1: EL ERROR DE LA FE COMO LA DE UN NIÑO
En
algunos círculos cristianos el llamado bíblico a tener una fe como la de un
niño ha sido elevado a un ideal espiritual que distorsiona radicalmente el
significado bíblico de la fe. El Nuevo Testamento describe el adoptar cierta fe
como la de un niño corno una virtud. Jesús dijo que "el que no reciba el
reino de Dios como un niño, no entrará en él" (Marcos 10:15).
¿Pero
de qué se trata esta fe como la de un niño? La palabra como sugiere algún tipo de analogía. La analogía es obvia. Del
mismo modo que los hijos confían en sus padres y creen Lo que sus padres les dicen, así también nosotros debemos confiar en
Dios.
La vida de un niño depende de la confianza que deposite en el cuidado de sus
padres. Cuando un bebé que recién comienza a caminar se acerca con curiosidad a
las llamas de una estufa, sus padres le dirán: "[No]" No hay tiempo
para explicar las leyes de la energía térmica, y además dichas explicaciones
sofisticadas no serían entendidas por el niño.
Sin
embargo, en la medida que los hijos comienzan a crecer, su capacidad para
confiar en el liderazgo de sus padres comienza a desvanecerse. Poco tiempo
después comenzarán a preguntar el porqué, y tarde o temprano, estarán en franco
desafío.
Dicho
desafío no tiene cabida en el reino de Dios. Los hijos de Dios deben permanecer
siempre en esa actitud que caracteriza a un niño, maravillados por su Padre
celestial y confiados en Él.
Se
trata aquí de un ejercicio apropiado de fe implícita. Dios merece nuestra
confianza implícita. Sería una tontería y una
imprudencia no confiar en Dios implícitamente. Dios en su totalidad es digno de
confianza. El cristiano maduro nunca perderá esta fe similar a la de un niño.
Hay
una diferencia muy grande sin embargo entre una fe como la de un niño y una fe infantil, aunque muchas personas en ocasiones las confundan
entre sí. Una fe infantil se echa para atrás si tiene que aprender sobre Dios
en profundidad. Rechaza la carne del evangelio y se
aferra a una dieta únicamente de leche. Por dicho motivo, este cristiano
infantil recibe una amonestación:
Porque
debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se
os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios;
y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento
sólido. y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la
palabra de justicia, porque es niño; pero el elemento sólido es para los que
han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados
en el discernimiento del bien y del mal (Hebreos 5:12-14).
El
llamado del Nuevo Testamento es a la madurez. El apóstol Pablo dice:
"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como
niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño" (1 Corintios
13:11). Pablo vuelve a diferenciar la forma en que hemos de permanecer como
bebés y la forma en que hemos sido llamados a comportamos como adultos. Dice:
"Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la
malicia, pero maduros en el modo de pensar" (1 Corintios
14:20).
2: EL TEMOR AL ESCEPTICISMO TEOLÓGICO
La
subcultura cristiana padece de una profunda desconfianza hacia la teología. En
muchos casos esta aversión a la teología obedece a una desconfianza hacia los
teólogos.
Langmead
Casserley, el eminente apologista anglicano, dedicó un capítulo entero de su
libro Apologetics & Evangelism
("Apologética y Evangelismo") al tema, "La traición de los
intelectuales". Casserley observó que la creciente desconfianza por parte
del público cristiano hacia los teólogos ha sido provocada por el escepticismo
radical hacia la Biblia y el cristianismo histórico que los eruditos del
criticismo moderno manifiestan.
Fueron
los teólogos dentro de la iglesia los primeros en declarar que Dios estaba
muerto. Los profesores de seminarios y profesores
de facultades cristianas son las voces que más se escuchan atacando la
confiabilidad de las Escrituras. A comienzos de este siglo el teólogo holandés
Abraham Kuyper señaló que "la crítica bíblica se ha convertido en el
vandalismo bíblico".
Es
indudable que muchos de los seminarios teológicos en los Estados Unidos se han
convertido en ciudadelas del descreimiento.
Los
padres cristianos se sorprenden y se desconciertan cuando sus hijos regresan a
sus hogares de las así llamadas facultades "cristianas" cargados con
las dudas y el escepticismo que han aprendido de sus profesores. La
reacción a esta traición teológica suele ser: "Si esto es a lo que conduce
el estudiar teología, más vale abandonar cualquier intento".
No
hay duda de que la mala teología existe. No hay duda de que el estudio profundo
de la teología expone al estudiante a la crítica escéptica. No hay duda de que
mucho de lo que pasa por ser teología cristiana no es más que el mero intento
del teólogo por justificar su propio descreimiento.
Sin
embargo, debemos recordar que aunque la teología escéptica cunda por doquier en
nuestras instituciones, su presencia no es nueva. Los principales opositores de
Jesús durante su ministerio en esta tierra pertenecían a la clase clerical. Los
teólogos en los días de Jesús odiaban la teología de Jesús. Pero el rechazar a
toda la teología y a la educación teológica para evitar la mala teología es
cometer un suicidio espiritual. Es el ejercicio de otro tipo de traición.
Rechazar la teología es rechazar el conocimiento de Dios. Y esta no es una
opción abierta para el cristiano.
3: EL ERROR DE LA CREENCIA FÁCIL
La
creencia fácil es una forma moderna de antinomianismo, una antigua herejía.
Afirma que una vez que una persona ha tomado una decisión por Cristo o ha orado
para recibir a Jesús como su Salvador, ya no es necesario que lo acepte como
Señor. No existe ningún tipo de requisitos legales que obliguen a ese
cristiano.
Hay
algunos pocos profesores cristianos, si realmente es que existen, que afirman
que la persona que acepta a Cristo como Salvador no debería aceptarlo también
como Señor. En lugar de hacer esto, animan a dicho "cristiano carnal"
a convertirse en más espiritual y obediente. Pero se echan atrás antes de
declarar que es necesario aceptar a Cristo como Señor para obtener la
salvación. De hecho, insisten en que este requisito no es necesario para
alcanzar la salvación. Permiten la realidad de un cristiano carnal.
Este
tipo de antinomianismo está tan extendido en el mundo evangélico que hasta
puede constituir una mayoría. La controversia de estos días sobre "señorío
de Cristo" en la salvación se centra en esta cuestión.
Recientemente
un pastor me habló sobre un hombre joven de su congregación que estaba usando
drogas y viviendo una relación ilícita con su novia. El pastor intentó
aconsejar a dicho joven con respecto a su estilo de vida. El hombre le contestó
con naturalidad:
"Está
todo bien, pastor. Yo soy un cristiano carnal". Ser un cristiano significa
ser un discípulo de Cristo, en el sentido bíblico de la palabra. Un discípulo
es un "estudiante". Se ha matriculado en la escuela de Cristo. El
discípulo, como el nombre mismo así lo sugiere, ha sido llamado para seguir un
estudio disciplinado de las cosas de Dios.
4: EL NEO-MONASTICISMO
El
movimiento monástico en la historia de la iglesia consistió en la glorificación
del aislamiento de este mundo. Aquellas personas que huían hacia los claustros
estaban buscando refugio de las influencias nefastas de esta sociedad maligna.
El monasterio era un puerto seguro para quienes buscaban la pureza espiritual.
Hubo
muchas personas que ingresaron en la vida monástica para seguir una vida de
oración o de devoción espiritual. Para otros, fue una oportunidad para
dedicarse al estudio en reclusión.
Pero
había un elemento en el monasticismo clásico que hoy está ausente en el
neo-monasticismo: la devoción hacia la erudición teológica.
Cuando
hablo sobre el neo-monasticismo, hago referencia a la tendencia presente en
algunos evangélicos de "abandonar" este mundo. Estoy describiendo
tanto una actitud como un estilo de vida. Se trata de un tipo de negación del
mundo que implica muchísimo más que un rechazo a la mundanalidad. Implica un
rechazo al mundo como el ruedo principal donde se desarrolla la actividad
cristiana. Restringe la actividad del cristiano a un gueto espiritual. Incluye
un rechazo voluntarioso del estudio de cualquier cosa que no sea claramente
"evangélica".
Recuerdo
mi segundo año de vida cristiana. Estaba en mi segundo año en la facultad y
durante una clase sobre filosofía occidental toda mi alma fue sacudida. El
profesor estaba disertando sobre un ensayo escrito por San Agustín. La
disertación abrió mi mente a todo un horizonte nuevo de entendimiento del
carácter de Dios. Por ser un cristiano joven deseaba profundizar en mi fe. La
obra de Agustín y de otros como él me parecía ser de enorme ayuda hacia ese
fin.
Decidí
cambiar de carrera para graduarme en filosofía en lugar de Biblia. Cuando hice
dicho cambio fui casi expulsado del conjunto de evangélicos en nuestra
universidad. Mis amigos estaban escandalizados por mi aparente apostasía. Perdí
la cuenta de la cantidad de veces que me citaban el versículo de Colosenses
2:8, "Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas
sutilezas”.
La
reacción de mis compañeros me confundía tanto como me dolía. Había decidido
estudiar filosofía para fortalecer mi conocimiento de Dios, no para
debilitarlo. Aunque ya no estaba en el curso de Biblia, esto no significaba que
había rechazado a la Biblia o que había dejado de estudiarla. No podía caber en
mi cabeza cómo era posible estar preparados para evitar ser engañados por algo
sin antes haber tomado conciencia sobre qué consistía ese
algo. Mis estudios de filosofía secular sirvieron para acrecentar mi aprecio
por las profundidades y las riquezas encerradas en las cosas reveladas en las
Escrituras. Y además me proporcionaron un entendimiento de las herramientas
cruciales para la tarea cristiana de apologética. Nunca se cruzó por mi mente
que debíamos abandonar al mundo para dejarlo en manos de los paganos.
El
neo-monasticismo engendra la ignorancia no solo de la cultura y de
las ideas que conforman nuestra fe, sino
también la ignorancia de la teología. Demuestra más una falta de
fe que una fortaleza de fe.
Los
efectos del neo-monasticismo son catastróficos. Al tomar la retirada y no
comprometernos con el mundo hemos sufrido la derrota por omisión. Nos agarramos
la cabeza al contemplar la secularización de la cultura estadounidense y nos
preguntamos cómo puede ser que haya sucedido.
5: EL TEMOR A LAS CONTROVERSIAS
La
teología engendra controversias. De esto no cabe la menor duda. Siempre que se
estudie teología, inevitablemente surgirán discusiones a continuación. Todos
deseamos mantener relaciones signadas por la paz y la unidad. También
comprendemos que la Biblia nos prohíbe el ser contenciosos, el provocar
divisiones, el ser discutidores, y el emitir juicios con ligereza. Debemos
manifestar el fruto del Espíritu, el cual incluye la benignidad, la
mansedumbre, la paciencia y la bondad.
Nuestro
razonamiento entonces sigue este curso: si hemos de evitar el tener un espíritu
discutidor y mostrar el fruto del Espíritu, entonces debemos evitar el
estudio de la teología. Existe axioma generalizado que expresa: "Nunca se
debe discutir sobre religión ni política". Este axioma ha sido elevado a
un serial de preferencia por la sencilla razón que las discusiones sobre religiones
o política suelen generar más calor que iluminación. Estamos cansados de la
caza de brujas, de la discusión de cosas menores, de las persecuciones, y hasta
de las guerras que han comenzado por controversias teológicas.
Sin
embargo, la controversia siempre acompaña al compromiso teológico. John Stott,
en un libro titulado Christ the
Controversialists ("Cristo,
el controversial"), afirmó algo que debería resultar obvio a cualquiera
que lea la Biblia -la vida de Jesús estuvo envuelta en una tormenta de
controversias. Los apóstoles, como antes también les había sucedido a los
profetas, no podían pasar un día de sus vidas sin controversias. Pablo dijo que
discutía todos los días en el mercado. Eludir la controversia es eludir a
Cristo. Podremos tener paz, pero será una paz obsecuente y carnal
mientras la verdad sea pisoteada en las calles.
Hemos
sido llamados a evitar las controversias impías, sin Dios. Hemos sido llamados a tener controversias piadosas, con Dios. Un aspecto positivo de las
controversias cristianas es que los
cristianos tienen la tendencia a discutir entre sí sobre teología porque comprenden que la verdad,
especialmente la verdad teológica,
tiene consecuencias eternas. Las pasiones afloran porque lo que está en juego es muy valioso.
Las
controversias impías surgen con frecuencia no porque los combatientes sepan
mucho sobre teología sino porque saben demasiado poco. No disciernen la
diferencia entre temas contundentes de disputa y detalles menores que nunca
deberían ser motivo de división entre nosotros. Tenemos otra máxima:
"Tener poco conocimiento sobre algo es muy peligroso". El que se
detiene a discutir nimiedades es el estudiante de teología inmaduro.
Es
el teólogo que todavía no terminó su entrenamiento el que rebosa confianza en
sí mismo e insensibilidad, y el que es discutidor. Cuánto más uno se adentra en
el estudio de la teología, uno más discierne cuáles son aquellos temas
negociables y tolerables y cuáles son aquellos temas que demandan toda nuestra
fuerza para defenderlos.
6: EL ESPÍRITU ANTIRRACIONAL DE
NUESTRA ÉPOCA
Creo
que estamos viviendo en la época más anti-intelectual que haya
conocido la historia del cristianismo. No quiero decir antiacadémica, ni
anti-tecnológica ni anti-científica. Por anti-intelectual entiendo
contra la mente.
Vivimos
en un período que es alérgico a la racionalidad. La influencia de la filosofía
existencialista ha sido masiva. Nos hemos convertido
en una nación sensual. Hasta nuestro propio idioma lo refleja. Mis estudiantes
en el seminario repetidas veces se expresan del siguiente modo en sus exámenes:
"Siento que está mal" o "Siento que
es verdad." Siempre les tacho la palabra y la sustituyo por la palabra pienso. Hay una diferencia entre
sentir y pensar.
En
la fe cristiana hay una primacía de la mente. También la primacía
del corazón en la fe cristiana. Sin duda que estas dos narraciones
paradójicas parecen ser contradictorias. ¿Cómo es posible
que existan dos primacías? Debe existir una que
prime sobre la otra. Es obvio que no podemos tener dos primacías distintas al
mismo tiempo yen la misma relación. Lo que ocurre es que cuando hablo de dos
primacías distintas, quiero decir que son con respecto a dos temas distintos.
Con
respecto a la primacía en cuanto a la importancia,
el corazón viene primero. Si tengo la doctrina conecta en mi pensamiento
pero no tengo el amor a Cristo en mi corazón, me he perdido el reino de Dios.
Es extremadamente más importante que un corazón este bien delante de Dios que
mi teología sea impecablemente correcta.
Sin
embargo, para que mi corazón esté bien, existe una primacía del intelecto en
término de orden. No puede
haber nada en mi corazón que no haya estado primero en mi pensamiento.
¿Cómo
es posible amar a un Dios o a un Jesús del cual no comprendo nada? Cuanto más
llegue a comprender el carácter de Dios, más será mi capacidad para amarlo.
Dios
se revela a sí mismo en un libro. Ese libro ha sido escrito en palabras.
Transmite conceptos que deben ser comprendidos por la mente. Seguramente que
algunas cosas permanecerán como misterios. Pero el propósito de la revelación
de Dios es que la comprendamos con nuestras mentes para que pueda penetrar en nuestros corazones.
Despreciar el estudio de la teología es despreciar aprender sobre la
Palabra de Dios.
7: LA SEDUCCIÓN DE LA MUNDANALIDAD
Es
bueno recordar que el primer desvío que el Cristiano encontró en su camino al
cielo en El progreso del peregrino, de
John Bunyan, sobrevino cuando Cristiano fue seducido por el consejo del Sr. Sabio Mundano'. El Sr.
Sabio Mundano no se llamaba Sr. Falso Teólogo, si bien enseñaba una falsa
teología. Podemos entender cómo la mundanalidad nos seduce en términos de
sensualidad, materialismo, hedonismo, y otros del mismo calibre. Pero una de
las fuerzas seductivas más poderosas del mundo secular es la tentación a
adoptar la idea sobre la verdad actualmente popular en la cultura
estadounidense.
En
su libro The Closing ofthe American
Mind ("El cierre de la mente americana', Allan Bloom ha documentado
cómo la educación moderna ha adoptado casi universalmente el relativismo como
su epistemología vigente. La mente estadounidense se ha cerrado a la verdad
objetiva que puede ser conocida racionalmente.
El
relativismo es en última instancia irracional. Decir que la verdad es relativa
no tiene ningún sentido. Es una afirmación imposible de ser verdadera. La
afirmación "Toda verdad es relativa" sería a su vez relativa y no
tendría ningún valor como verdad.
Este
marco mental, o mejor dicho, este marco mental anti-intelectual de la educación
secular se ha infiltrado y casi conquistado al mundo evangélico. Los
evangélicos se sienten sublimemente encantados al poder afirmar ambos polos de
estas ideas contradictorias que les permite aceptar teologías radicalmente
inconsistentes y mutuamente excluyentes.
Para
ser más precisos, los evangélicos no llaman a esto relativismo o subjetivismo.
Esta filosofía es bautizada y espiritualizada detrás de un fino velo de jerga
religiosa. La "guía del Espíritu" se ha convertido en la licencia
para una multitud de pecados epistemológicos. Las personas son "guiadas
por el Espíritu" para llevar a cabo actos expresamente prohibidos por las
Escrituras. Pero esta guía subjetiva puede tener más valor que las Escrituras
porque la verdad es relativa. La afirmación de contradicciones irracionales
(una redundancia) se justifica por apelaciones a un "orden superior de
lógica" que se encuentra en la mente de Dios.
Si
buscamos un entendimiento coherente, lógico, consistente, y racional de la
Biblia, se nos acusa inmediatamente de adorar en el templo de Aristóteles. Como
la filosofía del racionalismo ha sido con frecuencia hostil al cristianismo,
huimos de cualquier cosa que remotamente se asemeje al racionalismo. Como el
cristianismo tiene la verdad que la razón por sus propios esfuerzos
especulativos no puede descubrir, suponemos que hasta la razón misma es negociable.
El
cristianismo no es racionalismo. Pero es racional. Puede contener la verdad más
allá de lo que la razón pueda ser capaz de sondear. Pero es más que racional,
no menos. Se trata de una virtud, no de una desventaja para buscar un
entendimiento coherente de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no es
irracional. Fue diseñada para ser comprendida por la mente.
8: LA SUSTITUCIÓN PIETISTA DE LA
DEVOCIÓN POR EL ESTUDIO
¿Es
posible que la lectura devocional de la Biblia sea un impedimento para el
crecimiento cristiano? Si se convierte en un sustituto del estudio serio de la
Biblia, contesto categóricamente que sí.
Debo
hacer una concesión, sin embargo, y se
trata de que no estoy totalmente seguro si entiendo la diferencia que existe
entre la "lectura devocional de la Biblia" y el estudio
bíblico serio. El estudiar la Biblia en serio
es en sí un acto devocional. C. S. Lewis en
cierta oportunidad señaló:
Este
estudio es algo así como un experimento. Su traducción está dirigida al mundo
en su totalidad, y no solamente a los estudiantes de teología. Si tiene éxito,
es posible que le sucedan otras traducciones de otros grandes libros
cristianos. En un sentido, por supuesto, no es la primera traducción en este
campo. En el mercado podemos encontrar traducciones de la Teología Germánica, la Imitación, La Escala de la Perfección, y Las Revelaciones
de Lady lulian de Norwich, todas ellas muy valiosas si bien no todas con el
mismo grado de altura académica. Pero conviene señalar que todos estos libros
son de devoción y no de doctrina.
Pero,
ahora bien, el laico o el aficionado deben ser instruidos además de ser
exhortado. En los días que corren su necesidad de conocimiento es apremiante.
Tampoco es mi intención admitir que exista ningún tipo de división marcada
entre estos dos tipos de libro. Personalmente, tiendo a encontrar los libros
doctrinales de mucha más ayuda en la devoción que los libros propiamente
devocionarios, y me inclino a pensar que esta misma experiencia es compartida
por muchos otros. Creo que muchas personas que encuentran que "no pasa
nada" cuando se sientan, o se arrodillan, frente a un libro devocional,
descubrirían que su corazón comienza a cantar sin que nadie se lo pida mientras
tratan de descifrar un pasaje difícil de teología, con una pipa entre sus
dientes y sosteniendo un lápiz en sus manos.
Hay
muchas ayudas disponibles para las lecturas diarias devocionales. Aquellas
personas que leen la Biblia todos los días durante quince o veinte minutos son
una minoría. Aunque sin duda que quince minutos de lectura diaria de la Biblia
es mejor que ninguna lectura.
El
problema surge cuando pensamos que podemos sondear las profundidades de las
Escrituras con un simple régimen de quince o veinte minutos diarios. Muy pocas
disciplinas pueden ser dominadas con ese lapso de atención tan breve. Para
crecer en el entendimiento maduro de la Palabra de Dios se requiere un esfuerzo
más concertado que el que puede ser logrado por breves períodos de lectura
devocional.
La
lectura devocional es un gran complemento al estudio en serio pero no
constituye un sustituto a dicho estudio. Un estudio de las referencias bíblicas
al final de cada capítulo de este estudio, y el comentario que se hace de las
mismas dentro de los capítulos, puede resultar un excelente comienzo para dicho
estudio en serio.
9: LA PEREZA
Karl
Barth en cierta ocasión señaló que los tres pecados primarios y más básicos de
la humanidad caída son el orgullo, la deshonestidad y la pereza. No estoy
seguro que Barth estuviera en lo correcto al jerarquizarlos de esta manera,
pero no cabe duda que son pecados severos sobre los que la Biblia tiene mucho
que decir.
Si
debido a nuestra naturaleza caída tenemos una inclinación pronunciada hacia la
pereza, debemos estar en guardia para evitarla.
No
es para nada seguro el presuponer que el nuevo nacimiento nos librará inmediata
y completamente de ser perezosos.
No
nos curamos más instantáneamente de la indolencia que lo que nos curamos del
orgullo o la deshonestidad.
La
vida cristiana demanda un arduo trabajo. Nuestra santificación es un proceso en
el que somos colaboradores de Dios.
Contamos
con la promesa de la ayuda de Dios en nuestra labor, pero su ayuda divina no
anula nuestra responsabilidad para asumir el trabajo. "Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2: 12-13).
Esta
ocupación no es algo que nos redunde en méritos o nos gane nuestra
justificación. Es la obra que sigue a la justificación, la consecuencia de la
fe. Los cristianos perezosos permanecerán siempre inmaduros porque no se
dedican a un estudio diligente de la Palabra de Dios.
Con
frecuencia suelo sorprender a mis estudiantes en el seminario cuando les digo
que los errores teológicos son pecados.
Este
cargo les resulta demasiado fuerte ya que presuponen que no puede existir
ninguna culpabilidad moral si alguien comete un error. Yo argumento que la
razón primaria por la que malinterpretamos la Biblia no es porque el Espíritu
Santo ha fracasado en su labor, sino porque nosotros hemos fracasado en llevar
a cabo nuestra labor. No alcanzamos a amar a Dios con toda nuestra mente y
descuidamos nuestra responsabilidad de dedicarnos a un estudio riguroso de las
cosas de Dios.
10: LA DESOBEDIENCIA
Es
posible que no sea del todo exacto incluir a la desobediencia como una
influencia causal independiente en nuestro fracaso para crecer en madurez, ya
que está implícita en todas las demás.
La
enumeramos, entonces, como un resumen genérico de todas las demás. Si bien
hemos considerado un número de razones por las que los cristianos a veces
descuidan el estudio de la teología, existen al mismo tiempo varias razones
positivas importantes para embarcarnos en dicho estudio. Es imperativo que
superemos cualquier tipo de obstáculos que se interpongan en nuestro camino
mientras perseguimos diligentemente un entendimiento teológico en más
profundidad.
La teología alimenta al alma. Para
que el alma de una persona se inflame con la pasión por el Dios vivo, la mente de esa persona
debe informarse primero sobre el
carácter y la voluntad de Dios. No puede haber nada en el corazón que antes no haya estado en
la mente. Aunque es posible tener
una teología en la mente sin que ella nos traspase el alma, no puede traspasarnos el alma si
antes no la aceptamos con la mente.
El
entendimiento intelectual de la doctrina es una condición necesaria para el
crecimiento espiritual. Sin embargo, no es una condición suficiente para dicho
crecimiento. Una condición necesaria es una condición que debe estar presente
para que un resultado buscado tenga lugar. Sin ella, el resultado sería
imposible.
Por
ejemplo, el oxígeno es una condición necesaria para que haya fuego. Sin
embargo, la simple presencia de oxígeno no es suficiente para garantizarnos que
se produzca un fuego. Esto es una suerte para nosotros, ya que de lo contrario
el mundo estaría en llamas si el oxígeno automáticamente produjera fuego. El
oxígeno es por lo tanto necesario para producir fuego, pero en sí mismo no es
suficiente para producir fuego. Del mismo modo que el oxígeno es necesario pero
no alcanza con su presencia para prender un fuego, así también la doctrina es
necesaria pero no suficiente para encender un fuego en nuestros corazones. Sin
la operación de la gracia del Espíritu Santo en nuestros corazones, la sola
presencia de la doctrina nos dejará helados, no importa cuán buena sea esta
doctrina.
Dios nos manda a ser diligentes en el estudio. La
segunda razón positiva para buscar un conocimiento de la teología es que Dios, que es el tema central de la teología,
nos manda progresar en el
entendimiento doctrinal. Debemos seguir
la exhortación de Pablo de "dejar lo que era de niño" (1
Corintios 13:11) para poder
seguir adelante hacia la meta del entendimiento cristiano. Con respecto a la malicia debemos ser como bebés,
pero con respecto al
entendimiento debemos buscar alcanzar la
madurez de un adulto (l Corintios
14:20). No haremos esto para convertirnos
en arrogantes y estar orgullosos de nuestro propio conocimiento, sino para crecer en la gracia. Un entendimiento maduro es el fundamento para una
vida madura.
Crecer
en el conocimiento de Dios es un gran gozo y un privilegio. Es algo que nos
encanta. Pero es algo más que un privilegio; es también un deber. Dios nos
manda crecer en la plenitud de Cristo. Consideremos el Shema del Israel del
Antiguo Testamento:
Oye,
Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tú Dios de todo
tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo
te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás
de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando
te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán
como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y
en tus puertas (Deuteronomio 6:4-9).
En
el corazón de este mandamiento sagrado está el deber solemne de aprender la ley
de Dios, de dominar su revelación. No se trata de una empresa alegre e
informal. Dominar la Palabra de Dios es sumergirse profundamente en el estudio
de la teología.
Debemos
recordar al lector que es posible tener una teología buena sin tener una vida
buena. Pero no es posible tener una vida buena si no contamos con una teología
buena. En este sentido, la teología debe ser vista como una ciencia abstracta.
Se trata de un asunto de vida o muerte, de un asunto de vida eterna o muerte
eterna. La intención de este estudio es ser una guía de viaje para recorrer los
temas de vida o muerte que aparecen en el paisaje teológico.
11. LA LEY DE DIOS
Dios
gobierna a su universo por la ley. La propia naturaleza funciona bajo su
gobierno providencial. Las así denominadas leyes de la naturaleza son simples
descripciones de la manera normal que Dios tiene de ordenar su universo. Estas
"leyes" son expresiones de su voluntad soberana.
Dios
no le rinde cuentas a ninguna ley fuera de sí mismo. No existen normas cósmicas
independientes que obliguen a Dios a obedecerlas. Por el contrario, Dios es su
propia ley. Esto decir que Dios actúa de acuerdo con su propio carácter
moral. Sin propio carácter no es solo moralmente perfecto, sino que es
el patrón estándar de la perfección. Sus acciones son perfectas porque su
naturaleza es perfecta, y Él siempre actúa de acuerdo con su naturaleza. Por lo
tanto, Dios nunca es arbitrario, caprichoso o antojadizo. Siempre hace lo que
es correcto.
Como
criaturas de Dios, a nosotros también se nos exige que hagamos lo que es
correcto. Dios nos exige que vivamos una vida de acuerdo a su ley moral, la
cual nos ha revelado en la Biblia. La ley de Dios es el estándar de justicia y
la norma suprema para juzgar el bien y el mal. Dios tiene la autoridad para
imponernos obligaciones, para exigir nuestra obediencia, y exigir el compromiso
de nuestras conciencias, porque Él es nuestro soberano.
También
tiene el poder y el derecho para castigar la desobediencia cuando violamos su
ley. (El pecado puede ser definido como la desobediencia a la ley de Dios.)
Algunas
leyes de la Biblia están directamente basadas en el carácter de Dios. Estas
leyes reflejan los elementos transculturales y permanentes de las relaciones,
tanto divinas como humanas.
Otras
leyes obedecieron a condiciones pasajeras de la sociedad. Esto significa que
algunas leyes son absolutas y eternas, mientras que otras pueden ser anuladas
por Dios por razones históricas, como las leyes ceremoniales y de
dieta de Israel. Solo Dios puede abolir dichas leyes. Los seres humanos nunca
tienen la autoridad para abolir la ley de Dios.
No
somos autónomos. Es decir, no se nos permite vivir de acuerdo con nuestra
propia ley. La condición moral de la humanidad es la de heteronomía: vivimos
bajo la ley de otro. La forma específica de heteronomía bajo la cual vivimos es
la teonomía, o la ley de Dios.
RESUMEN
1.
Dios gobierna al universo por leyes. La gravedad es un ejemplo de las leyes de
Dios para la naturaleza. La ley moral
de Dios está en los Diez Mandamientos.
2.
Dios tiene la autoridad para imponer obligaciones a sus criaturas.
3.
Dios actúa de acuerdo a la ley de su propio carácter.
4.
Dios nos revela su ley moral a nuestras
conciencias y en la Escritura.
5.
Solo Dios tiene la autoridad para abolir sus leyes.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Éxodo
20:1-17, Salmo 115:3, Mateo 5:17-20, Romanos 7:7-25, Gálatas 3:23-29
12: LOS PROFETAS DE DIOS
Los
profetas del Antiguo Testamento fueron personas llamadas exclusivamente por
Dios y a quienes Dios les entregó en forma sobrenatural sus
mensajes para que nos los entregaran. Dios habló su palabra por medio de los
labios y los escritos de los profetas.
La
profecía implicaba tanto la predicción sobre el futuro (el predecir) como la exhortación y la
proclamación presente de la palabra de Dios (el proclamar). Los profetas fueron
dotados por el Espíritu Santo para que sus palabras fueran las palabras de
Dios.
Por
eso es que los mensajes proféticos solían estar precedidos por la expresión:
"Así dice el Señor".
Los
profetas fueron reformadores de la religión de Israel. Llamaron al pueblo a
volverse a la adoración pura y a
la obediencia a Dios. Aunque los profetas criticaron la manera como la
adoración judía muchas veces se había degenerado y se había convertido en un
simple ritual, no condenaron ni atacaron las formas originales de adoración que
Dios había encomendado a su pueblo. Los profetas no fueron revolucionarios ni
anarquistas religiosos. Su tarea consistía en purificar, no en destruir; en
reformar, no en sustituir la adoración de Israel.
Los
profetas también estaban profundamente preocupados por la justicia y la equidad
social. Eran la conciencia de Israel, llamando al pueblo al arrepentimiento.
También actuaron como los defensores del pacto de Dios. Ellos "entregaron
citaciones a comparecer" a la nación ante el juez divino por violar los
términos del pacto con Dios.
Los
profetas hablaron con una autoridad divina porque Dios los había llamado
específicamente para ser sus voceros. El profeta no era un cargo hereditario,
ni tampoco eran elegidos para ocupar dicha función. Las credenciales de los
profetas la constituían el llamado directo e inmediato de Dios unido al poder
del Espíritu Santo.
Los
falsos profetas fueron constantemente un problema en Israel. En lugar de
transmitir los oráculos de Dios, relataban sus propios sueños y opiniones diciéndoles a
las personas únicamente lo que ellas deseaban escuchar. Los verdaderos profetas
fueron muchas veces perseguidos y rechazados por sus contemporáneos por
rehusarse a comprometer la proclamación del consejo de Dios.
Los
libros de los profetas suelen dividirse en los libros de los "profetas
mayores" y los "profetas menores". Esta diferenciación solo se
refiere a la extensión de los escritos canónicos y no constituye ninguna
referencia a la mayor o menor importancia de los profetas. Isaías, Jeremías, Ezequiel
y Daniel son conocidos como los profetas mayores porque fueron los que más
escribieron; mientras que Amós, Oseas, Miqueas, Jonás, etc. son los profetas
menores porque sus libros son más pequeños.
Los
apóstoles del Nuevo Testamento también tuvieron muchas de las características
de los profetas del Antiguo Testamento.
Los
apóstoles junto con los profetas son llamados el fundamento de la iglesia.
RESUMEN
1.
Los profetas del Antiguo Testamento fueron agentes de la revelación divina.
2.
La profecía implicaba la predicción sobre el futuro y la proclamación.
3.
Los profetas fueron reformadores de la adoración y la vida israelita.
4.
Solo quienes habían sido llamados directamente por Dios tenían la autoridad
para ser sus profetas.
5.
Los falsos profetas expresaban sus propias opiniones y le manifestaban a la
gente solo lo que esta deseaba escuchar.
6.
La división en profetas mayores y menores es una diferencia establecida en base
a la extensión de sus escritos y no en base a su importancia.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Deuteronomio
18:15-22, Isaías 6, Joe12:28-32, Mateo 7:15-20, Efesios 4:11-16
13. LA
FUNCIÓN TRIPLE DE LA LEY
Todo cristiano debe debatirse con la pregunta: ¿Cómo se
aplica la ley del Antiguo Testamento a mi vida? ¿La ley del Antiguo Testamento
es irrelevante para el cristiano o en algún sentido todavía hay porciones de
ella que me obligan? La necesidad de responder a esta pregunta se vuelve más
apremiante y urgente en la medida que la herejía del antinomianismo se extiende
en nuestra cultura.
La Reforma se fundó sobre la gracia y no sobre la ley.
Sin embargo, los reformadores no repudiaron la ley de Dios. Juan Calvino, por
ejemplo, escribió lo que se conoce como "La triple función de la ley"
para mostrar la importancia de la ley en la vida del cristiano.
EL PRIMER PROPÓSITO de la leyes ser un espejo. Por un lado,
la ley de Dios refleja la perfecta justicia de Dios. La ley nos dice mucho
sobre quién es Dios. Pero, incluso más importante que esto, además la ley
ilumina la pecaminosidad humana. Agustín escribió: "La ley nos ordena que
luego de intentar hacer lo que ha sido ordenado, y sintiendo así nuestra
debilidad bajo la ley, podamos aprender a implorar la ayuda de la gracia.
La ley resalta nuestra debilidad para que busquemos la
fuerza en Cristo. La ley actúa como un profesor severo que nos conduce a
Cristo. Esta es la gracia salvífica que le hace al pecador reconocer que no
puede salvarse así mismo.
EL SEGUNDO PROPÓSITO de la leyes guardarnos del mal. La ley,
por sí misma, no puede cambiar los corazones humanos. Puede, sin embargo,
servir para proteger a los justos de los injustos. Calvino dijo que este
propósito es conveniente "para que aquellos que no aprecian para nada lo
recto y lo justo, a no ser que sean obligados, sean obligados al menos por las
acusaciones de la ley y el temor de las penas.
La ley permite que haya en cierta medida un grado de
justicia sobre esta tierra, hasta que el juicio final sea llevado a cabo.
EL TERCER PROPÓSITO de la leyes revelar lo que le agrada a
Dios. Como hijos renacidos de Dios, la ley ilumina nuestras mentes sobre lo que
le agrada a nuestro Padre, a quien buscamos servir.
El cristiano se deleita en la ley del mismo modo que Dios
se deleita en ella. Jesús dijo: "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15). Esta es
la función más elevada de la ley, servir como un instrumento para que el pueblo
de Dios lo pueda honrar y glorificar.
Al estudiar la ley de Dios y meditar en ella, estamos
asistiendo a la escuela de la
justicia. Aprendemos qué es lo que le agrada a Dios y qué es lo que le ofende. La
ley moral que Dios revela en la Escritura nos compromete. Hemos sido redimidos
de la maldición de la ley de Dios, pero no de nuestro deber de obedecerla.
Hemos sido justificados, no porque hayamos obedecido la
ley, sino para que podamos ser obedientes a la ley de Dios. Amar a Cristo es guardar sus mandamientos. Amar
a Dios es obedecer su ley.
RESUMEN
1. La iglesia de la actualidad ha sido invadida por el
antinomianismo, que debilita, rechaza y distorsiona la ley de Dios.
2. La ley de Dios es un espejo de la santidad de Dios y de
nuestra injusticia. Sirve para revelarnos nuestra necesidad de un Salvador.
3. La ley de Dios es un freno contra el pecado.
4. La ley de Dios nos revela lo que le agrada a Dios y lo
que le resulta ofensivo.
5. El cristiano debe amar la ley de Dios y obedecer la ley
moral de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo 19:7-11, Salmo 119:9-16, Romanos 7:7-25, Romanos
8:3-4, 1 Corintios 7:19, Gálatas 3:24.
14. EL FRUTO DEL ESPÍRITU
El fruto del Espíritu Santo es uno de los aspectos más
dejados de lado en lo que respecta a la enseñanza bíblica sobre la
santificación.
Hay varios motivos para esta situación:
1. La
preocupación por lo externo. Aunque los
estudiantes varias veces murmuran y se quejan cuando tienen que rendir pruebas
en el salón de clase, en cierto sentido sabemos que realmente las queremos
rendir. Las pruebas que miden la destreza, los logros, y el conocimiento son
hasta moneda corriente en las revistas. Las personas quieren saber en qué nivel
se encuentran. ¿He alcanzado la excelencia en una empresa determinada, o acaso estoy
sumido en la mediocridad?
Los cristianos no son distintos. Tendemos a medir nuestro
progreso en la santificación examinando nuestro desempeño con estándares
externos. ¿Decimos malas palabras? ¿Tomamos alcohol? ¿Vamos al teatro a ver películas?
Estos estándares con frecuencia se utilizan para medir la espiritualidad. La
prueba verdadera -la evidencia del fruto del Espíritu- muchas veces es ignorada
o minimizada. Esta es la trampa en la que cayeron los fariseos.
Le escurrimos el bulto a la verdadera prueba porque el
fruto del Espíritu es más nebuloso. Las demandas que hace a la personalidad son
mayores que lo demandado por los estándares superficiales. Es mucho más fácil
reprimirse y no decir malas palabras que adquirir el hábito de la paciencia
piadosa.
2. La
preocupación por los dones. El mismo Espíritu
Santo que nos guía a la santidad y da su fruto en nosotros también le da los
dones espirituales a los creyentes. Parece ser que estamos mucho más
interesados en los dones del Espíritu que en su fruto, a pesar de la clara
enseñanza bíblica de que uno puede poseer los dones y ser inmaduro en el
progreso espiritual. Las cartas de Pablo a los Corintios dejan esto bien en
claro.
3. El problema
de los no creyentes justos. Resulta frustrante
medir nuestro progreso en la santidad por el fruto del Espíritu cuando algunos
no cristianos exhiben las virtudes contenidas en el fruto, y hasta lo hacen en
mayor grado.
Todos conocemos a personas que no son creyentes pero que
exhiben más mansedumbre o paciencia que muchos cristianos. Si las personas
pueden tener "el fruto del Espíritu" independientemente del Espíritu,
¿cómo es posible que podamos determinar nuestro crecimiento espiritual de esta
manera?
Hay una diferencia cualitativa
entre las virtudes del amor, el gozo, la paz, la paciencia, etc., engendradas
en nosotros por el Espíritu Santo, y las virtudes exhibidas por los no cristianos.
Los no cristianos operan en base a motivos que son en última instancia egoístas.
Pero cuando los creyentes exhiben el fruto del Espíritu, están exhibiendo las
características que en último término se dirigen hacia Dios y hacia los demás.
Ser llenos del Espíritu significa que la vida de una persona está controlada
por el Espíritu Santo; los no cristianos solamente pueden exhibir estas
virtudes espirituales en la medida de su habilidad humana.
Pablo enumera el fruto del Espíritu en su epístola a los Gálatas: "Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:2223). Estas virtudes deben caracterizar la
vida de un cristiano. Si somos
llenos del Espíritu, exhibiremos el fruto del Espíritu. Pero, por supuesto, esto lleva su tiempo.
No se trata de una adaptación superficial
de nuestra personalidad que tiene lugar de un día para otro. Este cambio involucra dar una nueva forma a las
inclinaciones más profundas de
nuestro corazón, se trata del proceso de
santificación del Espíritu Santo que dura toda la vida.
RESUMEN
1. Tendemos a dejar de lado el estudio del fruto del
Espíritu porque:
(1) estamos preocupados por 10 externo;
(2) estamos preocupados por los dones espirituales; y:
(3) reconocemos que muchos no cristianos exhiben las
virtudes espirituales mejor que los cristianos.
2. Es más fácil medir la espiritualidad por lo externo que
por el fruto del Espíritu.
3. Podemos tener los dones espirituales y ser todavía
inmaduros.
4. Existe una diferencia cualitativa entre la presencia de
las virtudes espirituales en los no cristianos y en los cristianos.
En el caso de los no cristianos, es simplemente fruto del
esfuerzo humano. En el caso de los cristianos, es Dios el Espíritu Santo produciendo
el fruto espiritual en una medida superior a cualquier habilidad humana.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 12:1-21, 1 Corintios 12:1-14:40, Gálatas 5:19-26,
Efesios 4: 1-6:20.
15. EL AMOR
En nuestra sociedad, por lo general hablamos del amor en
términos pasivos. Es decir, el amor es algo que nos sucede y sobre el que tenemos escaso o ningún control. Quedamos
"perdidamente" enamorados. Hablamos de esta manera principalmente
porque asociamos el amor con un sentimiento o una emoción particular.
Dicha emoción no es el resultado de apretar un botón o el
producto de un acto consciente de voluntad. No "decidimos"
enamorarnos de alguien.
La Biblia, sin embargo, habla del amor en términos más activos.
El concepto del amor funciona más como un verbo que como un sustantivo, El amor
es un deber -una acción que es nuestra obligación cumplir. Dios nos manda amar
a nuestro prójimo, amar a nuestras esposas, y hasta amar a nuestros enemigos.
Una cosa es tener sentimientos de amor o afecto hacia nuestros
enemigos; otra cosa es actuar con amor hacia ellos.
La Biblia tiene un concepto complejo del amor que lo
expresa en relativamente pocas palabras. En el Antiguo Testamento predomina el
uso de la palabra hebrea aheb, para
expresar "amor".
El Nuevo Testamento usa principalmente dos palabras
griegas para "amor" phileo y ágape.
Phileo, de donde proviene el nombre de la
ciudad Filadelfia (que significa "la ciudad del amor filial") es la
palabra griega utilizada para denotar el afecto compartido entre amigos. En
oposición, el término eros, que
no es utilizado en la Biblia, se refiere más al amor sexual o erótico. Este es
el tipo de amor que asociamos con el romance. Estos dos tipos de amor son
comunes a todos los seres humanos. Ambos tipos de amor tienen la tendencia a
ser motivados por el interés propio, la gratificación personal y la protección
de uno mismo.
El Nuevo Testamento, sin embargo, describe un tercer tipo
de amor. Ágape se usa en
contraposición a estos afectos más básicos.
Su característica más distintiva es la falta de interés
propio. Procede de un corazón que protege y se preocupa por los demás.
Sus características están enumeradas por Pablo en el
capítulo 13 de 1 Corintios. El amor ágape
es paciente y bueno. No se
vanagloria ni tiene envidia. No es orgulloso, ni rudo, ni busca su propio bien,
ni se enoja fácilmente. Es rápido en perdonar; busca el bien y la verdad. Protege, confía,
tiene esperanza, y es siempre perseverante Nunca falla.
El amor bíblico es por lo tanto mucho más que una simple emoción.
Es activo. El llamado del cristiano no es principalmente a desarrollar
sentimientos de amor por los demás. En muchas instancias estos sentimientos
escapan al control del cristiano. Sin embargo, podemos controlar cómo
respondemos y actuamos con respecto a una persona en particular. El cristiano
debe ser amante, debe reflejar
el amor desinteresado de Dios.
El amor ágape, entonces,
es el fruto principal del Espíritu. Como escribió Pablo: "Y ahora permanecen
la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el
amor" (l Corintios 13:13).
Siempre y cuando el amor ágape refleje como en un espejo las características del amor de
Dios por nosotros, podemos llamarlo un amor inmutable, un amor leal. Está
caracterizado por la fidelidad la fidelidad construida sobre la confianza. Un
amor así es incapaz de no ser constante; es el amor del compromiso permanente.
RESUMEN
1. El amor bíblico es un amor activo.
2. El amor bíblico es un deber demandado por Dios.
3. De las varias palabras griegas usadas para el amor, es
necesario distinguir tres significados importantes:
(A) Phileo =Afecto
Filial.
(B) Eros = Amor Romántico O Sexual.
(C) Ágape = Amor Divino O Espiritual.
4. El Amor Ágape Refleja
El Amor Inmutable De Dios Y Está Dirigido Hacia Los Demás.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Deuteronomio 6:4-5, Mateo 5:43-48, 1 Corintios 13:1-13,
Efesios 5:25-33, 1 Juan 4:7-21.
16. LA ESPERANZA
"Tenemos la esperanza" de que sucedan muchas
cosas en este mundo. Tenemos la esperanza de que nos den un aumento de salario.
Tenemos la esperanza de que nuestro equipo favorito salga campeón. Este tipo de
esperanza está expresando nuestros deseos personales para el futuro. Tenemos
esperanza con respecto a las cosas que son inciertas. No sabemos si nuestros
deseos se cumplirán, pero tenemos la esperanza de que sí se realizaran.
Cuando la Biblia nos habla de esperanza, sin embargo,
tiene algo diferente en mente. La esperanza bíblica es una convicción firme de
que las promesas de Dios sobre el futuro se cumplirán.
La esperanza no es una mera proyección, sino una certeza de lo que sucederá es la esperanza puesta
delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que
penetra hasta dentro del velo" (Hebreos 6:19).
La esperanza, juntamente con la fe y el amor, es una de
las virtudes cristianas que el apóstol Pablo presenta en 1 Corintios 13:13. La esperanza
es la fe dirigida hacia el futuro.
La Biblia utiliza la esperanza de dos maneras. El uso
menos frecuente apunta hacia el objeto de nuestra esperanza. Cristo es nuestra
esperanza de vida eterna. El uso más común es como una actitud de certeza con
respecto al cumplimiento de las promesas de Dios. Al cristiano se lo llama a
tener esperanza, es decir, a tener la plena certeza de la resurrección del
pueblo de Dios y de la venida del
reino de Dios. La esperanza está inextricablemente unida a la escatología.
Pablo le recuerda a los cristianos que hasta que el reino
llegue a su plenitud, los creyentes solo pueden tener la certeza de su esperanza;
"porque por fe andamos, no por vista" (2 Corintios 5:7). Esta
esperanza tiene un fundamento y una base. Aunque la vida del cristiano está
marcada más por el sufrimiento que por el triunfo (l Corintios 4:8-13; 2 Corintios 4:7-18),
el fundamento de la esperanza está en la Deidad.
EN PRIMER lugar, el creyente tiene la vista
puesta sobre la muerte y la resurrección de Cristo. Su muerte fue la hora más oscura
para sus discípulos. El Mesías prometido había muerto, su reino aparentemente
había fracasado. Con la resurrección, esta desesperación se convirtió en esperanza.
Junto con el sufrimiento, grande o pequeño, la esperanza del cristiano debe
prevalecer. Dios es fiel y siempre nos bastará.
EN SEGUNDO lugar, el creyente ha recibido al
Espíritu Santo como una primera entrega del reino. Su presencia nos asegura que
el reino se consumará plenamente. El Espíritu no es solamente un signo de la
esperanza, sino el sustentador de la esperanza. Cumple con el papel de
Consolador, revistiendo al creyente con fuerza y esperanza. Es el Espíritu
quien le da al creyente el ánimo para orar al Padre: "Venga tu
reino".
RESUMEN
1. La esperanza bíblica es un asunto relacionado con la
certeza no con el deseo.
2. La esperanza es una virtud, no una debilidad.
3. La fe es la confianza en lo que Dios ya ha realizado. La
esperanza es la confianza en las promesas de Dios para el futuro.
4. La resurrección de Cristo nos da la esperanza en medio
del sufrimiento.
5. El Espíritu Santo, el Consolador, nos da esperanza. Su
presencia es nuestra garantía de la venida del reino de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Job 13:15, Romanos 5:1-5, Romanos 8:18-25, Tito 2:11-14, 1
Juan 3:1-3.
17. LA ORACIÓN
Podemos hablar con Dios. Él nos habla verbalmente en su
Palabra y de manera no verbal a través de su providencia. Nos comunicamos con
él por medio de la oración. Charles Hodge declaró que "la oración es la
conversación del alma con Dios". En la oración y por medio de la oración
expresamos nuestra reverencia y adoración a Dios; desnudamos nuestras almas en
confesión contrita ante Él; derramamos nuestro agradecimiento de corazón; y le ofrecemos nuestras peticiones y
nuestras súplicas.
En la oración experimentamos a Dios como un ser personal y
poderoso. Él nos escucha y actúa en respuesta a nuestra oración.
La Escritura nos enseña la previa disposición soberana de
Dios y la eficacia de la
oración. Estas dos cosas no son inconsistentes entre sí, porque Dios ordena los medios
así como los fines de sus propósitos
divinos. La oración es el medio que Dios utiliza para hacer que su soberana voluntad se
cumpla.
La oración debe ser dirigida a Dios, y únicamente a Dios,
ya sea a Dios como la Trinidad o a las personas que conforman la Divinidad.
Orar a cualquier criatura es idolatría.
La oración para ser apropiada tiene varios requisitos.
EL PRIMER REQUISITO es que debemos acercarnos a Dios con sinceridad.
Las frases huecas y falsas son una burla. Dichas oraciones, en lugar de ser un
ejercicio de religión piadosa, son una ofensa delante de Dios.
EL SEGUNDO REQUISITO es que debemos acercarnos a Dios con reverencia.
Al orar debemos tener siempre presente a quién le estamos hablando. Hablar con
Dios de manera desenvuelta, casual, o petulante, como podríamos hablar con
nuestros amigos terrenales, es tratarlo con la impertinencia de lo familiar.
De la misma manera que las personas rinden homenaje a un
rey entrando en su presencia con el debido respeto y deferencia, así también debemos
presentarnos delante de Dios, reconociendo plenamente su suprema majestad.
EL TERCER REQUISITO, un corolario de los anteriores, es que debemos
acercarnos a Dios en humildad. No alcanza con recordar quién es Él, sino que
también debemos recordar quiénes y qué somos nosotros. Somos sus hijos
adoptivos.
Somos también criaturas pecaminosas. Él nos invita a
venir a su presencia sin temor, pero también sin arrogancia. Dios nos instruye
a ser diligentes y fervientes en nuestras peticiones. Al mismo tiempo, debemos
venir en sumisión voluntaria. Decir "Hágase tu voluntad" no es una
indicación de falta de fe. La fe que traemos cuando oramos debe incluir nuestra
confianza en que Dios nos puede escuchar y que Él está dispuesto a
respondernos. Sin embargo, cuando Dios se niega a cumplir nuestras peticiones,
esta fe también debe confiar en su sabiduría.
Quienes se acercan a Él con alguna petición deben dar por
sentado la sabiduría y la benevolencia de Dios, siempre y en todo lugar.
Oramos en el nombre de Jesús porque así estamos
reconociendo su oficio como Mediador. Al ser nuestro Sumo Sacerdote, Cristo es
nuestro intercesor, así como el Espíritu Santo es nuestro ayudador en la
oración.
Una herramienta muy útil para aprender a orar es el
acróstico C-A-S-A. Cada una de las letras indica un elemento vital de la oración.
C=Confesión
A=Adoración
S=Súplica
A=Agradecimiento
Si seguimos este acróstico bien sencillo estaremos
seguros de haber incluido todos los elementos apropiados a la oración.
RESUMEN
1. La oración es estar en comunión con Dios.
2. La oración debe estar dirigida únicamente a Dios.
3. La oración debe ser sincera, con reverencia y en humildad.
4. Se nos manda a ser fervientes y perseverantes en la
oración.
5. La oración con fe es una oración que confía en la
sabiduría y la bondad de Dios.
6. El acróstico C-A-S-A es una ayuda para la oración.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Salmo 5:1-3, Juan 14:13-14, Romanos 8:26-27, Filipenses
4:6-7, 1 Juan 5:14-15.
18. EL ANTINOMIANISMO
En inglés hay un pequeño poema que se constituye en el
canto temático del antinomianismo. Dice: "Libre de la ley, bendita condición;
pecar puedo todo lo que quiero, igual tengo la remisión".
El antinomianismo
significa literalmente "anti-legalismo". Niega y le otorga un
papel inferior a la importancia de la ley de Dios en la vida del creyente. Es
la contraparte de su herejía gemela, el legalismo.
Los anti-nomianos adquieren este fastidio por la ley de
diversas maneras. Algunos creen que ya no están obligados a guardar la ley
moral de Dios porque Jesús los ha librado de esta obligación.
Insisten en que la gracia no solamente nos libra de la
maldición de la ley de Dios sino que nos libra de cualquier obligación a obedecer
la ley de Dios. La gracia se convierte así en una licencia para desobedecer.
Lo sorprendente es que estas personas sostienen este punto
de vista a pesar de la enseñanza vigorosa de Pablo contra ella.
Pablo, más que ningún otro escritor del Nuevo Testamento subrayó
las diferencias entre la ley y la gracia. Se glorió en el Nuevo Pacto. Sin
embargo, fue también el más explícito con respecto a su condena al antinomianismo.
En Romanos 3:31 escribe: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna
manera, sino que confirmamos la ley".
Martín Lutero, al expresar la doctrina de la
justificación solo por la fe, fue acusado de antinomianismo.
Sin embargo, afirmó Junto con Santiago que "la fe sin obras es
muerta". Lutero discutió con su estudiante Juan Agrícola sobre este punto.
Agrícola negaba que la ley tuviera algún propósito en la vida del creyente.
Hasta negó que la ley sirviera para preparar al pecador para la gracia.
Lutero le respondió a Agrícola con su obra Contra el Antinomianismo en 1539.
Agrícola luego se retractó de sus enseñanzas antinominianas, pero el debate continuó.
Subsiguientes teólogos luteranos confirmaron el punto de
vista de Lutero sobre la ley. En la Fórmula
de la Concordia (1577), la última de las afirmaciones de fe luterana
clásicas, determinaron tres usos para la ley:
(1) El revelar el pecado;
(2) El establecer reglas de decencia general para la
sociedad en su conjunto; y:
(3) El proveer una regla de vida para quienes han sido regenerados
por la fe en Cristo.
El error principal del antinomianismo es el confundir la justificación
con la santificación. Somos justificados solo por la fe, sin intervención de
las obras. Sin embargo, todos los creyentes deben crecer en la fe guardando los
santos mandamientos de Dios, no para ganar el favor de Dios, sino en gratitud
por la gracia que les ha sido dada por la obra de Cristo.
Es un error grave el suponer que el Antiguo Testamento
fue un pacto de la ley y que el Nuevo Testamento es un pacto de la gracia. El
Antiguo Testamento es un testimonio monumental de la asombrosa gracia de Dios hacia
su pueblo. Del mismo modo, el Nuevo Testamento está literalmente repleto de
mandamientos.
No somos salvados por la ley, pero debemos mostrar
nuestro amor a Cristo obedeciendo sus mandamientos. "Si me amáis, guardad mis
mandamientos" (Juan 14:15) dijo Jesús.
Con frecuencia oímos esta afirmación: "El
cristianismo no es un montón de reglas, hay que hacer esto, esto y aquello y no
hay que hacer esto, esto y aquello". Hay algo de verdad en esta conclusión,
ya que el cristianismo es mucho más que una mera recolección de reglas. Es una
relación personal con Cristo mismo.
Sin embargo, el cristianismo también no es nada menos que
reglas. El Nuevo Testamento incluye varias cosas que hay que hacer y otras que
no hay que hacer. El cristianismo no es una religión que sanciona la idea que
cualquiera tiene el derecho a hacer lo que le parezca bien. Por el contrario,
el cristianismo nunca le da a nadie el "derecho" a hacer lo que está
mal.
RESUMEN
1. El antinomianismo es la herejía que dice que los
cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las leyes de Dios.
2. La ley nos revela el pecado, es un fundamento para la
decencia en la sociedad, y es una guía para la vida cristiana.
3. El antinomianismo confunde la justificación con la
santificación.
4. La ley y la gracia se encuentran tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento.
5. Aunque el obedecer la ley de Dios no es una causa
meritoria para nuestra justificación, se espera que una persona justificada busque
ardientemente obedecer los mandamientos de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Juan 14:15, Romanos 3:27-31, Romanos 6:1-2, 1 Juan 2:3-6,
1 Juan 5: 1-3.
19. EL LEGALISMO
El legalismo es la herejía opuesta del antinomianismo.
Mientras que el antinomianismo niega la importancia de la ley, el legalismo exalta
la ley por encima de la gracia. Los legalistas en los días de Jesús eran los
fariseos, y Jesús se reservó su crítica más severa para ellos. La distorsión
fundamental del legalismo es la creencia en que una persona puede ganarse su
lugar en el reino de los cielos.
Los fariseos creían que debido a su posición como hijos
de Abraham, y a su cumplimiento estricto de la ley, eran hijos de Dios. En
realidad, esto constituía una negación del evangelio.
Un artículo corolario del legalismo es el adherirse a la
letra de la ley y no al espíritu de la ley. Para que los fariseos pudiesen creer
que podían cumplir la ley, primero tenían que reducirla a su interpretación más
estrecha y grosera. El relato del joven rico es una ilustración de este punto.
El joven rico le preguntó a Jesús cómo podía hacer para heredar la vida eterna.
Jesús le dijo que debía "guardar los mandamientos". El joven rico
creía que los había guardado todos. Pero entonces Jesús le reveló cuál era el "dios"
que había servido antes de servir al verdadero Dios su "dios" eran
sus riquezas. "Anda, vende lo que tienes, y dala a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo" (Mateo 19:21). El joven rico se fue, entristecido.
Los fariseos eran culpables de otra forma de legalismo.
Le habían agregado sus propias leyes a la ley de Dios. Sus
"tradiciones" habían sido elevadas al mismo nivel que la ley de Dios.
Le habían robado a la gente su libertad y la habían encadenado, allí donde Dios
las había liberado. Este tipo de legalismo no acabó con los fariseos. También
ha plagado a la iglesia durante todas sus generaciones.
El legalismo suele surgir como reacción desmedida al
antinomianismo. Para asegurarnos de no deslizarnos en la laxitud moral del
antinomianismo, tendemos a hacer reglas más estrictas que las que Dios mismo
nos ha impuesto. Cuando esto tiene lugar, el legalismo introduce una tiranía
sobre el pueblo de Dios.
De la misma manera, las diversas formas de antinomianismo
suelen surgir como reacción desmedida al legalismo. Su grito de batalla suele ser
el de la libertad de toda opresión. Es la búsqueda por la libertad moral que se
ha desbocado. Los cristianos, cuando defiendan su libertad, deberán cuidarse de
no confundir la libertad con el libertinaje.
Otra forma de legalismo es el hacer hincapié sobre lo
menos importante. Jesús reprendió a los fariseos por haber descuidado los
asuntos más importantes de la ley mientras que escrupulosamente obedecían los
asuntos menos importantes (Mateo 23:23-24).
Esta tendencia continúa siendo una amenaza constante para
la iglesia. Tenemos la tendencia a exaltar a un nivel supremo de piedad
cualquier virtud que tengamos y restarle importancia a cualquiera de nuestros
vicios. Por ejemplo, puedo considerar que es de mucha espiritualidad el no
bailar, mientras que considero mi lascivia un asunto menor.
El único antídoto para el legalismo y el antinomianismo
es el estudio diligente de la Palabra de Dios. Solo entonces podremos instruirnos
adecuadamente sobre lo que le agrada y lo que le desagrada a Dios.
RESUMEN
1. El legalismo distorsiona la ley de Dios en dirección
opuesta al antinomianismo.
2. El legalismo eleva las tradiciones
humanas al mismo nivel que la ley divina.
3. El legalismo compromete al pueblo de Dios allí donde
Dios le ha dado libertad.
4. El legalismo le da valor a lo menos importante, y le
resta valor a lo más importante.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 15:1-20, Mateo 23:22-29, Hechos 15:1-29, Romanos
3:19-26, Gálatas 3:10-14.
20. EL PERFECCIONISMO
La doctrina del perfeccionismo sostiene que la santidad, o el amor perfecto,
producido por la gracia de Dios, puede ser alcanzada por todos los cristianos en esta vida y libera
a los creyentes del pecado voluntario. Esta doctrina surgió con las enseñanzas de
Juan Wesley y continuó con el movimiento pentecostal primitivo. El logro de la
perfección es considerado como la segunda obra de gracia que es obrada
instantáneamente en el corazón del creyente.
Una posición modificada sostiene que después de esta
segunda bendición el creyente es más y más victorioso sobre el "pecado voluntario".
Cualquier pecado que permanezca en esa persona será un pecado accidental o un
pecado cometido por ignorancia.
La dificultad que entraña este punto de vista es que
parte de dos errores primarios. Primero, reduce las demandas rigurosas de la ley
de Dios. Cualquier entendimiento real de la anchura y la profundidad de la ley
de Dios ya estaría excluyendo la doctrina perfeccionista. Segundo, tiene una visión
inflada sobre los logros espirituales propios. Para sostener esta posición
resulta necesario sobrestimar la justicia propia.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo de
toda la historia, y las Iglesias Reformadas en particular, encuentran esta doctrina
aborrecible. Incluso hasta el movimiento neo-pentecostal ya casi ha abandonado
esta doctrina. Martín Lutero enseñó que los seres humanos regenerados son al
mismo tiempo, justificados y pecadores. Los creyentes son considerados justos a
los ojos de Dios en virtud de la expiación y la justicia de Cristo imputada a ellos.
Dios considera a los creyentes justos "en
Cristo". Dejados librados a sí mismos, sin consideración de la obra de
Cristo, los creyentes siguen siendo pecadores. Si bien el proceso de
santificación implica que el creyente se está convirtiendo cada vez más en
menos pecador, este proceso no se completa hasta la muerte, cuando el creyente
es glorificado.
La perfección es sin duda la meta de la vida cristiana.
Que no la alcancemos no debe ser una excusa para pecar. Como cristianos debemos
seguir adelante a la meta de nuestro llamamiento en Cristo.
RESUMEN
1. El perfeccionismo enseña que hay una segunda obra de
gracia en la que los creyentes experimentan la santidad o el amor perfecto en
esta vida.
2. El perfeccionismo modificado enseña que los cristianos pueden
vencer al pecado voluntario.
3. El perfeccionismo se basa sobre una baja estima de la
ley de Dios y una alta estima del desempeño de los seres humanos.
4. Dios nos justifica aunque somos todavía pecadores.
5. El proceso de santificación, que dura toda la vida,
comienza en el instante mismo de la justificación.
6. Los cristianos serán hechos perfectos en glorificación
solo después de la muerte.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 5:8, 1 Corintios 15:42-57, 2 Corintios 7:1,
Filipenses 3:7-14, 1 Juan 1:5-10.
21. EL GOBIERNO CIVIL
En los Estados Unidos de América se habla y se escribe
mucho sobre la separación de la iglesia y el estado. En sus orígenes, esta idea
llamaba la atención sobre dos instituciones diferenciadas, ambas creadas por
Dios, ordenadas por Dios, que debían rendirle cuenta a Dios, o que estaban
"bajo" las órdenes de Dios. Cada institución tenía que desarrollar
tareas distintas y ninguna debía usurpar la esfera de autoridad de la otra.
La tarea de la iglesia es predicar el evangelio,
administrar los sacramentos, proteger las almas de sus miembros, etc. Estas
tareas no le corresponden al estado. La responsabilidad del estado es ordenar
la sociedad, cobrar impuestos, regir el comercio y la sociedad, mantener las fuerzas
armadas, proteger la vida y la propiedad, etc. Estas no constituyen parte de
las tareas de la iglesia.
Al estado se le da el poder de la espada; a la iglesia,
no. El apóstol Pablo nos declara: Sométase toda persona a las autoridades
superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por
Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo
establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí
mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el
bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y
tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si
haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de
Dios, vengador para castigar al que hace lo malo (Romanos 13:1-4).
Según el punto de vista de Pablo, el gobierno civil ha
sido autorizado por Dios. Cuando un gobernador civil es investido de poder, en
un sentido, se lo "ordena" como un ministro de Dios.
Su gobierno no es independiente de Dios. Los ministros de
Westminster escribieron: Dios, el supremo Señor y Rey de todo el mundo, ha
ordenado a los magistrados civiles para que, bajo su égida, estén por sobre el pueblo,
para su propia gloria, y para el bien público; a este fin, los ha armado con el
poder de la espada para la defensa y el aliento de quienes hacen el bien, y
para el castigo de quienes practican el mal. Los magistrados civiles no pueden
asumir para sí la administración de la Palabra o de los sacramentos; o el poder
de las llaves del reino o el cielo; ni siquiera interferir sobre los temas de
la fe.
En nuestros días, el concepto de separación de la iglesia
y el estado ha sido ampliamente reinterpretado (y mal interpretado) para
significar la separación del estado y Dios. Cada vez más, el gobierno busca
evitar quedar "bajo" Dios. Procura un poder y una autoridad autónoma.
Cuando la iglesia le grita "Falta", se critica a la iglesia por entrometerse
en los asuntos del estado. La iglesia, sin embargo, no está tratando de usurpar
las funciones del estado.
La iglesia, al ofrecer su crítica profética, está
llamando al estado a ser el estado como Dios lo ordenó y lo gobierna.
Hay un sentido en el cual el evangelio es sin ningún
rubor político. Declara que Jesús es el Rey de Reyes y el Señor de Señores.
Jesús ocupa el sitial de máxima autoridad. Todos los magistrados inferiores son
responsables ante Él sobre cómo han ejercido su gobierno.
El magistrado civil tiene el poder de la espada. El
estado está autorizado para usar la fuerza para asegurar la justicia y proteger
sus fronteras. Los gobiernos no gobiernan por medio de solicitudes o
sugerencias. Gobiernan por la ley, aplicada por medios legales coercitivos.
Aunque los gobiernos con el poder de la espada tienen la autoridad de ejercer
la pena de muerte y participar en guerras justas, serán responsables delante de
Dios por el uso que hagan de la espada.
La Biblia alienta a los cristianos a ser modelos de
obediencia civil siempre que sea posible. Honramos a Cristo orando por aquellos
que están en autoridad sobre nosotros y siendo sumisos y obedientes a sus
leyes. Debemos hacer todo lo posible para cumplir con nuestra obediencia civil.
Debemos obedecer a los magistrados siempre y cuando no nos ordenen hacer algo
que Dios prohíbe, o nos prohíban hacer algo que Dios ordena. En estos dos casos
no solamente podemos desobedecer a las autoridades, sino que debemos
desobedecerlas.
RESUMEN
1. La iglesia y el estado son dos instituciones
diferenciadas, ordenadas por Dios y responsables ante Él por sus respectivas tareas.
2. La autoridad civil fue ordenada por Dios y tiene el
poder de la espada.
3. Ningún gobierno es autónomo. Ningún gobierno puede ser independiente
de Dios.
4. Cuando los gobiernos buscan ser autónomos, el deber de
la iglesia es criticarlos.
5. La obediencia a la autoridad de gobierno es un deber
sagrado para todos los cristianos. La ley civil debe ser cumplida escrupulosamente
siempre que no sea contraria a la Palabra de Dios.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
2 Crónicas 26:16-20, Salmo 2:10-12, Romanos 13:1-7, l
Timoteo 2:1-4, 1 Pedro 2:13-17.
22. EL MATRIMONIO
La institución del matrimonio fue ordenada e instituida
por Dios en la creación. Cristo la santificó con su presencia en las bodas de Canaán
y por medio de las instrucciones dadas por los apóstoles en el Nuevo
Testamento. La mayoría de las ceremonias de casamiento reflejan esto y
reconocen el origen divino del matrimonio. Lo que se suele ignorar o pasar por
alto en los contratos modernos es que el matrimonio ha sido regulado por los
mandamientos de Dios. La ley de Dios circunscribe el significado y la
legitimidad del matrimonio.
El matrimonio debe ser una relación exclusiva entre un
hombre y una mujer en la que ambos se convierten en "una carne", siendo
unidos física, emocional, intelectual y espiritualmente. La intención es que
dure por toda la vida. La unión está asegurada por un voto sagrado y una alianza,
y consumada con la unión física. La Escritura señala solo dos motivos por el
cual esta unión puede ser disuelta -la infidelidad y el abandono.
La infidelidad está prohibida en la relación matrimonial.
La institución del matrimonio fue creada por Dios para que los hombres y las
mujeres pudiesen complementarse mutuamente y participar en su obra creativa de procreación. La unión
física necesaria para la procreación tiene también un significado espiritual.
Está señalando e ilustrando la unión espiritual entre el
esposo y su esposa. Pablo utiliza esta unión para simbolizar la unión entre Cristo
y su iglesia de la misma manera que el Antiguo Testamento describía a la
relación de la alianza entre Dios e Israel con la figura del matrimonio. La
fidelidad, el cariño y el apoyo mutuo, deben estar en el fundamento del
matrimonio. Los actos de infidelidad quiebran este pacto y, en consecuencia, le
permiten a la parte lastimada la posibilidad de pedir el divorcio.
Además, Pablo en 1 Corintios 7:12-16 nos dice que si
alguien de la pareja es abandonado o abandonada, él o ella no tienen la obligación
de mantener la alianza matrimonial. El abandono, como la infidelidad, es una
violación fundamental de la intención de Dios para el matrimonio.
El matrimonio es una ordenanza de la creación. No es
necesario ser un cristiano para recibir la gracia común de esta institución.
Mientras que todos los hombres y las mujeres pueden casarse, el cristiano debe
casarse solamente "en el Señor". La Escritura es clara a este
respecto y prohíbe que los cristianos se casen con los no cristianos.
En la institución del matrimonio, el marido debe ser
"la cabeza" de la mujer. La mujer debe sujetarse a su marido como se
sujeta al Señor. El marido debe amar a su mujer y entregarse a ella con
sacrificio de la misma manera que Cristo amó a su esposa, la iglesia, y entregó
su vida por ella.
RESUMEN
1. El matrimonio ha sido instituido por Dios y está
regulado por Dios.
2. El matrimonio debe ser monogámico.
3. La unión física permitida y ordenada en el matrimonio refleja la
unión espiritual entre el esposo y su esposa.
4. El estado matrimonial es utilizado en sentido figurado
en la Escritura para ilustrar la relación entre Cristo y su iglesia.
5. El matrimonio, siendo una ordenanza de la creación, es
posible para todos los seres humanos. La iglesia reconoce los matrimonios
civiles. Los cristianos, sin embargo, deben casarse "en el Señor".
6. Dios ha ordenado la estructura de la unión matrimonial.
Cada miembro de la pareja tiene mandatos específicos de Dios que debe obedecer.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 2:24, Mateo 19:1-9, 1 Corintios 7, Efesios 5:21-33, 1 Tesalonicenses 4:3-8, Hebreos
13:4.
23. EL DIVORCIO
La cuestión del divorcio se ha convertido en un tema
urgente en una sociedad donde la incidencia de los divorcios ha alcanzado proporciones
epidémicas. Debido a la proliferación radical de los divorcios y a los
problemas legales y familiares que provoca, la ley se ha movido en la dirección
de facilitar el proceso permitiendo el divorcio sin ninguna causal. Al
convertirse el divorcio cada vez más fácil de obtener, el problema de su
aceleración se exacerba.
La Biblia no es tan superficial al tratar el divorcio. La
enseñanza de Jesús sobre el tema está planteada en el contexto de un debate del
primer siglo entre las escuelas rabínicas. Los liberales y los conservadores
mantenían un largo desacuerdo sobre las bases legítimas para el divorcio. Jesús
fue confrontado con el siguiente planteo:
Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo,
le dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los
hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos
serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto,
lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 19:3-6).
Observamos que cuando los fariseos le preguntaron a Jesús
sobre la ley de divorcio liberal, Jesús inmediatamente los remitió a la
Escritura y a la institución originaria de Dios para el matrimonio.
Subrayó que el matrimonio está intencionado para durar toda
la vida. Resaltó la unión entre el hombre y la mujer en una sola carne, unión
que no puede ser disuelta por decretos humanos.
Solo Dios está autorizado para determinar los fundamentos
para disolver el matrimonio. El debate continuó: Le dijeron: ¿Por qué, pues,
mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de
vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al
principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia su mujer, salvo por
causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la
repudiada, adultera (Mateo 19:7-9).
Si analizamos en detalle la respuesta de Jesús, vemos que
cuestionó la manera que los fariseos tenían de entender la ley del Antiguo
Testamento. Moisés no había "ordenado" el divorcio sino que lo había permitido para casos especiales. (Moisés,
por supuesto, era el vocero de Dios. Fue Dios quien permitió este desvío de su
intención original por la presencia del pecado que violaba el matrimonio.)
Jesús les recordó que hasta este permiso había sido dado solo por causa del
pecado (la dureza de su corazón) y que por sí no anulaba la intención original del
matrimonio.
Jesús luego dio su pronunciamiento sobre el tema
–prohibiendo el divorcio excepto por causa de inmoralidad sexual. Sus palabras
enigmáticas sobre un segundo matrimonio y el adulterio deben ser entendidas en
relación con los divorcios inválidos e ilegítimos. Si se permite el divorcio en
los casos que Dios no lo permite, entonces la pareja sigue casada a los ojos de
Dios. Por lo tanto, un segundo matrimonio entre dos personas ilegítimamente divorciadas
constituiría una relación de adulterio.
Más adelante, como lo expresamos en el capítulo anterior,
Pablo extendió el permiso del divorcio para el caso del creyente que había sido
abandonado por el no cristiano (l Corintios 7: 1015).
La Confesión de Westminster resume este tema. Expresa lo
siguiente: En el caso del adulterio después del matrimonio, es legítimo que la
parte inocente solicite el divorcio; y que después del divorcio pueda contraer
nuevo matrimonio, como si la parte ofensora se hubiese muerto. Aunque la corrupción
del hombre puede ser tal que proponga otros argumentos indebidos para romper
los lazos que Dios ha unido en el matrimonio; sin embargo, nada excepto el
adulterio, o el abandono voluntario que de ningún modo pueden ser remediados
por la iglesia, o el magistrado civil, es motivo suficiente para disolver los
lazos del matrimonio; por lo cual, deberá cumplirse con un procedimiento
público y ordenado; y las personas involucradas no deberán ser
dejadas libres a su voluntad, y su discreción, para su propio caso.
RESUMEN
1. La Biblia no suscribe el divorcio "sin ninguna
causal".
2. Jesús repudió la posición liberal sostenida por los
fariseos con respecto al divorcio.
3. Moisés permitió, pero no ordenó, el divorcio.
4. Jesús permitió el divorcio narra los casos de
inmoralidad sexual.
5. Jesús enseñó que el matrimonio entre dos personas
ilegítimamente divorciadas constituye adulterio.
6. Pablo agregó la deserción por parte del no creyente como
otra causal para el divorcio.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Mateo 5:31-32, Mateo 19:3-9, Romanos 7:1-3, 1 Corintios
7:10-16.