(1)
A.
Dios, el buen Creador de todo: Gn. 1:31;
2:18; Sal 119:68.
B.
En su infinito poder y sabiduría: Sal 145:11; Pr. 3:19; Sal 66:7.
C.
Sostiene, dirige, dispone y gobierna a todas las criaturas: He 1:3; Is. 46:10, 11; Dn. 4:34, 35; Sal
135:6; Hch. 17:25-28; Job 38-41.
D.
Y cosas, desde la mayor hasta la más pequeña: Mt. 10:29-31.
E.
Por su sapientísima y santísima providencia: Pr. 15:3; Sal 104:24; 145:17.
F.
Con el fin para el cual fueron creadas: Col.
1:16, 17; Hch. 17:24-28.
F.
Según su presciencia infalible, y el libre e inmutable consejo de su propia
voluntad: Sal 33:10,11; Ef. 1:11.
G:
Para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, infinita bondad y
misericordia: Is. 63:14; Ef. 3:10; Ro.
9:17; Gn.45:7; Sal 145:7.
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
Una vez que entendemos que Dios es el Creador todopoderoso (vea capítulo
15), parece razonable concluir que él también preserva y gobierna todo en el
universo.
Aunque el término providencia no se halla en la Biblia, tradicionalmente
se ha usado para denotar las relaciones continuas entre Dios y su creación.
Cuando aceptamos la doctrina bíblica de la providencia, evitamos cuatro errores
comunes al pensar en las relaciones de Dios con su creación.
La doctrina bíblica no es deísmo (que enseña que Dios creó el mundo y
luego esencialmente lo abandonó), ni tampoco panteísmo (que enseña que la
creación no tiene una existencia real y distinta en sí misma, sino que es nada
más que una parte de Dios), sino providencia, que enseña que aunque Dios se
relaciona activamente e interviene en la creación en cada momento, la creación es
algo aparte de él.
Todavía más, la doctrina bíblica lo enseña que los acontecimientos de la
creación los determina la casualidad (o el azar), ni tampoco los determina el
destino impersonal (o determinismo), sino Dios, que es el personal y sin
embargo infinitamente poderoso Creador y Señor.
Podemos definir la providencia de Dios como sigue: Dios interviene
continuamente en todas las cosas creadas de tal manera que él;
(1) Las
mantiene existiendo y conservando las propiedades con que las creó;
(2)
Coopera con las cosas creadas en toda acción, y dirige las propiedades que las
distinguen para hacerles que actúen como actúan; y;
(3) Las
dirige para que cumplan los propósitos que les asignó.
Bajo la categoría general de providencia tenemos tres subtemas, de acuerdo
a los tres elementos de la definición dada arriba:
(1)
Preservación,
(2)
Concurrencia y
(3)
Gobierno.
Examinaremos cada una de estas en forma separada, y luego consideraremos
diferentes criterios y objeciones a la doctrina de la providencia. Se debe
notar que esta es una doctrina respecto a la cual ha habido desacuerdo
sustancial entre los cristianos desde la historia temprana de la iglesia,
particularmente respecto a la relación de Dios con las decisiones voluntarias
de criaturas morales.
En este capítulo presentaremos
primero un sumario de la posición que se favorece en este libro de texto (que
comúnmente se conoce como la posición «reformada» o «calvinista».
A. PRESERVACIÓN
Dios hace que todas las cosas creadas sigan existiendo y manteniendo las
propiedades con que las creó.
Hebreos 1:3 nos dice que Cristo es «el que sostiene todas las cosas con
su palabra poderosa». La palabra griega que se traduce «sostiene» es ftro,
«llevar, cargar».
Esto se usa comúnmente en el Nuevo Testamento para llevar algo de un
lugar a otro, tal como llevar a un paralítico en una camilla hasta Jesús (Lc
5:18), llevar el vino al director de la fiesta Gn 2:8), o traerle a Pablo un
capote y libros (2 Ti 4:13).
No significa simplemente «sostener», sino que tiene el sentido de
control activo y determinado de lo que se está llevando de un lugar a otro. En
Hebreos 1:3 el uso del participio presente indica que Jesús está «continuamente
llevando todas las cosas» del universo por su palabra poderosa.
Cristo interviene activamente en la obra de la providencia.
De modo similar, en Colosenses 1:17 Pablo dice de Cristo «todas las
cosas en él subsisten» (RVR 1960). La frase «todas las cosas» se refiere a todo
lo creado en el universo (vea v. 16), y el versículo afirma que Cristo mantiene
existiendo toda las cosas; en él existen continuamente o «permanecen» (LBLA).
Ambos versículos indican que si Cristo cesara su actividad continua de
sustentar todas las cosas del universo, todo excepto el Dios trino
instantáneamente dejaría de existir. Tal enseñanza la afirma también Pablo
cuando dice que «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17: 28), y
Esdras:
«¡Sólo tú eres el Señor! Tú has hecho los cielos, y los cielos de los
cielos con todas sus estrellas. Tú le das vida a todo lo creado: la tierra y el
mar con todo lo que hay en ellos. ¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo!»
(Neh 9:6). Pedro también dice que «los cielos y la tierra que existen ahora»
son «guardados para el fuego en el día del juicio» (2ª P 3: 7, RVR 1960).
Un aspecto de la preservación providencial de Dios es el hecho de que él
continúa dándonos aliento cada momento. Eliú en su sabiduría dice de Dios: «Si
pensara en retirarnos su espíritu, en quitamos su hálito de vida, todo el
género humano perecería, ¡la humanidad entera volvería a ser polvo!» Job 34:
14-15; Sal 104: 29).
Dios, al preservar todas las cosas que ha hecho, también hace que
mantengan las propiedades con que las creó. Dios preserva el agua de tal manera
que continúa actuando como agua. Hace que la hierba siga actuando como hierba,
con todas sus características distintivas.
Hace que el papel en que está escrita esta oración siga actuando como
papel de manera que no se disuelva espontáneamente en agua ni se aleje
flotando, ¡ni se vuelva una cosa viva y empiece a crecer! Mientras alguna otra
parte de la creación no actúe sobre él y cambie sus propiedades (por ejemplo,
si el Fuego lo quema y se convierte en
ceniza), este papel seguirá actuando como papel mientras Dios preserve la
tierra y la creación que ha hecho.
No debemos pensar, sin embargo, que la preservación de Dios es una
continua nueva creación; él no está continuamente creando nuevos átomos y
moléculas para todas las cosas que existes. Más bien, él preserva lo que ya ha
creado; él «sustenta todas las cosas» por su palabra de poder (Heb 1:3,
traducción del autor).
También debemos apreciar que las cosas creadas son reales y que sus
características son reales. No es que simplemente me imagino que la piedra que
tengo en la mano es dura; es dura. Si me golpeo la cabeza con ella, no
simplemente me imagino que duele; en efecto duele! Debido a que Dios mantiene
esta piedra con las propiedades con que la creó, la piedra ha sido dura desde
el día en que fue formada, y (a menos que alguna otra cosa en la creación
interactúe con ella y la cambie) será dura hasta el día en que Dios destruya
los cielos y la tierra (2ª P 3: 7, 10-12).
La providencia de Dios provee base para la ciencia; Dios ha hecho y
continúa sosteniendo un universo que actúa de maneras predecibles. Si un
experimento científico da un cierto resultado hoy, podemos tener confianza de
que (si todos los factores son los mismos) dará el mismo resultado mañana y de
aquí a cien años.
La doctrina de la providencia también provee un cimiento para la tecnología;
puedo confiar que la gasolina hará que mi automóvil funcione hoy tal como lo
hizo funcionar ayer, no solo porque «siempre ha funcionado de esa manera», sino
porque la providencia de Dios sustenta un universo en el que creó cosas que
mantienen las propiedades con que las creó.
El resultado puede ser similar en la vida del que no es creyente y en la
vida del cristiano; ambos ponemos gasolina en nuestros automóviles y los
conducimos. Pero el que no es creyente lo hará sin saber la verdadera razón de
que funcione de la manera que funciona, y yo lo haré con el conocimiento de la
verdadera razón (la providencia de Dios) y agradeceré a mi Creador por la
maravillosa creación que hizo y preserva.
B. CONCURRENCIA
Dios coopera con las cosas creadas en toda acción, dirigiendo sus
propiedades distintivas para hacerlas que actúen como actúan.
Este segundo aspecto de la providencia, concurrencia, es una expansión
de la idea contenida en el primer aspecto, preservación. Es más, algunos
teólogos (como Juan Calvino) tratan el hecho de la concurrencia bajo la
categoría de preservación, pero es útil tratarlo como una categoría distinta.
En Efesios 1: 11 Pablo dice que Dios «hace todas las cosas conforme al
designio de su voluntad». La palabra que se traduce «hace» (energeo) indica que
Dios «obra» o «produce» todas las cosas conforme a su voluntad. Nada de lo que
sucede en la creación cae fuera de su providencia. Por supuesto, este hecho
está oculto a nuestros ojos a menos que lo leamos en la Biblia.
Como la preservación, la obra de Dios en concurrencia no es claramente
evidente partiendo de la observación del mundo natural que nos rodea.
Para dar prueba bíblica de la concurrencia empezaremos con la creación
inanimada, luego pasaremos a los animales, y finalmente a diferentes clases de
acontecimientos en la vida de los seres humanos.
(2)
A.
Aunque en relación con la presciencia y el decreto de Dios, la causa primera,
todas las cosas suceden inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre a
nadie por azar o sin su providencia: Hch.
2:23; Pr. 16:33.
B.
Sin embargo, por la misma providencia, las ordena de manera que ocurran según
la naturaleza de las causas secundarias, ya sea necesaria, libre o
contingentemente: Gn. 8:22; Jer. 31:35;
Ex. 21:13; Dt. 19:5; Is. 10:6, 7; Lc. 13; 3, 5; Hch. 27:31; Mt. 5:20, 21; Fil.
1:19; Pr. 20:18; Lc. 14:25ss.Pr. 21:31; 1 R. 22:28,34; Rt. 2:3.
CREACIÓN INANIMADA.
Hay muchas cosas en la creación de las que pensamos que son simples
ocurrencias «naturales». Sin embargo la Biblia dice que Dios las hace suceder.
Leemos de «el relámpago y el granizo, la nieve y la neblina, el viento
tempestuoso que cumple su mandato» (Sal 148:8). De modo similar,
A La Nieve Le Ordena: "¡Cae Sobre La Tierra!", Y A La Lluvia:
"¡Muestra Tu Poder!" Por El Aliento De Dios Se Forma El Hielo Y Se
Congelan Las Masas De Agua. Con Agua De Lluvia Carga Las Nubes, Y Lanza Sus
Relámpagos Desde Ellas; Y Éstas Van De Un Lado A Otro, Por Toda La Faz De La
Tierra, Dispuestas A Cumplir Sus Mandatos. Por Su Bondad, Hace Que Vengan Las
Nubes, Ya Sea Para Castigar O Para Bendecir. Job 37:6-13; Afirmaciones
Similares En 38: 22-30).
De nuevo, el salmista declara que «El Señor hace todo lo que quiere en
los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos» (Sal 135: 6), y
luego en la próxima oración ilustra a Dios haciendo su voluntad en el clima: «Levanta
las nubes desde los confines de la tierra; envía relámpagos con la lluvia y
saca de sus depósitos a los vientos» (Sal 135: 7; 104: 4).
Dios también hace a la hierba crecer: «Haces que crezca la hierba para
el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su
alimento» (Sal 104: 14). Dios dirige las estrellas en los cielos, y le pregunta
a Job: «¿Puedes hacer que las constelaciones salgan a tiempo? ¿Puedes guiar a
la Osa Mayor y a la Menor?» Job 38:32; el v. 31 se refiere a las constelaciones
Pléyades y Orión).
Es más, Dios continuamente dirige la llegada de la mañana Job. 38:12),
hecho que Jesús afirmó cuando dijo que Dios «hace que salga el sol sobre malos
y buenos, y que llueva sobre justos e injustos» (Mt 5:45).
ANIMALES.
La Biblia afirma que Dios alimenta a los animales salvajes del campo,
porque «todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento. Tú les
das, y ellos recogen; abres la mano, y se colman de bienes. Si escondes tu
rostro, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo» (Sal
104: 27-29; Job 38: 39-41).Jesús también afirmó esto cuando dijo: «Fíjense en
las aves del cielo el Padre celestial las alimenta» (Mt 6: 26). Dijo que ni un
solo gorrión «caerá a tierra sin que lo permita el Padre» (Mt 10: 29).
ACONTECIMIENTOS QUE AL PARECER SUCEDEN «AL AZAR» O «POR
CASUALIDAD».
Desde la perspectiva humana, el echar suertes (o su equivalente moderno,
lanzar los dados o echar una moneda al aire) es lo más típico de la casualidad
en el universo. Pero la Biblia afirma que el resultado de tal cosa viene de
Dios: «Las suertes se echan sobre la mesa, pero el veredicto proviene del
Señor» (Pr 16: 33).
NOTA: Es cierto que Ec 9: 11 dice que «no es de los
ligeros la carrera, ni de los valientes la batalla; y que tampoco de los sabios
es el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los hábiles el favor, sino
que el tiempo y la suerte les llegan.
ACONTECIMIENTOS PLENAMENTE CAUSADOS POR DIOS Y PLENAMENTE
CAUSADOS TAMBIÉN POR LA CRIATURA.
A cualquiera de los eventos antedichos (lluvia y nieve, el crecimiento
de la hierba, sol y estrellas, alimentación de los animales, y echar suertes)
podríamos (por lo menos en teoría) darle una explicación «natural»
completamente satisfactoria.
Un experto en botánica puede detallar los factores que hacen que la
hierba crezca, tales como el sol, humedad, temperatura, nutrientes en el suelo,
etc. Sin embargo la Biblia dice que Dios hace que la hierba crezca.
Un meteorólogo puede dar una explicación completa de los factores que
causan la lluvia (humedad, temperatura, presión atmosférica, etc.), e incluso
puede producir lluvia en un laboratorio climático. Sin embargo la Biblia dice
que Dios hace que la lluvia caiga.
Un físico con información correcta sobre la fuerza y dirección en que se
lanzó un par de dados podría explicar por completo lo que hizo que los dados
dieran el resultado que dieron; sin embargo la Biblia dice que Dios determina
la decisión de la suerte que se echa.
Esto nos muestra que es incorrecto que razonemos que sí sabemos la causa
«natural» de algo en este mundo, Dios no lo causó. Más bien, si llueve debemos
agradecérselo a él. Si el sembrío crece debemos agradecerle a él. En todos
estos hechos no es como si fueran causados parcialmente por Dios y parcialmente
por factores en el mundo creado. Si ese fuera el caso, siempre estaríamos
buscando algún rasgo pequeño de algo que sucedió que no podríamos explicar
(digamos el 1% de la causa) para atribuirlo a Dios. Pero ciertamente este no es
un concepto correcto.
Más bien, estos pasajes afirman que Dios es quien produce tales
acontecimientos.
Sin embargo sabemos que (en otro sentido) son también enteramente
causados por factores de la creación.
La doctrina de la concurrencia afirma que Dios dirige, y obra mediante
las propiedades particulares de cada cosa creada, así que estas cosas en sí
mismas producen los resultados que vemos. Entonces es posible afirmar que en un
sentido los acontecimientos son plenamente (cien por ciento) producidos por
Dios y también plenamente (cien por ciento) producidos por la criatura. Sin
embargo, las causas divinas y de las criaturas obran de maneras diferentes.
La causa divina de cada suceso actúa como una causa invisible que actúa
y dirige detrás del escenario, y se podría llamar la «causa primaria» que
planea e inicia todo lo que sucede. Pero lo creado produce acciones que
concuerdan con las propiedades propias de lo creado, acciones que a menudo
nosotros o los científicos profesionales que observan cuidadosamente los procesos
podemos describir. Estos factores y propiedades de lo creado pueden, por
consiguiente, llamarse causas «secundarias» de todo lo que sucede, aun cuando
son las causas que son evidentes para nosotros al observar.
LOS ASUNTOS DE LAS NACIONES.
La Biblia también habla del control providencial de Dios de los asuntos
humanos. Leemos que Dios «engrandece o destruye a las naciones; las hace
prosperar o las dispersa» (Job 12: 23). «Porque del Señor es el reino; él
gobierna sobre las naciones» (Sal 22: 28). Él ha determinado el tiempo de
todos» (LBLA). Pero Michael Eaton correctamente observa: «En los labios del
israelita "suerte" quiere decir lo inesperado, no lo que es al azar»
La Existencia y el lugar de cada
nación sobre la tierra, porque Pablo dice: «De un solo hombre hizo todas las
naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su
historia y las fronteras de sus territorios» (Hch 17: 26; 14: 16). Y cuando
Nabucodonosor se arrepintió, aprendió a alabar a Dios:
Su Dominio Es Eterno; Su Reino Permanece Para Siempre. Ninguno De Los
Pueblos De La Tierra Merece Ser Tomado En Cuenta. Dios Hace Lo Que Quiere Con
Los Poderes Celestiales Y Con Los Pueblos De La Tierra. No Hay Quien Se Oponga
A Su Poder Ni Quien Le Pida Cuentas De Sus Actos (Dn 4: 34-35).
TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA.
Es asombroso ver el alcance al que la Biblia afirma que Dios hace que
ocurran cosas en nuestra vida. Por ejemplo, nuestra dependencia en Dios para
recibir alimento cada día la reiteramos cada vez que oramos: «Danos hoy nuestro
pan cotidiano» (Mt 6: 11), aunque trabajamos para ganamos la comida y (hasta
donde la mera observación humana puede discernir) la obtenemos enteramente
mediante causas «naturales».
De modo similar, Pablo, mirando con los ojos de la fe lo que sucede,
afirma que a sus hijos «mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten» (Fil 4:
19), aunque Dios puede usar medios «ordinarios» (tales como otras personas)
para hacerlo.
Dios planea nuestros días antes de que nazcamos, porque David afirma:
«Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos» (Sal
139: 16). Y Job dice que «Los días del hombre ya están determinados; tú has
decretado los meses de su vida; le has puesto límites que no puede rebasar» Job
14: 5).
Esto se puede ver en la vida de Pablo, que dice: «Dios me había apartado
desde el vientre de mi madre» (Gá 1: 15), y de Jeremías, a quien Dios le dijo:
«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras,
ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones» Jer 1: 5).
Todas nuestras acciones están bajo el cuidado providencial de Dios,
porque «en él vivimos, nos movemos» (Hch 17: 28). Los pasos que damos cada día
los dirige el Señor. Jeremías confiesa: «Yo sé que el hombre no es dueño de su
destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos» Jer 10: 23).
Leemos que «los pasos del hombre los dirige el Señor» (Pr 16: 9). De
modo similar, Proverbios 16: 1 afirma: «El hombre propone y Dios dispone».
El éxito y el fracaso vienen de Dios, porque leemos: «La exaltación no
viene del oriente, ni del occidente ni del sur, sino que es Dios el que juzga:
a unos humilla y a otros exalta» (Sal 75: 6-7). Por eso María puede decir: «De
sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes»
(Lc 1: 52).
El Señor da hijos, porque «Los hijos son una herencia del Señor, los
frutos del vientre son una recompensa» (Sal 127: 3).
Todos nuestros talentos y capacidades son del Señor, porque Pablo puede
preguntarle a los corintios: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo
recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?» (1ª Co 4: 7).
David sabía que eso era cierto respecto a su dotes militares, porque,
aunque debe haberse entrenado muchas horas en el uso del arco y la flecha, pudo
decir: «[Dios] adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar
arcos de bronce» (Sal 18: 34).
Dios influye en las decisiones de los gobernantes, porque «en las manos
del Señor el corazón del reyes como un río: sigue el curso que el Señor le ha
trazado» (Pr 21: 1). Una ilustración de esto fue cuando el Señor hizo que el
rey de Persia ayudara a su pueblo, «y permitiera reconstruir el templo del Dios
de Israel» (Esd 6: 22), o cuando «en el primer año del reinado de Ciro, rey de
Persia, el Señor dispuso el corazón del rey» (Esd 1: 1) para que ayudara al
pueblo de Israel.
Pero no es solo el corazón del rey el que Dios dispone, porque él mira
«desde su trono a todos los habitantes de la tierra» y «él es quien formó el
corazón de todos» (Sal 33: 14-15).
Cuando nos damos cuenta de que en la Biblia el corazón es donde residen
nuestros pensamientos y deseos más íntimos, este es un pasaje significativo.
Dios dirige de modo especial los deseos e inclinaciones de los creyentes,
obrando en nosotros «tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena
voluntad» (Flp 2: 13).
Todos estos pasajes, que contienen afirmaciones generales en cuanto a la
obra de Dios en la vida de toda persona y ejemplos específicos de la obra de
Dios en la vida de individuos nos llevan a concluir que la obra providencial de
Dios de concurrencia se extiende a todos los aspectos de nuestra vida. Nuestras
palabras, nuestros pasos, nuestros movimientos, nuestros corazones y nuestras
capacidades vienen del Señor.
Pero debemos guardarnos contra malos entendidos. Aquí también, como en
la creación más baja, la dirección providencial de Dios como «causa primaria»
invisible, detrás de bastidores, no nos debe llevar a negar la realidad de
nuestras decisiones y acciones. Una y otra vez la Biblia afirma que hacemos que
las cosas sucedan.
Somos significativos y responsables. Nosotros en efecto tomamos
decisiones y estas son decisiones reales que producen resultados reales. La
Biblia repetidamente afirma también estas verdades.
Tal como una piedra es de veras dura debido a que Dios la hizo con las
propiedades de dureza, tal como el agua es de verdad mojada debido a que Dios
la hizo con la propiedad de humedad, y así como las plantas están de verdad
vivas porque Dios las hizo con la propiedad de la vida, nuestras decisiones son
decisiones de verdad y surten efectos significativos, porque Dios nos ha hecho
de una manera tan maravillosa que nos ha dotado con la propiedad de libre
albedrío.
Una manera de abordar estos pasajes en cuanto a la concurrencia de Dios
es decir que si de veras nosotros decidimos, nuestras decisiones no pueden
originarse en Dios (vea más adelante una mayor explicación de este punto de
vista). Pero el número de pasajes que afirman este control providencial de Dios
es tan considerable, y las dificultades involucradas en darles alguna otra
interpretación son tan formidables, que en efecto no me parece que pueda ser la
mejor manera de abordarlos.
Parece que es mejor afirmar que Dios hace que todas las cosas sucedan,
pero que lo hace de tal manera que mantiene la facultad que tenemos de tomar
decisiones voluntarias, responsables, que tienen resultados reales y eternos y
de las cuales se nos considera responsables. La Biblia no nos explica
exactamente cómo Dios combina su control providencial con nuestras decisiones
voluntarias y significativas.
Pero en lugar de negar una cosa o la otra (simplemente porque no podemos
explicar cómo ambas pueden ser verdad), debemos aceptarlas las dos en un
intento de ser fieles a la enseñanza de toda la Biblia.
La analogía de un autor que escribe una obra puede ayudarnos a captar
cómo ambas cosas pueden ser verdad. En la obra Macbet, de Shakespeare, Macbet
mata al rey Duncan. Ahora (si por un momento damos por sentado que esto es
ficticio), se podría hacer la pregunta «¿Quién mató al rey Duncan?» En un
nivel, la respuesta correcta es «Macbet».
Dentro del contexto del drama él cometió el homicidio y con razón carga
con la culpa. Pero en otro nivel, una respuesta correcta a la pregunta «¿Quién
mató al rey Duncan?» sería «William Shakespeare»; él escribió la obra, creó a
los personajes y escribió la parte en donde Macbet mata al rey Duncan.
No sería correcto decir que debido a que Macbet mató al rey Duncan,
William Shakespeare no lo mató. Tampoco sería correcto decir que debido a que
William Shakespeare mató al rey Duncan, Macbet no lo mató. Ambas cosas son
verdad. A nivel de los personajes en la obra Macbet por completo (cien por
ciento) causó la muerte del rey Duncan, pero a nivel del creador de la obra,
William Shakespeare por completo (cien por ciento) causó la muerte del rey
Duncan.
De modo similar, podemos entender que Dios causa plenamente las cosas de
cierta manera (como Creador), y nosotros plenamente causamos las cosas de otra
manera (como criaturas).
Por supuesto, alguien podría objetar que la analogía en realidad no
resuelve el problema porque los personajes del drama no son personajes de la
vida real; son personajes sin libertad propia, ni capacidad de tomar decisiones
genuinas, y cosas por el estilo. Pero en respuesta podemos destacar que Dios es
infinitamente mucho más grande y más sabio que nosotros.
En tanto que nosotros como criaturas finitas sólo podemos crear
personajes ficticios en un drama, y no personajes de la vida real, Dios,
nuestro Creador infinito, ha hecho un mundo real y en él nos ha creado como
personas reales que toman decisiones por su cuenta. Decir que Dios no podría
hacer un mundo en el cual él nos hace tomar decisiones por nuestra cuenta (como
algunos argumentarían hoy; véase la consideración más abajo) es limitar el
poder de Dios. También parece desmentir un amplio número de pasajes de la
Biblia.
(3)
A.
Dios, en su providencia ordinaria, hace uso de medios: Hch. 27:22, 31,44; Is. 55:10,11; Os. 2:21,22.
B.
Sin embargo, tiene la libertad de obrar sin ellos: Os. 1:7; Lc. 1:34,35.
C.
por encima de ellos: Ro. 4:19-21.
D.
Y contra ellos, según le plazca: Ex. 3:2,3; 2 R. 6:6; Dn. 3:27.
(4)
A.
El poder omnipotente, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se
manifiestan en su providencia hasta tal punto que su consejo determinante se
extiende aun hasta la primera Caída y a todas las demás acciones pecaminosas,
tanto de los ángeles como de los hombres: Ro.
11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28.
B.
(Y eso no por un mero permiso), las cuales sapientísima y poderosamente limita,
y asimismo ordena y gobierna de múltiples maneras para sus santísimos fines: Hch. 14:16; 2 R. 19:28; Gn. 50:20; Is.
10:6, 7, 12
C.
sin embargo, de tal modo que la pecaminosidad de las acciones de ellos procede
sólo de las criaturas, y no de Dios, quien siendo justísimo y santísimo, no es,
ni puede ser, autor del pecado ni aprobarlo:
Stg.:13, 14, 17; 1 Jun. 2:16; Sal 50:21.
DIOS USA TODAS LAS COSAS PARA CUMPLIR
SUS PROPÓSITOS E INCLUSO USA EL MAL PARA SU GLORIA Y NUESTRO BIEN.
Así que, cuando el mal viene a nuestras vidas para atormentarnos,
podemos obtener de la doctrina de la providencia una mayor seguridad de que
«Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido
llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8:28). Esta clase de convicción le
permitió a José decirles a sus hermanos: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero
Dios transformó ese mal en bien» (Gn 50: 20).
También podemos darnos cuenta de que Dios es glorificado aun en el
castigo del mal. La Biblia nos dice que «toda obra del Señor tiene un
propósito; ¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre!» (Pr 16: 4).11
De modo similar, el salmista afirma: «Ciertamente la ira del hombre te alabará»
(Sal 76: 10, RVR 1960). Y el ejemplo del faraón (Ro 9: 14-24) es un ejemplo
claro de la manera en que Dios usa el mal para su gloria y para el bien de su
pueblo.
NO OBSTANTE,
DIOS NUNCA HACE MAL, Y NUNCA SE LE DEBE ECHAR LA CULPA DEL MAL.
En una afirmación similar a las citadas arriba de Hch 2: 23 y 4:27-28,
Jesús también combina la predestinación de Dios de la crucifixión con la culpa
moral de los que la realizaron: «A la verdad el Hijo del hombre se irá según
está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!» (Lc 22: 22; Mt 26: 24; Mr
14:21).
Y en una afirmación más general en cuanto al mal en el mundo, Jesús
dice: «¡Ay del mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Inevitable es
que sucedan, pero ¡ay del que hace pecar a los demás!» (Mt 18:7).
Santiago habla de modo similar al advertirnos que no le echemos la culpa
a Dios por el mal que hacemos, y dice: «Que nadie, al ser tentado, diga: Es
Dios quien me tienta". Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni
tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus
propios malos deseos «destinar» en este versículo es mejor tomarlo como
refiriéndose tanto al tropezar como a la desobediencia.
Es incorrecto decir que Dios sólo destinó el hecho de que los que
desobedecen tropezarían, porque no es de un hecho sino de las personas (ellos)
que se dice que están «destinados» en este caso lo arrastran y seducen» (Stg 1:
13-14).
El versículo no dice que Dios jamás causa el mal; afirma que no debemos
pensar que él es como un agente que nos está tentando o al que se debería pedir
cuenta por la tentación. Nunca podemos echarle a Dios la culpa de la tentación,
ni pensar que él aprueba que cedamos a ella.
Debemos resistir al mal y siempre culparnos nosotros mismos u a otros
que nos tientan, pero nunca debemos culpar a Dios. Incluso un versículo como
Isaías 45: 7, que habla de Dios «creando calamidad», no dice que Dios mismo
hace el mal, sino que debemos entender que quiere decir que Dios ordenó que ese
mal resultara de las decisiones voluntarias de sus criaturas.
Todos estos versículos indican claramente que las «causas secundarias»
(seres humanos, ángeles y demonios) son reales y que los seres humanos en
efecto causan el mal y son responsables por el mismo. Aunque Dios ordenó que
tuviera lugar, tanto en términos generales como en detalles específicos, sin
embargo, Dios está lejos de hacer el mal y el hecho de que él haga que tenga
lugar mediante «causas secundarias» no impugna su santidad ni lo hace culpable.
Juan Calvino sabiamente dice:
Los Ladrones, Los Homicidas Y Demás Malhechores Son Instrumentos De La
Providencia De Dios, De Los Cuales Se Sirve El Señor Para Ejecutar Los
Designios Que En Sí Mismo Determinó; Pero Niego Que Por Ello Puedan Tener
Excusa Alguna. ¿Por Qué?
Porque ¿Cómo Podrán Mezclar A Dios En Su Propia Maldad O Encubrir Su
Pecado Con La Justicia Divina? Ninguna De Estas Cosas Les Es Posible.
Un poco más adelante, Calvino titula un capítulo: «Dios se sirve de los
impíos y doblega su voluntad para que ejecuten sus designios, quedando sin
embargo él limpio de toda mancha». Debemos notar que las alternativas a decir
que Dios usa el mal para sus propósitos pero que él nunca hace el mal y que no
se le debe culpar por el mal, no son deseables.
Si dijéramos que Dios mismo hace el mal, tendríamos que concluir que no
es un Dios bueno y justo, y por consiguiente no sería Dios en lo absoluto. Por
otro lado, si mantenemos que Dios no usa el mal para cumplir sus propósitos,
tendríamos que reconocer que hay en el universo un mal que Dios no propuso, que
no está bajo su control, y que tal vez no cumplirá los propósitos de Dios. Esto
nos haría muy dificil afirmar que «todas las cosas» contribuyen para el bien de
los que aman a Dios y que son llamados conforme a su propósito (Ro 8: 28).
Si el mal surgió en el mundo a pesar de que Dios no se lo propuso ni
quería que estuviera aquí, ¿qué garantía tenemos de que no habrá más y más
males que él no propuso y que no quería? Y ¿qué garantía tenemos de que él
podrá usarlo para sus propósitos, o incluso de que pueda triunfar sobre él? De
seguro ésta es una posición alterna indeseable.
DIOS
CORRECTAMENTE CULPA Y JUZGA A LAS CRIATURAS MORALES POR EL MAL QUE HACEN.
Muchos pasajes bíblicos afirman esto. Uno se halla en Isaías: «Ellos han
escogido sus propios caminos, y se deleitan en sus abominaciones. Pues yo
también escogeré aflicciones para ellos y enviaré sobre ellos lo que tanto
temen. Porque nadie respondió cuando llamé; cuando hablé, nadie escuchó. Más
bien, hicieron lo malo ante mis ojos y optaron por lo que no me agrada» (ls 66:
3-4). De modo similar leemos:
«Dios hizo perfecto al género humano, pero éste se ha buscado demasiadas
complicaciones» (Ec 7: 29). La culpa del mal siempre recae sobre la criatura
responsable, sea hombre o demonio, que la hace, y la criatura que hace el mal
siempre merece castigo.
La Biblia siempre afirma que Dios es justo para castigamos por nuestros
pecados.
Si objetamos que él no debe hallarnos culpables porque no podemos
resistir su voluntad, debemos meditar en la respuesta del mismo apóstol Pablo a
esa cuestión: «Pero tú me dirás: "Entonces, ¿por qué todavía nos echa la
culpa Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?"
Respondo: "¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso le
dirá la olla de barro al que la modeló: '¿Por qué me hiciste así?» (Ro 9:
19-20). En cada caso en que hacemos el mal, sabemos que voluntariamente
escogimos hacerlo, y nos damos cuenta de que con justicia somos culpables del
mismo.
EL MAL ES
REAL, NO UNA ILUSIÓN, Y NUNCA DEBEMOS HACER EL MAL, PORQUE NOS HARÁ DAÑO A
NOSOTROS Y A OTROS.
La Biblia siempre enseña que nunca tenemos el derecho de hacer el mal, y
que debemos persistentemente oponemos al mal en nosotros y en el mundo. Debemos
orar: «líbranos del mal» (Mt 6: 13, RVR 1960), y si vemos a alguien alejándose
de la verdad y haciendo el mal, debemos procurar hacerle volver.
La Biblia dice: «Si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro
lo hace volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su
extravío, lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados» (Stg 5: 19-20).
Ni siquiera debemos desear hacer el mal, porque albergar deseos de pecado en
nuestra mente es permitirles «hacer guerra» contra nuestras almas (1ª P 2: 11)
y por consiguiente hacernos daño espiritual.
Si alguna vez nos sentimos tentados a decir: «¿Por qué no hacer el mal
para que resulte un bien?», como algunos acusaban calumniosamente a Pablo de
enseñar, debemos recordar 10 que Pablo dice respecto a los que enseñan doctrina
falsa: «¡Bien merecida se tienen la condenación!» (Ro 3: 8).
Al pensar en que Dios usa el mal para cumplir sus propósitos, debemos
recordar que hay cosas que es correcto que Dios haga, pero que es incorrecto
que nosotros hagamos: Él exige que los demás lo adoren, y acepta la adoración
de ellos. Busca gloria para sí mismo. Ejecuta el castigo final sobre los
malhechores.
Usa también el mal para producir propósitos buenos, pero no nos permite
a nosotros hacer tal cosa. Calvino cita una afirmación de Agustín con
aprobación: «Hay una gran diferencia entre lo que es apropiado que el hombre
quiera y lo que es apropiado para Dios. Porque mediante las malas voluntades de
hombres malvados Dios cumple lo que correctamente quiere».
Herman Bavinck usa la analogía de un padre que usa un cuchillo afilado
pero no permite que su hijo lo use, para mostrar que Dios mismo usa el mal para
producir propósitos buenos, pero que nunca permite a sus hijos hacer eso.
Aunque debemos imitar el carácter moral de Dios de muchas maneras (Ef 5: 1),
esta es una de las maneras en que no debemos imitarlo.
A PESAR DE
TODAS LAS AFIRMACIONES ANTEDICHAS,
Hemos llegado al punto en que confesamos que no comprendemos cómo es que
Dios puede ordenar que hagamos obras malas y sin embargo consideramos culpables
por ellas y no culparse a sí mismo.
Podemos afirmar que todas estas cosas son verdad, porque la Biblia las
enseña. Pero la Biblia no nos dice exactamente cómo Dios lo hace y cómo puede
ser que nos considere responsables por lo que él ordena que tenga lugar. Aquí
la Biblia guarda silencio, y tenemos que concordar con Berkhof que en última
instancia «el problema de la relación de Dios con el pecado sigue siendo un
misterio».
¿SOMOS «LIBRES»? ¿TENEMOS «LIBRE ALBEDRÍO»?
Si Dios ejerce control providencial sobre todo lo que pasa, ¿somos
libres en algún sentido? La respuesta depende de lo que queramos decir con la
palabra libre. En algunos sentidos de la palabra libre todos concordarían en
que somos libres en nuestra voluntad y nuestras decisiones.
Incluso teólogos prominentes de tradición reformada o calvinista
concurren.
Tanto Louis Berkhof en su Systematic Theology (pp. 103, 173) como Juan
Calvino en sus Institutos de la religión cristiana16 están dispuestos a hablar
en algún sentido de actos y decisiones «libres» del hombre. Sin embargo,
Calvino explica que el término está tan sujeto a malos entendidos que él mismo
trata de evitar usarlo.
Esto se debe a que el «libre albedrío no es suficiente para permitirle
al hombre hacer buenas obras, a menos que la gracia lo ayude».17 Por
consiguiente, Calvino concluye:
Según Esto, Se Dice Que El Hombre Tiene Libre Albedrío, No Porque Sea
Libre Para Elegir Lo Bueno Y Lo Malo, Sino Porque El Mal Que Hace Lo Hace
Voluntariamente Y No Por Coacción. Esto Es Verdad; ¿Pero Para Qué Atribuir Un
Título Tan Arrogante A Algo Tan Intrascendente?
Calvino continúa explicando cómo esta expresión se malentiende
fácilmente:
Pero ¿Cuántos Hombres Hay, Pregunto, Que Al Oír Decir Que Al Hombre Se
Le Atribuye Libre Albedrío No Considera De Inmediato Que El Hombre Es Señor De
Su Entendimiento Y De Su Voluntad, Con Potestad Natural Para Inclinarse Al Bien
O Al Mal? Si Alguno, Entonces, Puede Usar Esta Expresión Sin Entenderla En Un
Mal Sentido, Yo No Me Opongo A Que Lo Haga.
Por tanto, cuando preguntamos si tenemos «libre albedrío», es importante
tener bien claro lo que se quiere decir con la frase. La Biblia en ninguna
parte dice que somos «libres» en el sentido de estar fuera del control de
Dios19 o de ser capaces de tomar decisiones que no son causadas por nada.
(Este es el sentido en el que muchos parecen dar por sentado que debemos
ser libres; vea lo que decimos abajo.) Tampoco dice que somos «libres» en el
sentido de que podemos hacer el bien por cuenta propia sin el poder de Dios.
Pero, de todas manera somos libres en el sentido más grande que cualquier
criatura de Dios pueda ser libre; tomamos decisiones voluntarias, decisiones
que surten efectos reales.
No nos percatamos de ninguna restricción en nuestra voluntad de parte de
Dios cuando tomamos decisiones. Debemos insistir en que tenemos el poder de
decidir voluntariamente; de otra manera caemos en el error del fatalismo o
determinismo, y de ese modo concluimos que nuestras decisiones no importan,
porque en realidad no podemos tomar decisiones propias.
Por otro lado, la clase de libertad que exigen los que niegan el control
providencial de Dios sobre todas las cosas, libertad para estar fuera de la
actividad sustentadora y controladora de Dios, sería imposible si Jesucristo
está en verdad «continuamente sustentado toda las cosas por su palabra de
poder» (Heb 1:3, traducción del autor).
Si esto es así, estar fuera de ese control providencial ¡sería no
existir! Una «libertad» absoluta, totalmente libre del control de Dios, no es
posible en un mundo sustentado y dirigido providencialmente por Dios mismo.
(5)
A.
El Dios sapientísimo, justísimo y clementísimo a menudo deja por algún tiempo a
sus propios hijos en diversas tentaciones y en las corrupciones de sus propios
corazones, a fin de disciplinarlos por sus pecados anteriores o para revelarles
la fuerza oculta de la corrupción y del engaño de sus corazones, para que sean
humillados; y para llevarlos a una dependencia de él más íntima y constante
para su apoyo en él; y para hacerlos más vigilantes contra todas las ocasiones
futuras de pecado, y para otros fines santos y justos: 2 Cr. 32:25, 26, 31; 2 S. 24:1; Lc. 22:34, 35; Mr. 14:66-72; Jun.
21:15-17.
B.
Por consiguiente, todo lo que ocurre a cualquiera de sus escogidos es por su
designio, para su gloria y para el bien de ellos: Ro. 8:28.
LOS DECRETOS DE DIOS
Los decretos de Dios son los planes eternos de Dios por los cuales,
antes de la creación del mundo, él determinó hacer que tuviera lugar todo lo
que sucede. Esta doctrina es similar a la doctrina de la providencia, pero aquí
nos referimos a las decisiones de Dios antes de que el mundo fuera creado y no
en sus acciones providenciales en el tiempo.
Sus acciones providenciales son los resultados de los decretos eternos
que hizo hace mucho tiempo. Para ver
«decretos» usado en un sentido algo diferente.)
David confiesa: «Todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos» (Sal 139: 16; Job 14:
5: los días, meses y límites del hombre los determina Dios). También hay un
«determinado propósito y el previo conocimiento de Dios» (Hch 2: 23) por el
cual mataron a Jesús, y las acciones de los que lo condenaron y crucificaron
estaban «predestinadas» por Dios (Hch 4: 28).
Nuestra salvación fue determinada hace mucho tiempo porque Dios «nos
escogió en él [Cristo] antes de la creación del mundo, para que seamos santos y
sin mancha delante de él» (Ef 1: 4). Nuestras buenas obras como creyentes son
las que «Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Ef.
2:10; Jud 4).
Estos ejemplos tocan muchos aspectos diversos de la actividad humana.
Parece apropiado concluir de estos ejemplos que todo lo que Dios hace lo ha
planeado desde antes de la creación del mundo; es más, estas cosas han sido un
plan eterno para él.
El beneficio de un énfasis en los decretos de Dios es que nos ayuda a
damos cuenta de que Dios no traza planes repentinamente sobre la marcha. Él
sabe el fin desde el principio, y realizará todos sus buenos propósitos. Esto debe
aumentar grandemente nuestra confianza en él, especialmente en circunstancias
difíciles.
LA IMPORTANCIA DE NUESTRAS ACCIONES HUMANAS.
A veces podemos olvidamos de que Dios obra mediante acciones humanas en
su gobierno providencial del mundo. Cuando lo olvidamos, empezamos a pensar que
nuestras acciones y decisiones no hacen gran diferencia o no surten gran efecto
en el curso de los acontecimientos. Para precavemos contra todo malentendido de
la providencia de Dios debemos destacar los siguientes puntos de énfasis.
NOSOTROS SOMOS CON TODO RESPONSABLES DE NUESTRAS ACCIONES.
Dios nos hizo responsables por nuestras acciones, las que tienen
resultados reales y eternamente significativos.
En todos sus actos providenciales Dios preserva estas características de
responsabilidad y significación.
Algunas analogías del mundo natural tal vez nos ayuden a entender esto.
Dios ha creado una piedra con la característica de que sea dura, y lo es. Dios
creó el agua con la característica de que sea mojada, y lo es. Dios creó las
plantas y los animales con la característica de que estén vivos, y lo están. De
modo similar, Dios nos ha creado con la característica de que seamos
responsables de nuestras acciones, Y lo somos!
Si hacemos el bien y obedecemos a Dios, él nos recompensará y las cosas
marcharán bien para nosotros tanto en esta edad como en la eternidad. Si
hacemos el mal y desobedecemos a Dios, él nos disciplinará y tal vez nos
castigará, y las cosas marcharán mal para nosotros. El damos cuenta de estos
hechos nos ayudará a tener sabiduría pastoral al hablar con otros y al
animarlos a que eviten la ociosidad y la desobediencia.
El hecho de que somos responsables de nuestras acciones quiere decir que
nunca debemos pensar: «Dios me hizo malo, y por consiguiente yo no tengo la
culpa de serlo». Significativamente, Adán empezó a dar excusas por el primer
pecado en términos que sospechosamente suenan así:
«La mujer que me diste por compañera medio de ese fruto, y yo lo comí»
(Gn3: 12). A diferencia de Adán, la Biblia nunca le echa a Dios la culpa del
pecado. Si alguna vez nosotros empezamos a pensar que Dios tiene la culpa del
pecado, estamos pensando erróneamente en cuanto a la providencia de Dios,
porque es siempre la criatura, y no Dios, quien tiene la culpa.
Claro, podemos objetar que no está bien que Dios nos considere culpables
si es él, en efecto, quien ha ordenado todas las cosas que sucedieron, pero
Pablo nos corrige: «Pero tú me dirás:
Entonces, ¿por qué todavía nos echa la culpa Dios? ¿Quién puede oponerse
a su voluntad?"
Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios?» (Ro 9: 19-20).
Debemos darnos cuenta y resolver en nuestros corazones que está bien que Dios
nos reprenda y nos discipline y castigue el mal. Y, cuando tenemos la
responsabilidad de hacerlo, está bien que reprendamos y castiguemos el mal en
nuestras familias, en la iglesia e incluso, de algunas maneras, en la sociedad
que nos rodea.
Nunca debemos decir de un mal que ha sucedido: «Dios lo quiso, por
consiguiente está bien». Porque debemos reconocer que algunas cosas que la
voluntad de decreto de Dios ha planeado no son buenas en sí mismas, y no deben
recibir nuestra aprobación, así como tampoco reciben la aprobación de Dios.
NUESTRAS ACCIONES TIENEN RESULTADOS REALES Y EN EFECTO
CAMBIAN EL CURSO DE LOS ACONTECIMIENTOS.
En los ordinarios acontecimientos del mundo, si descuido atender mi
salud y tengo malos hábitos de comer, o si abuso de mi cuerpo con licor o
tabaco, probablemente moriré más pronto. Dios ha ordenado que nuestras acciones
tengan efectos. Por supuesto, no sabemos lo que Dios ha planeado, ni siquiera
por el resto de este día, para no decir nada de la próxima semana o del próximo
año.
Pero sí sabemos que si confiamos en Dios y le obedecemos, ¡descubriremos
que él ha planeado buenas cosas que resulten gracias a esa obediencia! No
podemos simplemente descartar a otros con quienes nos encontramos, porque Dios
hace que muchos se crucen en nuestro camino y nos da la responsabilidad de
actuar hacia ellos de maneras significativamente eternas, sea para bien o para
mal.
Calvino sabiamente nota que para animamos a usar precaución ordinaria en
la vida y planear de antemano, «Dios se complace en ocultarnos todos los
acontecimientos futuros, a fin de que los resistamos como dudosos, y no dejemos
de oponemos a ellos con remedios listos, hasta que los superemos o estén más
allá de toda preocupación la providencia de Dios no siempre nos sale al
encuentro en su forma desnuda, sino que Dios en cierto sentido la viste con los
medios que emplea».
En contraste, si esperamos que algunos peligros o acontecimientos malos
puedan presentarse en el futuro, y no usamos medios razonables para evitarlos,
podemos en verdad descubrir ¡que nuestra falta de acción fue el medio que Dios
usó para permitir que se presentaran!
LA ORACIÓN ES UNA CLASE ESPECÍFICA DE ACCIÓN QUE TIENE
RESULTADOS DEFINIDOS Y QUE EN EFECTO CAMBIA EL CURSO DE LOS ACONTECIMIENTOS.
Dios también ha ordenado que la oración sea un medio muy significativo
de producir resultados en el mundo.26 Cuando intercedemos fervientemente por
una persona o circunstancia específica, a menudo hallaremos que Dios ha
ordenado que nuestra oración sea un medio que él ha de usar para producir los
cambios en el mundo.
La Biblia nos recuerda esto cuando nos dice: «No tienen, porque no
piden» (Stg 4:2). Jesús dice: «Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre.
Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa» (Jn 16:24).
EN CONCLUSIÓN, ¡DEBEMOS ACTUAR!
La doctrina de la providencia de ninguna manera nos anima a arrellanarnos
con holgazanería para esperar el resultado de los acontecimientos. Por
supuesto, Dios puede imprimir en nosotros la necesidad de esperar en él antes
de actuar y de confiar en él antes que en nuestras propias capacidades, Y eso
por cierto no está mal. Pero simplemente decir que estamos confiando en Dios en
lugar de actuar responsablemente es pura holgazanería y una distorsión de la
doctrina de la providencia.
En términos prácticos, si uno de mis hijos tiene una tarea escolar que
debe hacer para el día siguiente, tengo derecho a obligarlo a que termine esa
tarea antes de que salga a jugar. Me doy cuenta de que su calificación está en
las manos de Dios, y que Dios hace mucho que ha determinado cuál será esa
calificación, pero yo no lo sé, ni tampoco mi hijo. Lo que sí sé es que si
estudia y hace fielmente su tarea escolar, recibirá una buena nota. Si no, no
la recibirá. Por eso Calvino puede decir:
Ahora, Pues, Es Muy Claro Cuál Es Nuestro Deber: Si El Señor Nos Ha
Confiado La Protección De Nuestra Vida, Nuestro Deber Es Protegerla; Si Nos
Ofrece Ayudas, Que Las Usemos; Si No Nos Advierte Con Antelación Respecto A
Peligros, Que No Nos Metamos Temerariamente En Ellos; Si Pone A Nuestra
Disposición Remedios, Que No Lo Menospreciemos.
Pero Ningún Peligro Nos Perjudicará, Dirán, A Menos Que Sea Fatal, Y En
Este Caso Está Más Allá De Los Remedios. Pero, ¿Qué Si Los Peligros No Son
Fatales, Porque El Señor Te Ha Provisto De Remedios Para Alejarlos Y
Superarlos.
Un buen ejemplo de actividad vigorosa combinada con confianza en Dios se
halla en 2ª Samuel10: 12, en donde Joab dice: «¡Ánimo! ¡Luchemos con valor por
nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios!», pero luego añade
inmediatamente en la misma oración, «y que el Señor haga lo que bien le
parezca». Joab a la vez va a luchar y a confiar en que Dios hará lo que le
parezca bueno.
Similares ejemplos hallamos en el Nuevo Testamento. Cuando Pablo estaba
en Corinto, a fin de impedir que se desalentara por la oposición que había
recibido de parte de los judíos, el Señor se le apareció una noche en visión y
le dijo: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo.
Aunque te ataquen, no vaya dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha
gente en esta ciudad» (Hch 18: 9-1O).
Si Pablo hubiera sido un fatalista con un entendimiento inapropiado de
la providencia de Dios, habría escuchado las palabras de Dios: «Tengo mucha
gente en esta ciudad», y concluido que Dios había determinado salvar a muchos
de los Corintios, y que por consiguiente no importaba si Pablo se quedaba allí
o no:
¡Dios ya había escogido que muchos serían salvos! Pablo habría pensado
¡que bien podía empacar sus maletas e irse! Pero no cometió esa equivocación.
Más bien concluyó que si Dios había escogido a muchos, entonces probablemente
sería mediante la predicación de Pablo del evangelio que esos muchos serían
salvados. Por consiguiente Pablo tomó una decisión sabia: «Así que Pablo se
quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (Hch
18: 11).
Pablo pone esta clase de acción responsable a la luz de la providencia
de Dios en una sola oración en 2ª Timoteo 2: 10, en donde dice: «Todo lo
soporto por el bien de los elegidos, para que también ellos alcancen la
gloriosa y eterna salvación que tenemos en Cristo Jesús». No se agarra del
hecho de que Dios había escogido a algunos para ser salvos para concluir que no
debía hacer nada; más bien, concluyó que había mucho por hacer a fin de que los
propósitos de Dios se realizaran por los medios que Dios también había establecido.
En verdad, Pablo estaba dispuesto a soportarlo «todo», incluyendo toda
suerte de adversidad y sufrimiento, para que los planes de Dios pudieran
realizarse. Una creencia de corazón en la providencia de Dios no es un
desaliento sino un estímulo a la acción.
Un ejemplo al respecto se halla en el relato del viaje de Pablo a Roma.
Dios le había revelado claramente a Pablo que ninguno de los pasajeros del
barco moriría debido a la larga tempestad que habían soportado.
Por cierto, Pablo se levantó ante los pasajeros y la tripulación y les
dijo que se animaran:
Porque Ninguno De Ustedes Perderá La Vida; Sólo Se Perderá El Barco.
Anoche Se Me Apareció Un Ángel Del Dios A Quien Pertenezco Y A Quien Sirvo, Y
Me Dijo: «No Tengas Miedo, Pablo. Tienes Que Comparecer Ante El Emperador; Y
Dios Te Ha Concedido La Vida De Todos Los Que Navegan Contigo.»
¡Así Que Ánimo, Señores! Confió En Dios Que Sucederá Tal Y Como Se Me
Dijo. Sin Embargo, Tenemos Que Encallar En Alguna Isla (Hch 27: 22-26).
Pero poco después de que Pablo dijo esto, notó que los marineros a bordo
del barco estaban secretamente tratando de bajar al mar un barco salvavidas,
«en un intento por escapar del barco» (Hch 27: 30). Planeaban dejar a los otros
desvalidos sin nadie que supiera cómo gobernar el barco.
Cuando Pablo vio esto, no adoptó una actitud errónea y fatalista,
pensando que Dios milagrosamente llevaría el barco a la orilla. Más bien, de
inmediato fue al centurión que estaba a cargo de los marineros y «les advirtió
al centurión y a los soldados: "Si ésos no se quedan en el barco, no
podrán salvarse ustedes"» (Hch 27: 31).
Sabiamente Pablo sabía que la supervisión providencial de Dios e incluso
su clara predicción de lo que sucedería con todo incluía el uso de medios
humanos ordinarios para que resultara. Incluso tuvo la intrepidez de decir que
esos medios eran necesarios: «Si esos no se quedan en el barco, no podrán
salvarse ustedes» (Hch 27: 31).
Nosotros haremos bien en imitar su ejemplo de combinar una completa
confianza en la providencia de Dios y darnos cuenta de que el uso de medios
ordinarios es necesario para que las cosas resulten de la manera en que Dios ha
planeado que resulten.
(6)
A.
En cuanto a aquellos hombres malvados e impíos a quienes Dios, como juez justo,
ciega y endurece a causa de su pecado anterior: Ro. 1:24-26, 28; 11:7, 8.
B.
No sólo les niega su gracia, por la cual podría haber iluminado su
entendimiento y obrado en sus corazones: Dt.
29: 4.
C.
sino que también algunas veces les retira los dones que tenían: Mt. 13:12; 25:29.
D.
y los deja expuestos a las cosas que su corrupción convierte en ocasión de
pecado: Dt. 2:30; 2 R. 8:12, 13.
E.
y, a la vez, los entrega a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del
mundo y al poder de Satanás: Sal 81:11,
12; 2 Ts. 2:10-12.
F.
por lo cual sucede que se endurecen bajo los mismos medios
que Dios emplea para ablandar a otros: Ex.
7:3; 8:15, 32; 2 Co. 2:15, 16; Is. 6:9, 10; 8:14; 1 P. 2:7; Hch. 28:26, 27;
Jun. 12:39, 40.
LA MANERA EN QUE DIOS OBRA
ORDINARIAMENTE EN LA ACTIVIDAD HUMANA.
Al examinar los pasajes del Antiguo Testamento que se refieren a la
intervención providencial de Dios en el mundo, David].
A. Clines dice que las predicciones y afirmaciones de Dios en cuanto a
sus propósitos se refieren a acontecimientos limitados o específicos:
Casi Todas Las Referencias Específicas A Los Planes De Dios Tienen A La
Vista Un Acontecimiento En Particular O Una Serie Limitada De Acontecimientos,
Por Ejemplo, «Lo Que Tiene Proyectado En Contra Del País De Los Babilonios» Jer
50: 45). Todavía Más, No Es Cuestión De Un Solo Plan Divino; Varios Pasajes
Hablan De Varias Intenciones, Y Algunas Referencias Son En Verdad A Planes De
Dios En Plural [Los Pasajes Son] Una Aseveración De Que Dentro De La Historia
Dios Está Realizando Sus Propósitos.
Jack Cottrell concuerda que en algunos casos Dios interviene en el mundo
de una manera nada común, usando «manipulación sutil de tales leyes [naturales]
y estados mentales».
Pero llama a estos acontecimientos nada usuales «providencia especial»,
y dice: «Es natural que el Antiguo Testamento abunde en relatos de providencia
especial. Pero no tenemos razón para dar por sentado que Dios estaba obrando en
Australia y América del Sur de tales maneras al mismo tiempo».
EL CONCEPTO ARMINIANO ERRÓNEAMENTE CULPA A DIOS DEL PECADO.
Los que sostienen una posición arminiana preguntan: «¿Cómo puede Dios
ser santo si decreta que pequemos?» Afirman que Dios no es el «autor del
pecado», que «Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a
nadie» (Stg 1: 13), que «Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad» (1ª Jn
1: 5), y que «El Señor es justo; y en él no hay injusticia» (Sal 92: 15).
El concepto de la providencia de Dios que se aboga arriba, dirían, nos
hace títeres o robots que no pueden hacer nada aparte de lo que Dios nos hace
hacer. Pero esto impone reproche moral en Dios, porque Marshall dice: «Yo soy
responsable de lo que mi agente hace».39 Pinnock afirma que «es blasfemo
mantener, como lo hace esta teoría, que la rebelión del hombre contra Dios en cierto
sentido es el producto de la voluntad soberana o causalidad primaria de Dios».
LAS DECISIONES QUE DIOS NOS HACE TOMAR NO PUEDEN SER
VERDADERAS DECISIONES.
Cuando el calvinista afirma que Dios nos hace escoger voluntariamente
las cosas, los que sostienen una posición arminiana responden que cualquier
decisión que en última instancia es Dios quien la causa no puede ser una
verdadera decisión, y que si es cierto que Dios nos hace tomar las decisiones
que tomamos, no somos de verdad personas.
Cottrell dice que el concepto calvinista de Dios como causa primaria y
los hombres como causa secundaria en realidad se desbarata de modo que hay sólo
una causa: Dios. Si un hombre usa una palanca para mover una roca, argumenta,
«la palanca no es una causa segunda verdadera sino sólo un instrumento de la
verdadera causa del movimiento.
A mi juicio el concepto de causa no tiene significación real cuando se
usa en este sentido. En tal sistema el hombre contribuye sólo lo que ya ha sido
predeterminado».
Pinnock escribe:
La Comunión Personal De La Clase Que Se Concibe En El Evangelio Sólo
Existe Cuando Se Consuma En Una Decisión Libre. Si Deseamos Comprender La
Gracia De Dios Como Algo Dirigido En Forma Personal A Sus Criaturas Debemos
Captarla, Como Lo Hace La Biblia, En Términos Dinámicos, No Manipuladores Ni
Coercitivos.
También dice:
Si El Mundo Fuera Una Estructura Completamente Determinada En La Cual
Ninguna Decisión Del Hombre Surte Ningún Efecto, La Básica Intuición Del Hombre
De Que Es Un Actor Y Un Agente Libre No Tendría Sentido: No Habría, Entonces,
Razón Para Hacer Planes O Ejercer Esfuerzos Con El Propósito De Transformar El
Mundo. La Libertad Humana Es La Condición Previa Para La Responsabilidad Moral
E Intelectual.
¿Por qué, entonces, según el concepto Arminiano, tuvo lugar la caída y
el pecado? Pinnock responde que «ocurrieron porque Dios rehúsa mecanizar al
hombre o imponer su voluntad sobre él». Y Marshall dice, con respecto a la
«posibilidad de que yo predetermine un curso de acción incluyéndome a mí mismo
y otros sujetos », que «a nivel de agente libre es imposible». Objeta que la
analogía de Dios y el mundo como la de un autor y una obra dramática no es útil
porque si preguntamos si los personajes son en verdad libres, «esta es una
pregunta irreal».
Sin embargo, se debe notar que los teólogos arminianos ciertamente están
dispuestos a dar campo a cierta clase de influencia de Dios sobre los seres
humanos.
Marshall dice: «La oración también influencia a los hombres. La voluntad
de los hombres puede, entonces, verse afectada por la oración o de otra manera
no oraríamos por ellos. Creer en la oración es, por tanto, creer en algún tipo
de limitación de la libertad humana, y en alguna clase de influencia
incomprensible sobre la voluntad de los hombres».
Para martillar su punto respecto a la libertad esencial de la voluntad
humana, los proponentes de la posición arminiana llaman la atención a la
frecuencia de la oferta gratuita del evangelio en el Nuevo Testamento. Dirán
que estas invitaciones a los seres humanos para que se arrepientan y acepten a
Cristo para salvarse, si son bonafide deben implicar la capacidad de responder
a ellas.
Así que todo ser humano sin excepción tiene la capacidad de aceptarla,
no simplemente aquellos a quienes Dios soberanamente les ha dado esa capacidad
de una manera especial.
En respaldo adicional a este punto, los arminianos toman 1 Corintios
10:13 como afirmando claramente que podemos no pecar. Pablo les dice a los
Corintios:
«Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género
humano.
Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de
lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará
también una salida a fin de que puedan resistir». Pero, se dice, esta
afirmación sería falsa si Dios a veces ordena que pequemos, porque entonces no
podríamos escapar de la tentación sin pecar.
EL CONCEPTO ARMINIANO FOMENTA LA VIDA CRISTIANA
RESPONSABLE, EN TANTO QUE EL CONCEPTO CALVINISTA ESTIMULA UN FATALISMO
PELIGROSO.
Los cristianos que sostienen una posición arminiana argumentan que el
punto de vista calvinista, cuando se entiende a cabalidad, destruye la
motivación para mantener una conducta cristiana responsable. Randall Basinger
dice que el concepto calvinista «establece lo que debe ser y descarta la
consideración de cosas que podrían o deberían haber sido diferentes».
Basinger continúa diciendo que:
Los Cristianos Que Evocan Un Acto En Base A La Soberanía De Dios Son
Culpables De Un Fatalismo Arbitrario, Insufrible Y Peligroso. Contrario A Esto,
El Arminiano Cree Que Lo Que En Realidad Ocurre En El Mundo Es, Hasta Cierta
Extensión, Consecuente En La Voluntad Humana; Se Niega El Control Exhaustivo De
Dios Sobre El Mundo.
Esto Quiere Decir Que Pueden Suceder Cosas Que Dios No Desea O Quiere;
Cosas No Sólo Que Pueden Ser Diferente Sino Que A Menudo Deberían Ser
Diferentes. Y De Todo Esto Sigue Nuestra Responsabilidad De Colaborar Con Dios
Para Producir Un Mejor Mundo.
Sin embargo, Basinger pasa a indicar un punto más. Los calvinistas, en
la práctica, a menudo evitan tal fatalismo y «viven y hablan como arminianos». O
Así que, por otro lado, el reto de Basinger es una advertencia contra los
extremos prácticos a los cuales afirma que el calvinismo lógicamente empuja a
los cristianos.
Por otro lado, su objeción afirma que cuando los calvinistas viven de la
manera que saben que deben vivir, en responsable obediencia a Dios, o bien no
son congruentes con su concepto de la soberanía divina, o no permiten que su
concepto del control soberano de Dios afecte sus vidas diarias.
RESPUESTA A LA POSICIÓN ARMINIANA.
Muchos dentro del mundo evangélico hallarán convincentes estos cuatro
argumentos arminianos. Opinan que estos argumentos representan lo que
intuitivamente saben respecto a sí mismos, sus propias acciones y la manera que
funciona el mundo, y estos argumentos explican mejor el repetido énfasis en la
Biblia sobre nuestra responsabilidad y las consecuencias reales de nuestras
decisiones. Sin embargo, hay algunas respuestas que se pueden dar a la posición
arminiana.
¿SON ESTOS PASAJES BÍBLICOS EJEMPLOS INUSUALES, O EN EFECTO
DESCRIBEN LA MANERA EN QUE DIOS SUELE OBRAR?
En respuesta a la objeción de que los ejemplos del control providencial
de Dios sólo se refieren a acontecimientos limitados o específicos, se puede
decir, primero, que los ejemplos son demasiado numerosos (vea pp. 330-41) que
parecen ser diseñados para describimos las maneras en que Dios siempre obra.
Dios no solo hace que algo de la hierba crezca; él hace que toda la hierba
crezca.
Él no solo envía algo de lluvia; él envía toda la lluvia. Él no solo
impide que algunos gorriones caigan a la tierra sin su voluntad; él guarda a
todos los gorriones de caer a la tierra sin su voluntad. Él no sólo sabía toda
palabra que iba a decir David antes que la dijera; él conoce las palabras que
decimos antes de que las digamos. Él no solo escogió a Pablo y a los cristianos
de las iglesias de Éfeso para que sean santos e intachables delante de él; él
ha escogido a todos los cristianos para que sean santos e intachables delante
de él.
Por esto la afirmación de Cottrell de que Dios estaba obrando en forma
diferente en Australia y en Sudamérica que en el Antiguo Testamento no es nada
convincente; se nos dio la Biblia para enseñarnos los caminos de Dios, y cuando
tenemos docenas de ejemplos por todo el Antiguo y Nuevo Testamentos en donde
hay una enseñanza tan clara sobre esto, es apropiado que concluyamos que esta
es la manera en que Dios siempre actúa con los seres humanos.
En contraste, no parece haber nada en la Biblia que indique que algunas
cosas están fuera del control providencial de Dios, o que estas maneras de actuar
de Dios son inusuales o no representativas de las maneras en que actúa por lo
general.
Es más, muchos de los versículos que hablan de la providencia de Dios
son muy generales: Cristo «continuamente sustenta todas las cosas por la
palabra de su poder» (Heb 1: 3, traducción del autor), y «todas las cosas en él
subsisten» (Col1: 17, RVR 1960). «En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch
17:28). Él «hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad» (Ef 1:
11).
EL alimento (Mt 6: 11), suple todas nuestras necesidades (Flp 4: 19),
dirige nuestros pasos (Pr 20: 24) y obra en nosotros el querer y el hacer por
su buena voluntad (Flp 2: 13). Tales pasajes bíblicos tienen en vista más que
ejemplos excepcionales de intervención nada usual de Dios en los asuntos de los
seres humanos; describen la manera en que Dios siempre obra en el mundo.
¿HACE LA DOCTRINA CALVINISTA DE LA PROVIDENCIA DE DIOS
RESPONSABLE A DIOS POR EL PECADO?
En contra del concepto calvinista de la providencia de Dios (que permite
que él decrete permitir el pecado y el mal) los arminianos dirían que Dios no
es responsable del pecado y el mal porque él no los ordenó ni los causó de
ninguna manera». Esto es en verdad una manera de absolver a Dios de toda
responsabilidad y culpa en cuanto al pecado, pero ¿es la manera bíblica?
El problema es si la posición arminiana puede de verdad explicar los
muchos pasajes que claramente dicen que Dios ordena que algunos pequen o hagan
el mal. La muerte de Cristo es el principal ejemplo de esto, pero hay muchos
otros en la Biblia (los hermanos de José, el faraón, los egipcios, los
cananeos, los hijos de Elí, el censo de David y los babilonios, para mencionar
unos pocos).
Se podría decir que estos fueron eventos inusuales, excepciones a la
manera ordinaria de actuar de Dios. Pero eso no resuelve el problema, porque,
en el concepto Arminiano, ¿cómo puede Dios ser santo si ordena aunque sea un
solo acto de pecado?
La posición calvinista parece preferible; Dios mismo nunca peca pero
siempre ejecuta su voluntad mediante causas secundarias; es decir, por medio de
agentes personales morales que voluntariamente hacen lo que Dios ha ordenado.
Estos agentes morales personales (tanto seres humanos como ángeles malos)
cargan con la culpa del mal que hacen.
En tanto que la posición arminiana objeta que, a nivel humano, las
personas son también responsables por lo que hacen que otros hagan, podemos
responder que la Biblia no está dispuesta a aplicar tal razonamiento a Dios.
Más bien, la Biblia repetidas veces da ejemplos en donde Dios de una
manera misteriosa y oculta de alguna manera ordena que las personas hagan el
mal, pero siempre asigna la culpa de ese mal al ser humano individual que hace
el mal y nunca a Dios mismo.
La posición arminiana parece no haber logrado mostrar por qué Dios no
puede obrar de esta manera en el mundo, preservando tanto su santidad como
nuestra responsabilidad individual humana por el pecado.
¿PUEDEN LAS DECISIONES QUE DIOS ORDENA SER VERDADERAS
DECISIONES?
En respuesta a la afirmación de que las decisiones que Dios ordena no
pueden ser verdaderas decisiones, se debe decir que esa es simplemente una
deducción basada de nuevo en la experiencia e intuición humana, y no en pasajes
específicos de la «misterio» de la voluntad de Dios mencionado enEfl:9 no se
limita a unir a judíos y a gentiles (como en 3:6) sino que lo define 1:10 como
un plan de unir toda las cosas en Cristo.
El término misterio (gr, musterion) en Pablo quiere decir algo
previamente oculto pero que ahora ha sido dado a conocer por revelación, y se
puede referir a cosas diferentes en diferentes contextos; en Ef5:32 se refiere
al matrimonio como símbolo de la unión entre Cristo y la iglesia; en 1ª Co 15:
51 se refiere a la resurrección del cuerpo; etc.
Biblia. Sin embargo, la Biblia no indica que podamos extrapolar de
nuestra experiencia humana al abordar el tema del control providencial de Dios
de sus criaturas, especialmente los seres humanos. Los arminianos no han podido
decir dónde dice la Biblia que una decisión que Dios ordena no es una decisión
verdadera.
Cuando leemos pasajes que indican que Dios obra mediante nuestra
voluntad, nuestro poder de escoger, y nuestra voluntad personal, ¿en base a qué
podemos decir que una decisión que Dios produce mediante estos medios no es de
veras una decisión? Parece ser mejor afirmar que Dios dice que nuestras
decisiones son reales y concluir que por consiguiente son reales.
La Biblia repetidamente afirma que nuestras decisiones son decisiones
genuinas, y que tienen resultados reales y que eso resultados durarán por toda
la eternidad. «Haz eso y vivirás» (Lc 10: 28). «Tanto amó Dios al mundo, que
dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna» Gn 3: 16).
Esto nos lleva a concluir que Dios nos ha hecho de tal manera que;
(1) el
ordena todo lo que hacemos, y ;
(2)
ejercemos nuestra voluntad y tomamos decisiones reales y voluntarias. Debido a
que no podemos entender esto, ¿debemos rechazarlo?
No podemos entender (en algún sentido definitivo) cómo una planta puede
vivir, cómo el abejorro puede volar o cómo Dios puede ser omnipresente o
eterno. ¿Debemos, por consiguiente, rechazar esas realidades? ¿No deberíamos,
más bien, aceptarlas como verdaderas bien sea debido a que vemos que las
plantas en verdad viven y los abejorros en ventad vuelan o porque la Biblia
misma enseña que Dios es omnipresente y eterno?
Calvino varias veces hace una distinción entre «necesidad» y
«compulsión» con respecto a nuestra voluntad; los que no creen necesariamente
pecan, pero nada los obliga a pecar contra su voluntad. En respuesta a la
objeción de que un acto no puede ser voluntario si es un acto necesario,
Calvino señala las buenas obras de Dios (que necesariamente hace el bien) y las
obras malas del diablo (que necesariamente hace el mal):
Si El Hecho De Que Por Necesidad Tiene Que Hacer El Bien No Le Impide A
La Libre Voluntad De Dios Hacer El Bien; Y Si El Diablo, Que No Es Capaz De
Hacer Más Que El Mal.
Este es el caso con la analogía de Cottrell del hombre que usa una
palanca para mover una roca. Él dice que la palanca «no es una verdadera causa
segunda, sino sólo un instrumento de la causa real» (The Nature ofthe Divine
Sovereignty), p. 104).
Pero aquí Cottrell comete un error común, dando por sentado que las
analogías de la experiencia humana, antes que el testimonio de la Biblia misma,
puede determinar lo que es una causa real y lo que no lo es. La analogía de un
hombre usando una palanca para mover una roca no encaja, porque Dios es mucho
más grande que cualquier hombre, y nosotros como personas reales somos mucho
más grandes que cualquier palanca peca voluntariamente, ¿quién osará decir que
el hombre no peca menos voluntariamente porque está sujeto a la necesidad de
pecado.
¿Quiénes somos nosotros para decir que las decisiones que de alguna
manera Dios causó no pueden ser verdaderas decisiones? ¿En base a qué podemos
probar eso? En la Biblia Dios nos dice que él ordena todo lo que sucede.
También nos dice que nuestras decisiones y acciones son significativas a
su vista y que somos responsables ante él de nuestras acciones. Necesitamos
simplemente creer estas cosas y cobrar aliento en ellas. Después de todo, sólo
él determina lo que es significativo, lo que es real, y lo que es
responsabilidad personal genuina en el universo.
Pero ¿tienen nuestras acciones algún efecto en Dios? En este punto los
armiñamos objetarán que si bien los calvinistas pueden decir que una decisión
que Dios causa es una decisión real, no es real en sentido definitivo, porque,
según el concepto calvinista, nada de lo que Dios hace puede jamás ser una
respuesta a lo que nosotros hacemos. Jack Cottrell dice:
El Calvinismo Es Todavía Una Teología De Determinismo En Tanto Y En
Cuanto Declara Que Nada Que Dios Hace Puede Ser Condicionado Por El Hombre Ni
Puede Ser Una Reacción A Algo En El Mundo. La Idea De Que Un Dios Soberano
Siempre Debe Actuar Y Nunca Reaccionar Es Un Punto En El Cual Casi Todos Los
Calvinistas Parecen Concordar.
Los Teólogos Reformados Concuerdan Que El Decreto Eterno Es Incondicional
Y Absoluto. «La Teología Del Decreto Decreta Que «Dios No Puede Ser Afectado
Por Nada, Ni Responder A Nada Externo A Él», Dice Daane.
Pero aquí Cottrell ha entendido malla teología reformada por dos
razones.
Primero, él ha citado a James Daane, quién; aunque pertenece a la Iglesia
Cristiana Reformada, ha escrito como oponente, no defensor, de la teología
reformada clásica, y su afirmación no representa una posición que los teólogos
reformados endosarían.
Segundo, Cottrell ha confundido los decretos de Dios antes de la creación con
las acciones de Dios en el tiempo. Es cierto que los calvinistas dirían que los
decretos eternos de Dios no fueron influidos por ninguna de nuestras acciones
ni pueden ser cambiados por nosotros, puesto que fueron hechos antes de la
creación.
Pero concluir de eso que los calvinistas piensan que Dios no reacciona
en el tiempo a nada que hacemos, o que no es influenciado por nada que hagamos,
es sencillamente falso. Ningún teólogo calvinista que yo conozca jamás ha dicho
que Dios no sea influenciado por lo que hacemos o que no reacciona a lo que
nosotros hacemos.
Se aflige por nuestro pecado. Se deleita en nuestra alabanza. Responde a
nuestras oraciones. Decir que Dios no reacciona a nuestras acciones es negar
toda la historia de la Biblia de Génesis a Apocalipsis.
Un calvinista añadiría que Dios ha decretado eternamente que él va a
respondernos como lo hace. Es más, ha decretado que actuará como nosotros y que
responderá a nuestras acciones. Pero sus respuestas son con todo genuinas, sus
respuestas a las oraciones son todavía respuestas genuinas a la oración, su
deleite en nuestra alabanza es todavía deleite genuino.
Cottrell podría, por supuesto, objetar que una respuesta que Dios ha
planeado hace mucho tiempo no es una respuesta real, pero esto es muy diferente
de decir que los calvinistas creen que Dios no responde a lo que nosotros
hacemos. Todavía más, volvemos a la misma presuposición sin respaldo que
subyace a esta objeción: ¿Sobre qué base bíblica puede Cottrell decir que una
respuesta que Dios ha planeado hace mucho tiempo no es una respuesta rea ?
Aquí es útil que nos demos cuenta de que no hay otra realidad en el
universo excepto lo que Dios mismo ha hecho. ¿Es una tormenta que Dios causa
una tempestad real? ¿Es un rey que Dios establece en un trono un verdadero rey?
¿Es una palabra que Dios me hace decir (Sal 139: 4; Pr 16:1) una palabra real?
¡Por supuesto que son reales! ¡No hay otra realidad que la que Dios produce!
Entonces ¿es una decisión humana que de alguna manera Dios hace que se
tome una decisión real? Sí, lo es, de la misma manera que una tempestad o un
rey son reales conforme a sus propias características y propiedades. La
decisión que tomamos no es una decisión «forzada» o «involuntaria»; tomamos decisiones
todo el tiempo, y no tenemos absolutamente la sensación de ser coaccionados u
obligados a escoger una cosa en lugar de otra.
Ahora bien, algunos tal vez objeten que esta noción nos convierte en
«títeres» o «robots». Pero no somos ni títeres ni robots sino personas reales.
Los títeres y los robots no tienen el poder de tomar decisiones personales ni
tampoco pensamiento individual. Nosotros, al contrario, pensamos, decidimos y
escogemos.
De nuevo, el Arminiano erróneamente toma la información de nuestra
situación como seres humanos y usa esa información para colocar limitaciones en
lo que Dios puede o no puede hacer. Todas estas analogías de la experiencia
humana no reconocen que Dios es mucho más grande que nuestras capacidades
humanas limitadas.
Es más, nosotros somos mucho más reales y complejos que cualquier robot
o títere jamás lo será; somos personas en todo sentido de la palabra creadas
por un Dios infinitamente poderoso e infinitamente sabio.
Mucha de nuestra dificultad para entender cómo Dios puede hacer que
escojamos algo voluntariamente surge de la naturaleza finita de nuestra
existencia como criaturas. En un mundo hipotético en donde todas las cosas
vivas creadas por Dios fueran plantas enraizadas en el suelo, podríamos
imaginamos a una planta debatiendo con otra de que Dios no podía hacer
criaturas vivas que puedan moverse por la tierra, porque ¿cómo podrían llevar
consigo sus raíces?
Y si las raíces no están en el suelo, ¿cómo podrían recibir su
nutrición? Una planta «arminiana» incluso podría argumentar: «Para que Dios
pudiera crear un mundo con cosas vivas, tuvo que crearlas con raíces y con las
características de vivir toda su vida en un solo lugar.
Decir que Dios no pudo crear cosas vivas que se muevan por la tierra no
es un reto a la omnipotencia de Dios, porque eso es simplemente decir que no
puede hacer cosas que lógicamente no se pueden hacer. Por consiguiente, es
imposible que Dios hubiera creado un mundo en donde las cosas vivas también
tuvieran la capacidad de moverse por la tierra». El problema con esta planta es
que ha limitado el poder de Dios en virtud de su propia experiencia «como
planta».
En un nivel más alto, podríamos imaginamos una creación que tuviera
plantas y animales pero no seres humanos. En esa creación, podemos imaginarnos
un debate entre un perro «calvinista» y un perro «Arminiano», en donde el perro
«calvinista» argumentaría que es posible que Dios creara criaturas que no sólo
pueden comunicarse una con otra mediante ladridos sino que también pueden
imprimir sus ladridos en marcas sobre un papel y pueden enviarlas
silenciosamente para que las entiendan otras criaturas a muchos días de
distancia, criaturas que nunca han visto a la criatura que envía y que anotó
sus ladridos en el papel.
El perro «Arminiano» respondería que Dios no puede hacer tal cosa,
porque esencial a la idea de comunicación entre criaturas es oír y ver (Y por
lo general olfatear) a la criatura de la cual se recibe la comunicación. Decir
que puede haber comunicación sin jamás ver, oír u oler a la otra criatura ¡es
una idea absurda! Está más allá del rango de acontecimientos posibles y es
lógicamente inconcebible. Por consiguiente, es imposible pensar que Dios
pudiera crear una criatura con tales capacidades de comunicación.
En ambos casos, la planta «arminiana» y el perro «Arminiano» se
equivocan, porque han limitado incorrectamente lo que Dios puede crear,
deduciendo lo que es posible para Dios (en opinión de ellos) de su propia
existencia finita en calidad de criaturas. Pero esto es muy similar al teólogo Arminiano
que afirma (en base a su propia percepción de la experiencia humana) que Dios
no puede crear una criatura que toma decisiones voluntarias, significativas, y
que esas decisiones son con todo ordenadas por Dios.
De modo similar, el teólogo Arminiano que argumenta que Dios no puede
ordenar que el mal tenga lugar y no tener él mismo la culpa de ese mal está
limitando a Dios basándose meramente en la observación de la experiencia humana
finita.
¿ESTIMULA EL CONCEPTO CALVINISTA DE LA PROVIDENCIA UN
FATALISMO PELIGROSO O UNA TENDENCIA A «VIVIR COMO ARMINIANOS»?
El concepto de la providencia presentado arriba enfatiza la necesidad de
una obediencia responsable, así que no es correcto decir que anima la clase de
fatalismo que dice que lo que será, será. Los que acusan a los escritores
reformados de creer esto no han entendido la doctrina reformada de la
providencia.
Pero, ¿viven los calvinistas «como arminianos» de todas maneras? Tanto
los calvinistas como los arminianos creen que nuestras acciones tienen de veras
resultados y que son significativas eternamente. Ambos concuerdan en que somos
responsables de nuestras acciones y que tomamos decisiones voluntarias. Ambos
grupos concuerdan en que Dios responde a la oración, que proclamar el evangelio
resulta en personas que se salvan, y que la obediencia a Dios resulta en
bendiciones en la vida, en tanto que la desobediencia resulta en la falta de la
bendición de Dios.
Pero las diferencias son muy significativas. Los calvinistas, cuando son
fieles a su doctrina, vivirán con una confianza mucho más comprehensiva en Dios
en toda circunstancia y con una libertad de afán por el futuro mucho mayor,
porque están convencidos, no solamente que Dios de alguna manera hará que sus
principales propósitos resulten bien al final, sino que todas las cosas obran
para el bien de los que aman a Dios y que son llamados conforme a su propósito
(Ro 8:28).
También estarán agradecidos a Dios por todos los beneficios que nos
llegan de cualquier parte, porque el que cree en la providencia tiene la
certeza de que todas las cosas que suceden no ocurren por casualidad en el
universo, ni por el «libre albedrío» de otro ser humano, sino que es en última
instancia la bondad de Dios mismo.
También tendrán mayor paciencia en la adversidad, sabiendo que esta no
ha surgido debido a que Dios no pudo prevenirla, sino que ella, también, es
parte del sabio plan de Dios. Así que la diferencia es inmensa. Calvino dice:
Cuando Consideramos Este Conocimiento, Necesariamente Se Seguirá El
Agradecimiento De Corazón En La Prosperidad, Y La Paciencia En La Adversidad, Y
Además, Una Singular Seguridad Para El Porvenir. La Mayor De Las Miserias Es
Ignorar La Providencia De Dios; Y Que, Al Contrario, La Suma Felicidad Es
Conocerla.
(7)
A.
Del mismo modo que la providencia de Dios alcanza en general a todas las
criaturas, así también de un modo más especial cuida de su iglesia y dispone
todas las cosas para el bien de la misma: Pr.
2:7, 8; Am. 9:8, 9; 1 Ti. 4:10; Ro. 8:28; Ef. 1:11, 22; 3:10, 11, 21; Is.
43:3-5, 14.
¿CÓMO PODEMOS
SABER QUE DIOS TRIUNFARÁ SOBRE EL MAL?
Si volvemos a la afirmación arminiana de que el mal no es de acuerdo a
la voluntad de Dios, surge otro problema: si todo el mal que hay en el mundo
ahora llegó al mundo incluso sin que Dios lo quisiera, ¿cómo podemos estar
seguros de que Dios al final triunfará sobre el mal? Por supuesto, Dios dice en
la Biblia que él triunfará sobre el mal.
Pero si para empezar no pudo impedir que entrara en su universo, y si
resultó así contra su voluntad, y si él es incapaz de predecir el resultado de
acontecimientos futuros que incluyan decisiones libres de seres humanos,
angélicos o demoníacos, ¿cómo, entonces, podemos estar seguros de que la
declaración de Dios de que triunfará sobre el mal es verdadera en sí misma? Tal
vez esto es solo una predicción optimista de algo que (según el punto de vista Arminiano)
Dios no puede saber.
Muy distante de la «libertad increíble de preocupación en cuanto al
futuro» que los calvinistas tienen debido a que saben que un Dios omnipotente
«dispone todas las cosas para el bien» (Ro 8: 28), la posición arminiana parece
lógicamente empujarnos a una ansiedad hondamente arraigada en cuanto al
resultado definitivo de la historia.
Estas dos últimas objeciones respecto al mal hacen que nos demos cuenta
de que, aunque puede haber dificultades al pensar en el concepto reformado de
que el mal lo ordenó Dios y está completamente bajo el control de Dios, hay
dificultades mucho más serias con el punto de vista Arminiano de que Dios no
dispuso el mal e incluso no lo quería, y por consiguiente no hay certeza alguna
de que está bajo el control de Dios.
LA DIFERENCIA
EN RESPUESTAS SIN CONTESTAR.
Puesto que somos finitos en lo que entendemos, inevitablemente tendremos
algunas respuestas sin contestar en cuanto a toda doctrina bíblica. Sin
embargo, respecto a este asunto las cuestiones que calvinistas y arminianos
deben dejar sin contestar son muy diferentes. Por un lado, los calvinistas
deben decir que no saben la respuesta a las siguientes preguntas:
1.
Exactamente Cómo Dios Puede Ordenar Que Hagamos El Mal Voluntariamente, Y Sin
Embargo Que No Se Le Pueda Echar A Dios La Culpa Del Mal.
2.
Exactamente Cómo Dios Puede Hacer Que Escojamos Algo Voluntariamente.
En cuanto a ambas, los calvinistas dirían que la respuesta se debe
hallar en la percepción de la grandeza infinita de Dios, y en el conocimiento
del hecho de que él puede hacer mucho más de lo que jamás nosotros pudiéramos
pensar posible.
Así que el efecto de estas preguntas sin contestar es que aumenta
nuestro aprecio de la grandeza de Dios.
Por otro lado, los arminianos deben dejar sin contestar preguntas
respecto al conocimiento de Dios del futuro, por qué permite el mal cuando va
contra su voluntad, y si él con certeza triunfará sobre el mal. El hecho de que
no puedan ellos resolver estas preguntas tiende a disminuir la grandeza de
Dios; su omnisciencia, su omnipotencia y la confiabilidad absoluta de sus
promesas para el futuro.
Y estas preguntas sin contestar tienden a exaltar la grandeza del hombre
(su libertad para hacer lo que Dios no quiere) y el poder del mal (resulta y
permanece en el universo aunque Dios no lo quiere). Es más, al negar que Dios
puede hacer criaturas que tengan decisiones reales que de todas maneras sean
causadas por él, la posición arminiana disminuye la sabiduría y las habilidades
de Dios el Creador.