
E.
Para confirmación de la fe de los creyentes en todos los beneficios de la
misma: Ro. 4:11.
F.
Para su alimentación espiritual y crecimiento en él: Jun. 6:29, 35,47-58.
G.
Para un mayor compromiso en todas las obligaciones que le deben a él: 1 Co. 11:25.
H.
Y para ser un vínculo y una prenda de su comunión con él y entre ellos
mutuamente: 1 Co. 10:16,17.
(2)
A.
En esta ordenanza, Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace en absoluto
ningún verdadero sacrificio para la remisión del pecado ni de los vivos ni de
los muertos; sino que solamente es un memorial de aquel único ofrecimiento de
sí mismo y por sí mismo en la cruz, una sola vez para siempre. Jun. 19:30; He 9:25-28; 10:10-14; Lc.
22:19; 1 Co. 11:24, 25.
B.
Y una ofrenda espiritual de toda la alabanza posible a Dios por el mismo: Mt. 26:26, 27, 30.
C.
Así que el sacrificio papal de la misa, como ellos la llaman,
es sumamente abominable e injurioso al sacrificio mismo de Cristo, la única
propiciación por todos los pecados de los escogidos: He 13:10-16.
(3)
A.
El Señor Jesús, en esta ordenanza, ha designado a sus ministros para que oren y
bendigan los elementos del pan y del vino, y que los aparten así del uso común
para el uso sagrado; que tomen y partan el pan, y tomen la copa y (participando
también ellos mismos) den ambos a los participantes: Co. 11:23-26; Mt. 26:26-28; Mr. 14:24,25; Lc. 22:19-22.
(4)
A.
Negar la copa a los miembros de la iglesia: Mt. 26:27; Mr. 14:23; 1 Co. 11:25-28.
B.
Adorar los elementos, elevarlos o llevarlos de un lugar a otro para adorarlos y
guardarlos para cualquier pretendido uso religioso: Ex. 20:4, 5.
C.
Es contrario a la naturaleza de esta ordenanza y a que
Cristo instituyó. Mt. 15:9.
(5)
A.
Los elementos externos de esta ordenanza, debidamente separados para el uso
ordenado por Cristo, tienen tal relación con el Crucificado que en un sentido
verdadero, aunque en términos figurativos, se llaman a veces por el nombre de
las cosas que representan, a saber: el cuerpo y la sangre de Cristo: 1 Co. 11:27; Mt. 26:26-28.
B.
No obstante, en sustancia y en naturaleza, esos elementos siguen siendo
verdadera y solamente pan y vino, como eran antes: 1 Co. 11:26-28; Mt. 26:29.
(6)
A.
La doctrina que sostiene un cambio de sustancia del pan y del vino en la
sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo (llamada comúnmente
transustanciación), por la consagración de un sacerdote, o de algún otro modo,
es repugnante no sólo a las Escrituras: . Mt.
26:26-29; Lc. 24:36-43, 50, 51; Jun. 1:14; 20:26-29; Hch. 1:9-11; 3:21; 1 Co.
11:24-26; Lc. 12:1; Ap. 1:20; Gn. 17:10, 11; Ez. 37:11; Gn. 41:26, 27.
B.
Sino también al sentido común y a la razón; echa abajo la
naturaleza de la ordenanza; y ha sido y es la causa de muchísimas
supersticiones y, además, de crasas idolatrías.
(7)
A.
Los que reciben dignamente esta ordenanza: 1
Co. 11:28.
B.
participando externamente de los elementos visibles, también participan
interiormente, por la fe, de una manera real y verdadera, aunque no carnal ni
corporal, sino alimentándose espiritualmente de Cristo crucificado y recibiendo
todos los beneficios de su muerte: Jun.
6:29, 35, 47-58.
C:
El cuerpo y la sangre de Cristo no están entonces ni carnal
ni corporal sino espiritualmente presentes en esta ordenanza para la fe de los
creyentes, tanto como los elementos mismos lo están para sus sentidos
corporales: 1 Co. 10:16.
(8)
A.
Todos los ignorantes e impíos, no siendo aptos para gozar de la comunión con
Cristo son, por lo tanto, indignos de la mesa del Señor y, mientras permanezcan
como tales, no pueden, sin pecar grandemente contra él, participar de estos sagrados
misterios o ser admitidos a ellos: Mt.
7:6; Ef. 4:17-24; 5:3-9; Ex. 20:7,16; 1 Co. 5:9-13; 2 Jun. 10; Hch. 2:41,42;
20:7; 1 Co. 11:17-22, 33,34.
B.
además, quienquiera que los reciba indignamente es culpable
del cuerpo y la sangre del Señor, pues come y bebe juicio para sí: 1 Co. 11:20-22,27-34.
LA CENA DEL SEÑOR
Martín
Lutero rechazó la doctrina de la transustanciación sostenida por la Iglesia
Romana Católica, según la cual el pan y el
vino de la Eucaristía son convertidos realmente en el cuerpo y la sangre de
Cristo. Lutero no veía ninguna necesidad para esta doctrina.
La
posición de Lutero era que la presencia de Cristo no sustituía la presencia del pan y el vino sino que era agregada al pan y al vino. Lutero sostenía que el cuerpo
y la sangre de Cristo de algún modo
estaban presentes con, en, y bajo los elementos del pan y el vino. Es costumbre llamar a la
posición luterana la consustanciación porque
la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo está presente con (por
eso el uso del prefijo con) la
sustancia del pan y el vino.
Los teólogos luteranos, sin embargo, no están satisfechos con la palabra consustanciación y protestan que se
la entiende en términos muy
estrechamente asociados a la doctrina católica de la transustanciación.
Pero
resulta claro que Lutero insistió sobre la presencia sustancial y físicamente
real de Cristo en la Cena del Señor.
Repetidas
veces citó las palabras de Jesús cuando instituyó la Cena, "Este es mi
cuerpo", como prueba. Lutero no quería permitir que el verbo es fuese tomado en un sentido
figurado o representativo.
Lutero
también adoptó la doctrina de la comunicación de los atributos por la cual los
atributos divinos de la omnipresencia eran comunicados a la naturaleza humana
de Jesús, haciendo posible que su cuerpo y su sangre estuviesen presentes en
más de un lugar al mismo tiempo.
Zuinglio
y otros argumentaron que las palabras de Jesús, "Este es mi cuerpo"
realmente significaban "Esto representa
mi cuerpo". Jesús con frecuencia utilizó el verbo ser con este sentido figurado. Dijo:
"Yo soy la puerta", "Yo soy la vid verdadera", etc.
Zuinglio y otros argumentaron que el cuerpo de Cristo no está presente en su
sustancia real en la Cena del Señor.
La
cena es solo una conmemoración, y la presencia de Cristo no es distinta a su
presencia normal por medio del Espíritu Santo.
Juan
Calvino, por otro lado, cuando debatía con Roma y con Lutero, negaba la
presencia "sustancial" de Cristo en la Cena del Señor. Sin embargo,
cuando debatía con los anabaptistas, que reducían la Cena del Señor a una mera
conmemoración, insistía en la presencia "sustancial" de Cristo.
Superficialmente
parecería ser que Calvino estaba atrapado en una contradicción flagrante. Sin
embargo, si nos detenemos en los detalles, vemos que Calvino utilizó el término
sustancial de dos maneras
diferentes. Cuando se dirigía a los católicos y a los luteranos, utilizaba el
término sustancial para
significar "físico". Negaba la presencia física de Cristo en la Cena
del Señor. Cuando se dirigía a los anabaptistas, insistía en el término sustancial en el sentido de
"real".
Calvino
de ese modo estaba argumentando que Cristo estaba presente de manera verdadera y real en la Cena del Señor, aunque no en un sentido físico.
Como
Calvino rechazó la idea de la comunicación de atributos de la naturaleza divina
a la naturaleza humana, fue acusado de separar
o dividir las dos
naturalezas de Cristo y de cometer la herejía nestoriana, que había sido
condenada por el Concilio de Calcedonia en el año 451 d.C. Calvino respondió
que él no estaba separando ambas naturalezas sino que las estaba distinguiendo entre sí.
La
naturaleza de Jesús está localizada en el presente en el cielo. Permanece en
perfecta unión con su naturaleza divina.
Aunque
la naturaleza humana está contenida en un lugar, la persona de Cristo no está contenida del mismo modo porque su
naturaleza humana todavía tiene el poder de la omnipresencia.
Jesús
dijo: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo" (Mateo 28:20). A pesar de sus limitaciones, y del riesgo de ser
malentendidos, a continuación damos una ilustración de lo que estamos diciendo.
La
naturaleza humana está sometida al tiempo y el espacio. La naturaleza divina no
está sometida a nada.
Calvino
enseñó que aunque el cuerpo y la
sangre de Cristo permanecen en el cielo, espiritualmente nos son "hechos
presentes" por la naturaleza divina y omnipresente de Jesús 1. Dondequiera
que esté presente la naturaleza divina de Cristo, Él está verdaderamente
presente. Esto es consistente con la propia enseñanza de Jesús que "se
iba" pero que sin embargo nos continuaría acompañando. Cuando nos
encontramos con Él en la Cena del Señor, tenemos comunión con Él.
Al
encontrarnos en su presencia divina, somos traídos a su presencia humana
místicamente, porque su naturaleza divina nunca se separa de su naturaleza
humana. La naturaleza divina nos guía al Cristo ascendido, y en la Cena del
Señor tenemos un atisbo de lo que es el cielo.
RESUMEN
1.
Lutero enseño que el cuerpo y la sangre de Cristo eran agregados con, en, y
debajo de los elementos del pan y del vino.
2.
Zuinglio enseño que la Cena del Señor era una conmemoración.
3.
Calvino negó la presencia física de Cristo en la Cena del Señor, pero afirmó la
presencia real de Cristo.
4.
La naturaleza humana de Cristo está localizada en el cielo; su naturaleza
divina es omnipresente.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo
26:26-29, 1 Corintios 10:13-17, 1 Corintios 11:23-34.
LA TRANSUSTANCIACIÓN
No
hay un momento más solemne o sagrado en la vida de la iglesia que la
celebración de la Cena del Señor. Se la llama también la Eucaristía porque
durante esta comida tiene lugar un encuentro especial entre Jesús y su pueblo.
En ese momento Jesús está presente con nosotros de una manera singular.
La
pregunta es: ¿Cómo puede Cristo estar presente con nosotros en la Cena del
Señor? Esta pregunta ha sido motivo de controversia sin fin entre los
cristianos. No solo ha sido una cuestión de contienda entre el protestantismo y
el catolicismo romano, sino que también ha sido una arena de conflicto que los
líderes de la Reforma -Lutero, Calvino, y Zuinglio- no pudieron resolver entre
ellos.
La
Iglesia Romana Católica enseña la doctrina de la transustanciación. La transustanciación significa que
durante la misa tiene lugar un milagro por el cual la sustancia de los
elementos ordinarios del pan y del
vino se convierte en la sustancia del cuerpo y la
sangre de Cristo. Para los sentidos humanos, el pan y
el vino no exhiben ningún cambio perceptible. Pero los católicos creen que
aunque los elementos todavía se asemejan al pan y al
vino, que saben como el pan y el vino, que huelen como el pan y
el vino, etc., se convierten realmente en la carne y la sangre de Cristo.
Para
entender este milagro se requiere que conozcamos algo sobre la filosofía de
Aristóteles. Aristóteles enseñó, para expresarlo en términos sencillos, que
cada objeto (entidad) se compone de sustancia
y accidentes. La
sustancia es la esencia más
profunda, "la materia prima" de algo. Los accidentes se refieren a la apariencia exterior, externa, o superficial de un objeto. Se
refieren a las cualidades de un objeto que vemos, sentimos, olemos y
saboreamos.
Para
Aristóteles había siempre una relación inseparable entre un objeto y sus
accidentes. Un olmo, por ejemplo, tiene siempre la sustancia y los accidentes
de ser un olmo. Para que algo tuviera
la sustancia de una cosa y los accidentes de otra cosa sería necesario un
milagro.
Sustancia
= Esencia
Accidentes
= Cualidades externas perceptibles
Sustancia
Cuerpo y Sangre de Cristo
Accidentes
= Pan o y vino
Este
es el milagro de la transustanciación. Los elementos del pan y del vino se
convierten en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Mientras tanto,
los accidentes del pan y del vino permanecen. Por lo tanto, en la misa tenemos
la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo sin los accidentes del cuerpo y
la sangre, y los accidentes del pan y del vino sin la sustancia del pan y del
vino.
Antes
que el milagro tenga lugar, tenemos la sustancia y los accidentes del pan y del
vino.
Pan y
Vino = Sustancia y accidentes
El mana
de Jesús se extendiese por todo el mundo se requeriría la deificación
de la naturaleza humana. Tanto Lutero como la Iglesia Romana
Católica enseñaron que la naturaleza divina de Cristo (que
tiene los atributos de la omnipresencia) comunica este poder a
la naturaleza humana para que la naturaleza humana, aunque normalmente
localizada, pueda estar presente en más de un lugar al
mismo tiempo.
Pero
para Calvino y para otros, esta idea de la comunicación de los atributos
divinos a la naturaleza humana era considerada una violación del Concilio de
Calcedonia (451 d. C.), que había afirmado que las dos naturalezas de Cristo,
su humanidad y su divinidad, estaban unidas de manera de ser sin confusión,
sin mutación, sin división y sin separación, cada naturaleza conservando sus propios atributos. Entonces, para Calvino como para la
mayoría de los pensadores de la Reforma, la transustanciación manifestaba una
forma de herejía.
Después
que el milagro tuvo lugar, tenemos la sustancia del cuerpo y la sangre de
Cristo sin los accidentes del pan y del vino.
De
mayor importancia que la controversia que rodea la transustanciación está la
cuestión sobre la naturaleza humana de Jesús. El cuerpo y la sangre pertenecen
a la humanidad de Jesús y no a su deidad. Como la misa se celebra en distintas
partes del mundo al mismo tiempo, la cuestión es, ¿Cómo puede la naturaleza
humana de Jesús (el cuerpo y la sangre) estar en más de un lugar al mismo
tiempo? La potestad de ser omnipresente, de estar igualmente presente en todos
lados, es un atributo de la deidad, no de la humanidad. Para que fuera posible
que la naturaleza humana.
RESUMEN
1.
La transustanciación significa
que, durante la misa, el pan y el vino se transforman milagrosamente en el
cuerpo y la sangre de Cristo, mientras que se aparecen a los sentidos como pan
y vino.
2.
La sustancia se refiere a la
esencia de una cosa, mientras que los accidentes
se refieren a las cualidades externas perceptibles.
3. La
transustanciación requiere que se faculte a la naturaleza humana de Cristo con
el poder de los atributos divinos, para que su cuerpo y su sangre puedan estar
en más de un lugar al mismo tiempo.
4.
Calvino rechazó la transustanciación como una violación del Concilio de
Calcedonia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Marcos
14:22-25, 1 Corintios 11:23-26.
¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA CENA DEL
SEÑOR? ¿CÓMO DEBE SER OBSERVADA?
EXPLICACIÓN Y
BASES BÍBLICAS
El Señor Jesús instituyó dos ordenanzas (o sacramentos) que debían ser
observadas por la iglesia. El capítulo anterior discutió el bautismo, una
ordenanza que solo se observa una vez por cada persona, como una señal del
comienzo de su vida cristiana.
Este capítulo discute la Cena del Señor, una ordenanza que se debe
observar repetidamente a lo largo de nuestra vida cristiana, como una señal de
permanente compañerismo con Cristo.
TRASFONDO DE LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN
Jesús instituyó la Cena del Señor de la siguiente manera: Mientras
comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus
discípulos, diciéndoles:
Beban De Ella Todos Ustedes. Esto Es Mi Sangre Del Pacto, Que Es
Derramada Por Muchos Para El Perdón De Pecados. Les Digo Que No Beberé De Este
Fruto De La Vid Desde Ahora En Adelante, Hasta El Día En Que Beba Con Ustedes
El Vino Nuevo En El Reino De Mi Padre. (Mateo 26: 26-29)
Pablo Añade Las Siguientes Frases De La Tradición Que Él Recibió (1ª
Corintios 11: 23):
Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre; Hagan Esto, Cada Vez Que Beban
De Ella, En Memoria De Mí. (1ª Corintios 11: 25)
¿Hay antecedentes de esta ceremonia en el Antiguo Testamento? Parece que
sí los hay, porque también hubo ejemplos de comer y beber en la presencia de
Dios en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando el pueblo de Dios estaba
acampado ante el Monte Sinaí, justo después que Dios había dado los Diez
Mandamientos, Dios llamó a los líderes de Israel a subir a la montaña a
reunirse con él:
Moisés Y Aarón, Nadab Y Abiú, Y Los Setenta Ancianos De Israel Subieron
Y Vieron Al Dios De Israel Vieron A Dios, Y Siguieron Con Vida Lit. Comieron Y
Bebieron. (Éxodo 24:9-11)
Por Otra Parte, Cada Año El Pueblo De Israel Debía Diezmar (Dar Una
Décima Parte De) Todas Sus Cosechas. Entonces La Ley De Moisés Especificaba:
En La Presencia Del Señor Tu Dios Comerás La Décima Parte De Tu Trigo,
Tu Vino Y Tu Aceite, Y De Los Primogénitos De Tus Manadas Y Rebaños; Lo Harás
En El Lugar Donde Él Decida Habitar.
Así Aprenderás A Temer Siempre Al Señor Tu Dios... Y Allí, En Presencia
Del Señor Tu Dios, Tú Y Tu Familia Comerán Y Se Regocijarán. (Deuteronomio 14:
23,26)
Pero aún antes que eso, Dios había puesto a Adán y Eva en el Huerto del
Edén y les había dado toda su abundancia para comer (excepto del fruto del
árbol del conocimiento del bien y el mal). Puesto que no había pecado en esa
situación, y puesto que Dios los había creado para tener compañerismo con él y
glorificarlo, cada comida que Adán y Eva ingirieran habría sido una comida de
celebración en la presencia del Señor.
Cuando este compañerismo en la presencia de Dios fue más tarde tronchado
por el pecado, Dios permitió aún algunas comidas (tales como el diezmo de los
frutos arriba mencionado) que las personas debían ingerir en su presencia.
Estas comidas constituían una restauración parcial del compañerismo con Dios
del que Adán y Eva disfrutaban antes de la Caída, aunque ello estaba dañado por
el pecado.
Pero el compañerismo de comer en la presencia del Señor que encontramos
en la Cena del Señor es mucho mejor. Las comidas sacrificiales del Antiguo
Testamento constantemente apuntaban al hecho de que aún no se había pagado por
los pecados, porque en ellas los sacrificios se repetían año tras año, y porque
apuntaban al Mesías que habría de venir y quitaría el pecado (véase Hebreos 10:
1-4). La Cena del Señor, sin embargo, nos recuerda que ya se ha consumado el
pago de Jesús por nuestros pecados, de manera que ahora comemos en presencia
del Señor con gran regocijo.
Pero incluso la Cena del Señor apunta a una comida de más maravillosa
comunión en la presencia de Dios en el futuro, cuando se restaure el
compañerismo del Edén y allí habrá un gozo aún mayor, porque aquellos que comen
en la presencia de Dios serán pecadores perdonados, confirmados ahora en su
justicia, incapaces de pecar otra vez. Jesús alude a ese tiempo futuro de gran
regocijo y de comer en la presencia de Dios cuando dice: «Les digo que no
beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba
con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre» (Mateo 26: 29).
Se nos habla más explícitamente sobre la cena de las bodas del Cordero
en Apocalipsis: «El ángel me dijo: «Escribe: "¡Dichosos los que han sido
convidados a la cena de las bodas del Cordero!"» (Apocalipsis 19: 19).
Este será un tiempo de gran regocijo en la presencia del Señor, así como un
tiempo de temor reverente ante él.
Entonces, de Génesis a Apocalipsis, el propósito de Dios ha sido traer a
su pueblo a un compañerismo consigo mismo, y uno de los grandes gozos de
experimentar tal compañerismo es el hecho de que podemos comer y beber en la
presencia del Señor. Sería saludable para la iglesia hoy en día recuperar un
sentido más vívido de la presencia de Dios en la Cena del Señor.
SIGNIFICADO DE LA CENA DEL SEÑOR
El significado de la Cena del Señor es complejo, rico e íntegro. En la
Cena del Señor hay varios símbolos y cosas que se declaran.
LA MUERTE DE CRISTO.
Cuando participamos en la Cena del Señor simbolizamos la muerte de
Cristo porque nuestras acciones dan una imagen de su muerte por nosotros.
Cuando se parte el pan, esto simboliza el quebrantamiento del cuerpo de Cristo,
y cuando la copa se vierte, esto simboliza la sangre de Cristo que se derramó
por nosotros.
Por esta razón participar en la Cena del Señor es una suerte de
proclamación: «Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa,
proclaman la muerte del Señor hasta que él venga (1ª Corintios 11: 26).
NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LOS BENEFICIOS DE LA MUERTE DE
CRISTO.
Jesús mandó a sus discípulos: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo» (Mateo
26. 26). Cuando individualmente nos adelantamos y tomamos la copa, cada uno de
nosotros proclama con esta acción: «Me apropio de los beneficios de la muerte
de Cristo». Cuando hacemos esto simbolizamos el hecho de que participamos o nos
apropiamos de los beneficios ganados para nosotros por la muerte de Jesús.
ALIMENTO ESPIRITUAL.
Justo como la comida ordinaria alimenta nuestros cuerpos físicos, así el
pan y el vino de la Cena del Señor nos dan alimento. Pero también describen el
hecho de que Cristo da a nuestras almas alimento y refrigerio espiritual. De
hecho, la ceremonia que Cristo instituyó está destinada por su propia
naturaleza a enseñarnos esto Jesús dijo:
Ciertamente les aseguro -afirmó Jesús- que si no comen de la carne del
Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Así
como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de
mí, vivirá por mí Juan 6: 53-57).
Ciertamente Jesús no habla de ingerir literalmente su cuerpo y su
sangre. Pero si no habla de un comer y beber literales, entonces debe tener en
mente una participación espiritual en los beneficios de la redención que él
conquista. Este alimento espiritual, tan necesario para nuestras almas, se
experimenta y a la vez simboliza en nuestra participación en la Cena del Señor.
LA UNIDAD DE LOS CREYENTES.
Cuando los creyentes participan juntos en la Cena del Señor también dan
una clara señal de unidad de unos con otros. De hecho, Pablo dice: «Hay un solo
pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo
cuerpo» (1ª Corintios 10: 17).
Cuando unimos estas cuatro cosas, comenzamos a darnos cuenta del rico
significado de la Cena del Señor: cuando participo vengo a la presencia de
Cristo; recuerdo que él murió por mí; participo en los beneficios de su muerte;
recibo alimento espiritual; y estoy unido a todos los demás creyentes que
participan en la Cena. ¡Qué gran motivo de acción de gracias y gozo se debe
encontrar en esta Cena del Señor!
Pero además de estas verdades visiblemente expuestas por la Cena del
Señor, el hecho de que Cristo haya instituido esta ceremonia para nosotros así
mismo quiere decir que por medio de ella él nos promete o nos asegura ciertas
cosas también.
Cuando participamos en la Cena del Señor, se nos debe recordar una y
otra vez las siguientes aseveraciones que Cristo nos hace:
CRISTO CONFIRMA SU AMOR POR MÍ.
El hecho de que puedo participar en la Cena del Señor-de hecho Jesús me
invita a venir-es un vívido recordatorio y confirmación visual de que Jesús me
ama, individual y personalmente. Por consiguiente, cuando me acerco a tomar la
Cena del Señor se restablece una y otra vez la confianza del amor personal de
Cristo por mí.
CRISTO AFIRMA QUE TODAS LAS BENDICIONES DE LA SALVACIÓN
ESTÁN RESERVADAS PARA MÍ.
Cuando me acerco a la invitación de Cristo a la Cena del Señor, el hecho
de que él me haya invitado a su presencia me asegura que tiene abundantes
bendiciones para mí. En esta Cena de hecho saboreo de antemano la comida y la
bebida del gran banquete en la mesa del Rey. Vengo a esta mesa como miembro de
su familia eterna.
Cuando el Señor me da la bienvenida a su mesa, me asegura así mismo que
me dará la bienvenida a todas las otras bendiciones de la tierra y el cielo, y
especialmente a la gran cena de las bodas del Cordero, en la que se ha
reservado un puesto para mí.
YO AFIRMO MI FE EN CRISTO.
Por último, cuando tomo el pan y la copa, por mis acciones proclamo: «Te
necesito y confío en ti, Señor Jesús, para que perdones mis pecados y concedas
vida y salud a mi alma, porque solo por tu quebrantado cuerpo y tu sangre
derramada puedo ser salvado». De hecho, al participar en la partición del pan
cuando lo como y en el verter la copa cuando bebo de ella, proclamo una y otra
vez que mis pecados fueron en parte la causa del sufrimiento y la muerte de
Cristo. De esta manera, la pena, el gozo, la acción de gracias y un profundo
amor por Cristo se entremezclan ricamente en la belleza de la Cena del Señor.
¿CÓMO ESTÁ CRISTO PRESENTE EN LA CENA DEL SEÑOR?
EL PUNTO DE VISTA CATÓLICO ROMANO: TRANSUBSTANCIACIÓN.
De acuerdo con la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, el pan y el
vino se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto ocurre
cuando el sacerdote dice: «Esto es mi cuerpo» durante la celebración de la
misa. Al mismo tiempo que el sacerdote dice esto, el pan se eleva y se adora.
Esta acción de elevar el pan y pronunciar que es el cuerpo de Cristo solo puede
ser realizada por un sacerdote.
Cuando esto sucede, de acuerdo con la enseñanza católico romana, se
imparte la gracia a los que están presentes ex opera operato, esto es, «por la
obra realizada», pero el monto de la gracia dispensada está en proporción con
la disposición subjetiva del receptor de la gracia.2 Por otra parte, cada vez
que se celebra la misa, se repite el sacrificio de Cristo (en cierto sentido),
y la iglesia católica es cuidadosa al afirmar que este es un sacrificio real,
aunque no es lo mismo que el sacrificio que Cristo pagó sobre la cruz.
Así que Los Fundamentos del Dogma Católico de Ludwig Ott enseñan lo
siguiente: Cristo se hace presente en el Sacramento del Altar por la
transformación de toda la sustancia del pan en su Santo Cuerpo y de toda la
sustancia del vino en su Sangre.
Esta transformación se llama Transubstanciación. El poder de la
consagración reside solo en su sacerdote válidamente consagrado.
El Culto de la Adoración (Latría) debe ser dado al Cristo presente en la
Eucaristía.
Este obedece a la integridad y la permanencia de la Real Presencia que
el absoluto tributo de adoración (Cultus Latriae) le debe al Cristo presente en
la Eucaristía. (p. 387)
En la enseñanza católica, debido a que los elementos del pan y el vino
se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, la iglesia no
permite por muchos siglos que los laicos beban de la copa de la Cena del Señor
(por temor que se derrame la sangre de Cristo) sino solo coman del pan. El
manual de Ott nos dice:
La comunión bajo las dos formas no es necesaria para ningún miembro individual
de los Fieles, ya sea por motivo de un precepto Divino o como medio de
salvación La razón es que Cristo está completo e íntegro bajo cada una de las
especies.
La abolición de la recepción del cáliz en la Edad Media (siglos 12 y 13)
ordenada por razones prácticas, principalmente por el peligro de profanación
del Sacramento. (p. 397)
Con respecto al real sacrificio de Cristo en la misa, el manual de Ott
dice: La Santa Misa es un Sacrificio apropiado y verdadero. (p. 402)
En el Sacrificio de la Misa y en el Sacrificio de la Cruz el Don
Sacrificial y el Sacerdote Primordial que Sacrifica son idénticos; solo la
naturaleza y el modo de la ofrenda son diferentes. El Don Sacrificial es el
Cuerpo y la Sangre de Cristo El Sacerdote Primordial que Sacrifica es
Jesucristo, quien utiliza al sacerdote humano como su siervo y representante y
realiza la consagración a través de él.
De acuerdo con el punto de vista Tomista, en cada misa Cristo también
lleva a cabo una actividad sacrificial inmediata real la que, sin embargo, no
debe ser concebida como la totalidad de muchas acciones sucesivas sino como un
único acto sacrificial ininterrumpido del Cristo Transfigurado.
El propósito del sacrificio es el mismo en el Sacrificio de la Misa que
en el Sacrificio de la Cruz; en primer lugar la glorificación de Dios, en
segundo lugar expiación, acción de gracias y súplica. (p. 408)
Como sacrificio propiciatorio ... el Sacrificio de la Misa lleva a cabo
la remisión de pecados y el castigo por los pecados; como sacrificio de súplica...
propicia la dispensación de dones sobrenaturales y naturales. El Sacrificio de
propiciación de la Eucaristía puede ser ofrecido, como lo afirmó expresamente
el Concilio de Trento, no sólo por los vivos, sino también por las pobres almas
del Purgatorio. (pp. 412-13).
En respuesta a la enseñanza católico romana sobre la Cena del Señor,
debe decirse que ella primero falla en reconocer el carácter simbólico de las
afirmaciones de Jesús cuando declaró: «Este es mi cuerpo», o «Esta es mi
sangre». Jesús habló muchas veces de manera simbólica cuando se refería a sí
mismo. Dijo, por ejemplo, «Yo soy la vid verdadera» Juan 15:1). O «Yo soy la
puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo» Juan 10: 9); o,
«Yo soy el pan que bajó del cielo» Juan: 6: 41).
De manera similar, cuando Jesús dice: «Este es mi cuerpo», habla en
forma simbólica, no de una manera real, física y literal. De hecho, cuando él
estaba sentado con sus discípulos sosteniendo el pan, el pan estaba en su mano
pero era distinto de su cuerpo, y eso era evidente, por supuesto, para los
discípulos.
Ninguno de los discípulos presentes habría pensado que el pedazo de pan
que Jesús sostenía en su mano era realmente su cuerpo físico, porque podían ver
el cuerpo ante sus ojos. Como es natural, ellos habrían entendido la
declaración de Jesús de una manera simbólica. De igual forma, cuando Jesús
dijo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes»
(Lucas 22: 20), ciertamente no quería decir que la copa era realmente el nuevo
pacto, sino que la copa representaba el nuevo pacto.
Por otra parte, el punto de vista católico romano falla en reconocer la
clara enseñanza del Nuevo Testamento sobre lo final y completo del sacrificio
de Cristo por nuestros pecados de una vez y para siempre. El libro de Hebreos
enfatiza esto muchas veces, como cuando dice: Ni entró en el cielo para
ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada
año con sangre ajena.
Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la
creación del mundo. Al contrario ahora, al final de los tiempos se ha
presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante
el sacrificio de sí mismo... Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez
para quitar los pecados de muchos» (Hebreos 9: 25-28).
Decir que el sacrificio de Cristo continúa o que se repite en la misa ha
sido, desde la Reforma, una de las doctrinas católico romanas más objetables
desde el punto de vista de los protestantes. Cuando nos damos cuenta que el
sacrificio de Cristo por nuestros pecados está completo y consumado (Consumado
es, Juan 19: 30; Hebreos 1: 3), ello nos da una gran certidumbre de que se ha
pagado por todos nuestros pecados, y que ya no queda sacrificio alguno por
pagar.
Pero la idea de una continuación del sacrificio de Cristo destruye
nuestra certidumbre de que Cristo realizó el pago y que Dios el Padre lo
aceptó, y de que «no hay ninguna condenación}) (Romanos 8:1) pendiente ahora
contra nosotros.
Para los protestantes, la idea de que la misa es en algún sentido una
repetición de la muerte de Cristo parece señalar un regreso a los repetidos
sacrificios del Antiguo Testamento, los cuales eran (un recordatorio anual de
los pecados) (Hebreos 10: 3). En lugar de la certidumbre de un completo perdón
de pecados a través de (un solo sacrificio para siempre) (Hebreos 10: 12), la
idea de que la misa es un sacrificio repetido constituye un constante
recordatorio de los pecados y de la culpa pendiente que debe ser expiada semana
tras semana.
En relación con la enseñanza de que solo sacerdotes pueden oficiar la
Cena del Señor, el Nuevo Testamento no ofrece ningunas instrucciones que
planteen restricciones sobre las personas que pueden presidir en la Comunión. Y
como la Escritura no nos plantea tales restricciones, no parece justificado
decir que solo los sacerdotes pueden dispensar los elementos de la Cena del
Señor.
Por otro lado, como el Nuevo Testamento enseña que todos los creyentes
son sacerdotes y miembros de un (real sacerdocio) (1ª Pedro 2: 9; Hebreos 4:
16; 10: 19-22), no debemos especificar una cierta clase de personas que tienen
los derechos de los sacerdotes, como en el antiguo pacto, pero debemos
enfatizar que todos los creyentes comparten el gran privilegio espiritual de acercarse
a Dios.
Por último, cualquier mantenimiento de la restricción que no haría
posible a los laicos beber de la copa de la Cena del Señor utilizaría el
argumento de la tradición y la precaución para justificar la desobediencia de
los mandamientos directos de Jesús, no solo del mandamiento a sus discípulos
cuando dijo: (Beban de ella todos ustedes) (Mateo 26. 27), sino la instrucción
que Pablo registró, en la que Jesús dijo: (hagan esto, cada vez que beban de
ella, en memoria de mí) (1ª Corintios 11.25).
EL PUNTO DE VISTA LUTERANO:
«En, Con, y Bajo». Martín Lutero rechazó el punto de vista católico
romano, pero insistió en que la frase «Este es mi cuerpo» había que tomarla en
cierto sentido como una afirmación literal. Su conclusión no fue que el pan se
convierte realmente en el cuerpo físico de Cristo, pero que el cuerpo físico de
Cristo está presente (en, con y bajo) el pan de la Cena del Señor.
El ejemplo que a veces se ofrece es decir que el cuerpo de Cristo está
presente en el pan como el agua está presente en una esponja-el agua no es la
esponja, pero está presente, «en, con, y bajo») una esponja, y está presente
dondequiera que esté presente la esponja.
Otros ejemplos que se ofrecen con los del magnetismo en un imán o un
alma en el cuerpo.
La interpretación luterana de la Cena del Señor se encuentra en el
manual de Francis Pieper, Christian Dogmatics" Este cita el Pequeño
Catecismo de Lutero: «¿Cuál es el Sacramento del Altar? Es el verdadero cuerpo
y sangre de nuestro Señor Jesucristo, bajo el pan y el vino, para que nosotros
los cristianos comamos y bebamos, instituido por el propio Cristo».
De modo semejante, la Confesión de Ausburgo, Artículo X, dice: «De la
Cena del Señor ellos enseñan que el Cuerpo y la Sangre de Cristo están
realmente presentes, y son distribuidos a aquellos que comen en la Cena del
Señor»"
Un pasaje que se puede pensar que apoya esta posición es 1ª Corintios
10: 16: «Este pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el
cuerpo de Cristo?
No obstante, a fin de declarar esta doctrina, Lutero tuvo que responder
una importante pregunta: «¿Cómo puede el cuerpo de Cristo, o más generalmente
la naturaleza humana de Cristo, estar presente en todas partes? ¿No es cierto
que Jesús ascendió en su naturaleza humana al cielo y permanece allí hasta su
regreso? No dijo que abandonaba la tierra y que ya no estaría en el mundo sino
que iba al Padre (Juan 16: 28; 17: 11)? En respuesta a este problema Lutero
enseñó la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo tras su ascensión-esto
es, que la naturaleza humana de Cristo estaba presente en todas partes
(ubicuo).
Pero los teólogos desde el tiempo de Lutero sospecharon que él enseñó la
ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo, no porque esta se halla en algún
lugar de la Escritura, sino porque necesitaba explicar cómo su punto de vista
de la consubstanciación podía ser verdadero.
En respuesta al punto de vista luterano, se puede decir que este tampoco
entiende Que Jesús está tratando de enseñamos una realidad espiritual pero
utilizando Objetos físicos, cuando dice: «Este es mi cuerpo». No debemos
entender esto más literalmente de lo que entendemos la afirmación
correspondiente: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada
por ustedes» (Lucas 22: 20).
De hecho, Lutero no hace justicia del todo a las palabras de Jesús de
una manera literal. Berkhof objeta correctamente que Lutero hace que las
palabras de Jesús signifiquen: «Esto acompaña a mi cuerpo». En esta cuestión
ayudaría leer de nuevo Juan 6: 27-59, donde el contexto muestra que Jesús habla
en términos literales, físicos, sobre el pan, pero continuamente lo explica en
términos de una realidad espiritual.
EL RESTO DEL PROTESTANTISMO: UNA PRESENCIA DE CRISTO
SIMBÓLICA Y ESPIRITUAL.
A diferencia de Martín Lutero, Juan Calvino y otros Reformadores
argumentaron que el pan y el vino en la Cena del Señor no se transformaban en
el cuerpo y la sangre de Cristo, ni contenían de alguna manera el cuerpo y la
sangre de Cristo.
Antes bien, el pan y el vino simbolizaban el cuerpo y la sangre de
Cristo, y ofrecían una señal visible del hecho que el propio Cristo estaba
verdaderamente presente. Calvino dijo:
Al Mostrar El Símbolo Se Muestra La Cosa Misma. Porque A Menos Que Un
Hombre Quiera Llamar A Dios Mentiroso, Nunca Se Atrevería A Afirmar Que Él
Divulga Un Símbolo Vacío Y La Divinidad Debe Por Todos Los Medios Mantener Su
Precepto: Cuando Quiera Que Vean Símbolos Decretados Por El Señor, Para Pensar
Y Estar Persuadidos Que La Verdad De La Cosa Denotada Está Ciertamente Presente
Allí. ¿Pues Porqué El Señor Pondría En Sus Manos El Símbolo De Su Cuerpo,
Excepto Para Asegurarle A Usted Una Verdadera Participación En Este?
(Institutes, 4. 17. 10; P. 1371)
Pero Calvino fue cuidadoso al diferir tanto de la enseñanza católico romana
(que dice que el pan se convierte en el cuerpo de Cristo) como de la enseñanza
luterana (que dice que el pan contiene el cuerpo de Cristo).
Pero debemos establecer que esa presencia de Cristo en la Cena no puede
ceñirlo al elemento del pan, ni encerrarlo en el pan, ni lo circunscribe de
ninguna manera (está claro que todas estas cosas lo apartan de su gloria
celestial). (Institutes, 4. 17. 19; p.138l)
Hoy en día la mayoría de los protestantes diría, en adición al hecho de
que el pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, que Cristo
está también espiritualmente presente en una manera especial cuando
participamos del pan y el vino. Ciertamente, Jesús prometió estar presente
cuando quiera que los creyentes adoraran: «Porque dos o tres se reúnen en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18: 20).
Y si él está especialmente presente cuando los cristianos se reúnen para
adorar, entonces esperaríamos que él estaría presente de una manera especial en
la Cena del Señor: Nos encontramos con él en su mesa, a la cual viene para
entregarse a nosotros. Como recibimos los elementos del pan y el vino en la
presencia de Cristo, de esta manera participamos de él y de todos sus
beneficios.
«Nos alimentamos de él en nuestros corazones» con acción de gracias. Por
cierto, hasta un niño que conoce a Cristo entenderá esto sin que se le enseñe y
esperará recibir una bendición especial del Señor durante esta ceremonia,
porque su significado es del todo inherente a las varias acciones del comer y
beber. Pero no debemos decir que Cristo está presente aparte de nuestra fe
personal, sino que solo nos encuentra y bendice allí de acuerdo con nuestra fe
en él.
¿De qué forma está Cristo presente entonces? Ciertamente hay una
presencia simbólica de Cristo, pero ella es también una presencia espiritual y
hay una genuina bendición espiritual en esta ceremonia.
¿QUIÉN DEBE PARTICIPAR EN LA CENA DEL SEÑOR?
Pese a diferencias sobre algunos aspectos de la Cena del Señor, la
mayoría de los protestantes estarían de acuerdo, primero, que solo aquellos que
creen en Cristo deben participar en ella, pues es una señal de ser un cristiano
y permanecer en la vida cristiana.
Pablo advierte que quienes comen y beben de manera indigna enfrentan
serias consecuencias: «Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come
y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos,
e incluso varios han muerto» (1ª Corintios 11: 29-30).
Segundo, muchos protestantes argumentarían a partir del significado del
bautismo y el significado de la Cena del Señor que, normalmente, solo aquellos
que han sido bautizados deben participar la Cena del Señor. Esto se debe a que
el bautismo es claramente un símbolo de iniciar la vida cristiana, mientras la
Cena del Señor es claramente un símbolo de mantenerse en la vida cristiana.
Por esto si alguien toma la Cena del Señor y con ello proclama
públicamente que ella o él se mantienen en la vida cristiana, entonces se le
debe preguntar a esa persona: «Sería bueno ser bautizado ahora y en
consecuencia ofrecer un símbolo de que usted comienza la vida cristiana?»
Pero otros, incluyendo este autor, objetarían a tales restricciones como
sigue: Surge un problema diferente si alguien que es un creyente genuino, pero
no bautizado todavía, no se le permite participar de la Cena del Señor cuando
se reúnen los cristianos. En ese caso la no participación de la persona
simboliza que ella o él no es un miembro del cuerpo de Cristo que se congrega
para observar la Cena del Señor en una fraternidad unida (véase 1ª Corintios
10: 17: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos
muchos, formamos un solo cuerpo»). Por tanto las iglesias pueden pensar que es mejor
no permitir a los creyentes no bautizados participar en la Cena del Señor sino
instados a bautizarse lo más pronto posible.
Pues si están dispuestos a participar en un símbolo externo de ser
cristiano, no parece haber razón de que no estén dispuestos a participar en el
otro, un símbolo que propiamente viene primero.
Por supuesto, los problemas que surgen en ambas situaciones (cuando
creyentes no bautizados toman la Comunión y cuando no lo hacen) pueden ser
todos obviados si los nuevos cristianos son regularmente bautizados poco
después de haber venido a la fe. Y, cualquier posición que asuma la iglesia
sobre esta cuestión sobre si los creyentes no bautizados deben tomar la
Comunión, parecería aconsejable enseñar, en el ministerio docente de la iglesia,
que la situación ideal es que los nuevos creyentes se bauticen primero y
entonces participen de la Cena del Señor.
El tercer requisito para la participación es el del auto-examen:
Por Lo Tanto, Cualquiera Que Coma El Pan O Beba De La Copa Del Señor De
Manera Indigna, Será Culpable De Pecar Contra El Cuerpo Y La Sangre Del Señor.
Así Que Cada Uno Debe Examinarse A Sí Mismo Antes De Comer El Pan Y Beber De La
Copa. Porque El Que Come Y Bebe Sin Discernir El Cuerpo, Como Y Bebe Su Propia
Condena. (1ª Corintios 11: 27-29)
En el contexto de 1 Corintios 11 Pablo reprende a los corintios por su
conducta egoísta e inconsistente cuando se reúnen como iglesia: «De hecho,
cuando se reúnen, ya no es para comer la Cena del Señor, porque cada uno se
adelanta a comer su propia cena, de manera que unos se quedan con hambre
mientras otros se emborrachan» (1ª Corintios 11: 29). Esto nos ayuda a
comprender lo que Pablo quiere decir cuando habla de aquellos que comen y beben
«sin discernir el cuerpo» (1ª Corintios 11: 29).
El problema en Corinto no fue una falla en comprender que el pan y la
copa representaban el cuerpo y la sangre del Señor-ellos ciertamente sabían
esto. En su lugar, el problema era su conducta egoísta y desconsiderada de unos
hacia otros mientras estaban ante la Cena del Señor.
Ellos no comprendían o «discernían » la verdadera naturaleza de la
iglesia como un cuerpo. Esta interpretación de «sin discernir el cuerpo» se
apoya en la mención de Pablo de la iglesia como el cuerpo de Cristo solo un
poco antes, en 1ª Corintios 10: 17: «Hay un solo pan del cual todos
participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo»
Así que la frase «sin discernir el cuerpo« significa «no comprender la
unidad e interdependencia de la gente en la iglesia, la cual es el cuerpo de
Cristo». Esto significa no preocupamos de nuestros hermanos y hermanas cuando
venimos a la Cena del Señor, en la cual debemos reflejar su carácter.
¿Qué significa entonces comer o beber «de manera indigna» (1ª Corintios
11: 27)? Primero debemos pensar que las palabras se aplican más bien de forma
estricta y tienen que ver solo con la forma en que nos conducimos cuando de
hecho comemos y bebemos el pan y el vino. Pero cuando Pablo explica que una
participación indigna supone «no discernir el cuerpo», indica que debemos
preocupamos de todas nuestras relaciones dentro del cuerpo de Cristo: ¿Actuamos
de maneras que retratan vívidamente no la unidad de un pan y un cuerpo, sino
desunión?
Actuamos de maneras que proclaman no el sacrificio desinteresado de
nuestro Señor, sino la enemistad y el egoísmo? En sentido amplio, entonces:
«Que cada uno se examine a sí mismo» significa que debemos preguntar si
nuestras relaciones en el cuerpo de Cristo reflejan de hecho el carácter del
Señor que encontramos allí y a quién representamos.
En relación con esto, la enseñanza de Jesús sobre venir a adorar en
general también debe mencionarse:
Por Lo Tanto, Si Estás Presentando Tu Ofrenda En Al Altar Y Allí
Recuerdas Que Tu Hermano Tiene Algo Contra Ti, Deja Tu Ofrenda Allí Delante Del
Altar. Ve Primero Y Reconcíliate Con Tu Hermano; Luego Vuelve Y Presenta Tu
Ofrenda. (Mateo 5: 23-24)
Aquí Jesús nos dice que cuando vayamos a adorar debemos estar seguros
que nuestras relaciones con otros son correctas, y si no 10 son, debemos actuar
rápidamente para corregirlas y entonces venir a adorar a Dios. Esta admonición
debe ser especialmente verdadera cuando acudimos a la Cena del Señor.
Por supuesto, ningún pastor o líder de la iglesia sabrá si las personas
se examinan o no a sí mismas (excepto en casos cuando una conducta ofensiva o
pecaminosa se hace evidente a los demás). En gran parte, la iglesia tiene que
depender de los pastores y maestros para explicar claramente el significado de
la Cena del Señor y advertir de los peligros de participar indignamente.
Entonces las personas tendrán la responsabilidad de examinar sus propias vidas,
de acuerdo con 10 que Pablo dice.
De hecho, Pablo no dice que los pastores deben examinar la vida de todo
el mundo, sino en su lugar insta al auto-examen individual: «Así que cada uno
debe examinarse a sí mismo» (1ª Corintios 11: 28).
OTRAS CUESTIONES
¿Quién debe administrar la Cena del Señor? La Escritura no ofrece
ninguna enseñanza específica sobre esta cuestión, de manera que solo nos queda
decidir qué es lo sabio y apropiado para el beneficio de los creyentes en la
iglesia.
A fin de preservar la Cena del Señor de abusos, un líder responsable
debe estar a cargo de administrarla, pero no parece que la Escritura requiere
que solo el clero ordenado u oficiales escogidos de la iglesia puedan hacerlo.
En situaciones ordinarias, por supuesto, el pastor u otro líder que oficia
ordinariamente en los servicios de adoración de la iglesia también oficiarían
apropiadamente en la Comunión.
Pero más allá de esto, no parece haber motivo porqué solo oficiales o
solo líderes, o solo hombres, deban distribuir los elementos. ¿No hablaría
mucho más claramente de nuestra unidad e igualdad espiritual en Cristo si tanto
hombres como mujeres, por ejemplo, asistieran en la distribución de los
elementos de la Cena del Señor.
¿Con qué frecuencia debe celebrarse la Cena del Señor? La Escritura no
nos lo dice. Jesús dijo simplemente: «Porque cada vez que comen este pan y
beben de esta copa» (1ª Corintios 11: 26). Sería apropiado considerar aquí
también la directriz de Pablo sobre los servicios de adoración: «Hágase todo
para edificación» (2ª Corintios 14: 26).
Realmente, ha sido la práctica de la mayoría de las iglesias a través de
su historia celebrar la Cena del Señor cada semana cuando los creyentes se
reúnen. Sin embargo, en muchos grupos protestantes desde la Reforma, ha habido
una celebración menos frecuente de la Cena del Señor-a veces una vez o dos
veces al mes, o, en muchas iglesias reformadas, solo cuatro veces al año.
Si se planifica y explica y se lleva a cabo la Cena del Señor de tal
manera que es un tiempo de auto-examen, confesión, y acción de gracias y
alabanza, entonces celebrarla una vez a la semana sería demasiado frecuente, no
obstante, y ciertamente puede ser observada con esa frecuencia «para
edificación».