LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN.

INTRODUCCIÓN
1: ORAR. Se utiliza siempre de oración a Dios, y es el término más frecuente que se utiliza para ello, especialmente en los Sinópticos y en Hechos, una vez en Romanos 8.26; en Efesios 6.18; en Filipenses 1.9; en 1 Timoteo 2.8; en Hebreos 13.18; en Judas 20, principalmente traducido con el verbo orar, pero también en alguna ocasión como «pedir». Para la instrucción en 1 Ts 5.17.
2: ORAR A DIOS. Se utiliza con este significado en 2 Co 13.7, 9; Stg 5.16; 3 Jn 2: «deseo». Incluso cuando, como en este último pasaje, y en Hch 26.29; Hch 27.29; Ro 9.3, se traduce denotando deseo, la indicación es que la oración está implicada en ello.
3:  «LA ORACIÓN SE DIRIGE APROPIADAMENTE A DIOS EL PADRE: (Mt 6.6; Jn 16.23; Ef 1.17; 3.14), y al Hijo (Hch 7.59; 2 Co 12.8); pero no hay ningún caso en el NT en el que haya ninguna oración dirigida distintivamente al Espíritu Santo, por cuanto en tanto que el Padre está en el Cielo (Mt 6.9), y el Hijo está a su diestra (Ro 8.34), el Espíritu Santo está en y con los creyentes (Jn 14.16, 17).
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres. (1ª TIMOTEO 2: 1)
Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (EFESIO  6: 18)
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (FILIPENSES 4: 6)
No se puede decir que ningún pecador se salva sin haber tenido esta relación de gran misterio por la fe y comunión con el dador de las repuestas a toda necesidad de la criatura que se acerca en humillación y clama por su favor.
La oración es el único medio que al creyente lo lleva a santificación y a crecer en la gracia y estudio de la palabra de Dios.
La oración se puede definir como “tener comunión con Dios” es algo más sencillamente “hablar con Dios” implica necesidad de un favor, “solicitar atención” ser oído por alguien que puede resolver cierta situación.
La oración que Jesús enseña como ejemplo y dependencia esta en Mateo 6: 9-13. 
Vosotros, pues, oraréis así:
1: UNA RELACIÓN PERSONAL CON DIOS.Padre nuestro”: La palabra nuestro significa la relación fraternal entre el creyente y los demás hermanos de la fe. Aunque la biblia presenta la paternidad creacional con la humanidad, hace una diferencia con su pueblo como padre único de su pueblo escogido, y declara la fraternidad universal de la iglesia y el creyente: Padre nuestro significa la relación íntima y propia que se tiene entre  Dios y la criatura.
2: FE:Que estás en los cielos”, Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11: 6. Este elemento es el esencial para la oración.
3: ADORACIÓN:santificado sea tu nombre”. David creía que esta parte de la oración era tan importante que nombro a un grupo selecto de hombres que no hacían otra cosa en el templo que alabar y adorar a Dios. Además, cuatro mil porteros, y cuatro mil para alabar a Jehová, dijo David, con los instrumentos que he hecho para tributar alabanzas. 1ª Cron. 23: 5. En el libro de apocalipsis Juan vio cuatro ángeles especiales que existían solo para adorar a Dios. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Apc. 4. 8.
4: EXPECTATIVA DE GOBIERNO:Venga tu reino”. Este reino es aquel cuando Dios gobierna la naturaleza humana, y acepta tal gobierno soberano que lo hace dependiente de Él, sin resistencia a lo que la criatura es sin el poder de Dios. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová. Isa. 2: 3-5.
5: SUMISIÓN: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Este factor Jesús mismo nos da el ejemplo para que nuestra voluntad este sometida a la del Padre que nos dirigimos al comienzo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. MAT. 26: 39.
6: PETICIÓN: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Esto sugiere que el alimento diario depende de nuestra búsqueda diaria del pan espiritual, y como añadidura lo material. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (Fil.  4: 6)
7: CONFESIÓN: Y perdónanos nuestras deudas. Una de las consecuencias es confesar nuestros pecados para recibir perdón, se puede decir que el pecado no confesado es pecado que se puede decir que no ha recibido perdón, esta es una parte importante de la oración. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. 1ª Jun. 1: 9-10.
8: COMPASIÓN: Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. La retribución de Dios viene según haya sido el comportamiento con los demás, todo tiene que ser integral en la vida espiritual. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 1ª JUN. 4: 20: COMP. CON MAT. 18: 21-35.
9: DEPENDENCIA: Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Se debe entender que Dios nunca prometió librarnos de ser tentados, sí prometió protegernos en la tentación y mientras esta dure. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1ª Cor. 10: 13.
10: RECONOCIMIENTO: Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Siempre todo tiene un sello que representa el fabricante y garantía si caduca o no, pero aquí vemos quien es Dios, su poder y admiración, por tiempo ilimitado. “Eterno”.
LA ORACIÓN ANTICIPADA DE DAVID A LA QUE ACABAMOS DE VER. Asimismo se alegró mucho el rey David, y bendijo a Jehová delante de toda la congregación; y dijo David: Bendito seas tú, oh Jehová, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre.
Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura. Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto, y ahora he visto con alegría que tu pueblo, reunido aquí ahora, ha dado para ti espontáneamente. Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel nuestros padres, conserva perpetuamente esta voluntad del corazón de tu pueblo, y encamina su corazón a ti. 1ª Cron. 29: 10-18.
UN EJEMPLO A SEGUIR. ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga ORACIÓN. ¿Está alguno alegre? Cante ALABANZAS. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ANCIANOS DE LA IGLESIA, y OREN por él, ungiéndole con aceite en el nombre del SEÑOR. Y la ORACIÓN DE FE SALVARÁ al enfermo, y el SEÑOR LO LEVANTARÁ; y si hubiere COMETIDO PECADOS, le serán PERDONADOS. Confesaos vuestras OFENSAS unos a otros, y ORAD UNOS POR OTROS, para que seáis SANADOS. La ORACIÓN EFICAZ del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a PASIONES semejantes a las NUESTRAS, y ORÓ FERVIENTEMENTE para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y OTRA VEZ ORÓ, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha EXTRAVIADO de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al PECADOR del error de su camino, SALVARÁ DE MUERTE un alma, y CUBRIRÁ MULTITUD DE PECADOS. Sant. 5: 13-20.
CONCLUSIÓN.
1: »La oración debe ser ofrecida en el Nombre del Señor Jesús (Jn 14.13); esto es, la oración tiene que estar en armonía con su carácter, y debe ser presentada en el mismo espíritu de dependencia y sumisión que le señalo a Él (Mt 11.26; Lc 22.42).
2: »El Espíritu Santo, siendo el único intérprete de las necesidades del corazón humano, hace su intercesión por ellas; y por cuanto es imposible al hombre la oración aparte de su ayuda (Ro 8.26), a los creyentes se les exhorta a orar siempre en el Espíritu (Ef 6.18); cf. Jud 20 y Stg 5.16, cuya última cláusula debería probablemente leerse: «la súplica obrada internamente (esto es, por parte del Espíritu Santo) de un justo puede mucho» (o, «prevalece grandemente», iscuo, como en Hch 19.16, 20).
3: »No por ello tiene que estar el entendimiento menos involucrado en la oración (1 Co 14.15), y la voluntad (Col 4.12; Hch 12.5; donde «sin cesar» es, lit., «extendida»); véase también Lc 22.44.
4: »La fe es esencial para la oración (Mt 21.22; Mc 11.24; Stg 1.5-8), porque la fe es el reconocimiento de, y la encomendación de nosotros mismos y de nuestros asuntos a, la fidelidad de Dios.
5: »Allí donde los judíos eran numerosos, como en Tesalónica, tenían generalmente una sinagoga (Hch 17.1); “Iglesia” cuando eran pocos, como en Filipos, tenían meramente, o «lugar de oración», de dimensiones mucho más pequeñas, y generalmente construido junto a un río para poder disponer del agua necesaria para las abluciones preliminares prescritas por la tradición rabínica (Hch 16.13, 16
1. PERFECCIÓN Y PLENITUD DE LA ORACIÓN DOMINICAL
Tenemos en esta oración todo cuanto debemos y podemos pedir; ella es la fórmula y regla que nos ha dado nuestro buen Maestro Jesucristo, al cual el Padre nos ha dado por Doctor, para que a l solo oigamos (Mt. 17, 5). Porque Cristo siempre ha sido la sabiduría eterna del Padre, y al hacerse hombre ha sido dado a los hombres como mensajero del gran consejo. 
Y es tan perfecta y completa esta oración, que todo cuanto se le añada, que a ella no se pueda referir ni en ella se pueda incluir, va contra Dios, es impío y no merece que Dios lo apruebe. Porque Él en esta oración nos ha demostrado todo lo que le es agradable, todo cuanto nos quiere otorgar. 
Por tanto, aquellos que se atreven a ir más allá y presumen pedir a Dios lo que no se contiene en esta oración, primeramente pretenden añadir algo a la sabiduría de Dios, lo cual es una grave blasfemia; en segundo lugar, no se someten a la voluntad de Dios, sino al contrario, se apartan mucho de ella y no hacen caso de la misma. Finalmente, jamás alcanzarán lo que piden, puesto que oran sin fe. Y que tales oraciones son hechas sin fe es indudable, porque falta en ellas la Palabra de Dios, en la cual si no se funda la fe, no puede ser auténtica. Ahora bien, los que sin tener en cuenta la norma que su Maestro les ha dado siguen sus propios apetitos y piden lo que se les antoja, no solamente no tienen la Palabra de Dios, sino en cuanto está en ellos, se oponen a ella. Por eso Tertuliano se expresó admirablemente al llamarla oración legítima, dando tácitamente a entender que todas las demás oraciones son ilegítimas e ilícitas. 
2. EL ESPÍRITU DE LA ORACIÓN DOMINICAL DEBE PRESIDIR TODAS NUESTRAS ORACIONES
Con esto, sin embargo, no queremos ni es nuestra intención dar a entender que debamos atarnos a esta forma de oración, de tal manera que no nos sea lícito cambiar una sola palabra. Porque a cada paso leemos en la Escritura oraciones bien diferentes de ésta, cuyo uso nos es saludable, y sin embargo han sido dictadas por el mismo Espíritu. El mismo Espíritu sugiere a los fieles numerosas oraciones, que en cuanto a las palabras se parecen muy poco. Solamente queremos enseñar que nadie pretenda, espere, ni pida nada fuera de aquello que en resumen se contiene en ésta; y que aunque sus oraciones sean distintas en cuanto a las palabras, no varíe sin embargo el sentido; y asimismo es cierto que todas las oraciones que se hallan en la Escritura y todas cuantas hacen los fieles se reducen a ésta; e igualmente, que no hay oración alguna que se pueda comparar ni igualar a ésta, y mucho menos sobrepujarla. Porque nada falta en ella de cuanto se puede pensar para alabar a Dios, y de cuanto el hombre debe desear para su bien y provecho. Y esto tan perfectamente está comprendido en ella, que con toda razón se le ha quitado al hombre toda esperanza de poder inventar otra mejor.
En suma, concluyamos que ésta es la doctrina de la sabiduría de Dios, que ha enseñado lo que ha querido y ha querido lo que ha sido necesario.
3. TIEMPO Y OCASIONES DE ORAR
Aunque ya arriba hemos dicho que hay que tener siempre el corazón elevado a Dios y debemos orar sin cesar, sin embargo como nuestra debilidad es tal, que muchas veces necesita ser ayudada, y nuestra pereza tan grande, que ha de ser estimulada, conviene que cada uno de nosotros determine ciertas horas para ejercitarse, en las cuales no dejemos de orar y de concentrar todo el afecto de nuestro corazón; a saber, por la mañana al levantarnos antes de comenzar ninguna acción; cuando nos sentamos a tomar el alimento que Dios por su liberalidad nos ofrece, y después de haberlo tomado; y cuando nos vamos a acostar. Con tal, no obstante, que todo esto no se convierta en una observancia de horas supersticiosa; y como si con ello hubiésemos ya cumplido nuestro deber para con Dios, pensemos que ya es suficiente para el resto del día; sino más bien, que ello sea una especie de disciplina y aprendizaje de nuestra debilidad con que se ejercite y estimule lo más posible.
Principalmente hemos de tener cuidado siempre que nos veamos oprimidos por alguna aflicción particular, de acogernos al momento a Él con el corazón, y pedirle su favor. Asimismo no hemos de dejar pasar ninguna prosperidad que nos sobreviniere, o que sepamos que ha sucedido a otros, sin que al momento reconozcamos con alabanzas y acción de gracias que procede de su mano liberal.
4. NUESTRAS ORACIONES NO DEBEN IMPONER LEY ALGUNA A DIOS.
Finalmente, debemos guardarnos con toda diligencia en todas nuestras oraciones de no sujetar ni ligar a Dios a unas determinadas circunstancias, ni limitarle el tiempo, el lugar, ni el modo de realizar lo que le pedimos; como en esta oración se nos enseña a no darle leyes, ni imponerle condición alguna, sino dejar del todo a su beneplácito que haga lo que debe, de la forma, en el tiempo y el lugar que lo tuviere a bien. Por esta razón, antes de hacer alguna oración por nosotros mismos, le pedimos que se haga su voluntad; con lo cual ya sometemos nuestra voluntad a la suya, a manera de freno, para que no presuma de someter a Dios a sí misma, sino que lo constituya árbitro y moderador de todos sus afectos y deseos. 
5. PERSEVERANCIA Y PACIENCIA EN LA ORACIÓN
Si teniendo nuestros corazones ejercitados en la obediencia nos dejamos regir por las leyes de la providencia divina, fácilmente aprenderemos a perseverar en la oración, y dominando nuestros afectos pacientemente esperaremos al Señor, seguros de que aunque no se deje ver, sin embargo está siempre con nosotros y que a su tiempo mostrará queja más ha estado sordo a nuestras oraciones, que a los hombres parecían ser rechazadas. Esto nos servirá de admirable consuelo, para que no desmayemos ni desfallezcamos de desesperación, si a veces no satisface nuestros deseos tan pronto como se lo pedimos, como suelen hacerlo aquellos que movidos solamente de su propio ardor, de tal manera invocan a Dios, que si a la primera no les responde y asiste, se imaginan que está airado y enojado con ellos, y perdiendo toda esperanza de que les oiga, cesan de invocarle; sino más bien, prolongando con una debida moderación de corazón nuestra esperanza, insistamos en aquella perseverancia que tan encarecidamente se nos encarga en la Escritura. Porque muchas veces podemos ver en los salmos cómo David y los demás fieles, cuando ya casi cansados de orar no parecía sino que habían hablado al viento y que Dios, a quien suplicaban estaba sordo, no por eso dejan de orar (Sal. 22,2). Y realmente no se le da a la Palabra de Dios la autoridad que se merece, si no se le da fe y crédito cuando todo lo que se ye parece contrario. 
Asimismo esto nos servirá de excelente remedio para guardarnos de tentar a Dios y de provocarlo e irritarlo contra nosotros con nuestra impaciencia e importunidad, como hacen aquellos que no quieren acordarse de Dios, Si no con ciertas condiciones; y como si Dios fuese su criado, que estuviese sujeto a sus antojos, quieren someterlo a las leyes de su petición; y si no obedece al momento, se indignan, rugen, murmuran y se alborotan. A éstos Dios les concede muchas veces en su furor lo que en su misericordia y favor niega a otros. Un ejemplo de ello lo tenemos en los hijos de Israel, a quienes les hubiera ido mucho mejor que el Señor no les concediera lo que le pedían, que no comer la carne que en su ira les envió (Nm.11,18—20.33). 
6. LA ABSOLUTA CERTEZA DE LA CONCESIÓN
Y si incluso al fin nuestro sentido, aun después de haber esperado mucho tiempo, no comprende lo que hemos aprovechado orando, o si siente provecho alguno, a pesar de ello nuestra fe nos certificará lo que nuestro sentido no ha podido comprender; a saber, que habremos alcanzado de Dios lo que nos convenla, ya que tantas veces y tan de veras promete el Señor tener en cuenta nuestras desgracias, con tal que nosotros, siquiera una vez, se las hayamos expuesto y así hará que tengamos en la pobreza abundancia, y en La aflicción consuelo. Porque, suponiendo que todo el mundo nos falte, Dios nunca nos faltará ni desamparará, pues jamás puede defraudar la esperanza y la paciencia de los suyos. Él solo nos servirá más que todos, pues El contiene en si mismo cuanto bien existe; bien que al fin nos lo revelará en el día del juicio, en el cual manifestará su reino con toda claridad. 
Además hay que notar que aunque Dios nos conceda al momento lo que le pedimos, no obstante no siempre nos responde conforme a la forma expresa de nuestra petición, sino que teniéndonos en apariencia suspensos, nos oye de una manera admirable y demuestra que no hemos orado en vano. Esto es lo que entendió san Juan al decir: “Si sabernos que El nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Jn. 5, 15). Esto parece mera superfluidad de palabras pero en realidad es una declaración muy útil para advertirnos que Dios, aun cuando no condesciende con nosotros concediéndonos lo que le pedimos, no por eso deja de sernos propicio y favorable; de manera que nuestra esperanza, al apoyarse en su Palabra, no será jamás confundida ni nos engañará. 
Es tan necesario a los fieles mantenerse con esta paciencia, que si no se apoyasen en ella, no permanecerían en pie. Porque el Señor prueba a los suyos con no ligeras experiencias y no solamente no les trata delicadamente, sino que muchas veces incluso les pone en gravísimos aprietos y necesidades, y así abatidos les deja hundirse en el lodo por largo tiempo antes de darles un cierto gusto de su dulzura. Y como dice Ana: “Jehová mata, y él da vida; él hace descender al Seol, y hace subir” (1 Sm. 2, 6). ¿Qué les quedaría al verse afligidos de esta manera, sino perder el ánimo, desfallecer y caer en la desesperación, de no ser porque cuando se encuentran así afligidos, desconsolados y medio muertos, los consuela y pone en pie la consideración de que Dios tiene sus ojos puestos en ellos, y que al fin triunfarán de todos los males que al presente padecen y sufren? Sin embargo, aunque ellos se apoyen en la seguridad de la esperanza que tienen, a pesar de ello no dejan entretanto de orar; porque si en nuestra oración no hay constancia de perseverancia nuestra oración no vale nada.